jueves, 24 de diciembre de 2015

EL OTRO POLAVIEJA


En mi casa madrileña, habitaba un señor que se llamaba don José García de Polavieja y Novo, que era coronel y que militaba en Fuerza Nueva. También tenía una fábrica en Torrejón de Ardoz en la que fabricaba banderines y en la que trabajaba el mítico Pepe el Luchador. Casado con una Pérez de Guzmán, familia sevillana que procede de Jerez de los Caballeros, no tuvieron hijos y habitaban la soledad de un piso de casi cuatrocientos metros cuadrados. Don José era un hombre bueno, fervoroso católico, amigo del padre Maruri, un jesuita de tronío, y campechano. Había hecho su cuartel general en el bar el Botillo y al se llevaba su carpeta de dibujos y su gorra alemana que le daban un aspecto bohemio. Cuando murió mi madre, don José me dio un abrazo lleno de cariño y me dijo: “Ahora tienes que ser hombre”. Siempre se lo he agradecido. Murió en un verano y quedó una ausencia en el portal y en aquella casa tan grande que ahora habitaba su viuda, una sevillana menudita y friolera que no tenía calor nada más que en los días de ferragosto, como dicen los italianos. Le gustaba a esta señora tan delicada ir a confesarse a los dominicos, en especial con el padre Varona, y, entre misas y paseos por Serrano, se le iba el día. También era una buena persona, pero el día en que murió mi madre, cuando le fui a dar un beso, me apartó la cara porque, seguramente, en su visión de la sociedad por estamentos, un miembro del tercer estado no podía besar a una señora de la nobleza de Jerez de los Caballeros. Recuerdo su acento sevillano y recuerdo también que, cuando en el colegio leí lo de Guzmán el Bueno y su hijo, me impresionó  que esta mujer fuera descendiente directa de tan valeroso prócer  al que, por aquellos días, se nos comparaba continuamente con el general Moscardó y aquella conversación telefónica con los que asediaban el Alcázar y en la que, al final,  el muchacho moría gritando ¡Viva España! Pero ya estamos como el otro día, que no os he contado nada de don Camilo García de Polavieja que era de quien os quería hablar.

EL VERDADERO GENERAL ORAA


El verdadero general Oraa, don Marcelino Oraa, era de Beriáin, Navarra, y empezó como guerrillero contra Napoleón con el conocido jefe Espoz y Mina. Como era navarrico y conocía bien los lugares por donde andaba Zumalacárregui, fue su más encarnizado enemigo.  En la conquista de Morella, Oraa sitió a la ciudad castellonense que defendía el “Tigre de Morella”, sobrenombre dado al general Cabrera que había enarbolado en su castillo una bandera negra con una calavera de paño blanco. ¡Y bien que resistió el tigre!, pues el 18 de agosto, Oraa se retiraba a Alcañiz y Cabrera cobraba fama por este hecho de armas en Europa entera. Al pobre General Oraa de mis recuerdos infantiles le costó el puesto y fue sustituido por el mariscal de campo Antonio Van Halen, antepasado del poeta y político del PP, Juan Van Halen. Le veo en un  dibujo con un cierto parecido con mi amigo Patxi Bergera, navarrico también, quizás por sus cabellos blancos que le dieron sus dos apodos: el cariñoso de “el Abuelo”,  que le pusieron sus tropas, y el más fiero de “el Lobo Cano” que le pusieron los carlistas. Será por lo que conté en otra entrada y los recuerdos infantiles que tiene para mí su calle, con la tienda de Palacios y la tapicería cuyo dueño quiso ser torero, pero el general Oraa me sigue resultando un tipo simpático.

 

ANTONIO ROS DE OLANO


El otro día, en estos días prenavideños con temperatura primaveral, un muchacho alocado, un zangolotino que diría don José Lasso de la Vega, se iba cagando en Ros por los pasillos del Instituto. Me llamó la atención,  no por la expresión escatológica,  sino porque el objeto de sus deyecciones fuera Ros y porque, probablemente, el deponente rapaz no supiera quién era este caballero objeto de sus deposiciones. He oído a mucha gente defecarse en nombres curiosos tales como París (¿por qué hay que ciscarse en la capital de Francia?), en Weiler, aquel capitán general de Cuba que les negaba a sus hijos un pijama porque, habiéndoles preguntado que para qué servía y habiéndoles contestado los hijos que para dormir, es fama que les contestó, negándoles ipso facto el pijama: “Para dormir, lo que se necesita es sueño”. Y se quedaron sin pijama. Pues bien, lo de cagarse en Ros hacía tiempo que no lo oía y sí había oído hace poco, en Laguna de Duero, lo de cagarse en Laos, que es una forma abreviada de blasfemar como ocurre con la expresión de Ros, que es un sucedáneo de la blasfemia por la que algunos, como decía la gran Gloria Fuertes, se acuerdan alguna vez de Dios. Porque, don Antonio Ros de Olano, que fue escritor y militar y que, por tanto, desmiente una vez más aquella payasada de que la lanza embota la pluma, no creo que haya hecho méritos para qe ningún zangolotino se defeque en él. Don Antonio fue amigo de Espronceda e inventó el gorro militar que lleva su nombre. Y con esto basta para limpiar el honor de Ros de Olano que con tanto estiércol puro y vivo a fe que lo necesita.

viernes, 11 de diciembre de 2015

ERSKINE CALDWELL



No conocía a este escritor sureño, Erskine Caldwell, que narra el sur profundo con tanto detalle, con esos personajes que son capaces de quemar su casa con un mendigo dentro para tener una excusa y poderse marchar a otra casa sin estrenar que tienen en el pueblo o que no les importa que un hombre muera comido por los cerdos, pero sí que un negro les hable sin quitarse el sombrero o, finalmente y para no cansar, que son cuatreros casi de nacimiento y por devoción.




Faulkner es Faulkner, pero Caldwell es Caldwell y sus pueblos del sur parecen habitados por gentes cuya sangre tiene una densidad mayor que la del resto de los mortales; en que las tierras son un personaje más; en que los animales acordan su respiración con el latido de los bosques en donde se esconden los negros cimarrones.

 
         Un gran escritor del que espero leer ese que los argentinos tradujeron como “La chacrita de Dios” y que por estos pagos se conoce como La parcela de Dios.

ENRIQUE MENÉNDEZ PELAYO


Ya he hablado de Enrique Menéndez Pelayo, el otro Menéndez Pelayo, cuando he tratado de su poesía y de su novelita La gaviota. Era un buen escritor que tuvo la desgracia de tener a un hermano que era más que  un hombre: una enciclopedia viviente. En estas memoria suyas que él con mucho humor titula Memoria de un hombre al que nunca pasó nada, don Enrique nos va haciendo un tapiz en el que se ve toda la vida santanderina y también sus años de estudiante vallisoletano y madrileño. La relación entre ambos hermanos era excelente y Enrique, modesto y humilde, se dedicó a la medicina con eficiencia, pero sin una clara vocación, y a ayudar a su ilustre hermano. De todas estas memorias, me quedo con las anécdotas de cómo don Marcelino casi le pilla a Enrique en el teatro de la Zarzuela, un día que su hermano pequeño se escapó desde Valladolid para ir a los madriles,  con la de su afición por Zorrilla, al que considera sin dudar el mejor poeta de España y, finalmente, con que a don Marcelino le gustaba echar un bailecito y que hasta tuvo una novia. Así que la historia esa del tranvía en que don Marcelino, al ver una familia numerosa, dijo: ¡madre mía, de la que me he librado! no parece muy cierta. Su hermano incluso nos dice que fue una pena para Marcelino que no se casara pues el no haber tenido mujer hizo que se abandonara muy joven. Una buena persona Enrique que sí se caso, pero cuya mujer murió a los tres meses dejándolo sumido en la pena hasta que se volvió a casar con su cuñada, algo que antes era relativamente habitual.

Así que don Marcelino en el baile... ¡Mira tú que va a ser verdad aquello de que no somos nada!

 

EVARISTO SILIÓ Y RODRÍGUEZ


Hay autores, poetas en concreto, que te emocionan y que, si estamos en otoño como estamos ahora, hacen que recojas algunas hojas muertas, al estilo de Jacques Prevert, y las guardes como un tesoro entre sus páginas y ahí se quedan entre las hojas llenas de poemas y un buen día, quizás muchos años después, las descubrimos con una sensación entre alegre y nostálgica. Un autor que ha merecido este privilegio es Evaristo Silió y Gutiérrez al que conocí leyendo esa novelita de Enrique Menéndez Pelayo, La Gaviota, que tanto me gustó y de la que ya he hablado en este blog. Silió es un poeta con un acento leopardiano, pero que lo resuelve siempre con un sentido cristiano. Su Fiesta en la Aldea es un gran poema, de esos poemas que antes los niños se aprendían de memoria, par coeur dicen con acierto los franceses, y los recordaban toda su vida. Me emociona este poeta cántabro que nació en Santa Cruz de Iguña, hermoso valle, y que, impregnándose de esa belleza, se dedicó a una poesía de “los del Norte” que dijo don Alberto Lista. El prólogo, ¡cómo no! de don Marcelino Menéndez Pelayo no tiene desperdicio. Y es que don Marcelino era mucho don Marcelino como ya veremos en otra entrada.
. Os dejo un fragmento de un poema suyo y seguro que me lo vais a agradecer.
¡Si miro la noche oscura 
Del porvenir, sólo miro 
La sombra de la amargura, 
La dicha que anhelo, no!»— 
Aquí del alma doliente 
Lanzó un amargo suspiro, 
Y una lágrima ferviente 
De su pupila brotó! 
 
 
 
—¡Fatal mudanza de vida! 
Clamó á este punto, afligida 
Una anciana servidora 
Que la oía suspirar; 
No busques en Galilea 
La paz que tu alma desea. 
Vuelve á Bethania, Señora, 
Vuelve á tu tranquilo hogar! 
 
 
 
Allí sin desvelo tanto, 
Y libre, gracias al cielo. 
De este profundo quebranto. 
Siempre tranquila te yí; 
Reprime el funesto anhelo 
Que de tu lares te aparta. 
Mira que Lázaro y Marta 
Viven felices allí!» 
 

 
 
 

domingo, 15 de noviembre de 2015

RAMÓN DE BASTERRA


Ramón de Basterra era vasco, pero defendía lo español y buscaba en Roma la cultura que salva a Vasconia de la barbarie. Ramón de Basterra era de Bilbao y amaba lo euskaldún, pero habla de España y no se le cae la boca de vergüenza. Ramón de Basterra tenía en aquel libro de Lázaro Carreter en el que aprendimos lengua millones de españoles, una metáfora en la que hablaba de los montes cántabros peregrinando por los siglos de los siglos. Ramón de Basterra tiene un estilo cuidado y esta antología está prologada por José María de Areilza, entonces primer alcalde franquista de Bilbao, luego fundador del Partido Popular, pero no de éste, sino uno de los que se integraron en la UCD. Por cierto, que de ese Areilza, alcalde falangista de Bilbao, nos hablaba José Antonio Ibáñez, aquel profesor de Filosofía del Sagrado Corazón que no hay día que no recuerde. A veces, Basterra me parece algo frío, pero sus poemas romanos, como si fuera un Goethe del Botxo, son buenos y llenos de sentimiento clásico. Y es que en siendo de Bilbao ya tenía mucho ganado. ¿O no?

 

LA PALOMA


El protagonista de esta novela es un guardia de seguridad que busca la absoluta seguridad en la vida. Todo le va bien hasta que se encuentra, en el corredor, a una paloma y esta paloma rompe su vida. El pobre hombre lo pasa mal,  muy mal,  hasta que descubre que la felicidad está en abrir las puertas hacia afuera, como dijo el danés Kierkegaard. y consigue ser feliz en comunión con los demás. Parece un argumento sencillo, pero las novelas de Süskind siempre dan para más, para un poco más y uno se pregunta por qué este hombre no volvió a publicar (que yo sepa). Todo lo que he leído de él me ha gustado, desde El Contrabajo hasta esta paloma que ahora vuela en este humilde blog.

 

EL VERDADERO PEDRO SÁNCHEZ


Esta novela de Pereda comienza en La Montaña, en esa región a la que tanto quería el novelista de Polanco. Y en esa Montaña habitan Pedro y su padre, un hidalgo montañés en el que Pereda, a diferencia del hidalgo de Blasones y Talegas, no carga las tintas: es un hombre orgulloso de su linaje que no puede soportar a los García, unos advenedizos, homines novi, que detentan el Ayuntamiento, pero poco más. Su hijo es noblote y honrado, un montañés sin tacha. Sin embargo, la llegada de los madrileños cambia esas vidas pues le ofrecen a Pedro, por medio del padre, un politicastro corrupto de tres al cuarto, un empleíllo en la capital del reino. Y para allá que se va el montañés y en el camino conoce a Carmen y a su padre, un cesante en el que se ven muchos puntos de contacto con el cesante del Miau galdosiano. El pobre hombre sufre los cambios de gobierno, tan habituales en la España de entonces, teniendo que hacer mudanzas de provincias al Foro y viceversa; y junto a él lo sufren su hija Carmen y Quica, una señora que les cuida y les atiende. Poco a poco, Pedro va escalando por el  cursus honorum y llega hasta ser gobernador de provincia mediterránea de donde se marcha por los abusos de su secretario en connivencia con su mujer y su suegra. El final no lo cuento, pero sorprende porque estábamos esperando una boda que no se llega a dar y uno siente pena por el pobre Pedro Sánchez. Sin embargo, en esta novela, lo importante es esa pintura de tipos en la vida matritense corrompida, llena de esos políticos que nos da la impresión de que han salido de noviembre de 2015 y no de mediados del XIX.

¡Mon Dieu, qué poco hemos cambiado!

miércoles, 4 de noviembre de 2015

DOMINGO BARTET



El 6 de octubre de 1934, Lluis Companys proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal española. Era un golpe de Escdtado en toda regla y Companys no dudó en ponerse en contacto con el General Domingo Batet Mestres, que era de Tarragona y, por tanto, tan catalán como él. Pero Batet, que también era general del Ejército y Capitán General de Cataluña, se puso en contacto, cumpliendo su obligación de militar y de español, con Lerroux que le ordenó que declarase el estado de  guerra. Batet, buen militar, controló la situación sin que el número de bajas fuera muy alto y, por esta acción, fue condecorado con la más alta distinción militar española, la Laureada de San Fernando. Pasaron dos años y cuando el ruido de los sables de los militares que se iban a sublevar no contra la República, sino contra la anarquía que presidía la República (si alguien tenga dudas que se lea el texto del Alzamientp), ya se oía, Bartet fue hasta Irache, en Navarra, para hablar con su amigo Emilio Mola Vidal que le dio su palabra de honor de que no participaría en la sublevación militar. Batet, creyendo en la palabra de Mola, no se unió a la sublevación y fue detenido y condenado a muerte. En vano, Queipo de Llano y Cabanelles pidieron su indulto a Franco, que resentido con el de Tordesillas por no conceder el indulto al general Campins – del que hablaremos en otra entrada de blog- se negó a concederlo.

         Batet era un hombre católico, nacido en una familia tarraconense a la que ayudó Josep Tarradellas a salir de España cuando llevar un crucifijo era una sentencia de muerte. Era un buen catalán, un buen español y un buen soldado que cuando estaba ante el pelotón, sin temblarle la voz, dijo a los soldados que lo apuntaban:

         “Disparadme al corazón; os lo pide vuestro general”.

         Hermosas palabras de un valiente soldado español.

 

lunes, 26 de octubre de 2015

PÍO NONO Y FRANZ LISZT


Sabido es que Franz Liszt, tras una vida no precisamente santa, decidió entrar en religión y  recibir las órdenes menores. Estaba en Roma Liszt y el papa Pío Nono fue el encargado de confesarlo. El papa que, por lo que os voy a contar, tenía sentido del humor además de haber dado nombre a unos deliciosos pasteles que, aunque originarios de Granada, también se pueden adquirir en la madrileña y serrana villa de Miraflores de la Sierra, metido en el sacramento de la penitencia con el músico desde hacía un buen rato y después de que el músico húngaro le hubiera relatado parte de su bien nutrida lista de amantes y amoríos que, sin llegar a las diez mil de algún macho ibérico oficial, no debía de ser manca, es fama que le dijo al músico: “Basta ya, querido Liszt, tengo suficiente. Confesad el resto de vuestros pecados al piano”. Y lo que ya no se cuenta es cuánto tiempo estuvo don Franz tocando el piano tras hablar con el Papa Pío Nono, pero como ya sabemos que tocaba tanto y tan bien…


EL DUQUE DE RIVAS EN MI BICICLETA


Mi primer conocimiento de Ángel Saavedra, duque de Rivas, se lo debo a mi abuelo Luis que tuvo la idea de decorar con vitolas de puros los tubos de mi bicicleta BH y en esas vitolas venían pintados los escritores más importantes. La de don Ángel caía justo en el tubo horizontal en el que se apoya el sillín y , cada vez que  montaba, mis ojos se iban sin querer al noble duque escritor. Más tarde, leí su don Álvaro y  me hice muy devoto de La forza del destino de Verdi. Y ahora he regresado, en este otoño mollar y melancólico a la lectura de sus Romances, tan bellísimos y tan llenos de esa musicalidad tan romántica y que tanto se echa de menos en la poesía actual. Colón, Castaños, San Francisco de Borja y otros héroes pasan por los poesía apasionada del duque.

¡Gracias, don Ángel,   por sus poemas y por los años que me acompañó en mi bicicleta!

Mísero leño

Mísero leño, destrozado y roto,
que en la arenosa playa escarmentado
yaces del marinero abandonado,
despojo vil del ábrego y del noto.

¡Cuánto mejor estabas en el soto,
de aves y ramas y verdor poblado,
antes que, envanecido y deslumbrado,
fueras del mundo al término remoto!

Perdiste la pomposa lozanía,
la dulce paz de la floresta umbrosa,
donde burlabas los sonoros vientos.

¿Qué tu orgulloso afán se prometía?
¿También burlarlos en la mar furiosa?
He aquí el fruto de altivos pensamientos.

ENRIQUE MENÉNDEZ PELAYO Y SU GAVIOTA


En nuestra Cantabria, también hay historias tristes y ésta que nos cuenta Enrique Menéndez Pelayo, - sí, habéis leído bien, Ernesto y no Marcelino- es la de una golondrina que no volvió a La Montaña por la primavera y que se quedó por las tierras del Sur. Retrata muy bien el hermano de don Marcelino los tipos cántabros: el hidalgo, Rosuca, el médico; y retrata también muy bien el amor, la espera y el dolor de ese hidalgo montañés. A lo largo de la novelita, vamos sabiendo por los otros personajes y por las cartas cómo es la gaviota gaditana y vemos que el hermano de don Marcelino era un buen escritor que tuvo la mala suerte de ser hermano de quien lo fue. Pero Enrique se lo tomó con calma y le ordenaba los libros en la biblioteca y, a ratos libres, escribía novelas cortas de tan buena calidad y factura como La gaviota y escribía poemas que, cuando los lea, os los comentaré. Merece que Enrique salga del halo de sombra de don Marcelino.

domingo, 11 de octubre de 2015

ELIAS LÖNNROT Y EL KALEVALA


En mayo pasado os contaba del Kalevala traducido por Alejandro Casona, ese gran actor teatral asturiano y os confesé que me quedaba con ganas de más. Así que me programé para el verano la lectura del verdadero Kalevala, el de Elias Lönnrot, que, prologado por Agustín García Clavo y con un estudio suyo sobre la métrica finesa (Agustín daba para todo y más), tradujeron al español para la Editora Nacional, - esa gran editorial que los del PSOE desmantelaron nada más entrar en el poder porque se pensaban que tan sólo había publicado Raza-,  Joaquín Fernández y Ursula Ojanen. El libro es maravilloso con una mitología en donde la naturaleza es protagonista incuestionable. Para oír a Sibelius es fundamental y en ese verano tan caluroso que hemos tenido este año me ha servido para refrescarme al recorrer las frías tierras finesas. No os he dicho que el Kalevala, el libro de sagas finlandés, fue escrito por Lönnrot a partir de poesías populares que fue recogiendo, especialmente, por la región de Carelia. Se le considera el padre, no sólo de la literatura en finés sino también de la conciencia de patria finesa. Un placer de lectura.

EL TURRÓN DE CASTUERA


Hoy, por fin he probado el turrón de Castuera que me había recomendado mi gran amigo Jesús Sanz, ilustre filólogo vallisoletano y gran degustador de las cosas pequeñas y sencillas como el anís Machaquito – el que tomaba Tierno Galván – o este turrón extremeño que me resultaba absolutamente desconocido pues la idea del turrón me llevaba a Jijona y no hasta este pueblos pacense cerca ya de la provincia de Córdoba. No se sabe muy bien de dónde proviene esta tradición, pero se supone musulmana aunque hay también gentes que la llevan hasta los romanos. Los turroneros de Castuera recorrían Extremadura y la Andalucía Occidental llevando sus turrones y su viaje duraba desde la Feria de Abril sevillana hasta la Navidad de ese mismo año. No sé si quedarán turroneros por los caminos de Extremadura, pero me hubiera gustado conocerlos con su carga de turrón y de alegría para la Navidad, esa fiesta en que todos nos hacemos un poco más niños para entrar en el reino de los cielos en el que no faltan los turrones, las peladillas y los polvorones.

SILBANDO CON IVAN DOIG


Paul es un inspector de educación en Montana y, en el crudo momento en que tiene que acabar con las escuelas rurales para agruparlas en un local único en lugares mayores ( lo que en España, con perdón, llamamos un CRA) va poco a poco recordando su niñez en un pueblecito de Montana. Y esa niñez, en esas escuelas rurales, la va describiendo Doig con un trabajo de miniaturista. Las familias de emigrantes alemanes y eslavos, los campos, su padre viudo que busca una mujer como ama de llaves que ponga orden en aquella casa con niños junto a otros personajes de los que me gustaría destacar a Morris, hermano del ama de llaves que llega hasta Montana desde el Este, que acaba siendo el maestro del pueblo y que tanto enseña a Paul y tanto nos enseña de sus habilidades para motivar a ese grupo de muchachos de cinco o seis niveles diferentes en la misma clase como ocurría en España hasta los años setenta en que los maestro practicaban una auténtica “diversificación curricular” sin que los pedabobos de turno la hubieran puesto por escrito. La novela tiene un final que, lógicamente, no revelaré, pero que enseña a Paul cómo cada persona tenemos dentro una “trastienda” y que nuestros ídolos a veces no son héroes sino gentes normales que tienen en su vida episodios oscuros que también sirven para que los demás aprendamos de esos errores. Una gran novela de este escritor de Montana que está en la estela de Wallace Stegner o de mi Willa Cather. Por cierto, que la que silbaba era la señora que cogieron como ama de llaves y que, con el paso del tiempo, llegó a ser… En fin, que lo leáis.

 

lunes, 28 de septiembre de 2015

SANABRIA Y LAS STRIDENTIA PLAUSTRA DE VIRGILIO



Para mí, Sanabria siempre fue esa tierra de nadie antes de entrar en la Galicia llena de castañares y de carballedas; fue esa tierra con sus casas de piedra y sus tejados de pizarra, con Lubián y Astureses que tenían aquellos bares en donde paraban los camioneros a comer, algo que siempre era garantía de una cocina no como la de Ferrán Adriá ( ni falta que hace), pero sí de esa cocina casera que “tumba” nada más abrir la puerta y oler a ese caldo sanabrés que se cuece en sus pucheros. Sanabria es una hermosa tierra que, como Ennio, el poeta latino tiene tria corda, es decir, tres corazones. Digo esto porque en Sanabria se habla leonés, se habla sanabrés y se habla gallego allá por Lubián, Porto y Calabor, lindando éste último pueblo con Portugal y dando nombre a la frontera. Los sanabreses tienen un acento que recuerda mucho al de los gallegos y preparan un pulpo a feira tan exquisito como el de O Carballiño. Además tienen buenos gaiteros, bonitos romances y no faltan tampoco las buenas frutas y la ternera sanabresa con denominación de origen. Sanabria tiene un lago glaciar y en sus orillas Ribadelago, el pueblo mártir, y San Martín de Castañeda, a donde se iba don Miguel de Unamuno a escribir poesía y en donde ubicó su San Manuel Bueno, mártir. Además, y por si fuera poco, el lago alberga una ciudad sumergida, Valverde de Lucerna , con la que han tenido el buen gusto de bautizar al Instituto de Bachillerato y que espero que con la LOMCE no se acabe llamando  Puebla de Sanabria 1 o alguna cosa peor. Y para no resultar pesado, os diré que Puebla alberga un castillo encaramado a una roca que fue de los Pimentel,  que eran condes de Benavente,  y que desde el castillo se ven las tres carreteras por las que yo pasaba, paso y pasaré Deo volente: la vieja, justo debajo del castillo; la nueva que se hizo con los accesos a Galicia a mediados de los setenta y la autovía de las Rías Baixas como poniendo la guinda al pastel de las vías de comunicación de esta tierra de nadie. Cuando yo conocí Sanabria, aún andaban por las carreteras las stridentia plaustra virgilianas y el pan de centeno dejaba su sabor en el paladar como señal de que ya estábamos entrando en otra tierra diferente. Sanabria tiene tantas cosas que yo no sé que estáis haciendo que no os vais preparando la maleta para iros a pasar unos días en tan noble y excelsa tierra.

EL ABUELO Y LA NIETA


Viendo Sangre de mayo, serie de Garci que, basándose en Galdós, traza un dibujo de la España de 1808 con la entrada de los franceses y el previo motín de Aranjuez, salen Máiquez, en interpretación del difunto Carlos Larrañaga, y Comella, el comediógrafo con el que Moratín tenía sus más y sus menos. Comella, el pobre, ya no ocupa ni la letra pequeña de los libros de texto, pero curiosamente (o no tan curiosamente pues la Ilustración no era patrimonio de Moratín) trata en la obra que he leído, El abuelo y la nieta, de la “mala educación” que recibían las señoritas a finales del siglo XVIII que eran, poco más o menos, como una muñequita que sabía tocar el piano, decir algo en francés y ponerse el miriñaque. Esta preocupación por la educación es propia de la Ilustración por lo que no tenemos que ver al pobre Comella como un butifarrero. La comedia tiene partes cantadas y con música y partes recitadas y, todo hay que decirlo, aunque no sea una obra maestra, se deja leer y supongo que en su época distrajo mucho e hizo pensar y reír a las gentes que la vieron en el teatro. Escrita por un catalán en castellano (otro maldito traidor a la santa causa, diría el señor Artur Mas) me ha reportado un ratillo agradable mientras el verano de 2015 iba diciendo adiós y las piscinas, con el viento de septiembre, cerraban sus puertas y tapaban sus aguas.

ESTHER CALZADA Y GERMÁN GAMAZO


Confieso que siempre me ha gustado leer historia y que autores como Salustio, Manuel Fernández Álvarez, Fernando García de Cortázar o el doctor Marañón en sus trabajos históricos me han hecho disfrutar igual o más que con una novela. La lectura de Tito Livio en latín me inició en el camino de la novela histórica que, la verdad, o es muy buena, o es preferible leer historia y no aguantar a cualquier pseudo escritor que con poner el verbo en final ya se cree que habla en “medieval”. Tampoco puedo negar mi disfrute con esas maravillas que son los Episodios Nacionales de mi don Benito. Pues bien, si hago pública esta confesión es porque he tenido la fortuna de leer el libro que la profesora Calzada del Amo le dedica a don Germán Gamazo y que me ha ocupado estos días de septiembre. Cuando hace unos días lo acabé, tuve la pena de que la profesora Calzada no hubiera escrito un poco más y me hubiera seguido haciendo sentir la maravilla de su trabajo porque el libro, escrito con una prosa hermosa, clara y docta, trata con tanto detalle la vida de don Germán que uno, como cuando leí el Antonio Pérez de Marañón, ha tenido la sensación mientras lo leía que Esther Clazada “estuvo” en los acontecimientos que cuenta. Quiero dejar constancia que de nada conozco a esta profesora y que, si hoy he cogido el incienso, es porque se lo merece con toda justicia. ¡Gracias, profesora Calzada, por este magnífico libro que, como bien dice su prologuista hablando de las buenas biografías, no sólo te introdu- cen la vida del biografiado, sino que te introducen en su época por lo que podemos decir que Calzada del Amo hace una radiografía histórica de la época de la Restauración. De nuevo gracias, profesora Calzada. A veces, la Universidad sirve para algo más que para expender títulos a futuros emigrantes.

 

NUBES DE ESTÍO


Imaginaos ese Santander de finales del siglo XIX en donde veranean próceres como Sagasta, Maura o Gamazo. Imaginaos unas nubes blancas, pequeñitas, que cruzan un cielo azul en una mañana de julio. Imaginaos el Sardinero con sus bañistas entrando en el agua cogidos a una maroma para tomar los baños de ola. Imaginaos también,  junto a los próceres y títulos que se iban haciendo palacetes en el Paseo de El Sardinero, las familias venidas de Tierra de Campos y las familias venidas de Valladolid. Imaginaos el Café Suizo al caer la tarde y las calles de la ciudad con los “gomosos” paseando y luciendo sus mejores galas. Bien, pues con ese ejercicio de imaginación os habéis situado en el Santander que nos describe Pereda y, si en este Santander, colocáis a un honrado comerciante que tiene bien llenas las talegas (para el que ha leído otras entradas sabe lo que significan las talegas para Pereda) y una familia madrileña, que son todo lo duques o condes o marqueses que quieran, pero que están pasando por unos apuros económicos de ni te cuento y  que echa el ojo a la hija del señor de las talegas para que, casándole con su nene, dé lustre y esplendor a sus blasones. Es decir, como en el cuento ya comentado en este blog, Blasones y Talegas, unos de los mejores cuentos que escribiera el de Polanco, frente a una aristocracia de cuna que se dedica a limpiar sus panoplias hay una burguesía que llena sus talegas con el sudor de su frente. Pereda, para la regeneración de España, apuesta por esta burguesía trabajadora y no por los “petimetres”. Ésa es la moraleja de esta novela cuyo final, como es lógico, no os voy a revelar para que paséis un buen rato con su lectura y reflexionemos todos un poco con esa España que ha traído esta que estamos viviendo.

 

martes, 22 de septiembre de 2015

JUAN BOSCÁN


Este poeta se llamó Joan Boscá y Almugáver y era de Barcelona y todos lo hemos estudiado como el amigo del alma de Garcilaso de la Vega. Lo hemos estudiado, pero no hemos profundizado al menos un poco en su magnífica poesía. Nos sabemos de memoria aquello de que , junto con el toledano, fue el introductor del soneto en España por mor de aquella conversación con Andrea Navagiero, pero, insisto, poco sabemos de la grandeza de sus poemas. Gracias a una edición de mi ex compañero Carlos León Liquete, fecundo y afortunado poeta vallisoletano, he accedido a sus Sonetos y Canciones y, al leerlos me ha ocurrido como me pasó al leer a Camoes: que un verso suyo me ha hecho pensar más que la obra poética completa de muchos poetas del garbanzo de Fontiveros. Es normal porque la buena poesía provoca ese sentimiento indefinible que es ver tu alma reflejada en un texto mientras que la garbancera provoca, in acto, el vómito y la basca. Si alguien tiene dudas, ahí va un bellísimo poema.

Soy como aquel que vive en el desierto,
del mundo y de sus cosas olvidado,
y a descuido veis donde le ha llegado
un gran amigo, al cual tuvo por muerto.

Teme luego de un caso tan incierto;
pero, después que bien se ha asegurado,
comienza a holgar pensando en lo pasado,
con nuevos sentimientos muy despierto.

Mas cuando ya este amigo se le parte,
al cual partirse presto le conviene,
la soledad empieza a selle nueva;

con las yerbas del monte no se aviene,
para el yermo le falta toda el arte,
y tiembla cada vez que entra en su cueva.

Pero para Artur Mas tendría un pero, un enorme pero: era catalán y escribía en castellano. ¡Ay, cerdo traidor de la más innoble de las causas!

domingo, 6 de septiembre de 2015

RIENZI



No había oído Rienzi porque, llevado por prejuicios que el propio Wagner me había transmitido al no incluirla en el canon de Bayreuth, sin embargo, tras una amena conversación en el vallisoletano Lion d’Or con mi amigo y compañero Francisco Hernández Ovejero, sabio historiador y gran melómano, me he dedicado a su audición en estos días de este ferragosto boecillano. La obra trata del tribuno del pueblo Cola di Rienzi y de su lucha heroica contra los nobles. Mas no quiero contaros el argumento, sino detenerme en algunos aspectos del libreto. Lo primero, decir que Rienzi es una historia de amor, de amor entre Irene y Adriano y de Rienzi por Roma. Cuando sn hermana le dice que él nunca ha amado (du hast ja nie geliebt), Rienzi le dice que Roma se llama su novia ( Roma heisst meine Braurt!). Rienzi también es una ópera de perdón, del perdón de Rienzi a los nobles que lo habrán de volver a combatir aprovechándose de esta “debilidad”.  Rienzi es un luchador por el pueblo de Roma, pero, al igual que Eneas, cuando llega el momento de lanzarse al combate, tiene una razón que le hace ejercer su justicia: él venga a su hermano al que los nobles romanos mataron. ( Weh dem, der ein verwandtes Blut zu rächen hat!) es decir, ¡Pobre de aquél que ha derramado la sangre de mi familia!.

         Hay en Rienzi un momento de gloria en el que el pueblo lo quiere nombrar König, pero Rienzi, como Cristo, no lo acepta porque Frei wolt’ich euch haben!, porque ¡Libre os quiero! les dice el tribuno con acentos de Agustín García Calvo. Sin embargo, ese mismo pueblo, voluble como bien los describiera Shakesperae en su Julio César, que lo quiere coronar se pone en contra de él manejado por los nobles y hasta la propia Iglesia se vuelve contra el que había sido su aliado. Rienzi ora al comienzo del acto quinto (Allmägcht’ger vater, blick herab, abaja tu mirada, padre todopoderoso) Hör mich im Staube zu dir flehn! ( ¡Óyeme suplicante desde el polvo!). El final es hermoso, de película de Cecil B. de Mille y entre las dudas de Adriano que regresa junto a su novia y junto a Rienzi, se nos quedan grabadas las hermosas palabras del tribuno:

So lang die ewigwe Stadt

nicht soll vergehn,

sollt ihr Rienzi widerkehenren sehn!

 

Mientras que no muera la ciudad eterna

veréis a Rienzi regresar de nuevo.

 

Amén.

 

PERICÓN DE CÁDIZ



                 
Hace ya algunos años, viajando un servidor en un taxi en la muy noble Villa de Madrid, tuve la grata sorpresa de escuchar en la radio el cante sabio de Pericón de Cádiz. Le hice saber al taxista, un chico joven, mi admiración por el cantaor gaditano y, como él también era un firme seguidor de Pericón, hicimos todo el viaje hablando de cante  de Juan Martínez Vilches, que así se llamó para el mundo este genial cantaor. Había nacido Pericón en Cádiz, cosa que es redundante decirlo, pero que no está mal certificar pues ha habido cantantes que se han puesto nombres de ciudades andaluzas sin ser ellos andaluces. No es éste el caso y Juan nació en la Gades inmortal, con su playa de la Victoria y su catedral en cuya cripta se estrenaron Las siete palabras de Cristo en la Cruz de Haydn. En 1976, la Cátedra del Cante le concedió un premio que se sumó a los que ya había conseguido Pericón en Madrid en 1936 y 1938. Y es que Juan no se conformaba con los cantes de su tierra , sino que era un maestro en muchos cantes. Se nos fue en 1980, pero ahí quedan sus discos, algunos con la guitarra de ese maestro al que le debo una entrada que fue Melchor de Marchena.  Un genio con otro genio suman la gloria.

EL DOCTOR ARROWSMITH









              Cuando empecé a leer este novelón de Sinclair Lewis, del que hace ya años había leído una novela que me impresionó mucho, Calle Mayor, me entró en el cuerpo una especie de corriente eléctrica que no me abandonó hasta que llegué al punto final del relato. Desde que Martin Arrowsmith ayuda al médico de su pueblo hasta su casi testaruda profundización en su vocación, la novela no te “deja dejarla”.  Sinceramente, me creía que Martin iba a terminar siendo un médico más “novelesco”, entregado a los más pobres, pero Martin – y no quiero desvelar el final- es fiel a una vocación también heroica, pero menos novelesca porque el estar en un laboratorio no es tan “lucido” como curar a enfermos en algún barrio marginal de Chicago. Por la novela – grande en tamaño y en calidad- pasan todo tipo de médicos: desde Almus, el médico . político que terminará de congresista en Washigton hasta el “puro” Max Gottlieb, la gran referencia vital para Martin. También los médicos de lujo, los curapupas con clínica propia y Rolls de contabando (Serrat dixit) y los médicos rurales. Lewis analiza con calma la vida de Martin y de los que lo rodean. Ahí está Leora, esa gran mujer que está, perdón pido a las feministas, por decisión propia apoyando a ese gran hombre que es su marido. Una grandísima novela para el verano que es cuando leo estos poids lourds tal y como hacía Fernando Savater que se dejaba con gozo para el verano los ejemplares de tomos más gruesos. Lo malo es que durante el año sigo con los pesos pesados y la mochila me carga la espalda y al final, la visita a la fisio es obligada. Leer también tiene sus riesgos.

LA MÚSICA EN TOMÁS DE IRIARTE




Este poema de Tomás de Iriarte demuestra que hubo un tiempo en que había una España diferente, una España en la que florecían las Sociedades de Amigos del País, en que había curas como Feijoo que buscaban la luz con la fe, en la que se oía a Haydn, en que cabía la esperanza de que algún día, pudiéramos ser como otros países de Europa y que no había que ser francés para poder apreciar la música o la poesía. Pero fue una ilusión que la invasión francesa echó por tierra. Luego, vino Fernando VII y sus casposidades, y las “camarillas” y los espadones y los pronunciamientos y los caciques y tantas cosas. Y ya España perdió el camino que había emprendido en el siglo XVIII. ¿Lo volveremos a retomar? La esperanza siempre queda en el fondo de la tinaja de Pandora.

 

EL DON JUAN DE BYRON


 
Andaba el bueno de Byron, al que vimos no hace mucho en otra entrada, buscando un héroe, pero que le fuera duradero y no como ésos héroes que duran no más de un mes. Parece que lo que acabo de escribir se refiere a nuestra época en la que los “héroes” duran menos que un pastel a la puerta de un colegio que decían los antiguos. Y Byron se viene a Sevilla y se fija en don Juan y escribe no una obra sobre don Juan (que también) sino algunas conquistas de don Juan a las que añade muchos pensamientos propios. Me ha gustado mucho eso que dice que “la poesía es una paja llevada por la humana inspiración en la dirección que imprime el espíritu; es una cometa que vuela entre la vida y la muerte”.  (Is poesy, according as the mind glows;/ a paer kite wich flies ‘ twixt life and death). Cuando no se entregaba a sus vicios, Byron escribía muy bien e incluso cultivaba esa imagen de dandi que tan buenos resultados ha dado en la literatura posterior. La verdad, lo prefiero escribiendo porque, como todos los que van de machos, me resulta patético en su versión de british - lover.  

martes, 25 de agosto de 2015

BENI DE CÁDIZ




Benito Rodríguez Rey nació en Cádiz, un 26 de enero de 1929, según cuenta él porque se lo contó su madre, en medio de una noche de tormenta. La madre, que según Beni, era algo bruja, le vaticinó que moriría el mismo día que había nacido y - cuenta de nuevo Beni con su gracejo gaditano - cada 26 de enero respiraba tranquilo porque no se había cumplido el fatal vaticinio materno. Era un hombre tocado por la gracia, abrasado por el hálito de los dioses del cante; era un artista inconmensurable e impredecible que podía llegar a alturas estratosféricas en el cante o quedarse sin memoria en un festival. Ya en 1959 casi se muere y hasta se le hace un homenaje, pero, como un Ave Fénix gaditana y llena de gracia, Beni de Cádiz resurrexit sicut dixit y en 1971 recibió el Premio de Honor en el Concurso Nacional de Córdoba. Sin embargo, al poco la enfermedad lo vuelve a tumbar por el suelo, pero Beni Fénix vuelve a resucitar y en 1976 recibe el Premio Nacional de Cante. Sus últimos años los vive en la pobreza, en el olvido, en la indiferencia. Jesús Quintero le hace una entrevista antológica en la que Beni de Cádiz derrocha arte, simpatía y gracia gaditana. Ahí es donde contó lo de su madre y tantas cosas más. Cantando era un fenómeno, tanto en los cantes más ligeros como en los más hondos. Si alguien tiene dudas, que lo escuche cantar por seguiriyas o por soleares y luego que pruebe a oírlo por bulerías, por alegrías o por fandangos. Algunos lo acusaban, como si eso fuera pecado, que se parecía mucho a Manolo Caracol, pero es que los críticos siempre tienen que decir algo, aunque sean tonterías. Beni de Cádiz se murió joven (no había cumplido los sesenta y tres), pero ya sabemos por los griegos que “los preferidos de los dioses mueren jóvenes. Eso sí, su madre no acertó porque Beni se nos fue en 1992, pero no el 26 de enero, sino el 22 de diciembre, ese día en que los Niños de San Ildefonso cantan el Gordo de la Lotería de Navidad. ¡Hasta para morirse tuvo gracia el tío!

LA PERLA DE CÁDIZ




Se llamó para el siglo Antonia Gilabert Vargas, pero en el santoral  del flamenco es conocida con el nombre de La Perla de Cádiz. Nació en la ciudad más antigua de España en 1925 y se nos fue en 1975 con tan sólo cincuenta años. Era hija de Rosa la Papera, gran cantaora de bulerías, y tiene un puesto de honor junto a otros gaditanos como Beni de Cádiz, Pericón de Cádiz o Aurelio Sellés. Cantó en los tablaos de Madrid (Los Canasteros, Torres Bermejas, El Corral de la Pacheca o El Corral de la Morería),  en los Gallos de Sevilla o en las Cuevas del Pájaro Azul de su ciudad. Sin embargo, lo que os quiero contar es que un niño se quedaba embelesado al oírla cantar; que ese niño era rubio y había nacido en la Isla de San Fernando; que era gitano y que se llamaba José. Ya muchos habréis caído en la cuenta de que ese niño, andando el tiempo y tras cantar en los tranvías con su amigo Rancapino, se convertiría en el mítico Camarón de la Isla. Ya se ve que en la vida, pese a lo que digan los malos pedagogos, influyen muchos los buenos maestros.


 
 

MANUEL ARCE, UN CÁNTABRO DE LLANES


Manuel Arce nació en San Roque del Acebal, una aldea del concejo de Llanes, en Asturias, pero desde los seis años vive y escribe en Santander. Acabo de leer una antología que recoge sus poemas entre 1947 y 1954 y que publicó Icaria en junio de 2008. Desde muy pronto, entró en contacto con Maruri, Hierro, Gerardo Diego y otros grandes de la poesía cántabra y española. Sin embargo, Arce es más conocido como novelista y entre sus obras están La tentación de vivir, Anzuelos para la lubina y, la llevada al cine junto con Testamento en la montaña, Oficio de muchachos. No he leído ninguna novela suya y, cuando lo haga, os contaré. De Arce me queda el recuerdo de un buen poeta al que merece la pena leer. Por cierto, que ha poco ha cumplido ochenta y siete años. Iam senior, sed cruda viridisque deo senectus que dijo Virgilio.

LOS FEOS DE VILLALPANDO



Desde pequeño, Villalpando, la hermosa ciudad zamorana que cuenta con esa bellísima puerta que es la de San Andrés y que es patria chica de un gran torero, Andrés Vázquez,- que todavía en julio de 2012 le cortaba un rabo a un Victorino en el L aniversario de su alternativa demostrando que con ochenta años aún queda vida y arte, tenía el aliciente de los Feos, esas pastas duras y dulces que mis padres compraban en la gasolinera de la entrada. Siempre que voy a Villalpando, en esa hermosa Tierra de Campos zamorana, me traigo una caja de Feos para casa. Para mí, los mejores son los de La Concepción, una confitería de las hermanas Burgos que está en la Plaza Mayor y que, por larga tradición familiar, las llevan haciendo desde 1850. Su fórmula es secreta, pero se basa en almendra, azúcar, harina y huevo. A algunas personas les gustan mojadas en el café, pero yo las prefiero “ a pelo”. Además estoy convencido de que son el secreto de la eterna juventud del maestro Andrés Vázquez.

 

domingo, 16 de agosto de 2015

EL BANQUETE DE CONXO




No todo banquete famoso tiene que ser por fuerza el de Platón. Hoy quiero hablaros de otro banquete famoso: el banquete de Conxo.  El 2 de marzo de 1856, en ese lugar cerca de Santiago, obreros, artesanos y estudiantes confraternizan  y son estos últimos los que sirven a los obreros y artesanos en un gesto social que recuerda al lavatorio de pies a los apóstoles por parte de Cristo. Como es lógico, esta subversión del orden social con los señores sirviendo a los sirvientes no gustó nada en la ciudad del Apóstol. Entre los asistentes, estaban Aurelio Aguirre, poeta del que Rosalía de Castro se basó para su Sombra negra y Eduardo Pondal. Se especula con que la propia Rosalía estuviera presente en el acto, pero tampoco lo sabemos con seguridad. Este banquete pasó a la memoria colectiva de Galicia. Por cierto, que el Hospital Psiquiátrico de Conxo es un hermosísimo edificio rodeado de un robledal que tomaron los ejércitos por miedo a que aquello acabara en una insurrección. Y, de nuevo por cierto, de Aurelio Aguirre ya hablaremos más adelante.

 

viernes, 14 de agosto de 2015

LOS MÁRTIRES DE CARRAL




Estamos en la España de Isabel II, más en concreto en la conocida como Década Moderada (1854- 1844) en la que ejerció el poder el Partido Moderado con el general Narváez como hombre fuerte de esta década que llevó a cabo una centralización importante de la administración del Estado amén de un recorte de las libertades y de los derechos. Así las cosas, el 2 de abril de 1846, el segundo batallón del Zamora, establecido en Lugo y a las órdenes del coronel don Miguel Solís y Cuetos se sublevó proclamando la disolución del Consejo Provincial y de la Diputación. Solís pronunció una emotiva arenga a sus soldados que terminaba así:

         Gallegos, españoles todos. ¡Viva la Constitución!¡Viva la Reina libre! ¡Fuera extranjeros!¡Abajo el dictador Narváez!¡ Abajo el sistema tributario!

            El coronel Solís era gaditano, del Puerto de Santa María, y estaba destinado en Galicia. Luchaba por la Constitución y por “liberar” a la reina Isabel, una pobre mujer que había sido educada para ser un títere de los políticos y generales de la época y cuya máxima afición era comer y cenar con sus amantes en Lardhy al no ser su marido, Francisco de Asís de Borbón, un enfermo de hipospadias y homosexual, el hombre adecuado para dar la “talla” en el lecho marital. Al poco se unieron a la sublevación las plazas de Santiago, Pontevedra y Vigo., estas dos últimas ciudades al mando de Leoncio Rubín de Celis. El 15 de abril se constituye en Santiago de Compostela la Junta Superior del Reino de Galicia que reclamó las libertades que había abolido Narváez y un trato más justo para Galicia. También en Santiago se constituye el llamado Batallón Literario que ya había actuado en la Guerra de la Independencia.

         Pero al Espadón de Loja no se le escapaba ninguna sublevación y envió al general La Concha, capitán general de Castilla la Vieja para acabar con los sublevados. Se produjo la batalla de Cacheiras, en las afueras de Santiago, y las tropas sublevadas fueron derrotadas. Tras esta derrota las tropas “leales” de La Concha procedieron al saqueo y pillaje de Santiago.

         Solís se refugió en el monasterio de San Martín Pinario, pero se entregó por la tarde. Fue juzgado y condenado a muerte en un juicio sumarísimo y ejecutado en la villa de Carral, La Coruña. También el comandante Víctor Velasco y diez oficiales más fueron fusilados. El pueblo gallego, en una situación de pobreza y de abandono, ya tenía unos mártires que habían dejado su vida por Galicia y que de cuya sangre nacería la primera generación de galleguistas, los que pensaban que, si Solís hubiera triunfado, la situación gallega, siempre por supuesto dentro de España y por tanto nada que ver con independentismos ridículos de cuyo recuerdo se apropian en las jornadas “nacionales” del 25 de julio los chavales del BNG, hubiera sido otra y Galicia hubiera tenido la oportunidad de hacer política sin ser “una colonia de la Corte”. como dijo Antolín Faraldo Asorey, uno de los primeros provincialistas gallegos, es decir, personas a los que le dolía Galicia y su estado de abandono por parte del gobierno central. Y es que España, algunas veces, ha sido más madrastra que madre. Pero de eso ya hablaremos en su momento.