miércoles, 31 de julio de 2019

SOFIA GUBAIDULINA




Cuanta William T. Vollmann, el genial escritor norteamericano, en un capítulo de su Europa Central, maravilloso libro que he tenido la fortuna de leer este verano, que Sofia Gubaidulina le ponía ojitos a Shostakovich. ¿Quién es esta compositora rusa? Pues doña Sofía nació en Chístopol, Tartaristán, en 1931. La joven Sofía destacó desde muy temprano por recorrer, en palabras de las autoridades soviéticas, “un camino erróneo” y por escribir una míusca irresponsable por su afición a la exploración de afinaciones, pero “Shosta” la apoyó y la chica se vino arriba. En los ochenta del pasado siglo,  compuso su Offertorium para Gidon Kremer, celebérrimo violinista letón, y algunos años más tarde,  sus Four Quartets, basado en los Four Quartets de Eliot. En 1992, decidió venirse pata occidente y empezó a residir en Hamburgo en donde compuso una Pasión según San Juan y la Pascua según San Juan. Gubaidulina es conocida por los acordeonistas por sus conciertos para bayán, acordeón tradicional ruso, y por los aficionado en general por sus extrañas combinaciones instrumentales. Os la recomiendo, pero para momentos que no tengáis depresión.

LA MUERTE DE TCHAIKOVSKY



Tchaikovsky murió el 6 de noviembre de 1893 y la causa “oficial” fue la enfermedad del cólera. Sin embargo, siempre planeó la idea de que no murió víctima de esta enfermedad sino por arsénico. Esta tesis cobró fuerza cuando la musicóloga rusa Alexandra Orlova vino para occidente y publicó su tesis que, a grandes rasgos, es como sigue. El músico habría tenido una relación homosexual con un sobrino del duque Stenbok – Fermor y que molestó profundamente al tío que escribió una carta a Jacobi, un alto funcionario de la burocracia zarista,  en la que le decía que iba a informar al zar de estos hechos. Jacobi, para evitar un escándalo, formó un tribunal con alumnos  de la Escuela de  Jurisprudencia que eran antiguos compañeros del compositor y que incluso algunos habían sido amantes cuando el músico  que estudió en esta prestigiosa escuela rusa. Fueron estos integrantes del Tribunal los que le pidieron a Tchaikovsky que se quitara la vida y,  el 31 de octubre de 1893, le entregaron una ampolla con arsénico. El 2 de noviembre, el compositor se habría tomado la cápsula de veneno y no habría avisado al médico hasta el día siguiente  cuando ya no había  nada que hacer. Moría, tal y como hemos dicho, el 6 de ese mismo mes. El día 7, sus amigos de la Escuela de Jurisprudencia  celebraron un Réquiem por el eterno descanso (valga la redundancia) de su alma. Todo un detalle.
         Esta teoría tuvo un largo recorrido, pero Wiley, en el 2001, publicaba un nuevo estudio en el que decía que era imposible conocer a ciencia cierta la causa real de la muerte del músico. Como veis, todo un misterio.

LA DONNA DEL LAGO



 A ver si soy capaz  de contaros esta historia tan romántica. había una vez una chica de nombre Elena cuyo padre le había concertado el matrimonio con un tal Rodrigo, jefe de Highlanders. Sin embargo, su verdadero amor es Malcolm. La chica va cruzando un lago en una barca cuando se encuentra con  un tal Uberto que se enamora apasionadamente de ella. Pero es que Uberto no es Uberto, sino Jacobo, rey de Escocia. La chica le ofrece su casa pensando que es un cazador perdido y,  cuando el tal Uberto llega a la casa, se da cuenta de que es la hija de su enemigo Douglas, antiguo preceptor suyo que se ha pasado al bando contrario. Llegan los amigos de Elena y cantan el compromiso de Elena y Rodrigo lo que produce los celos de Ubaldo que, por cuenta propia, deduce que Elena y Rodrigo no se aman y se va de la casa esperanzado.  Malcolm se da cuenta que entre Elena y Malcolm hay un “algo”, pero el ataque de las fuerzas reales hace que todos se dispongan para la batalla. Siguen unos acontecimientos que desembocan en el duelo entre Rodrigo y Uberto en el que muere el prometido de la chica. Es entonces cuando Malcolm se dirige a palacio con la idea de que su antiguo alumno lo perdone, pero el rey no quiere. Llega Elena que enseña el anillo que le había entregado Uberto/Jacobo y, como es lógico, tiene paso franco en palacio. Es entonces cuando la chica del lago descubre que Uberto es, en realidad, Jacobo que, por su amor por Elena y en un alarde de generosidad, perdona a Douglas y a Malcolm. Elena se alegra y canta la famosa aira “Tanti affetti in tal momento”. Y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.
         Toda esta historia no es otra que La donna del lago, ópera de Rossini basada en una novela de sir Walter Scott. Por cierto, que también Raymond Chandler escribió una novela que se llama La dama del lago y que es una novela fantástica como todas las del autor norteamericano.

CATÓN Y CANTABRIA




Catón, el hombre que fue siempre fiel al sentido espíritu rural, el de Carthago delenda est, el que participó en el 191 a. C en la batalla de la Termópilas ( no la confundáis con la otra, por favor), anduvo también por tierras de Hispania y nos dejó en su libro Orígenes una hermosa frase dedicada a Cantabria:

…fluvium Hiberum; is oritur ex Cantabris; magunus atque pulcher, pisculentus.

…el río Ebro, el que nace en tierras de los cántabros, es grande y hermoso, rico en peces.

         Me dicen que el gobierno de Cantabria ha hecho unos carteles con este texto latino. Me parece sensacional y espero que cunda el ejemplo en otras Comunidades porque el latín es nuestra base cultural y lingüística manque les pese a nuestros gobernantes.

 

martes, 30 de julio de 2019

LA CIERVA BLANCA DE SERTORIO


 Ya llevaba un tiempo queriéndoos hablar de la cierva blanca de Sertorio, una curiosa historia que formaba parte de los libros de lecturas colegiales (junto con Viriato, los Santos Justo y Pastor o la llamada al general Moscardó). Os pongo el texto griego de Plutarco y mi humilde traducción castellana.

Οὐ μὴν ἀλλὰ τότε γε τῶν Λυσιτανῶν καλούντων, ἀπῆρεν ἐκ Λιβύης. καὶ τούτους <τε> συνέταττεν εὐθὺς αὐτοκράτωρ στρατηγὸς <ἀποδειχθείς>, καὶ τὴν ἐγγὺς Ἰβηρίαν ὑπήκοον ἐποιεῖτο, τῶν πλείστων ἑκουσίως προστιθεμένων, μάλιστα μὲν διὰ τὸ πρᾷον αὐτοῦ καὶ δραστήριον· ἔστι δ' ἃ καὶ σοφιστικῶς αὐτὸς εἰς ἀπάτην καὶ κήλησιν ἐμηχανᾶτο. καὶ πρῶτόν γε πάντων τὸ περὶ τὴν ἔλαφον. ἦν δὲ τοιόνδε· <Λυ>σιτανὸς ἀνὴρ δημότης τῶν ἐπὶ χώρας βιούντων ἐλάφῳ νεοτόκῳ φευγούσῃ κυνηγέτας ἐπιτυχών, αὐτῆς μὲν ἀπελείφθη, τὴν δὲ νεβρὸν ἐκπλαγεὶς τῇ καινότητι τῆς χρόας, λευκὴ γὰρ ἦν πᾶσα, λαμβάνει διώξας. κατὰ τύχην δὲ Σερτωρίου τοῖς τόποις ἐναυλισαμένου, καὶ πᾶν ὅ τις ἐξ ἄγρας ἢ γεωργίας ἥκοι κομίζων δῶρον ἀσμένως δεχομένου, καὶ φιλοφρόνως ἀμειβομένου τοὺς θεραπεύοντας, ἐγχειρίζει φέρων αὐτῷ τὴν νεβρόν. ὁ δὲ δεξάμενος, αὐτίκα μὲν ἥσθη μετρίως, χρόνῳ δὲ ποιησάμενος τιθασὸν οὕτω καὶ φιλάνθρωπον, ὥστε καὶ καλοῦντος ἀκούειν καὶ βαδίζοντί ποι παρακολουθεῖν, ὄχλου τε καὶ θορύβου παντὸς ἀνέχεσθαι στρατιωτικοῦ, κατὰ μικρὸν ἐξεθείαζε φάσκων Ἀρτέμιδος δῶρον τὴν ἔλαφον εἶναι, καὶ πολλὰ τῶν ἀδήλων ἐπεφήμιζεν αὐτῷ δηλοῦν, γινώσκων εὐάλωτον εἰς δεισιδαιμονίαν εἶναι φύσει τὸ βαρβαρικόν. ὁ δὲ καὶ προσετεχνᾶτο τοιάδε· γνοὺς γὰρ ἂν κρύφα τοὺς πολεμίους ἐμβεβληκότας ποι τῆς ὑπ' αὐτὸν χώρας ἢ πόλιν ἀφιστάντας, προσεποιεῖτο τὴν ἔλαφον αὐτῷ κατὰ τοὺς ὕπνους διειλέχθαι, κελεύουσαν ἐν ἑτοίμῳ τὰς δυνάμεις ἔχειν. αὖθις δὲ νίκην τινὰ τῶν ἑαυτοῦ στρατηγῶν ἀκούσας, τὸν μὲν ἄγγελον ἔκρυπτε, τὴν δ' ἔλαφον ἐστεφανωμένην ἐπ' εὐαγγελίοις προῆγεν, εὐθυμεῖσθαι παρακαλῶν καὶ τοῖς θεοῖς θύειν, ὡς ἀγαθόν τι πευσομένους.

         Pero habiéndolo llamado los lusitanos, se marchó de África y, poniéndose a su frente, al poco tiempo se convirtió en general con mando propio y puso bajo su mando a aquella parte de Iberia. La mayoría se le unían de manera voluntaria, por su dulzura y actuaciones, pero también existieron artificios como el engaño y el embaucamiento y el primero de aquellos engaños fue el de la cierva que sucedió de esta manera. Un indígena del pueblo lusitano tuvo la fortuna de encontrarse con una cierva que acababa de parir y a la que perseguían unos cazadores; a la cierva la dejó marchar, pero no así a la cervatilla a la que, maravillado por el color de su pelaje, - pues era toda blanca-, y tras perseguirla, la capturó. Habiendo acampado Sertorio en un lugar cercano y recibiendo con agrado los regalos que cualquiera le trajera, bien de la caza, bien del campo,  y recompensando con generosidad a los que así lo agasajaban, se le presentó también el lusitano llevándole la cervatilla. Sertorio la aceptó y, al principio, no se encontraba muy a gusto con ella, pero, con el paso del tiempo, habiéndose hecho tan mansa y dócil que le escuchaba cuando la llamaba y lo acompañaba a cualquier sitio y no se asustaba del barullo y alboroto de los soldados, poco a poco la fue divinizando y decía que la cierva era un regalo de Ártemis y divulgó que le revelaba cosas ocultas, sabiendo que los bárbaros son por naturaleza fáciles de conquistar por medio de la superstición. Sertorio se valía de esta treta: sabiendo de manera secreta que los enemigos iban a invadir su territorio o que iban a apartar de la obediencia a una ciudad, fingía que la cierva le había hablado en sueños alertándole para que tuviera las tropas a punto. También, cuando escuchaba que alguno de sus generales había alcanzado una victoria, ocultaba al mensajero y presentaba a la cierva con una corona como aquellos que anuncian una buena noticia, dándoles por añadidura el consejo de que estuvieran alegres y de que hicieran sacrificios a los dioses convenciéndolos de que algo bueno iba a ocurrir.

         ¿¡Qué bonita historia y qué bien contada! ¿Todavía alguien se pregunta si es necesario el griego en el Bachillerato? Dadme la respuesta con vuestros comentarios.

 

 

miércoles, 24 de julio de 2019

ANTÓN SOBRAL, MI MAR DE LA INFANCIA


Cuando yo era niño – Dios en Marín, el nombre de Antón Sobral era mi referencia pictórica: exposición de Antón Sobral, charla de Antón Sobral,  reseña del Diario de Pontevedra sobre Antón Sobral.  Que en su obra apareciera el mar – cosa no rara en un marinense-, hacía que mi interés se multiplicara pues yo era un niño que venía “del desierto” y mi relación con el mar era tan importante que, durante una época, soñé con ser marino. Cuando regresaba a mi desierto, me llevaba una barquita de madera, un faro o un pequeño trozo  de boya: era mi manera de seguir cerca del mar allí en donde el mar estaba tan lejos. Os dejo un cuadro de Sobral y su imagen; os dejo también la curiosidad de que fue profesor en varios Institutos pontevedreses, pero eso apenas tiene importancia cuando pienso que para mí, Antón Sobral era Marín y Marín, el mar, aquel mar que tan sólo veía una vez al año; el mar que esperaba once meses acariciando mi barquita, mi faro o mi trozo de boya.


 



VÁZQUEZ LESCAILLE O UN PARAÍSO DE LA INFANCIA


Hay lugares que son santuarios de mi infancia y de  ellos os voy contando poco a poco en este humilde blog. Uno de ellos es la tienda pontevedresa de Hijos de Vázquez Lescaille que era la antesala del paraíso. La recuerdo en el pasaje, a mano derecha, con escaparate a la calle. Al entrar, sonaba un carillón para indicar a los dependientes que había entrado un cliente. Arriba, según se bajaba para el piso bajo, mi paraíso en la tierra, estaban los discos de ópera y zarzuela; en el bajo, en aquella habitación alargada que cerraba por el fondo unas cortinas marrones, discos y “cintas” perfectamente ordenados por temas y cada tema ordenado de manera alfabética. Yo me perdía, se me iba la tarde viendo aquella música. Recuerdo que, recién estrenado mi Clío, compré una “cinta” de Grieg que incluía su Peer Gynt y que la fui escuchando hasta Vilagarcía. Recuerdo también un “vinilo” de Wagner en el que Baremboim tocaba al piano arreglos de Franz Liszt; tampoco puedo olvidarme de discos de música gallega y de un Falstaff que compré en las últimas visitas que hice a la tienda.  Hurgando por ahí he sabido que los hijos de Vázquez Lescaille tuvieron por padre a Enrique Vázquez Lescaille que fue el primer radioaficionado de la ciudad de Pontevedra con el indicativo EAR – VL y, a partir de 1934, EA1 BL. Esto me ha llegado al alma porque soy radioaficionado desde hace más de treinta años, primero con el indicativo EB 4 CXZ y después, ya en Ávila y en Valladolid, EB1 DRD, indicativo que sigo teniendo en la actualidad, pero del que no hago uso porque esto de la radioafición está en unas horas muy bajas con tanta informática y tanto teléfono y “guasap”.  Don Enrique era médico de profesión, pero tenía en la radio su violín de Ingres. También sus hermanos Evaristo y Vicente fueron radioaficionados y de aquella emisora de los Vázquez Lescaille surgió Radio Pontevedra cuando le vendieron a José Hermida Vidal la emisora EAJ – 40. Por cierto, que Hermida Vidal también era “radiopita” con el indicativo EA1 BI. No quiero saber qué ha sido de esta tienda porque evito pasar por allí cuando voy a Pontevedra. No quiero que nadie me destroce el pasado.


LA MÚSICA DE EUROPA CENTRAL


De Europa Central, el maravilloso libro de Vollmann, se ha escrito mucho y con razón porque es uno de los grandes libros que se han escrito y que se escribirán sobre la Segunda Guerra Mundial. Sabido es que por él desfilan von Paulus, Hitler, “mi” Shostakovich , el documentalista Karmén, el general ruso Andrei Vlaslov o Käthe Kollwitz, la artista de Könisberg. Como de eso ya han hablado gentes con más conocimiento que un servidor, he creído oportuno tratar de la música a la que se hace referencia en este libro. De Dimitri Shostakovich se “escuchan· las siguientes obras:

  • Su sinfonía nº 7, la de Leningrado, la que intentaron acallar sin éxito los cañones alemanes, mientras los músicos la interpretaban  en pleno ataque a la ciudad mártir.
  • Su Trío para piano nº2, op. 67.
  • Su Sonata para piano y violoncello, op. 40 en la que parece que “Shosta” plasmó todo su amor por Elena, su pareja secreta.
  • El Cuarteto nº 8, el famosísimo op. 110,  que compuso el músico en su visita, en 1960,  a la  Dresde destruida por las bombas aliadas.
  • La ópera de Shostakovich Lady Macbeth de Mtsensk.

Además hay que contar con Sofia Gubaidulina de la que, si puedo, hablaré en una entrada aparte.

         Esta música es fundamental para entender el libro, pero, por favor, no me lo leáis con música de fondo, aunque sea de la que trato, porque no estoy para nada de acuerdo con la lectura con música de fondo. Que ¿por qué? Pues porque no se puede hablar y sorber sopas.

LA INCÓGNITA TIERRA DE PABLO PERERA VELAMAZÁN


Me cuesta ser objetivo con Pablo Perera porque, aunque hace tiempo que no nos vemos, nos conocemos desde hace muchos años. Pablo me abrió las puertas de la modernidad en literatura y, tras sus sabios consejos, me iba a buscar los libros que él me recomendaba a la biblioteca que había entonces en un piso de la calle Núñez de Balboa. Le debía desde hacía un tiempo la lectura de su libro Incognita tierra (De Sebald) y he cumplido con esa deuda con muchísimo gusto.


         Incognita tierra es un libro cuyo protagonista principal es la muerte, esa muerte que nos ocultan cuando somos pequeños (recuerdo cómo me engañaban cuando llegaban a casa sobres con una orla negra, sobres con una esquela, sobres que enviaba la muerte) pero que un día, tarde o temprano, descubrimos como algo que no sólo ocurre a los demás, sino que también nos acabará ocurriendo a nosotros. Dice Savater que ese es uno de los momentos culminantes en la vida de un ser humano y tiene razón: tardamos muchos años en aprender a convivir con la muerte si es que aprendemos algún día.

 El libro se abre con ese "accidente doméstico" que provoca en el padre un desvanecimiento y un regreso desde esa terra incognita que es la muerte. Pero ese padre que ha regresado ya no puede ser el mismo porque ya nadie puede ser el  mismo tras haber tenido contacto con la muerte como Alcestis que, tras su estancia en el Hades, se convirtió en un “estorbo” en su propia casa;  como la desgraciada muchacha, que tras besar a su tía, siente el frío de la muerte que no es el mismo que los otros fríos conocidos.  Y es que, como dijo no sé quién, “no sabemos qué hacer con los muertos”.

         El libro continúa con la búsqueda de la tumba de Sebald y antes con la búsqueda del lugar de su muerte, una de tantas muertes que se producen en las carreteras, en las vías de los trenes (ahí Pablo hace mención velada al gran poeta Pedro Casariego Córdoba que se suicidó arrojándose al tren en la estación de Aravaca) o en los cruce  de los caminos, donde Edipo mató a su padre Layo o en donde los antiguos ponía pequeños altares para protegerse de los malos espíritus. Como en el viejo cuento de Samarcanda, la muerte nos está siempre esperando y se nos cuela por grietas de la vida. Vamos por la carretera y vemos unas flores que, con el tiempo, alguien se olvidará de renovar porque, Camus dixit, nos olvidamos hasta de la muertos. La muerte tiene la cortesía de recordarnos su existencia mediante sutiles tarjetas que nos va dejando por ahí: unas flores al lado de una vía; unas flores en un cruce; unas flores en un paso de cebra.

         Y Pablo Perera, con este material tan sencillo (en parte) escribe una gran novela, una novela que se basa en recuerdos porque es con recuerdos como escribimos las novelas tal y como proclama con mucho acierto este amigo mío de Chamberí.

         Sin embargo, no puedo terminar esta pequeña entrada de blog sin hablar de que ha sido una muerte muy especial la que le ha llevado a esta búsqueda de la muerte, a este enfrentamiento con los ojos claros de la muerte (Celaya): la muerte del padre, del “varón habitual” que decía Freud. El dolor por la muerte de su padre, - al que no conocí más que un momento, pero del que guardo un grato recuerdo porque vi que era un hombre con un sentido del humor muy especial  y del que sé por Pablo que era “currista”, algo que deja claro la validez mental y personal de un ser humano -, le hace escribir este libro hermoso del que, al final, con ese recuerdo, con esa presencia del padre en las cosas, en la casa, en los recuerdos, saco una conclusión que quizás a Pablo no le guste: el amor, al final, vence siempre y éste también es un libro de amor, de amor al padre que ya no está nobiscum, sed in nobis.

         Viven los muertos en las cosas pequeñas, en ese pequeño detalle que, un día al azar sacas de un cajón del armario; viven los muertos en  nuestros poemas, en nuestras novelas y, sobre todo, viven en nuestros recuerdos, en la memoria que, a medida que nos hacemos mayores, va siendo un cementerio.
         Gracias Pablo Perera por haber escrito este grandísimo libro. Recuerdo El silencio que nadie escucha aquella novela tuya que leí en aquel Madrid que ya es recuerdo, un Madrid de azoteas con geráneos y parras sorprendidas;  de calles ardientes y portales quejumbrosos. Cuando regreso a Madrid, ya nada queda de aquello: por eso procuro no bajar y quedarme en el Madrid del recuerdo, en el Madrid del Google Maps que recorro cuando me viene la saudade. Pablo, amigo, como los caminos de Internet son impredecibles, cualquier día nos encontramos buscando la tumba de Sebald o la tumba de nuestros muertos. Será un placer tomarnos unas cervezas en la Natur Bier que ya tan sólo vive en nuestro viejo recuerdo.


domingo, 21 de julio de 2019

VAN CLIBURN, CON SU TUPÉ, PUSO UNA PICA EN MOSCÚ


Estamos en 1958 y los soviéticos han creado el premio Tchaikovsky para que quedara claro, en plena Guerra Fría, quién mandaba en el mundo en asuntos musicales. Es entonces cuando va y se presenta al premio un chaval tejano de veintitrés años que toca tan bien que, mal que les pese, los integrantes del jurado quieren premiar con el máximo galardón. Ha tocado con una brillantez  y una musicalidad inigualable y el presidente del jurado coge el teléfono y llama al presidente: “Camarada Presidente, hay aquí un muchacho estadounidense que toca muy bien. Por unanimidad le queremos conceder el premio, pero antes queremos saber su opinión. Quizás, no siendo de nuestro país ni de ningún país satélite, nuestra decisión no le vaya a gustar.” Khrushchev, que no es recordado por su sensibilidad ni por su delicadeza, le dice: “Es el mejor?” “Sí, camarada presidente, es el mejor” – responde el presidente del jurado con un cierto recelo y algo mohíno. “Pues entonces – responde el camarada presidente – no tengan ninguna duda: concédanle el premio”.

         Y así fue como aquel chico que venía de Kilgore, en Texas, pero que había nacido en Luisiana, se alzó con tan importante premio. Los americanos se lo tomaron como haber puesto una pica en la URSS y, al regreso de Van Cliburn, lo pasearon en coche descubierto por las calles neoyorquinas. Luego el chico siguió tocando y fundó, con la ayuda de otros tejanos,  el Premio Van Cliburn.  El joven del estado de la estrella solitaria estuvo grabando y actuando durante los años sesenta y setenta, pero, en 1978, al morir su padre y su manager, se retiró y tan sólo tocó en momentos y fechas muy señaladas como cuando en 1987 el presidente Gorbachov, aquel que tenía y tiene una mancha en la calva, se reunió con Ronald Reagan, el actor que llegó a la Casa Blanca. (En Estados Unidos, al revés que en España, los malos actores se convierten en presidentes y no los presidentes en malos actores). Eso sí, tocó para todos los máximos dirigentes norteamericanos desde Eisenhower. No en vano había puesto en aquel día de 1958, tocando el Concierto nº1 de Tchaikovsky  una pica en Moscú. Y eso, amigos, no es moco de pavo. Se nos fue de este mundo un 27 de febrero del 2013 en Fort Worth, pero siempre quedará en la historia de la música como aquel joven texano que con un tupé como el de Karajan o el de Canetti les había bajado los humos a los soviéticos aunque es verdad que los humos de los rusos en música están más que justificados.


miércoles, 17 de julio de 2019

LA LEY DE VAGOS Y MALEANTES


Andamos por estas fechas de resurrección franquista con la Ley de vagos y maleantes y se la adjudicamos, con poco conocimiento o con mala intención, al ferrolano de marras. Los que tal dicen no saben que esta ley fue aprobada por el gobierno de la  República en 1933 y ni que  su aprobación se llevó a cabo por la totalidad de partidos que integraban por aquel entonces el  Congreso de los Diputados. La redacción del primer proyecto la presentó el gobierno de Manuel Azaña, pero los socialistas, con mucha visión de futuro, alegaron que esa ley, en manos de la derecha, podía ser muy peligrosa. Así es como la ley pasa a ser redactada por el socialista Jiménez de Asúa, célebre penalista, y por el también miembro del PSOE, Mariano Ruiz-Funes. A los que se condenaba, se los mandaba a campos de concentración para proceder a su reeducación. Estos campos estaban en Alcalá de Henares, Burgos y el Puerto de Santa María. También se abrió otro en la isla de Annobón, en Guinea Ecuatorial. Franco, en 1954, lo que hace es incluir a los homosexuales como personas que delinquían en contra de esta ley y así también siguió siendo en una ley casi gemela, la Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, que aprobada en 1970, enviaba a la cárcel o a los manicomios a los homosexuales. Como dato final, deciros que después de la llegada de la democracia, no se aplicó, pero que su derogación data de 1995 y que por tanto, continuó vigente hasta ese año que sería el penúltimo de la presidencia de Felipe González Márquez.


LOS FEOS DE VILLALPANDO




Érase una vez un pastelero que se equivocó, pero, en lugar de tirar la masa, decidió aprovecharla. Esta curiosa historia tuvo lugar en Villalpando, un pueblo de Zamora,  y el pastelero se llamaba Sinforiano Burgos. Villalpando no tiene buena prensa entre los viajeros que van camino de Asturias por la nacional VI y así, los que no saben o no pueden ver la belleza de este lugar castellano, dicen que es “esa parada infernal de media hora para que pienses con cierta desesperación por qué vivir en Madrid” o  que es un “lugar de bocadillos de goma y frío helador, donde siempre temes equivocarte de autobús y perder tu maleta, vórtice temporal donde te visitan los fantasmas de todas las Navidades con desamor”. ¡Qué poética anda la gente viajera, Señor, y qué injusta es con esta esta capital de partido judicial!  Si se quedaran un poco más, verían sus iglesias mudéjares, su puerta de la muralla, su Raso y, si hubieran entrado con tiempo en algún bar, les habrían contado las mil y una veces que Andrés Vázquez, el torero de la tierra, abrió la puerta grande de Las Ventas y cómo, con ochenta años,  le cortó dos orejas y un rabo a un toro de Victorino Martín.  Pero tienen demasiada prisa y se van buscando los prados del norte, los prados de la su tierra.
         Pero, con esta apología de Villalpando,  he dejado colgado al pobre pastelero con su masa equivocada. En fin, don Sinforiano cogió aquella masa y siguió adelante; cuando la sacó del horno, aquella masa se había convertido en unos pastelillos horriblemente feos, pero muy ricos de sabor que con el café de media tarde o con el del desayuno sabían a gloria bendita. Parece ser que don Sinforiano no paraba de repetir al verlos: “¡Pero qué feos son!” Y con feos se quedaron.
         Tan curiosa historia la cuenta, a quien se quiera acercar por la capital de la Tierra de Campos zamorana, la Intercatia romana, Luis Mi Burgos, nieto de don Sinforiano que ha dejado el negocio a sus hijas Raquel y Maite. La pastelería, por cierto, no tiene pérdida: está en la plaza mayor y responde al nombre de La Concepción pues fue  este pueblo zamorano, en 1466,  el primer pueblo que votó a favor de la Inmaculada Concepción de María muchos años antes de que se aprobara el dogma de fe.
         Otra vez me he alejado de la historia, pero esta vez con razón pues no puedo contar más sobre los feos. Quedaría saber en qué se equivocó don Sinforiano, pero ese es un secreto que pasa de padres a hijos en la familia Burgos y que no sabremos mejor jamás. Hay que conformarse con la suerte.


LAS ALMENDRAS GARRAPIÑADAS DE VILLAFRECHÓS

            
  •   Padre, no sé por qué no aprovechamos las almendras que producen todos los almendros de las fincas de Villafrechós; se las compramos a los propietarios y las garrapiñamos como hacen en otros sitios de España. Seguro que las vendemos bien en las fiestas de los pueblos de la comarca.
  •             No veo muy claro el negocio, pero voy a hacerte caso. Mucha no puede ser la pérdida.
     
    Y se pusieron a garrapiñar almendras y a perfumar el pueblo con el olor del azúcar que iba envolviendo los frutos con sus grumos y dándoles ese color dorado que preludia el sabor de las garapiñadas.
     
             Y aquella idea del joven fue ganando terreno y un buen día, en la Exposición Universal de Barcelona, allá por 1888, las almendras garrapiñadas de los Cubero Marqués ganaban un merecido premio y, desde ese día, en las cajas, aparecía la medalla que, con el tiempo, fueron varias y también fueron ocupando su lugar en la tapa.
             Se marcharon los Cubero Marqués a Rioseco, capital de aquella comarca, y allí establecieron una pastelería, en una céntrica calle del pueblo. Allí empezaron a elaborar los abisinios, llamados así por el color doradito que les hacía émulos de los habitantes de Abisinia, los helados y algunos turrones.
    Casi sesenta años después, un descendiente de aquel Cubero Marqués, Florentino Cubero, se hizo cargo de aquel negocio y, al casarse con María del Carmén Galván, que había aprendido el oficio en obradores capitalinos, se decidió a darle “un nuevo aire” al negocio familiar. Y así llegamos a nuestros días en los que la pastelería Cubero sigue siendo un referente para los que tenemos el gusto de acercarnos hasta la Ciudad de los Almirantes.
    Por cierto, si no conocéis esta pastelería acercaos y probad sus garrapiñadas y sus abisinios, redonditos y morenitos, como los habitantes de aquel país que Faetón quemó al no saber dirigir el carro del Sol.


martes, 16 de julio de 2019

EL ORGASMUS DEL ERASMUS


Es el principio de la noche madrileña cuando unos jóvenes estudiantes universitarios, con bolsas de bebidas, se encaminan a coger un autobús. Se llegan hasta un polígono del cinturón de Madrid y allí se van encontrando con otros universitarios. Beben y beben y vuelven a beber. Y fuman y fuman y vuelven a fumar. Y se ponen de pastillas hasta el culo y corre la coca en barra libre. Hasta aquí todo “normal” salvo que estos jóvenes serán en un futuro próximo nada prometedor abogados, médicos o ingenieros. También las generaciones anteriores bebieron y fumaron y se “metieron”, pero quizás en una “escala menor”, no de manera industrial. Al ver esta macrofiesta universitaria uno se explica por qué han cerrado tantas librerías, por qué cada vez nos da más miedo a los “mayores” ir a los médicos, por qué los abogados se parecen cada vez menos a Cicerón. Al ver esta macrofiesta ¿universitaria?, uno siente un frío que le recorre la espina dorsal porque los que tienen el futuro en sus manos bailan y bailan y bailan con la cabeza y piensan con los pies. Pero lo mejor está por llegar: en mitad de la “fiesta”, se dan premios a la primera chica que se “despelote” y lo más terrible es que hay chicas que se despelotan por unas copas gratis o por un viaje a Ibiza en donde les espera más fiesta y más despelote. Por si fuera poco con semejante salvajada, el despelote se graba en los teléfonos móviles de la “jumentud” (¡Gracias, don Joaquín Mauri Vera, por tan hermosa y triste palabra ) que atiborra la macrodiscoteca y se hace “viral”. Y,  viendo este desenfreno más que báquico.,  uno se pregunta en dónde están las feministas y los derechos de la mujer que se pasan por el forro estas futuras profesionales liberales por un puñado de dólares que les sirvan para meterse más etílico y seguir despelotándose. Me cuentan que hasta esta fiesta se acercan numerosos erasmos y ya, con esta información, no me cabe duda de que el Erasmus cada vez es más orgasmus. ¿Qué ha hecho Erasmo de Rotterdam para tener que poner su nombre a los viajes sexuales de la juventud europea?

         Así estamos y así nos va. ¡Qué fácil se los estamos poniendo a las Manadas porque hay muchas manadas y porque, con perdón de las bestias, suelen ser ellas las que van en manada! La verdad, no sé dónde vamos a llegar, don Hilarión.


LA GENERAL ORTEGA


Viene a cuento esta entrada por el nombramiento estos días de la primera mujer general en el Ejército español y por la broma de haber puesto un servidor en Facebook lo de “a sus órdenes, mi generala”. Vaya en primer lugar que considero que lo correcto es la general y no la generala pues el femenino de cargos que eran, hasta nuestros días, tradicionalmente masculinos señalaba no a una mujer que ejercía dicho cargo, sino a la mujer o esposa del que lo ostentaba. Así, la “regenta” era la mujer del regente, la “alcaldesa”, la mujer del alcalde y la generala, la mujer del general al igual que la “coronela” o la “sargenta”. No me vale el ejemplo latino que sacó a colación el benemérito García Yebraen el  que ponía como ejemplo una fábula de Fedro en la que se leía iudice vespa, un ablativo absoluto con las palabras iudex, juez, y vespa, avispa. Fedro tuvo que echar mano de iudex porque ¡no había mujeres jueces y por tanto el latín no tenía esta palabra en su acervo!

Poco a poco y con todo merecimiento, las mujeres van llegando a donde tenían que haber llegado hace muchos siglos, pero la lengua va mucho más lenta y, aunque ya es normal doctora, farmacéutica o veterinaria,  pues son muchas las féminas que ejercen estas profesiones y desde hace muchos años, para otras, como es el caso de general, hay que esperar un poco y, hasta que sea más habitual la presencia de “generalas” en el ejército español (cosa muy deseable), será los más apropiado usar el artículo femenino con la forma masculina que se ha venido usando hasta ahora. Porque la verdad, si a esta general la llamamos “la generala”, la convertimos en protagonista de una hermosa zarzuela de don Amadeo Vives.


LAS CRUELES PALABRAS DE PATTON


Después de la apasionante lectura de Europa Central , el fantástico novelón de Volmann, que tendrá un merecidísimo artículo en breve, se me quedó en el tintero una pregunta: ¿Podrían haber evitado los aliados las masacres de los campos de concentración alemanes? Es muy difícil la respuesta, pero al menos tenemos una certeza: los aliados conocían la existencia de esos campos desde mucho antes del final de la Guerra. Desde diciembre de 1942, el presidente Roosevelt tenía un informe detallado del Congreso Judío Mundial en el que se daba cuenta pormenorizada de los que ocurría por detrás de aquellas alambradas de la muerte. En el documento,  se decía textualmente que “ casi dos millones de judíos ya habían sido asesinados”. Durante todo el año 1943, las organizaciones judías siguieron aportando datos sobre los campos; es más, en los primeros meses de 1944, gracias  a los testimonios de varios fugados de Auschwitz, los aliados conocían hasta el número exacto de hornos crematorios que había en el campo. Por razones desconocidas, nadie hizo nada y la cuenta macabra de los campos fue aumentando de saldo sin que nadie la parara. De hecho, el “descubrimiento” de Mauthausen fue per casualitatem: el sargento Kosiek salió el 5 de mayo de 1945 para reparar un puente que estaba en mal estado y el pelotón se encontró con unas alambradas “extrañas” que no eran sino las de los  campos  de Mauthausen y Gusen. Eso llevó la esperanza a los miles de prisioneros, pero ésta fue muy fugaz pues ese mismo día el sargento Kosiek recibió la orden de abandonar el campo. Durante veinticuatro horas, los prisioneros del campo vivieron en un caos que se llevó muchas vidas y que más hubiera costado si no hubiera sido por la organización clandestina de vigilancia que los pobres que lo habitaban habían creado para intentar imponer el orden en el infierno.


         Sin embargo, lo más terrible de todo esto- si es que se puede hallar algo más terrible-, son las palabras del general Patton, que bien es cierto que por aquellos días ya sufría de fatiga de combate y cuyas declaraciones traían de cabeza al alto mando norteamericano: “Algunos creen que los refugiados son seres humanos, pero no lo son. Y esto se aplica sobre todo a los judíos, que están en un nivel más bajo que los animales”

         Desde luego que no eran palabras de amor, palabras.


LOS ALMIRANTES DE CASTILLA




Medina de Rioseco es la Ciudad de los Almirantes, de los Almirantes de Castilla. Y, cuando uno visita tan hermosa ciudad castellana, surge la pregunta: ¿Cómo podía ser la Ciudad de los Almirantes una ciudad sin mar, a la que tan sólo riega el escuálido río Sequillo que lame apenas el convento de Santa Clara? La explicación histórica es la que sigue y que espero poderos contar con estos rigores del estíos. Fue el rey Fernando III el Santo el que creó el título y se lo concedió a Ramón de Bonifaz que fijó su residencia, como es lógico, en Sevilla que era,  quizás y sin quizás, el mayor puerto de España.  Sin embargo, todo cambia cuando un hijo bastardo de Alfonso XI, tenido con Leonor de Guzmán, Fadrique Alfonso de Castilla, recibió este título y  fue el progenitor dl linaje de los Enríquez que eran de Rioseco y que recibieron, desde 1405, el título de Almirantes de Castilla. Pero los Enríquez no se fueron a Sevilla, ni montaron en ningún barco, ni fueron almirantes d ninguna flota. Como dice Florentino Pérez de Embid,   el Almirante pasa a ser un palaciego que intriga para acrecentar sus preeminencias”. Vamos que los Enríquez no sabían  de navegación, pero sí conocían el “deporte” español de recaudar impuestos para su propio beneficio. Tan es así que las galeras reales se sustituyeron por veleros privados que se alquilaban para los combates y los Almirantes acabaron peleados con la nobleza sevillana y hasta con el mismísimo rey de Castilla. El cargo de Almirante de Castilla  estuvo en vigor hasta el año de 1705 cuando Tomás Enríquez de Cabrera tuvo la mala idea de apostar por el Archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión y el rey Felipe V le quitó el almirantazgo de Castilla. Desde esa fecha ya no ha vuelto a haber almirantes en Castilla, pero en la ciudad de Rioseco, sin saber por qué, hay noches en que los trigos parecen un mar, un mar lejano, un mar soñado…
         Este humilde escribano, que también es poeta, escribió este soneto a la Ciudad de los almirantes.
 
  1. MEDINA DE RIOSECO
 
Pero ¿dónde la mar, mis almirantes?
¿donde los barcos con velas al viento?
¿dónde están los marinos sin cuento?
¿dónde están los vigías vigilantes?
 
Pero ¿dónde la mar, mis almirantes
si veo sólo campo polvoriento
y un seco río con cauce sediento
y unos chopos que me miran distantes?
 
¿No ves trigos por el viento brizados,
joven, que preguntas por los mares,
joven, que los crees tan alejados?
 
¿No ves, entre los castos encinares,
 barcos con sus mil sueños anclados
si con los ojos del alma mirares?

 
 

HIMMLER, FRANCO, EL GRIAL Y UNOS TORITOS EN LAS VENTAS


Un 19 de octubre de 1940, por la frontera de Irún, entraba en España, invitado por José Finat y Escrivá de Romaní, Director General de Seguridad, Heinrich Himmler. Esa noche, cenó con Franco en Burgos y, a la mañana siguiente, el líder nazi llegaba a Madrid por la Estación del Norte en donde fue recibido por todos los gerifaltes del Gobierno y de la Falange (más o menos es decir lo mismo). Franco lo recibió en el palacio de El Pardo como “a un príncipe soberano”, pero el ferrolano causó muy mala impresión al alemán pues le pareció un personaje pobre, de poca enjundia política y de no tan vasta cultura como él. Su jefe diría un poco después aquello de que “Franco está en la historia como Pilatos en el Credo”. Como los próceres españoles no sabían qué hacer con Himmler, se lo llevaron a una corrida de toros con un cartel de lujo: Pepe Luis Vázquez, Marcial Lalanda y Rafael Ortega “Gallito”. Pero al nazi no le gustó la corrida a la que consideró un espectáculo sangriento y cruel. (Mejor me callo). Pero ¿qué le traía a este personaje a España? Una misión muy concreta: preparar la entrevista entre Franco y Hitler en Hendaya; y otra más oscura u oculta: ir a Montserrat para ver si estaba allí el Santo Grial. Wagner en su Parsifal habla de Monsalvat y Himmler, gran aficionado a Wagner y también al ocultismo y a la teosofía, estaba convencido de que en Montserrat se conservaba el Grial. Andreu Ripoll Noble fue el fraile que habló con él pues era el único en la abadía que hablaba alemán y le hizo ver que no estaba allí lo que buscaba, que allí lo único que tenían era a la Moreneta.  Esto que cuento está mucho mejor contado en un libro curioso, La abadía profanada, cuya autora es Montserrat Rico Góngora y en él se cuenta que una de las obsesiones de los nazis era demostrar que Cristo era ario sin darse cuenta de que rea vasco pues, como sabemos todos, era Dios y hombre “a la ves” (cada tonto con su tema y con su chiste).

         Resumiendo que Himmler se llevó un chasco y, quizás para consolarlo, le invitaron a que visitara algunas cárceles y campos de concentración franquistas. El líder alemán sintió disgusto por estos lugares, pero no por razones humanitarias (pocas lecciones podía dar de humanidad tan siniestro ario),  sino porque, a su modo de ver, eran “políticamente muy contraproducentes” pues Franco necesitaba mano de obra para levantar un país arrasado por una Guerra Civil. Es más, Himmler recomendó a Franco y a su cuñado, Serrano Suñer, que “pasaran página” para evitar que toda la vida nacional “siguiera girando sobre la tragedia nacional”. Ni uno ni el otro le hicieron caso y la represión franquista siguió “algunos” años más.  Me fastidia reconocerlo, pero Himmler tenía razón, aunque quizás no estaba el horno para los bollos de la reconciliación.  Claro que lo anterior no me cuadra con que quedara en Madrid a Paul Winzer con el encargo de preparar a la Policía Armada y a la Policía Secreta, dos nuevas creaciones del Régimen. En fin, que Himmler se marchó sin el Grial y se debió de dar cuenta de que el ferrolano, tan bajito y con bigote, cuando se le metía algo entre ceja y ceja, no le hacía cambiar de opinión ni la mano derecha de Hitler. El propio “sonámbulo”, como lo llama William Volmann en esa genial novela que es Europa Central, se daría cuenta poco después, cuando se entrevistó con él,  y es fama que,  al salir, dijo: “Prefiero sacarme una muela que volver a hablar con este Franco”. A xente  do Ferrol son así. ¡Qué imos facer!


jueves, 11 de julio de 2019

ROMA NO PAGA A TRAIDORES


Desde hace ya muchos años, nuestros alumnos no saben nada de Viriato y, en las clases, cuando sale su nombre, las caras de sorpresa revelan que dicen la verdad. En nuestra época, el caudillo lusitano no faltaba en las lecturas colegiales al lado de la cierva blanca de Sertorio o incluso de los santos mártires Justo y Pastor que murieron en la Complutum romana. Como no podemos dedicarnos a los tres a un tiempo, vayamos con el primero. Conste que el héroe de la defensa lusitana frente a Roma era tan conocido en tiempos que hasta tiene una calle en Madrid en el barrio de Chamberí en donde vive mi gran amigo José Ángel de la Calle. No voy a entrar en detalles con estos calores que nos achicharran sobre la patria de Viriato porque no acabaríamos nunca: Serra da Estrela, Viseu, Zamora o hasta Cuenca se disputan el honor de haber sido la cuna de tan señalado héroe. Sin embargo, sí quiero entrar en cómo murió. Os cuento.

         El romano Cepión recibió en su tienda a Audax, Minuro y Ditalco que iban como embajadores de Viriato. Bien porque se lo propusieron ellos, bien porque el romano aprovechó la ocasión y los compró para que mataran a su caudillo, lo cierto es que, al volver, los tres turdetanos clavaron un puñal en el cuello a Viriato que dormía siempre con la armadura puesta. Cuando los tres traidores volvieron a Cepión para cobrar su infame dinero, éste les dijo las legendarias palabras: Roma traditoribus non praemiat, es decir, Roma no paga a traidores. Le faltó decir a Cepión “pero se aprovecha de ellos”.

         Nada voy a decir ni del romano ni de los turdetanos y sí voy a comentar brevemente cómo ya aparece en esta historia algo que , con mucho acierto, dijo el rey Amadeo de Saboya más o menos con estas palabras: “El enemigo de los españoles está en España misma”

         Tanto la traición a Viriato como las palabras del monarca italiano al que endosaron el “marrón” de cargarse con el trono de España deberían hacernos reflexionar.



        




sábado, 6 de julio de 2019

DEREK WALCOTT, EL HOMERO ANTILLANO


Walcott fue un poeta antillano que se propuso escribir en el siglo XX una obra épica y lo consiguió. Le puso por título Omeros y por ella pululan personajes como Achilles, Hector o un poeta ciego que se llama Seven Seas.Pero que nadie se espere ni Troya ni las islas jónicas porque Walcott sitúa su obra en Santa Lucía, su isla natal, y en otros lugares alejados de ella como pueden ser Nueva York o Massachussets. En el canto quinto, nos vamos con el poeta a Lisboa, Toronto o Londres. Po si fuera poco, Walcott escribe su largo poema épico en una variante inglesa de la terza rima, la forma poética que creó el Dante,  y que también denominamos en castellano tercetos encadenados en los que Miguel Hernández escribió su maravillosas Elegía a Ramón Sijé. Hay que dejar constancia de que la traducción del poeta mejicano José Luis Rivas es una versión fantástica, para un premio Fray Luis de León. Si no habéis leído nada de tan buen poeta de las Antillas, podéis leeros Pleno verano , una antología que es muy buena lectura para el verano (valga la redundancia).