domingo, 31 de diciembre de 2023

McKENZIE, McKINLEY Y LA SUDADERA DE MI HIJO MARIO

 


Anda mi hijo del alma Mario muy pagado de la ropa de McKenzie y un servidor ese nombre le trae a la memoria las frías tierras de Alaska y del Canadá. El río en cuestión que se denomina así desemboca en el mar de Beaufort, en aguas del Ártico. Los antropólogos le tienen en alta estima porque suponen que por su valle fue la entrada de los migrantes asiáticos que entraron en las tierras americanas hace, más o menos, diez mil años. El río recibe el nombre del explorador escocés Alexander McKenzie que fue el que lo recorrió y llegó hasta su desembocadura allá por 1789 exactamente el mismo día que los franceses andaban tomando La Bastilla. Todo esto está muy bien, pero la ropa de Mario se llama como se llama no porque los de JD hayan querido traer al recuerdo al río o al explorador escocés, sino porque resulta que es la marca de un fisio neozelandés que lleva también ese apellido. Es decir que nadie se ha acordado del Canadá, del explorador o del río. Primer chasco para esta tarde de fin de año.

         El segundo está relacionado con el pico McKinley, la montaña más alta de América del Norte, que recibió este nombre por William McKinley, vigésimo quinto presidente de los USA desde 1897 hasta su asesinato en 1901.  Hasta este pico, en 1971, se llegó la expedición castellana a Alaska que yo siempre he tenido muy presente porque en ella iban nueve peñalaros de los que recuerdo así, a bote pronto, a Luis Bernardo Durand, Carlos Muñoz-Repiso, Salvador Rivas y Carlos Soria. En la foto que pongo como ilustración veo también a Mariano Arrazola, Félix Méndez, Jaime García Orts y un jovencísimo Jerónimo López. Otras caras  hay que me suenan, pero no puedo ponerles nombres. Así pues que me perdonen el resto de los expedicionarios. Bueno pues hasta aquí todo muy bien, pero hete aquí que resulta que el McKinley ya no se llama McKinley sino Denali. Había recibido el pico el nombre del presidente asesinado cuando éste aún era candidato a la presidencia y, según cuentan los de la BBC, los nativos de Alaska siempre la habían llamado Denali. En fin, que el presidente Obama decidió hace unos años devolverle el nombre.

         Todo esto que os estoy contando ¿va a alguna parte? Pues no, la verdad, pero es una manera como otra de esperar a que pase esa horterada de las uvas y podamos volver a vivir en paz. ¿”Ta claro”?

 

FÉLIX MÁXIMO LÓPEZ, ORGANISTA DE LA REAL CAPILLA

 


Por una calle del viejo Madrid va un viejecito con aspecto cansado. Se encamina a tocar el órgano en la Real capilla a la que accedió por oposición, en calidad de cuarto organista, en 1775 y, poco a poco, ha ido escalando puestos a hasta llegar a ser el primer organista. Le gustan las sonatas del padre Soler y las de Boccherini, ese madrileño de Lucca; ha oído a ese tal Mozart, pero, sobre todo admira a Salieri. ¿Cómo es posible que don Antonio, el gran don Antonio, vaya camino del olvido? ¡Qué injusta es la vida de un maestro! Cuando se sienta al fortepiano, le gusta tocar sonatas de Haydn y de ese alemán de Bonn, Beethoven. También es de su agrado Muzio Clementi al que tanto usa en sus clases y hasta Kuhlau, un músico alemán que vive en Dinamarca. A él, hombre de fama casi nula, le queda el consuelo de componer sonatas en esas mañanas de invierno en las que la helada deja en los tejados un embozo blanco y la sirvienta le trae un vaso caliente de leche. Sabe que nunca será conocido como los músicos que admira, pero no se arrepiente de su vida. Ha compuesto una ópera, El disparate o La obra de los locos y, está tan orgulloso de ella que la tiene sujeta por su mano derecha en el retrato que le pintó Vicente López Portaña. Sí, en ese retrato está apoyado en su pianoforte con el que ha compuesto, al modo del padre Soler, sus 6 variaciones al Minuet afandangado  en Re menor, dos sonatas en Do mayor para cuatro manos y trece sonatas amén de otras obras. Pero, cuando don Vicente le dijo que cogiera una partitura para el retrato, no lo dudó y escogió la primera página de su única ópera.

No cree que la posteridad lo recuerde, pero es feliz con su trabajo y su familia y don Félix Máximo López, que así se llama nuestro músico,  no pide más. ¡Feliz aquel que sabe contentarse con lo que tiene!

Sin embargo, nosotros que escribimos en el último día del año 2023, le tendríamos que decir a don Félix que se equivocaba aquel día que se encaminaba a la Real capilla porque un pianista de Villaviciosa de Odón, que se llama Mario Prisuelos y que anda triunfando por esos mundo de Dios, ha recordado y grabado un parte de su obra y nos ha permitido disfrutar de algunas de sus composiciones. Ya ve, don Félix Máximo, un servidor, mientras va camino del Instituto, escucha sus obras en el pincho del coche. Claro, usted no sabe que ahora la música se lleva en MP3 y se va oyendo en los coches. En otra entrada, se lo explico. Mientras tanto, reciba usted mis saludos y mis felicitaciones por tan hermosa música.

LOS TEXTOS Y SU HISTORIA (I)

 


LOS TEXTOS Y SU HISTORIA (I)

Voy a intentar, en la medida en que pueda, contaros cómo han llegado los textos clásicos que hoy leemos hasta nuestras manos. Para Agustín García Calvo, la fijación del texto era la tarea fundamental de un filólogo pues comprendía el buen conocimiento de la lengua, de los realia, de la morfología, de la sintaxis o de la fonética. Para Agustín, sólo el filólogo que hubiera editado un texto podía ser tomado como  tal. Visto, pues, que no estoy entre el grupo de elegidos por el ilustre profesor zamorano, paso a explicaros lo poco que sé al respecto aunque poco podáis esperar de mí.

         Al principio, la literatura fue oral, pasaba de padres a hijos y de cantor a cantor. Sabemos que en Minos ya existió un alfabeto usado para el Lineal -B y que en ese silabario se escribieron asuntos tan prosaicos (pero necesarios) como inventarios de cocina, pero la escritura se perdió y no se recuperó hasta el siglo VIII a. C.  cuando los griegos empezaron a usar un alfabeto de origen fenicio. Fue entonces cuando  empezaron a fijar sus textos mediante la escritura. Morocho Gayo nos dice que, en este proceso de transvase, tanto desde la oralidad, como desde otros alfabetos, ya se perdieron muchas obras. Es lo que se conoce como metagrammatismós.

         Pisístrato, el dictador ateniense que favoreció la aparición de la tragedia, se ocupó de hacer una edición de Homero “fiable”. Daos cuenta que, hasta ese momento, de la obra homérica corrían versiones de los diferentes rapsodas y de los diferentes copistas que las llevaron al papiro. El peligro de corrupción era muy grande como lo fue, sin ir más lejos, el peligro que corrió el romancero castellano que de “Mira Nero de Tarpeya!” pasó a “Marinero de Tarpeya”.

         Los copistas copiaban por encargo el libro que les encargaban y, como veremos más tarde en Roma, las copias manuscritas se vendían en la  librerías. Pero antes de Roma, vayamos a Alejandría.

         En tan hermosa ciudad mediterránea existía una biblioteca que era la admiración del mundo. Para llevar aquel barco mayor que el Titanic, se necesitaban grandes directores que fueran grandes filólogos y éstos  fueron aportando su pequeño granito de arena a esta apasionante historia.

         Durante este periodo que estamos tratando, se estableció un canon con los autores favoritos para leer y copiar. A Usener, el mismo que recogió las obras de Epicuro de Samos en sus Epicurea, le debemos el que reconstruyera el canon.

         Prolijo sería enumerar los autores, pero, deciros tan sólo que, por desgracia, muchos de esos autores y obras se nos han perdido. Tan sólo voy a hablaros de la “santísima trinidad” de Alejandría.

         Tres son los grandes filólogos y directores de la Biblioteca de los que os quiero hablar:

1.     Zenódoto (330 a. C -260.C). Fue el primero que empezó a hacer una colación de manuscritos  para establecer un texto fiable.

2.     Aristófanes de Bizancio. (257 a. C. -180 a-C.) Discípulo del anterior.

3.     Aristarco de Samotracia. (217ª. C. – 145 a. C)

 

Con la filología alejandrina ya se empiezan a usar los procedimientos y técnicas que usarán en épocas posteriores los viri docti que de tan noble tarea se encarguen.

Como en todo tiene que haber disputas y guerras, la hubo entre los discípulos de Aristarco en Alejandría y los de Crates de Malos, bibliotecario y maestro de filólogos en la lejana Pérgamo. El casus belli fue que los alejandrinos fundaban su método en la analogía (el parecido) mientras que los de Pérgamo lo basaban en la anomalía literaria y gramatical.

         Ya en Roma conocemos de manera más aproximada cómo trabajaban los autores. Antes de publicarlas, los autores mandan unas notas a los amigos que, en muchas ocasiones, eran publicadas sin el permiso del autor. Así pues la primera redacción de una obra se presentaba en forma de notas o de ayuda para la memoria que pasaba a ser una exposición sucinta o esquemática y, por último, se le daba la redacción definitiva que era la ekdosis, la copia definitiva que llegaba a manos de los libreros o bibliopoloi que se encargaban de reproducirla por medio de esclavos copistas. Esto lo sabemos, según Morocho Gayo, por autores como Cicerón o Galeno.

         Como veremos en otro capítulo, cobrarán una importancia especial aquellos autores que se estudiaban en la escuela. No eran muchos, pero fueron los primeros “clásicos” si atendemos a la etimología que nos remite a classis “clase”.

LA VIDA ENTRE MANOS, PLIEGOS Y RESMAS

 


Si me lo permitís, quiero que contaros cómo se contaba y se cuenta el papel. Ahora tan sólo hablamos de “un paquete de folios!”, expresión que está mal usada porque folio no es el tamaño del DINA4 que es el que usamos nosotros habitualmente. Un A4 mide exactamente 297mm x 210mm, pero un folio mide 315mm x 215mm. Es decir, el folio es un poco mayor que el A4, algo ya sabido por personas que nos movemos en los mundos de la escritura y de la filología pues en estos mundos hablamos de in folio para referirnos al tamaño de los manuscritos. Las gentes de imprenta, como mi bisabuelo José María de Soto, si doblaban un pliego una sola vez, daba lugar a dos folios que equivalen a cuatro páginas. Si la hoja se dobla dos veces, generamos cuatro folios in cuarto; si la doblamos tres veces, generamos ocho folios in octavo y así sucesivamente.

         Pero unas líneas más arriba hablamos de pliego y aquí nos tenemos que parar.

         Desde el comienzo de la imprenta, las hojas se contaban a mano. Se hacían folletos o cuadernillos de cinco hojas o pliegos de papel. Ya hemos visto que un pliego doblado nos daba dos folios y digo esto para que no “veamos” la hoja como equivalente del pliego. Con cinco pliegos se hacía un cuadernillo y cinco cuadernillos forman una mano que son, si no me equivoco, 25 hojas o pliegos de papel. Si agrupo 20 manos de papel, me resultará una resma que son 500 hojas de papel. El tamaño del pliego es de 100 cm x 70 cm y si lo doblo me salen, como ya hemos visto antes, dos folios.

         Bien sé que esto de lo que trato es un saber inútil en estos tiempos que corren en los que ni se escribe a mano, ni a “máquina”, pero me parecía que no era un mal tema para terminar el año.

 

jueves, 30 de noviembre de 2023

LOS ABUELOS CHARNEGOS

 


 

A veces, rastreando por las biografías de los políticos, cantantes y otras gentes del colorín, se encuentra uno terribles sorpresas. Por ejemplo: todo el mundo conoce a ese delincuente llamado Carles Puigdemont i Casamajó. Resulta que, si investigamos un poco, su abuela materna es andaluza. ¿Cómo puede soportar tamaña afrenta a la identidad catalana? ¿Cómo puede vivir don Carles en Waterloo con ese baldón, con ese oprobio? ¿Vendría su abuela en esos trenes que ponía Franco , llenos a rebosar de andaluces, para colonizar Cataluña y hacerles aprender la lengua del imperio? No lo sabemos.

         Pasemos al segundo caso. Lluís Llach Grande, el de Campanades a mort, esas campanadas que nunca tocaron  para los cientos de muertos de ETA, es hijo de María Grande, nacida en Porrara (Tarragona), pero, ¡ojo al dato! de familia extremeña.

         ¿Qué harán estos hombres cuando se pongan a revisar sus genealogías y aparezca la abuela o los abuelos charnegos? ¿Cómo se lo explicaran   a sus hijos? ¿Les habrán dicho ya que una rama de su familia se hunde en la España que les roba, que les maltrata, que les impide desarrollarse como nación?

         Grave problema, sin duda, para estos nazionanistas (perdón por la palabra que me acabo de inventar sumando a nazi lo de Onán, el del onanismo). Grave problema para ellos, pero que es una riqueza inconmensurable para seres normales. ¡Qué pena de país!

domingo, 19 de noviembre de 2023

SEIS RAZONES POR LAS QUE NO QUIERO LA AMNISTÍA DE PEDRO SÁNCHEZ

 


 

El otro día, mi querido amigo Ángel Gómez, el gran escritor cuellarano, colgaba en Facebook un cartel en el que se declaraba partidario de la amnistía. Voy, con todo el respeto y cariño que le profeso, a decirle por qué no lo soy yo.

         En primer lugar, amigo Ángel, no lo soy porque la amnistía, ese “voluntario no acordarse”  que significa en griego y que se opone a la amnesia, que es un olvido patológico, se concede cuando hay una situación política excepcional, de esas que se repiten pocas veces en la historia de los pueblos. Así, valga como ejemplo, la amnistía del año 1977 que se concedió porque, mediante ese “voluntario no acordarse”, aquellos políticos – hoy tan denostados injustamente por politiquillos que no les llegan ni al zancajo-, querían una España en la que las heridas del pasado se curaran. Recuerdo el cartel, aunque yo era muy pequeño, con un grupo de hombres que se apresuraba a abrazarse a otro grupo. Aquella amnistía se concedía porque había un proyecto común para crear una España nueva en la que las heridas de la Guerra Civil se olvidaran. No voy a entrar a hablar de cómo ese espíritu, por afanes políticos, se ha mandado al traste y ahora lo que prima es el enfrentamiento y el revanchismo. Resulta que los que lucharon en esa guerra se perdonaron y los nietos se vuelven a enfrentar de nuevo por intereses partidistas que, algún día (quizás ya mismo) lo pagaremos caro. Pero, fíjate, querido Ángel,  que he dicho que había un proyecto común de una España sin rencores. ¿Existe en esta amnistía que tú defiendes? Pues no, no existe; tan sólo existe el proyecto de reyezuelos de taifas que quieren sacar del poder central el mayor partido. Que no tenga miedo esa que llaman, con poco acierto los que sí son fascistas de verdad,  la “derecha fascista” porque esos reyezuelos no van a matar a la vaca de la que sacan toda la leche que pueden.

         La segunda razón por la que no creo es que Pedro Sánchez, cuyos logros en algunas políticas nadie niega, jamás había hablado antes de conceder la amnistía a los que habían delinquido contra la Constitución. Quizás te asombre la palabra “delinquir”, pero levantarse en contra de la Constitución es un delito, diga lo que diga ese Tribunal que de Constitucional tiene bastante poco pues sobrevive en su propio fango, en ese albañal de intereses en el que hoza como los cerdos en la cochiquera. Repito: jamás Pedro Sánchez había hablado de amnistía; es más, no quería hablar con los nacionalistas y mucho menos con ese prófugo que había huido cobardemente en el maletero de un coche, dejando a sus propios compañeros en las cárceles, y se amparaba a la sombra de la justicia de un país que nunca nos tuvo mucha estima. Sorprende pues, que, cuando ha necesitado siete miserables votos para seguir en su poltrona, Sánchez, como es habitual en él, donde había dicho “digo” dice “Diego” y empieza a hablar del perdón, de la convivencia y de la misericordia. Como a los malos magos, a Sánchez se le ve el truco y se ve que esta amnistía es, como decimos los que , como tú y yo, sabemos de Lengua, una amnistía ad hoc, es decir, que no nace per se , sino que nace para explicar y justificar unos hechos vergonzantes .

         La tercera razón por la que no creo en la amnistía de Sánchez es porque, si se le concede amnistía a un preso, es porque en el fondo se está reconociendo la injusticia de su procesamiento y de su encarcelación; es, en definitiva,  que se cede al chantaje de los interesados líderes de Cataluña y el País Vasco, dos regiones de nuestra España que, a lo largo de la historia, han sido mimadas por el gobierno central. ¿Has pasado alguna vez, caro Ángel, por el Cega  la altura de Mojados y has visto una fábrica en ruinas? En esa fábrica se elaboraba la rubia, un colorante para los tejidos castellanos que se fueron al garete en la mitad del siglo XIX por defender el Estado central, ese que ahora les condona una deuda mil millonaria, las fábricas textiles catalanas. ¿Has visto los maizales de mi querida Galicia? En esos maizales se cultivaba el lino, o liño dos alalás que cantaban los mozos en las fiestas. Ese lino se dejó de cultivar para beneficiar, de nuevo, a las textiles catalanas. Suele ocurrir que los hijos más favorecidos son los que, cegados por su ambición, nunca están contentos con su familia y quieren abandonar a sus padres y al resto de los hermanos.

         La cuarta razón es porque esa amnistía y esa condonación la vamos a pagar todos los españoles;  porque no va a salir de los catalanes, sino de un señor de Cádiz, de una señora de Cuenca y del que esto escribe en este pueblo castellano que se llama Boecillo.

         La quinta es porque no se puede, ni en un estado, ni en una familia, dar un trato de favor a unos hijos y dejar a los otros con el trabajo de mantenerlos.

         Por detrás del nacionalismo que, según Savater, es una enfermedad que se cura leyendo, hay un egoísmo feroz porque todo nacionalismo,  desde Puigdemont a Hitler,  se basa en una raza o pueblo superior que se cree acosado y atacado por un estado opresor cuando suele ser al contrario.

         La sexta (y creo que última) es porque no todo vale para alcanzar los fines que se pretenden por muy loables que estos sean.        Podría seguir, pero otras obligaciones me reclaman. Recibe todo mi cariño y mi amistad. Sabes que te quiero bien y que, en el fondo, luchamos contra el mismo enemigo, desde trincheras diferentes.

         Un abrazo, maestro.

viernes, 17 de noviembre de 2023

LA CORRUPCIÓN EN EL MUNDO CLÁSICO

 


Pensamos con mucha ingenuidad que esto de la corrupción (Gürtel, los ERE, la PSV y, por desgracia, tantos más que hubo, hay y habrá) son cosas del presente y que nunca existieron corruptos, pero la verdad, como siempre, es muy distinta. Dejadme que os cuente cómo el mundo clásico también padecía la corrupción.

         La Liga de Delos (un conjunto de Polis que le pagaban a Atenas su protección) fue un sonado caso de corrupción con el mismísimo Pericles la frente porque el gran Pericles “desviaba” fondos que debían ser destinados a la protección de las polis integradas en la Liga de Delos para la construcción de la Acrópolis. Más actual, imposible. Pericles justificó esa malversación diciendo “que los atenienses no tenían que rendir cuentas de las riquezas de los aliados”. Como uno que yo me sé, el ateniense justificaba su inmoralidad con absoluto desparpajo.

         Es más, el propio Fidias, el “supervisor general de las obras de la Acrópolis”, también desvió fondos y, en esta ocasión a su propio bolsillo. Parece ser que más tarde fue absuelto, pero ahí queda la noticia que circuló por el mundo antiguo.

         Los romanos, más cercanos a nosotros pues hijos somos de ellos, tampoco se quedaban mancos y ya imitaban al cavaliere Berlusconi de forma descarada. En Roma,  se compraban votos y cargos, se amañaban elecciones, había apropiación indebida, se cobraban comisiones ilegales, se procedía sin sonrojo a la extorsión y  a la estafa y tampoco faltaban los sobornos y cohechos. Durante el imperio,  los regalos a los inspectores tributarios fueron algo habitual y los cuestores “hacían la vista gorda” ante declaraciones poco claras a cambio de regalos. Los pretores agilizaban los trámites de los casos judiciales con dinero y así podríamos seguir ad nauseam.

         Ya sé que os están viniendo a las mientes (como decía el gitano) muchos casos actuales, pero ya veis que la historia, magistra vitae nos sale al encuentro. Tranquilos, políticos que nos gobernáis, porque no habéis sido los primeros en ser corruptos.

domingo, 12 de noviembre de 2023

DON EZEQUIEL MASSONI O UN GALLEGO DE AYAMONTE

 


En mi niñez marinense, bajaba yo siempre con mi abuelo a la alameda que hoy se llama, en Marín, de Rosalía de Castro, miña nai, miña santiña. Allí, un buen día, un señor nos dijo que esa alameda, preciosa pero sin un álamo, como todas las alamedas gallegas, había sido plantada por un andaluz. Y ese andaluz es del que os quiero hablar pues no era otro que el eximio don Ezequiel Massoni, alcalde de Marín en varias etapas y que, además de plantar la alameda, trajo las aguas,  adecentó el pueblo y trajo el alumbrado. Había nacido don Ezequiel muy lejos de Marín, en la onubense Ayamonte y se fue para Marín para establecerse en el negocio del salazón. En la Wikipedia gallega, viene don Ezequiel como gallego y con todo merecimiento pues, aunque andaluz de nacimiento, no le ganó nadie a amor por el pueblo en el que desarrolló su negocio y en el que viven, a día de hoy, muchos de sus descendientes. Y es que, como dice mi buen amigo Eugenio Bermúdez Silva, galego y lagunero de pro, “lo importante no es nacer en Galicia, sino que Galicia nazca en ti”. He dicho. (No pongo dixi, en latín porque, en estos tiempos que corren, alguno pensaría que estoy hablando del ratón Dixie, compañero inseparable de Pixie y héroe animal de mi infancia lejana. Así ocurrió hace unos años en nuestro Congreso de los Diputados si no mal recuerdo demostrando la cultura humanística que tienen nuestros Patres Patriae).

viernes, 10 de noviembre de 2023

ACLARACIONES A UN PAYASETE

Os había dicho que no me apetecía escribir sobre la monumental payasada que vi el otro día en Laguna: una pegatina amarilla cuyo contenido no repito por no hacerle una publicidad inmerecida, pegada en un banco, en la Plaza de los Hoyos, pero lo voy a hacer.

         Me duele profundamente esta payasada porque no ha habido, en toda España, dos pueblos más unidos que Laguna y Boecillo y, porque este personaje que lo pegado en el banco estaba algo despistado,  le quiero decir algunas cositas.

         La primera es que muchos laguneros se llegaban hasta Boecillo, cuando no había toros en Laguna, para asistir a los festejos boecillanos en los que nunca faltaban los toros de El Raso. Asi – y de otras maneras que sería muy largo explicar ( remito a mi libro sobre Boecillo)-,  se fueron gestando numerosas amistades y… numerosos hijos que sellaron la unión , que ya existía, entre ambos pueblos.

         La segunda es que tan sólo, históricamente, se encuentran discrepancias entre las dos poblaciones por motivo de la barca y del pontazgo para pasar el puente que siempre recayó en los boecillanos pero que, durante un tiempo,  pretendieron los laguneros. Sin embargo, ni siquiera este pleito empañó la buenísima relación de los vecinos de una margen y otra del Duero.

         La tercera es que son muchos los matrimonios que nacieron de las numerosas visitas que tanto los boecillanos como los laguneros hacían “al pueblo del otro lado del río” porque ya sabéis que “tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”. Y, por si este indocumentado no se lo cree, le señalo dos matrimonios en mi propia familia:

-         Gerardo Pérez, Carabina a carta cabal lo que es lo mismo que decir bellísima persona y trabajadora por demás, se casó con la hermana de mi abuelo Luis que era Elena Platón Villafruela, boecillana por los cuatro costados. De esta unión nacieron cuatro hermanos: Víctor (q.e.p.d.), Gerardo, Elena (q.e.p.d.) y Angelita, madre, a su vez de varios hijos y cuya hija, María Elena Fernández Pérez, compañera en la enseñanza,  es pareja de Martín, boecillano de pro. Lo ves, tonto del haba: una lagunera con un boecillano.

-         Mi madre, María Teresa Platón, hija de Luis Platón Villafruela, también boecillano por los cuatro costados aunque, por ganarse la vida, como tantos boecillanos, emigró al País Vasco y después a Madrid, pero que regresó y está en su pueblo enterrado, se enamoró de un Alubiero: Julián González Hernández, hijo del señor Julio el Alubiero y de María la Toresana.

Además de estos matrimonios hay otros ( que el lector haga un esfuerzo de memoria y recuerde) y otros muchos laguneros que siguen acudiendo a las fiestas boecillanas y “rompiendo el cántaro”. Tan sólo, por no ser pesado y llevar el asunto ad nauseam, mencionaré a Isidro Pérez, otro Carabina, sobrino de Gerardo y hermano de Pablo, el pastelero, que tampoco anda escaso de visitas a Laguna pues Isidro, desde que el mundo es mundo, no falta a la misa de San José, una misa de honda raigambre boecillana.

                   Por tanto, personaje que has pegado esa pegatina que no denota sino tu incultura, te digo, con todo mi cariño pero con toda mi firmeza, que eres un melón más grande que los que se criaban en Laguna a la vera de “mi acequia” del alma. Te puedes leer mi libro Boecillo con el corazón en cuya portada aparece una foto que es el argumento mejor para lo que estoy defendiendo y que es la que pongo como ilustración de esta entrada. En ella podemos ver a Gerardo Pérez, lagunero y Carabina, ya anteriormente citado,  con Emilio Platón Beltrán, bisabuelo mío y suegro de su compañero de foto  pues estaba casado Gerardo con su hija Elena que se fue a Laguna y en su casa murió Emilio, su padre.

                   Por tanto, tonto el haba, lee mi libro y deja de gastarte el dinero en pegatinas. Y te digo que aún tengo ejemplares así  que aquí te espero para darte uno (si me lo pagas, mejor, listillo) y “asesórate” un poco sobre Laguna y Boecillo. Y eso te lo dice uno que es hijo de un Alubiero y de una Platón, un apellido al que dediqué una entrada y que, según el libro de la Parroquia boecillana está en Boecillo desde el siglo XVII.

                   Ex inopia cordis, os tua loquitur, melo, es decir, que de la escasez de tu corazón, habla tu boca, melón. Y mira tú por dónde me ha salido, porque soy poeta, un pareado. Y ya no te digo más porque no te lo mereces, cocurbitáceo del alma.

Amén.



miércoles, 1 de noviembre de 2023

CÓMO TRADUCIR UN TEXTO EN LATÍN CON LOS SIETE CONSEJOS EXTRAÍDOS DE MUCHOS AÑOS DE EXPERIENCIA DOCENTE O EL ABUELO CEBOLLETA VUELVE A LA CARGA.

 

 
Han pasado muchos años (demasiados) desde que estoy dando clases de latín y, ahora que ya voy siendo “perro viejo” quiero compartir con vosotros lo que he ido viendo en mis muchos alumnos. Espero que os sirvan estos consejos. Los argentinos dicen: “No me des consejos que sé equivocarme solo”. Puede que tengan razón. 

En primer lugar, lo que suelo ver es que en muchos casos, la traducción se lleva a cabo de manera desordenada o se pierde demasiado tiempo en ella por no seguir un orden adecuado y acaba saliendo realmente mal o muy mal. La traducción, en la nota de la EBAU o en los exámenes que hacemos clase, tiene un peso grande y tenemos que aprovechar hasta las últimas migajas de ellas.

Os aviso que esta entrada de blog está pensada para textos en latín y en griego pues profesor de griego también he sido (y seré, Deo volente) durante muchos años.

La traducción y el latín o el griego como lenguas

         Cuando leemos en francés, en inglés o en alemán, leemos, es decir, entendemos lo que estamos leyendo sin necesidad de hacer un análisis sintáctico. ¿Por qué tenemos que hacerlo en latín y en griego?

         La pregunta me la habéis hecho muchas veces y no es fácil de contestar pero voy a hacer un esfuerzo e intentar responderla:

1.     Al ser lenguas en las que es fundamental saber el caso, género y número, amén de “otras cosillas”,  necesitamos hacer ese examen sintáctico.

2.     Son lenguas cuyo orden sintáctico es diferente al de las lenguas modernas que habitualmente manejamos aunque algunas de ellas sean romances y, por tanto, descendientes del latín.

3.     Es una buena manera de “ensayar” para acabar traduciendo entendiendo lo que nos dicen César, Esopo o Cicerón.

 

Por tanto, la traducción con análisis es un método de enseñanza de las lenguas clásicas. ¿Hay otros? Sí, los hay. Desde hace unos años (bueno, no nos pongamos estupendos porque Juan Luis Vives, en el siglo XVI, ya lo usaba con un discípulo de tanta enjundia como Felipe II) “están de moda” los métodos que se basan en la manera en como aprendemos las lenguas modernas. El método de Oxford es muy conocido y algún otro de los países nórdicos. Dan buenos resultados, pero corremos algún riesgo que no nos podemos permitir de cara a la EBAU. Por el momento no os digo más.

         Un servidor, que lleva ya muchos años “pedaleando” en las letras clásicas, lee latín y griego sin necesidad de hacer ese análisis, pero claro Vladímir Ashkenazi, Murray Perahia o Arcadi Volodos tocan el Arte de la fuga de Bach de manera admirable y un servidor, pianista aficionado, ni lo intenta. Suum cuique.

         Es decir, y ya que hemos entrado en el mundo de la música, lo que hacemos nosotros en clase (sobre todo en los primeros cursos) es tocar los estudios de Czerny, de Burgmüller o de Bertini: hacer “dedos”.

Dejo ya este rollo de “abuelo Cebolleta” y paso a los consejos:

 

1.     El diccionario y el apéndice de gramática

Para conseguir entender los textos, aunque sigamos el sistema de gramática y traducción, hay que dejar de creer en la utilidad del diccionario y hay que aprender vocabulario, cuanto más, mejor. El diccionario no es un salvavidas. Suele ser vuestra perdición, en realidad porque, al ponernos a buscar palabra por palabra, perdemos la visión general del texto. Si en una oración de diez palabras entendemos cinco, comprenderemos mejor la frase y estaremos pendientes de menos elementos, por lo que trabajaremos mucho mejor y perderemos mucho menos tiempo. Nuestra mirada tiene que ser de águila, no de gorrión.

También hay que dejar de creer en la utilidad del apéndice de gramática del diccionario. Vuelve a ser una herramienta traicionera porque, si no se tienen nociones de gramática, si no se controlan con cierta habilidad las declinaciones y conjugaciones, difícilmente se sabrá buscar lo que se quiere encontrar. De nada me valdría hacer un examen de física cuántica aunque me dejaran todos los libros del mundo porque yo (es una pena) no tengo ni idea de física cuántica. Así pues, de nada me sirve un apéndice gramatical si no me sé ni la primera declinación.

Hago una reflexión. En estos tiempos , los pedagogos ( alguien los ha llamado pedabobos, pero no me gusta faltarle el respeto a nadie) dicen que la memoria no tiene importancia en la educación y me gustaría decirles que eso es MENTIRA. Somos MEMORIA Y la memoria es fundamental para el aprendizaje. Baste decir que, si no usáramos la memoria, cada día nos tendríamos que volver a presentar los unos a los otros.

Dicho todo esto, si no nos queda más remedio que traducir textos, como en la, lo ideal sería resolver las traducciones siguiendo estos pasos:

1. Lectura atenta del texto, de la introducción y de las notas

El primer paso de toda traducción es leer atentamente el texto que vamos a traducir, ya que es probable que podamos entender de primeras mucho más de lo que imaginamos o, al menos, reconocer varias palabras o construcciones que luego nos ayudarán a simplificar el fragmento. En la práctica, la lectura del texto y del resto de elementos es de muchísima ayuda a la hora de elegir opción en el examen, ya que el texto supone la mitad de la nota.

Muchas veces, como en Selectividad, el texto lleva una pequeña introducción o título que pone en contexto el fragmento o explica un poco su contenido. LEE ESA INTRODUCCIÓN , POR FAVOR. Ese contexto nos puede ayudar a darle sentido a lo que ya hemos intuido en la lectura, así como a reconocer nombres propios o elegir la acepción adecuada al tema del que se habla cuando busquemos alguna palabra en el diccionario.

Por último, es recomendable leer las notas que aparecen bajo el texto. Es muy propio de los españoles no leer los prólogos de los libros, los manuales de instrucciones y las notas a pie de página. Craso error porque, al final, nos acabamos “cargando” el libro, la traducción o lo que nos caiga entre manos ya sea una aspiradora, ya sea un ordenador. Así que deja de ser “español” y lee las notas a pie de página o de texto porque muchas veces nos pueden aclarar algunas partes que no hemos comprendido en la lectura inicial. Otras veces, sobre todo en griego, pueden ayudarnos con el análisis de formas más difíciles. Una de las razones para echar un vistazo a las notas es simplemente ser conscientes de que están ahí. Muchos alumnos  han perdido un tiempo muy valioso o directamente han resuelto mal un texto por no darse cuenta de que había notas, es decir, por no bajar la mirada del texto a traducir y fijarse en “cosas menores”.

Este es el texto que vamos a usar como ejemplo:

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2. División del texto en oraciones

Aunque resulta tentador, es un gran error lanzarse a buscar palabras en el diccionario desde el principio. Vale, sé que lo he dicho. No penséis mal y lleguéis a la precipitada conclusin de que este lapsus viene de mi provecta edad. Es que lo quiero repetir otra vez. ¿Vale? Es mucho más útil dividir el texto en partes más pequeñas, más abarcables y, por tanto, más sencillas de traducir. Dividiremos el texto en oraciones fijándonos en las pausas fuertes: puntos, dos puntos, puntos y comas, signos de interrogación y un largo etc.  Están ahí no por capricho, sino porque responden a principios o causas sintácticos. En el texto impreso,  basta con que hagamos una marca para separarlas. Nuestro texto, entonces, quedaría dividido en dos oraciones:

 

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3. Búsqueda de verbos

El siguiente paso en nuestra traducción consiste en encontrar todas las formas verbales, tanto las formas personales como las no personales. Llegados a este punto, conviene recordar que hay que saber distinguir entre formas personales y no personales para dar este paso correctamente. Como resumen:

  • Los verbos en forma personal son los que tienen desinencias personales:
    • voz activa: -o/m, -s, -t, -mus, -tis, -nt
    • voz pasiva: -r/or, -ris/re, -tur, -mur, -mini, -ntur
    • pretérito perfecto de indicativo: -i, -isti, -it, -imus, -istis, -erunt/ere
  • Los verbos en forma no personal son el infinitivo, el participio, el gerundio, el gerundivo y el supino

Dentro de las formas no personales hay que prestar especial atención a los infinitivos (que crean subordinadas) y a los participios (que acompañan a un sustantivo y pueden también crear subordinadas).

Hay una regla de oro: TANTOS VERBOS, TANTAS ORACIONES.

Dicho todo, nuestro texto, ya dividido en dos oraciones, quedaría así:

 

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4. Marcar los nexos

Si nos encontramos con varios verbos en forma personal en una misma oración, estamos ante una oración compuesta, lo cual suele ser bastante habitual.

Ahora tenemos que recordar lo que sabemos de sintaxis en nuestra propia lengua:

Las oraciones compuestas son de tres tipos:

a)    yuxtapuestas,

b)    coordinadas

c)     subordinadas.

Salvo las yuxtapuestas, que no tienen nexo, las coordinadas y subordinadas sí presentan nexos o pronombres que las introducen. Para saber qué tipo de oraciones compuestas tenemos, debemos encontrar los nexos para delimitar aún más la estructura de nuestras oraciones. El texto quedaría así:

 

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Después de señalar los nexos, tenemos que reconocer en la medida de lo posible (porque hay nexos polivalentes como ut o cum) qué oración coordinada o subordinada introducen. Si lo hacemos en nuestras oraciones, nos quedaría este esquema: tres oraciones coordinadas y una oración compleja con varias subordinadas:

 

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5. Análisis morfológico de las palabras restantes

Al igual que con las formas verbales, muchas veces se dice que lo primero que hay que buscar cuando hemos localizado los verbos y la estructura de las oraciones es el sujeto. Yo creo que pueden analizarse directamente todas las palabras restantes, entendiendo como análisis saber lo suficiente de la morfología de una palabra para establecer su función en la frase. A medida que vayamos consiguiendo soltura, este proceso nos será cada vez más fácil. Pero para coger soltura ES NECESARIO PRACTICAR TODOS LOS DÍAS. En ninguna asignatura vale el atracón antes del examen, pero en griego y en latín aún menos. Por favor, traduce todos los días. Ya sé que tienes Historia que abarca desde el Big Bang a Pedro Sánchez, pero dedícale un cuarto de hora diario a traducir. Dejadme que os cuente una historia (regresa el abuelo Cebolleta y sus historias) que viví con uno de los pianistas que antes mencionaba.

         En una ocasión en que Vladímir Askhenazy visitó España y fue a los estudios de Rasio Clásica en donde le iban a entrevistar. Ya era, desde hacía muchos años, un reputado pianista con más de cien grabaciones y miles de conciertos. ¿Sabéis lo primero que hizo al llegar a los estudios de RNE? Pedir un piano porque tenía que estudiar las ocho horas (sí, has leído bien, ocho horas) que le dedicaba al piano cada día. Paco de Lucía también estudiaba ocho horas diarias y don Ángel Peralta, eximio rejoneador, montaba a caballo ocho horas diarias para luego, en la plaza, ser el rejoneador que fue. El genio viene del trabajo y sin trabajo, no hay genialidad. Mozart era un genio, pero le dedicaba también muchas horas a la música.  Durante la carrera, conocí a muchos compañeros “genios” que se agotaron porque su fuego era muy vivo y en la vida lo que hay que procurar es “dejar brasa”.  Las vidas son procesiones largas y, como decía mi abuela Patro,  hay que saber conservar el cirio. Vale, se calla ya el abuelo Cebolleta y volvemos a los “consejitos”

De nuestro texto, pongo sólo como ejemplo de análisis la última oración, por ser la más compleja:

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6. Búsqueda en el diccionario

Es este el momento de usar el diccionario, cuando tenemos clara la estructura y la organización del texto. De nuevo, si tenemos una buena base de vocabulario, esta fase (y todas las anteriores) se nos hará mucho más sencilla. Hay que tener especial cuidado para elegir los significados de las palabras que mejor nos vienen para la traducción. Para ello, es importante conocer bien el contexto en el que nos movemos, mediante lo que sabemos por el propio texto y por la introducción o las notas que se ofrecen.

7. Redacción de la traducción

Por último, debemos escribir nuestra traducción. A la hora de pasar el texto a nuestra lengua tenemos que tener en cuenta que orden de palabras no siempre coincide, que algunos tiempos verbales no se usan igual o que en latín no hay artículos, entre otras cosas. En definitiva, tenemos que ser conscientes de las diferencias entre una lengua y otra y adaptar el mensaje en latín lo mejor posible al castellano. Se suele decir que hay que intentar ser lo más literal posible, pero modificando el texto lo suficiente para salvar esas diferencias que harían el texto muy extraño a nuestros oídos. Una traducción que “no suena en castellano” es, de entrada, una mala traducción. También te recomiendo que no seas pedante. Si en el texto te pone “lo que pasa en la calle”, no digas “los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”. (Le he robado la cita a don Antonio Machado, pero los versos son de los lectores, no de los poetas) Finalmente, nuestro texto quedaría así traducido:

Los helvecios ya habían llevado sus tropas por los desfilade
ros y el territorio de los secuanos, habían llegado al territorio de los eduos y asolaban sus campos. Los eduos, como no podían defenderse ellos mismos ni sus cosas, envían embajadores a César para pedir su ayuda.

         Por favor, REDACTA BIEN. Dice Fernando Savater, gran filósofo donostiarra, que “los seres humanos estamos más cerca de los cuentos que de las cuentas”, es decir, que nos gustan las historias bien contadas.

         Vale, pues esto es todo. Puedes seguir oyendo a Anuel, a Quevedo, a Mozart o al repartidor de butano que viene silbando un pasodoble; puedes seguir jugando con la Play, viendo un partido (nada que objetar pues yo también los veo)  o leyendo a Wittgenstein, a Sartre o a Camus. O puedes estarte tumbado plácidamente viendo las nubes que pasan. Puedes hacer lo que te de la real gana, pero dedica un tiempo a leer estos consejos y, sobre todo, a preparar con tiempo tus asignaturas (que vienen del verbo latino assignare, es decir, lo que cada uno tiene asignado en el plan de estudios.

         Espero, de todo corazón, que estos consejos te sirvan para algo.

         Un saludo de tu muy esforzado profesor.