viernes, 10 de noviembre de 2023

ACLARACIONES A UN PAYASETE

Os había dicho que no me apetecía escribir sobre la monumental payasada que vi el otro día en Laguna: una pegatina amarilla cuyo contenido no repito por no hacerle una publicidad inmerecida, pegada en un banco, en la Plaza de los Hoyos, pero lo voy a hacer.

         Me duele profundamente esta payasada porque no ha habido, en toda España, dos pueblos más unidos que Laguna y Boecillo y, porque este personaje que lo pegado en el banco estaba algo despistado,  le quiero decir algunas cositas.

         La primera es que muchos laguneros se llegaban hasta Boecillo, cuando no había toros en Laguna, para asistir a los festejos boecillanos en los que nunca faltaban los toros de El Raso. Asi – y de otras maneras que sería muy largo explicar ( remito a mi libro sobre Boecillo)-,  se fueron gestando numerosas amistades y… numerosos hijos que sellaron la unión , que ya existía, entre ambos pueblos.

         La segunda es que tan sólo, históricamente, se encuentran discrepancias entre las dos poblaciones por motivo de la barca y del pontazgo para pasar el puente que siempre recayó en los boecillanos pero que, durante un tiempo,  pretendieron los laguneros. Sin embargo, ni siquiera este pleito empañó la buenísima relación de los vecinos de una margen y otra del Duero.

         La tercera es que son muchos los matrimonios que nacieron de las numerosas visitas que tanto los boecillanos como los laguneros hacían “al pueblo del otro lado del río” porque ya sabéis que “tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”. Y, por si este indocumentado no se lo cree, le señalo dos matrimonios en mi propia familia:

-         Gerardo Pérez, Carabina a carta cabal lo que es lo mismo que decir bellísima persona y trabajadora por demás, se casó con la hermana de mi abuelo Luis que era Elena Platón Villafruela, boecillana por los cuatro costados. De esta unión nacieron cuatro hermanos: Víctor (q.e.p.d.), Gerardo, Elena (q.e.p.d.) y Angelita, madre, a su vez de varios hijos y cuya hija, María Elena Fernández Pérez, compañera en la enseñanza,  es pareja de Martín, boecillano de pro. Lo ves, tonto del haba: una lagunera con un boecillano.

-         Mi madre, María Teresa Platón, hija de Luis Platón Villafruela, también boecillano por los cuatro costados aunque, por ganarse la vida, como tantos boecillanos, emigró al País Vasco y después a Madrid, pero que regresó y está en su pueblo enterrado, se enamoró de un Alubiero: Julián González Hernández, hijo del señor Julio el Alubiero y de María la Toresana.

Además de estos matrimonios hay otros ( que el lector haga un esfuerzo de memoria y recuerde) y otros muchos laguneros que siguen acudiendo a las fiestas boecillanas y “rompiendo el cántaro”. Tan sólo, por no ser pesado y llevar el asunto ad nauseam, mencionaré a Isidro Pérez, otro Carabina, sobrino de Gerardo y hermano de Pablo, el pastelero, que tampoco anda escaso de visitas a Laguna pues Isidro, desde que el mundo es mundo, no falta a la misa de San José, una misa de honda raigambre boecillana.

                   Por tanto, personaje que has pegado esa pegatina que no denota sino tu incultura, te digo, con todo mi cariño pero con toda mi firmeza, que eres un melón más grande que los que se criaban en Laguna a la vera de “mi acequia” del alma. Te puedes leer mi libro Boecillo con el corazón en cuya portada aparece una foto que es el argumento mejor para lo que estoy defendiendo y que es la que pongo como ilustración de esta entrada. En ella podemos ver a Gerardo Pérez, lagunero y Carabina, ya anteriormente citado,  con Emilio Platón Beltrán, bisabuelo mío y suegro de su compañero de foto  pues estaba casado Gerardo con su hija Elena que se fue a Laguna y en su casa murió Emilio, su padre.

                   Por tanto, tonto el haba, lee mi libro y deja de gastarte el dinero en pegatinas. Y te digo que aún tengo ejemplares así  que aquí te espero para darte uno (si me lo pagas, mejor, listillo) y “asesórate” un poco sobre Laguna y Boecillo. Y eso te lo dice uno que es hijo de un Alubiero y de una Platón, un apellido al que dediqué una entrada y que, según el libro de la Parroquia boecillana está en Boecillo desde el siglo XVII.

                   Ex inopia cordis, os tua loquitur, melo, es decir, que de la escasez de tu corazón, habla tu boca, melón. Y mira tú por dónde me ha salido, porque soy poeta, un pareado. Y ya no te digo más porque no te lo mereces, cocurbitáceo del alma.

Amén.



No hay comentarios:

Publicar un comentario