martes, 30 de septiembre de 2014

HEMINGWAY NEVER ATE HERE


De Ernest Hemingway había y he leído poco. Me cargaba su personaje de cazador blanco super macho, su imagen de bebedor de mojitos, sus fotos de macho en la plaza de los toreros machos – Ronda- al lado de Antonio Ordóñez. Me cargaba toda la parafernalia que lo rodea: el hotel donde dormía en Pamplona, la barra en donde se ponía hasta las cejas de ginebra, las amantes, las que no lo quisieron, los políticos que lo apreciaron y los que lo despreciaron, su suicidio de cazador varonil. Para remate, leí Fiesta y no me gustó, lleno de topicazos sobre España, sol, amor y fiesta. Hasta me pareció que estaba mal escrita. Por eso tenía en aprecio ese pequeño bar que en la bajada del Arco de Cuchilleros tiene este expresivo rótulo: Hemingway never ate here. Sin embargo, como se mudan los tiempos y se mudan las voluntades ( perdón Camoens por copiarte) he leído Las nieves del Kilimanjaro y no me ha disgustado. Ya me dijo ese lector empedernido que se llama Jesús Sanz que, posiblemente sus cuentos, leídos en pequeñas diócesis, me gustarían. Y en ello estamos: cuando haya leído más, ya os cuento. Pero, desde ahora, no me importa que don Ernesto haya comido en casi todos los bares de Madrid.

 

LA PROSA DE AMÓS DE ESCALANTE




Ya era hora de que hablara de Amós de Escalante como prosista, pero he estado aguardando a terminar de leer con calma y mirando el mapa su Costas y Montañas en el que Amós de Escalante vieja a la antigua usanza, recreándose con el paisaje y aprendiendo y enseñando de él. Ese sí que es un viaje que nos hace más cultos y, sobre todo más humanos y que nos hace amar las tierras que visitamos. Los de ahora, de móvil y fotos hasta de las más ilustres bobadas
 
que se repiten en todas las cámaras de todos los viajeros,   no creo que enseñen mucho. Don Amós parte de Castro Urdiales y se llega, despacio y sin prisas, hasta Potes. ¡Bendito viaje que nos va enseñando con calma nuestra Cantabria infinita, según dice en su publicidad turística el gobierno de la región! A mí, que estoy últimamente muy cántabro el libro me ha emocionado por momentos pese a ese cuerpo de letra que te hace después visitar al Alain Afflelou. Una lectura muy recomendada para los amantes de Cantabria y para ver si de una vez nos enteramos que hay dos Asturias: las Asturias de Oviedo y las de Santillana. Si es que desde que vino la Logse, esto ya no es lo mismo.

CARLOTA EN WEIMAR



Voy a ser muy breve. Leed Carlota en Weimar si queréis conocer a Goethe desde diversos puntos de vista que terminan en el de la propia Carlota. Leed Carlota en Weimar si queréis disfrutar de una gran novela que partiendo de lo anecdótico ( la llegada de Carlota, la protagonista del Werther,  a Weimar) llega a ser una obra maestra. Leed por último Carlota en Weimar como terapia para libraros de la espesa capa de zafiedad que nos invade. Nada más ( y nada menos).

 

EL PADRE AROLAS





Recuerdo que ya hace un montón de años,  cuando compartía mesa en la Facultad de Filología con mi amigo filósofo José Luis Estruch, bajábamos a la biblioteca general y cada mañana faltaban más libros porque, por la noche, unos canallas los robaban por las ventanas. Se llevaron casi completa la colección Clásicos Castellanos de Espasa Calpe, pero dejaron el volumen del padre Juan Arolas que no tenía mucho interés para tamaños bárbaros. Al cabo del tiempo, encontré otra vez al padre Arolas en la biblioteca, bien nutrida por cierto, del IES “Marqués de Lozoya” y allí estaba este escolapio catalán con sus poemas orientales. Y es que el padre Arolas, este barcelonés que nació en 1805, pero que era un poeta del XVIII, escribió, sobre todo, sobre temas cargados de gran sensualidad. ¿Cómo es posible esto en un sacerdote escolapio?  La verdad es que su vida fue un tanto “extraña” pues ya recién  ingresado en la orden sintió “un vivo amor” (así dicen los historiadores de la literatura) por una muchacha de Peralta de la Sal, lugar de nacimiento de San José de Calasanz y en donde está la casa donde nació el fundador. Fue un liberal que apoyó a Isabel II y su postura en política le llevó a fundar, junto con Pascual Pérez Rodríguez, el Diario Mercantil. Sufrió delirios eróticos que lo llevaron a ser encerrado en una celda monacal  en donde murió.  José Lomba y Pedraja, su único biógrafo amén de Carvajal y Ribot, dice: “La verdad es que vivió en una contradicción perpetua a causa de no haber tomado jamás un partido bueno o malo, con resolución y valentía”. Teodoro Llorente se pregunta ante su solemne profesión a los dieciséis años:

“¿Cómo profesó no contrariado quien sentía en sus entrañas este fuego terrenal? Arcano es éste que no he visto explicado.

Arolas es un drama psicológico para la consulta de un psiquiatra, pero nosotros no vamos a entrar en eso sino en sus poemas. He aquí uno:

Sobre pupila azul, con sueño leve,
tu párpado cayendo amortecido
se parece a la pura y blanca nieve
que sobre las violetas reposó:
yo el sueño del placer nunca he dormido:
se más feliz que yo.

Se asemeja tu voz en la plegaria
al canto del zorzal de indiano suelo
que sobre la pagoda solitaria
los himnos de la tarde suspiró:
yo sólo esta oración dirijo al cielo:
se más feliz que yo.

Es tu aliento la esencia más fragante
de los lirios del Arno caudaloso
que brotan sobre un junco vacilante
cuando el céfiro blando los meció:
yo no gozo su aroma delicioso:
se más feliz que yo.

El amor, que es espíritu de juego,
que de callada noche se aconseja
y se nutre con lágrimas y ruego,
en tus purpúreos labios se escondió:
él te guarde el placer y a mí la queja;
se más feliz que yo.

Bella es tu juventud en sus albores
como un campo de rosas del Oriente;
al Ángel del recuerdo pedí flores
para adornar tu sien, y me las dio;
yo decía al ponerlas en tu frente:
se más feliz que yo.

Tu mirada vivaz es de paloma;
como la adormidera del desierto,
causas dulce embriaguez, hurí de aroma
que el cielo de topacio abandonó:
mi suerte es dura, mi destino incierto:
se más feliz que yo.


LE TENGO DICHO A LA MUERTE


De Rafael Montesinos había hablado en una entrada veraniega sobre un libro en prosa que fue de ,lo mejor que leí durante el verano con esa escritura emocionada y tersa con la que le poeta sevillano hablaba de su infancia que, como todas, forma ese reino del que hemos perdido las llaves. Sin embargo, me faltaba por leer esta antología de Carmelo Guillén Acosta y de José María Delgado, publicada en Rialp en 2003. Montesinos es un poeta de honda sensibilidad al cual llegué por “culpa” del  grupo Cántico, esos cordobeses que escribían como los ángeles barrocos de las iglesias andaluzas.  Muy conocido en su tierra, - por estas tierras del norte apenas lo es -  duerme casi en el olvido. De toda la antología os copio estos tres versitos, una copla flamenca llena de embrujo y de verdad.

 

LE TENGO DICHO A LA MUERTE

Le tengo dicho a la muerte

que se me acerque despacio,

que no me diga a qué viene.

 

Me recuerda a esas canciones y poemas que puso en música Mayte Martín de ese gran poeta malagueño que es Manuel Alcántara en su disco Al cantar a Manuel. Los andaluces son muy dados a estas coplillas flamencas que te dejan el corazón en suspenso como los buenos cantes de José el de la Tomasa o de Camarón.

 

 

miércoles, 24 de septiembre de 2014

VANESSA PÉREZ - SAUQUILLO




Gracias a un libro del que ya hablaré, Diez poetas, diez músicos, conocí a Vanesa Pérez –  Sauquillo y en la biblioteca de Valladolid me encontré con Bajo la lluvia equivocada, un libro al que concedieron el IX premio de arte joven de la Comunidad de Madrid.  El libro se abre con una cita de Dylan Thomas, ese hombre dotado de un gran vozarrón y amante del morapio hasta límites insospechados. Yo leí sus poemas en la edición de Visor, pero tampoco me apasionaron por lo que tendré que darles alguna revisión ya que a un señor llamado Robert Zimmerman le hizo ponerse Bob Dylan en su honor por lo mucho que le gustaban sus poemas. En fin, que esa es otra historia. A lo que íbamos, si Dylan Thomas merece una relectura, Vanesa Pérez sauquillo ni lo sé. Es poesía joven que tiene que ser irremisiblemente moderna; innovadora pase lo que pase, atrevida hasta la desvergüenza-  ¿existe eso ya?- , pero poco más. El calado es escaso y sus quilates pocos. Quizás es que yo soy un anacrónico y lo moderno me produce repelús. Os dejo con el poema que abre el libro y ya me diréis:

Algunas noches me

me llamaba Mary Ann.

Me transformaba en Mary Ann,

la que quedó suspendida en

en un dibujo

cerca de la frontera de Texas

o tal vez Carolina del Norte.

Algunas noches,

suspendida en la línea de un dibujo

que quizás fuera mi propio sentimiento,

y casi sin saberlo,

me trasformaba en Mary  Ann

la desaparecida.

CÁNTICOS DEL VERDADERO AMOR




De nuevo viene don Enrique Velicia a este blog para que hablemos de un libro suyo. En este caso, es Cánticos del verdadero amor, editado en Valladolid en 1940. Este poemario es un libro de poesía espiritual de la que ya apuntaba en Haciendo patria, el libro anteriormente comentado. Velicia consigue elevación en sus poemas y un hondo sentido religioso en el que supera a otros autores mucho más conocidos como Pemán. Se conoce que su estancia como párroco en nuestro Boecillo le inspiró y consiguió sino a la caza dar alcance, por lo menos amorosos poemas a Nuestro Señor. Nada más sabemos de don Enrique, ni a dónde fue tras estar en Boecillo, ni la fecha de su muerte. Será cuestión de investigar un poco en su pueblo natal, Traspinedo, en donde seguro que siempre habrá algún paisano dispuesto a contar algo interesante.

Ahí os dejo este poema:

Amor

Amor que prefiere estar

siempre entre rosas y flores

es amor de soñadores

que ignoran lo que es amar.

Para sentir y gustar

las delicias del amor,

tienes que hacer el dolor

en nuestro pecho su nido;

solo el corazón herido

goza, amando, con ardor.

 

Ved el corazón sagrado

de Cristo, en férvida llama;

goza, porque amor le inflama,

y ama porque está llagado.

Contempladle rodeado

de espinas que dan dolores:

no tendrían sus amores

hondas dulzuras divinas,

si su corona de espinas

fuese corona de flores.

 

domingo, 21 de septiembre de 2014

EXALTATIO CRUCIS



Pasaron los años y, tal y como hemos dicho, una parte del madero santo quedó en Jerusalén. Constantino y su madre construyeron la Basílica del Santo Sepulcro para que la reliquia quedara guardada y para que los fieles le dieran culto. Recordemos que aún no habían llegado los musulmanes (quedaban tres siglos) hasta Tierra Santa. Sin embargo, no lo musulmanes, pero sí el rey persa Cosroes II llegó hasta Jerusalén, arrasó el templo y se llevó la Cruz que puso a sus pies como desprecio. Tras quince años de luchas, el emperador bizantino Heraclio venció a los persas y se trajo de nuevo la Cruz a Jerusalén, entrando en la ciudad santa en solemne procesión. Tan solemne la quiso hacer que él mismo quiso llevar la cruz y, para ello, se cargó de riquezas y de lujo. Sin embargo, era incapaz de levantarla ni un milímetro del suelo. Tuvo que despojarse de sus riquezas para poder levantarla y llevarla en procesional triunfo por las calles de Jerusalén. Este es el origen de la fiesta de la Exaltación de la Cruz que hemos celebrado el domingo pasado. Y de esa Cruz de Jerusalén, más adelante, vendrán los diferentes ligna crucis que hay repartidos en el mundo, entre ellos, como es lógico, el “nuestro” de Santo Toribio de Liébana. Y the end a esta historia que le hubiera agradado tanto a don Antonio Ruiz de Elvira.

INVENTIO CRUCIS


Seguimos con esta familia romana que nos va a ocupar tres entradas. Santa Helena, la madre de Constantino, tuvo una visión en la que se le decía que la Santa Cruz estaba enterrada pues los discípulos no habían tenido medios para llevársela. Helena fue a Jerusalén y, en efecto, en una labor de arqueología que la consagra como la primera arqueóloga de la historia, Helena dio con las tres cruces, pero no podía saber cuál era la cruz del hijo de José, el carpintero. Pidió ayuda al obispo de Jerusalén, Macario, que le dijo que las llevara a una mujer enferma:  la cruz que la curara sería la de Cristo. Y así fue: una de las cruces curó a la enferma. Santa Helena dejó en Tierra Santa gran parte de las reliquias y se llevó para Roma otros fragmentos. Por cierto, con un clavo de la cruz consiguió aplacar una tempestad que se desencadenó según iba para la Urbe.  Este encuentro de la Cruz de Cristo es el que celebramos el 4 de mayo con el nombre de Invención de la Cruz y por el que se hacen numerosas fiestas a lo largo y ancho de la España. Nos falta la Exaltación de la Cruz que dejo para otra entrada.

IN HOC SIGNO VINCES



Constancio Cloro, tetrarca romano, estaba casado con Helena. Tuvieron un hijo que se llamó Constantino y que, con el tiempo, llegó a ser emperador de Roma.  Helena se convirtió en cristiana e influyó en su hijo para que, poco a poco, abrazara la fe de Cristo. Sin embargo, Constantino no esperará una ocasión sencilla sino que la ocasión le vino del cielo cuando en la batalla del puente Milvio contra Majencio, el 12 de octubre del 312, vio un Crismón en el cielo en el que se leía este frase latina: IN HOC SIGNO VINCES que dicho en griego era ", εν τούτ νίκα. Y Constantino venció y declaró la libertad de cultos para alegría de su madre, la cristiana Helena. Esta es la primera parte de la historia que os quería contar. Por cierto, y que nadie lo tome como burla pues es cosa muy seria, había unos calzoncillos que mi madre me compraba en los Almacenes Arias, más conocidos en Madrid como saldos Arias, aquellos que ardieron aquel día de julio y en los que quedaron la vida varios bomberos de la Villa, que tenían por lema IN HOC SIGNO VINCES. Nunca he sabido qué tenían que ver unos calzoncillos con el Crismón de Constantino, pero si alguien me lo puede explicar le quedaré muy agradecido.

DOÑA MARÍA DE MOLINA




         Pues resulta que en la calle de María de Molina estaba la mantequería de Silanes Platero, el garaje Nervión, en donde mi padre encerraba el coche, y el viejo coche de caballos de los muebles de la esquina con Pinar. María de Molina es una calle que nace en La Castellana, con “la” porque era una fuente de ese nombre, y llega hasta Francisco Silvela, hasta el edificio en cuya terraza volaba un avión de Iberia que se veía de noche desde la azotea de mi casa. En María de Molina está la gasolinera Esmosa e ir o venir a María de Molina era llegar, en aquella niñez mía, hasta unas fronteras lejanas. Pasaron muchos años en que hablaba y oía hablar de esta señora, pero nada sabía de ella. Más tarde, en Valladolid, pude comprobar que había una calle dedicada a María de Molina y lo miré en la vieja enciclopedia Salvat de los años cuarenta (para que no digan los listos que todo lo miro en la Wikipedia, la enciclopedia de los tontos según los eruditos de tres al cuarto). Claro,  allí, aquella vieja enciclopedia,  me contó que era esposa de Sancho IV y madre de Fernando IV y muchos datos sobre ese matrimonio en el que habían cometido pública infamia pues su grado de consanguineidad no permitía tal matrimonio sin el permiso del papa. Pero esto no es lo más importante de doña María de Molina sino que, cuando le tocó gobernar como reina regente fue todo un modelo de prudencia; hasta el punto de que don Fray Gabriel Téllez, Tirso de Molina, le escribió su obra La prudencia en la mujer. Ahora cuando paseo por María de Molina, breve calle vallisoletana la disfruto más como le pasaba a Russel cuando comía melocotones tras saber su procedencia y etimología.

lunes, 8 de septiembre de 2014

ARIADNE AUF NAXOS



Pues resulta que  im Hause des reichsten Mannes in Wien , “en la casa del hombre más rico de Viena” , se les ha ocurrido tener una velada musical. Han llegado dos compañías musicales, una cómica, liderados por la pícara Zerbinetta, y otra, una compañía de ópera seria que quieren representar Ariadna en Naxos. Hay dudas en si situar antes lo cómico o lo serio y esto provoca la desolación del pobre compositor. Pero el rico señor vienés tiene una idea genial, una ocurrenza prelibata que diría Fígaro: las dos obras se van a representar a un tiempo. Esto hunde en la miseria al pobre compositor que ve como el prohombre no entiende la profundidad y valía de su obra.  Y da comienzo la obra.

La pobre Ariadna, abandonada por Teseo en Naxos, desea ansiosamente morirse. Zerbinetta y su compañía cómica intentan alegrar a la pobre Ariadna, pero no lo consiguen. Entonces, Zerbinetta, tomando la delantera, se dirige a Ariadna de "mujer a mujer".  Los hombres son infieles por naturaleza;  les basta una breve noche, un día frenético para olvidar  a la mujer que aman. Los hombres son seres a los que no merece la pena amar. Ariadna sigue con su depresión amorosa. Los compañeros de Zerbinetta, que se toman la vida de manera cómica, empiezan a perseguirla y la cómica se acaba marchando con Arlequín.
         Pero hete aquí que tres ninfas, Náyade, Dríade y Eco, anuncian la llegada de un forastero a la isla. Ariadna cree que es Mercurio, el Hermes psicopompos de los griegos que viene a buscarla al Hades. Pero no es Hermes, sino Baco que, encantado a su vez por Circe, viene a la isla para cantar su victoria sobre la bruja.  Al ver a Ariadna, Baco se enamora locamente de ella y cree que vuelve a estar encantado por otra bruja. Pero no hay brujas que valgan pues Ariadna se da cuenta de que su corazón renace a la luz y ambos cantan un encendido canto de amor:

 

ARIADNA
(en los brazos de Baco)
¿Qué tienen tus brazos para mí?
Oh, ¿qué tienen para mí, que me desvanezco,
atrapada por tu aliento?
¿Qué, qué queda de Ariadna?
¿Qué queda, qué queda de Ariadna?
¡Haz que mis tormentos no sean vanos!


 
BACO
Por tus sufrimientos soy poderoso.
¡Ahora goza mi cuerpo del placer celestial!
¡Antes morirán las eternas estrellas
que tú entre mis brazos!

  
Y así acaba la Ariadne auf Naxos de Richard Struasuus con ese libreto bien pergeñado de un poeta que, en nuestro país, requeriría de más traducciones y que se llamaba de nombre completo Hugo Laurenz August Hofmann von Hofmannsthal. Pero ya nos dedicaremos a él en otra entrada porque requiere tiempo y espacio su gran quehacer literario.

PIONEROS






Leer a Willa Cather  es uno de mis grandes placeres. Me faltaba por leer Pioneros y lo he terminado hace unos días cuando agosto ya tocaba a su fin. Maravillosos personajes con esa Alexandra que nos recuerda a Ántonia; buenas gentes, buenos vecinos con los que a cualquiera le hubiera gustado vivir.

En la novela no pasa nada, salvo al final y hasta el final, final era más que presentido. Pero es que no es necesario que en una novela pasen cosas ( para eso ya están los culebrones)  y que su final tenga que sorprendernos hasta el punto de que el libro se nos caiga de las manos, sino que lo que pase esté bien contado y el final fluya manso como esos ríos que mueren en la mar con la serenidad de un ocaso. Y la Cather, quizá por esa dieta de ostras y champagne,  escribía muy bien, pero que muy bien. El que tenga dudas que lo compruebe leyendo esta maravillosa novela.

 

 

EL TORPEDERO TUCUMÁN



Un hombre, pese a su condición de parlamentario, está recluido en la Cárcel Modelo de Madrid. Las autoridades (por llamarlas de alguna forma) ni se han preocupado en juzgarlo. Por una presunta úlcera gástrica, esas mismas autoridades consienten para que sea llevado a una clínica privada. Desde allí, disfrazado de mujer, llega hasta la Legación de Holanda desde la que, disfrazado de militar republicano, llega hasta Alicante en donde lo esperan su mujer y sus hijos. Ahora, con  el simulacro de que es un marino argentino embarca en un torpedero y junto a su familia, consigue llegar hasta Marsella. Allí se enterará de que sus hermanos, José y Fernando, habían sido "sacados" de la cárcel de las Ventas y fusilado sine iudicio  en la puerta del cementerio de Aravaca. Fue una herida que no se le cerró en los ciento dos años que vivió. El barco que llevó a ese hombre se llamaba el Torpedero Tucumán y era un destructor de bandera argentina. El hombre, Ramón Serrano Súñer.