domingo, 25 de octubre de 2020

PUEDEN MÁS DOS TETAS QUE DOS CARRETAS



En este día de finales de octubre en el que la lluvia resbala por mis cristales, quiero hablaros de Hipérides, gran orador ático que era un gran aficionado a los placeres de la buena mesa, del vino y de las mujeres. Había sido discípulo de Platón y de Isócrates, pero a él lo que le gustaba era darse cada día un paseíto por el mercado de pescados y, de paso, contemplar a las cortesanas que anduvieran por allí. Tanto fue su gusto por el bello sexo que mantuvo a tres heteras a la vez: Mirrina, Aristágora y Fina. Como le parecía poco, también mantuvo una relación con Friné, famosísima hetera, que no le iba a la zaga a Aspasia, la compañera de Pericles. En fin, Finé fue acusada de impiedad (como Sócrates) y juzgada. Hipérides se encargó de su defensa, pero no conmovió al jurado pese a que la había defendido con gran ardor y, aun teniendo unas enormes dotes retóricas, no pudo conseguir la absolución para su amada Finé. Fue entonces cuando tuvo una idea genial, una ocurrenza prelibata como se dice en Il Barbiere: fue hacia la acusada, la llevó al centro de la sala y le rasgó la túnica. Entonces quedaron a la luz los pechos de le hetaira que debían ser tan hermosos que, lo que no consiguió la palabra de Hipérides, lo consiguieron sus tetas pues el tribunal, a la vista de semejante hermosura que iba a ser entregada a la cicuta, la absolvió. Ya veis, con razón dice el refrán que “pueden más dos tetas que dos carretas”.



 

sábado, 24 de octubre de 2020

LA PRIMERA ( Y ÚNICA) SINFONÍA DE BIZET Y LOS RELATOS CURATIVOS DE DON MARTÍN LLADE

 


La otra mañana, camino de las clases, me deleitaba don Martín Llade con su relato sobre Bizet y su primera y única sinfonía. Hacía muchos años que no escuchaba la obra y andaba ésta por los estantes de mi discoteca sin pena ni gloria. Sin embargo, la audición de tan hermosa música en forma de pequeños fragmentos que ilustraban el relato de Llade me hizo notar la belleza de ese Andante con ese solo de corno inglés verdaderamente maravilloso. Y, desde aquel día, he vuelto a escuchar la obra con verdadero placer y me ha dado en pensar que, en música como en todo, necesitamos un dedo amigo que nos señale la belleza que, en muchas ocasiones, se queda escondida en el polvo de los anaqueles. No voy a mencionar a Bécquer porque es muy manida la cita, aunque muy cierta. Gracias a la mano de Martín Llade he recuperado la Sinfonía nº 1 de Georges Bizet. Gran programa el de don Martín que ayuda a sus oyentes y nos deleita con esas narraciones maravillosas que nos sirven de elixir ( sin duda d’amore) para entrar en nuestros trabajos con un espíritu como tan sólo la música y la palabra de Martín podría hacernos entrar. Gracias por su programa, señor Llade. Es usted mi amigo que todas las mañanas me acompaña al trabajo y que hace que Radio Clásica sea, ante todo, una gran familia.

DEMETRIO DE FALERO Y LOS ORINALES


Os sigo contando anécdotas del mundo griego que son siempre ilustrativas. Fue Demetrio de Falero un hombre de origen muy humilde pues su padre había sido esclavo, pero eso no le impidió ser discípulo del mismísimo Aristóteles a cuyas clases asistió en el Liceo. Casandro, el hijo de Antípatro, lo puso al frente de Atenas y la gobernó de forma tan excelente – cosa rara en un filósofo pues los intelectuales no suelen ser buenos políticos-, que los atenienses le honraron con 360 estatuas repartidas por toda la ciudad. Sin embargo, en el 307 a. C. , Antígono y su hijo Demetrio Poliorcetes, que significa en griego “el destructor de ciudades”,  se apropiaron de Atenas y echaron al otro Demetrio que la había gobernado con sabiduría durante diez años. Al encontrarse con tantas estatuas del anterior gobernante, decidieron fundirlas y muchas de ellas se usaron para fabricar orinales. Es fama que el pobre Demetrio de Falero dijo: “Han derribado mis estatuas, pero no la virtud por la que me fueron dedicadas”.  Se marchó de Atenas, pero, como era un hombre culto, encontró trabajo en la Biblioteca de Alejandría y llegó a ser su director. Esta anécdota me gusta contarla en clase porque nada hay más estúpido que la soberbia. Un santo que no voy a nombra decía: “¿Tú…soberbia? -¿De qué?” Ya veis, nuestras estatuas pueden acabar convertidas en orinales. Sic transit gloria mundi.

domingo, 18 de octubre de 2020

LOS TORNADIZOS ATENIENSES Y PERICLES

 


Conviene, en estos tiempos  horrorosos de pandemia, leer cómo lo soportaron otros que también padecieron tristes pestes. El caso de Atenas ya lo hemos traído a colación y volvemos hoy a sacarlo para hacer un pequeño comentario de cómo el pueblo se acabó cansando de Pericles y casi, casi le culpaban de la epidemia y de los males de la guerra pues es menester recordar que la terrible peste se abatió sobre Atenas en medio de la Guerra del Peloponeso que el pueblo venía sufriendo durante muchos años.  Y , ahora, encima, una terrible peste que hacía que personas y animales murieran por las calles. Pericles dirigió un discurso muy duro al pueblo que nos recoge el gran Tucídides. Entre otras cosas les dijo:

         “Conmovidos por la desgracia de vuestras casas, os despreocupáis de la salvación común y me hacéis a mí responsable que soy el que os animé a luchar. Yo soy el mismo, yo no he cambiado. Vosotros, en cambio, sí que habéis cambiado pues sois de naturaleza mudable. Lo que ha pasado es que os dejasteis convencer cuando nada os había ocurrido, pero, sin embargo, ahora os arrepentís cuando os ha alcanzado la desgracia.

         Esa idea de que el pueblo es tornadizo la recoge Shakespeare en su Marco Antonio.

         Os dejo el texto griego cuando Pericles afirma su inmutabilidad frente al pueblo y sus veleidades:

καὶ ἐγὼ μὲν ὁ αὐτός εἰμι καὶ οὐκ ἐξίσταμαι· ὑμεῖς δὲ μεταβάλλετε, ἐπειδὴ ξυνέβη ὑμῖν πεισθῆναι μὲν ἀκεραίοις, μεταμέλειν δὲ κακουμένοις,(…)

         Fijaos en ese verbo, μεταβάλλετε, referido a los muy tornadizos atenienses y el καὶ ἐγὼ μὲν ὁ αὐτός εἰμι καὶ οὐκ ἐξίσταμαι, “yo soy el mismo y no cambio” que nos describe la pétrea actitud de Pericles.

         Y, sobre todo, pensemos en nosotros mismo en estos días terribles en que seguimos soportando la peor pandemia en muchos siglos. ¿Somos acaso también nosotros tornadizos como los atenienses del siglo V? Ya me contaréis.

lunes, 12 de octubre de 2020

DIÓGENES Y TRUMP

La anécdota es muy breve y archiconocida, pero tiene un gran encanto. Imaginemos que estamos tranquilamente y se nos presenta el del tupé de panocha. Con esa carita que Dios le ha dado nos dice: “Soy Donald Trump, el presidente de EEUU”. ¿Habríamos tenido la valentía de Diógenes para plantarle cara? No sé, no sé…

Ἀλεξάνδρου ποτὲ ἐπιστάντος αὐτῷ καὶ εἰπόντος, « Ἐγώ εἰμι Ἀλέξανδρος ὁ μέγας βασιλεύς, » « Κἀγώ, » φησί, « Διογένης ὁ κύων. 

Estando en una ocasión Alejandro frente a él y, al decirle: “Yo soy Alejandro, el gran rey”, le contestó: “Y yo Diógenes “el perro”.

         Así se hace frente a los poderosos: con el más rotundo y perruno desprecio.



 

METROCLES, CRATES Y LAS LENTEJAS

 


Vamos ahora con otro cínico, un tal Metrocles, que tuvo la inestimable ayuda de Crates para resolver este caso.

 

Μητροκλῆς, ἀδελφὸς Ἱππαρχίας, ὃς πρότερον ἀκούων Θεοφράστου τοῦ περιπατητικοῦ τοσοῦτον διέφθαρτο ὥστε ποτὲ μελετῶν καὶ μεταξύ πως ἀποπαρδὼν ὑπ' ἀθυμίας οἴκοι κατάκλειστος ἦν, ἀποκαρτερεῖν βουλόμενος. Μαθὼν δὴ ὁ Κράτης εἰσῆλθε πρὸς αὐτὸν παρακληθεὶς καὶ θέρμους ἐπίτηδες βεβρωκὼς ἔπειθε μὲν αὐτὸν καὶ διὰ τῶν λόγων μηδὲν φαῦλον πεποιηκέναι· τέρας γὰρ ἂν γεγονέναι εἰ μὴ καὶ τὰ πνεύματα κατὰ φύσιν ἀπεκρίνετο· τέλος δὲ καὶ ἀποπαρδὼν ἀνέρρωσεν αὐτόν, ἀφ' ὁμοιότητος τῶν ἔργων παραμυθησάμενος. Τοὐντεῦθεν ἤκουεν αὐτοῦ καὶ ἐγένετο ἀνὴρ ἱκανὸς ἐν φιλοσοφίᾳ.

 

 

Metrocles, el hermano de Hiparquia,  que primero fue alumno de Teofrasto el peripatético, se hizo tan fino que, como, en una ocasión, en medio de un ejercicio,  se le escapara un pedo, se había encerrado en su casa lleno de tristeza por lo sucedido con la intención de dejarse morir de desánimo. Al saberlo Crates, al que habían avisado para socorrerlo, acudió a su casa después de haberse hartado de lentejas y le intentaba persuadir de que no había hecho nada feo pues cosa milagrosa hubiera sido impedir la salida de unos gases que seguían su proceso natural. Finalmente, tirándose unos pedos, lo convenció, aportando el consuelo con acciones semejantes. A partir de eses día, siguió sus enseñanzas y llegó a ser un hombre cabal en filosofía.

EL BÍPEDO IMPLUME

 


Vuelvo al ataque con Diógenes que tiene la fuerza del descaro, de la desvergüenza, en definitiva, de algo tan griego como fue la παρρησία que tanta falta nos está haciendo hoy en día frente a esta raza tóxica de políticos que nos ha tocado vivir. La anécdota es archiconocida y ha sido, es y será usada por los profesores de filosofía para llamar a sus alumnos algo permitido. En fin…

Πλάτωνος ὁρισαμένου, Ἄνθρωπός ἐστι ζῷον δίπουν ἄπτερον, καὶ εὐδοκιμοῦντος, τίλας ἀλεκτρυόνα εἰσήνεγκεν αὐτὸν εἰς τὴν σχολὴν καί φησιν, « Οὗτός ἐστιν ὁ Πλάτωνος ἄνθρωπος. »

Platón, tras haber definido al hombre como un bípedo implume, recibió muchos aplausos. Diógenes desplumó un gallo y lo arrojó en medio de la escuela diciendo: “Aquí está el hombre de Platón”.

 

domingo, 11 de octubre de 2020

LAS COSAS DEL CÍNICO DIÓGENES DE SÍNOPE

 


         Diógenes de Sínope fue un filósofo cínico que no se paraba ante nadie. Os he seleccionado y traducido tres anécdotas que recoge Diógenes Laercio en su Vida de los filósofos ilustres. Espero que os gusten.

38. Ἐν τῷ Κρανείῳ ἡλιουμένῳ αὐτῷ Ἀλέξανδρος ἐπιστάς φησιν, « Αἴτησόν με ὃ θέλεις. » Καὶ ὅς, « Ἀποσκότησόν μου, » φησί

Alejandro Magno le dijo a Diógenes que estaba tomando el sol en el Craneo: “Pídeme lo que quieras”. Y Diógenes le contestó: “No me hagas sombra”.

Μακρά τινος ἀναγινώσκοντος καὶ πρὸς τῷ τέλει τοῦ βιβλίου ἄγραφον παραδείξαντος « Θαρρεῖτε, » ἔφη, « ἄνδρες· γῆν ὁρῶ. »

Cuando uno que llevaba leyendo mucho tiempo dejó ver al final del libro un espacio en blanco, Diógenes dijo: “¡Ánimo, amigos, que ya veo tierra!”

57 Εἰς Μύνδον ἐλθὼν καὶ θεασάμενος μεγάλας τὰς πύλας, μικρὰν δὲ τὴν πόλιν, ἔφη, « Ἄνδρες Μύνδιοι, κλείσατε τὰς πύλας, μὴ ἡ πόλις ὑμῶν ἐξέλθῃ. »

57.  Al llegar a Mindo y ver tan grandes portones, pero, sin embargo,  una ciudad tan pequeña, dijo: “¡Ciudadanos de Mindo, cerrad los portones para que no se os escape la ciudad!”