lunes, 27 de septiembre de 2021

DON FRANCISCO PÉREZ BAYER, PROFESOR DEL INFANTE DON GABRIEL DE BORBÓN

 


No se puede entender el siglo XVIIII en España sin la figura de Francisco Pérez Bayer. Nacido en Valencia un 11 de noviembre de 1711, estudió el bachillerato en cánones en Gandía y su formación universitaria se dividió entre Valencia y Salamanca. Tras la expulsión de los jesuitas. Pérez Bayer se ganó el favor del gobierno presidido por Ricardo Wall y también la ayuda de personajes como Campomanes. Consiguió una beca para estudiar en Italia en donde conoció al famoso hebraísta Biagio Ugolino y, de paso, al futuro rey Carlos III. Fue nombrado preceptor de los infantes reales y su influencia en la cultura española fue creciendo de día en día. Llegó a ser Bibliotecario Mayor en la Biblioteca Real en 1783 y se ganó la fama como experto en numismática. También profesó como catedrático de hebreo, latín y griego y fue un reputado arqueólogo. Sin embargo, para mí, lo que más me importa es que, al ser nombrado preceptor de los infantes tal y como hemos dicho unas líneas más arriba,  fue el profesor del infante don Gabriel, el hijo de Carlos III que se tradujo la salustiana Conjuración de Catilina y cuya traducción se puede encontrar aún en la Colección Austral, esa más que querida y familiar colección de Espasa Calpe. Del infante hablaremos otro día. Por hoy, tan sólo deciros que falleció su maestro en Valencia, amena ciudad del Turia y de las Fallas, un 27 de enero de 1794 cuando contaba ochenta y tres años muy bien empleados. También me  falta deciros que,  en otra entrada,  hablaré de don Gregorio Mayáns y Siscar, gran erudito a cuyo conocimiento debo a don Antonio Fontán que fue maestro mío en los curso de doctorado y del que, cuando tenga tiempo, os hablaré.  Et dixi.

LAS ALELUYAS DE LA TOJA Y OTRAS HISTORIAS CURIOSAS

 


He encontrado, navegando por Internet, estas curiosas aleluyas sobre la isla de La Toja en la que se cuenta la historia del burro que se curó las heridas con las aguas salutíferas del manantial. Otros dicen que fue un cura el que, enfermo de la piel, entró en la isla y se curó; otros, que el manantial de aguas termales era conocido por los marineros que, al pisar en el manantial,  notaban las aguas calientes y se lo achacaron ao demo y que fue esa la causa de construir la iglesia en donde se casaron Rajoy y Viri y en donde se escribe el nombre en las numerosas conchas que cubren sus paredes. Luego vino el marqués de Riestra, el dueño de Pontevedra ( se decía en el siglo XIX que España tenía cincuenta y una provincia porque la ciudad de Teucro y su provincia eran del marqués que, si los datos no me fallan, era asturiano de nacimiento) y otras historias curiosas que ahora no puedo contar. En fin, otro día entramos en detalles.

 

¡Acercaos, buenas gentes, las palabras de este peregrino a escuchar!
Si Dios guarda vuestros corazones, durante años las podréis disfrutar.

Vengo de Roncesvalles, por el camino Xacobeo andando,
e increíbles historias quiero a vuesas mercedes contar.
Hazañas y leyendas por aldeas y pueblos voy cantando.
Maravillas desconocidas que nadie se puede explicar.

En el año del Señor de 1837 aconteció un hecho extraordinario
que ha pasado de padres a hijos,
hasta llegar a mis oídos.

Escuchad con atención la historia de un borrico,
pues para saber a dónde vamos
hay que saber de dónde venimos.

¡Galicia!, tierra de penumbra,
vio nacer en su seno
un cura de muchas luces.
Era hombre culto y resabido,
por la mano de Dios tocado.

Mas quiso la fortuna
ponerlo en un apuro.

Estaba el pobre cura
en la Ría de Arosa perdido.
En una isla desierta,
donde la muerte acecha.
Tierra pobre y árida
donde sólo había unos pocos pinos.
Iba el capellán en un burrito,
para tan gran hombre poca montura,
aunque sabia y llena de cordura.

El pobre animal, de tiñas y mataduras,
tenía cubierta su piel dura.
Tal era su lamentable estado
que el cura decidió abandonarlo.
Mas, al ser hombre de iglesia no quiso matarlo.

Así fue como el cura con ojos lagrimosos
abandonó el burro entre rastrojos.

Pasados unos meses el capellán volvió a la isla
para dar al burro cristiana sepultura.
¡Cuál fue su sorpresa al ver que corría
y que todas sus heridas tenían cura!

Arrodillado dio a Dios gracias
por la milagrosa curación.
Mas cuando estaba por la sexta oración
vio al burro en un charco revolcado.
Al principio creyó que era pecado.
Acercóse a exorcizar el animal
y vio que no era Belcebú,
ni falso, ni tabú,
sino una ciénaga salutífera
la que sanó a la criatura.

¡Los caminos del Señor son inescrutables!
Aquella tierra triste y desolada
se convirtió por hechos inexplicables
en alegre y fecunda.

Aquí acaba la narración de esta hoja,
la de una isla que hizo historia
al estar tocada por la gloria
conocida de todos por el manantial de La Toja.

 

domingo, 26 de septiembre de 2021

HOY COMAMOS Y BEBAMOS...

 


Me pedía el cuerpo desde hacía un tiempo publicaros una traducción de esta pseudo anacreóntica. Y así lo he hecho. No porque esté de acuerdo con aquello de “hoy comamos y bebamos que mañana ayunaremos” sino por la influencia que este tipo de poemas tuvo en la literatura occidental. No es momento, pero recordemos a Quevedo o a Meléndez Valdés. Os va primero el texto griego y luego mi más que humilde traducción:

 



Ὅταν πίνω τὸν οἶνον

εὕδουσιν αἱ μέριμναι.

Τί μοι γόων , τί μοι πόνων,

τί μοι μέλει μεριμνῶν;

Θανεῖν με δεῖ, κἂν μὴ θέλω.

 

Πίωμεν οὖν τὸν οἶνον

τὸν τοῦ καλοῦ Λυαίου.

σὺν τῷ δὲ πίνειν ἡμάσ

εὕδουσιν αι μέριμναι.

 

Cuando bebo vino,

se me adormecen las penas.

¿Qué me importan a mí los sufrimientos,

qué los lamentos y los pesares?

Me tengo que morir aunque no quiera.

Bebamos entonces el vino,

el del bello Lieo

Al beber nosotros,

las penas se adormecen.

 

Tan sólo deciros que Lieo era un sobrenombre de Baco que significa el libertador. Pues nada, hoy comamos y babamos que mañana moriremos…

 

LOS DOS HOTELES DE LA TOJA

 


Desde muy pequeño conozco el balneario de La Toja en donde  a los pobres tan sólo nos dejaban jugar en los jardines, en ese mini golf tan cuco que tienen. Como en un mundo lejano, se aparecía el ensueño del Gran Hotel con sus toldos naranja que protegían del sol a unas habitaciones que nos resultaban tan lejanas e inasequibles como los coches que se paraban a la puerta del Gran Hotel. Para los veraneantes pobres pero felices, Paco Mateos, Chiqui,  Arturo,  Merce y mi familia,  eran las mulleres que vendían collares de conchas, visitar la ermita cuyas paredes también están llenas de conchas (por cierto, en ella se casó Rajoy con Viri)  y hacernos fotos en la hermosa baranda que da al mar. Todo esto viene a cuento porque, el otro día,  viendo unas fotos antiguas de La Toja, me llevé la gran sorpresa de mi vida al contemplar cómo era el Balneario antes y después de la reforma (más que reforma, fue tirar el antiguo y construir el moderno allá por los años cuarenta del pasado siglo). En este hotel, veraneaba don Federico Romero Sarachaga con sus hijas, Socorro y Pilar, y de boca de Socorro, que era mi pediatra, escuché cómo se cayeron una vez al mar y un marinero las rescató. El marinero iría en camiseta como los marineros de Luis Cernuda y le habría servido al sevillano para alguno de sus poemas. Puesto que, como es lógico, no tengo la foto del marinero cernudiano, os pongo el antiguo balneario y el moderno, aquel que construyeron en los años cuarenta del siglo pasado.

LA PARSIMONIA OLMEDANA

 


El otro día, en Olmedo, mientras nos tomábamos un café mis compañeros y yo, me fije en un grupo de señores mayores que partían unos tomates rojos y divinos de sus huertas, les echaban sal y, tras paladearlos y cuando ya habían llegado a sus estómagos, los regaban con un buen vino. Y se me vino a las mientes que para ser feliz no hace falta tener tanto dinero como Messi, ni como los youtubers, ni como algunos políticos malnacidos. Como bien sabían los romanos       (que a eso le llamaban parsimonia) se puede ser muy feliz disfrutando de cosas pequeñas. Ese creo que es el secreto de la vida y de la paz de espíritu. Esos agricultores olmedanos, seres virgilianos sin saberlo, estaban dando una lección de “vita beata” a todos los que se acercaban a aquel bar. Lo malo es que no todos los que pasaaban con el ruido y la prisa la entendían. O fortunatos nimium, sua si bona norint agricolas! que en Román paladino dice: ¡Oh, afortunados agricultores, si conocieran sus bienes!

 

LUIS ÁNGEL FERNÁNDEZ, EL MEJOR DULZAINERO DE ESPAÑA

 


En la entrada anterior, os he hablado de Librado Rogado, el excelso dulzainero lagunero de adopción y salmantino de nacimiento. En ésta, quiero hablaros de, en palabras de Carlos Núñez en su concierto vallisoletano de hace unos días, “el mejor dulzainero de España”. Y no exagera el vigués: primero, porque sabe de lo que habla y, segundo, porque,  cuando le oyes tocar a este dulzainero sientes, más o menos, que la dulzaina ya no sólo es un instrumento lleno de expresión, sino que es la expresión misma de un hombre y músico lleno de sensibilidad, musicalidad y sentimiento. Luis Ángel Fernández, - “el Paco de  Lucía de la dulzaina” como escuché alguna vez-, es un músico tan excelente que emociona y emociona porque ha conseguido que su dulzaina sea el trasunto de su alma de la Tierra de Pinares, de esos pinares en donde la niebla sueña con atardeceres de oro. Luis Ángel se toca la Jota de Íscar, se bate en duelo con Ramiro González en Divertimento Folk, - Ramiro (del que ya hablaré en otra entrada) luchando con su gaita e interpretando un reel y Luis Ángel dándole la réplica con unas habas- o interpreta el Aria de la Suite nº 3 de Juan Sebastian Bach. Y todo lo hace con la misma maestría, con la misma emoción, con la misma sabiduría. Confieso que Luis Ángel me ha hecho llorar de emoción muchas veces, pero nunca como cuando tocó, en honor y en recuerdo de un joven de Aldeamayor que falleció por el puto COVID, el “Silencio”. Su dulzaina, como un ángel, fue recorriendo las calles de la villa de San Martín y se fue posando en los corazones doloridos por la pérdida de este joven vecino. A Luis Ángel le he oído tocar muchas veces; ahora lo veo en “Con la música a todas partes” y disfruto porque también presenta muy bien y hace al programa muy ameno.  Creo que Carlos Núñez tiene razón: estamos ante el mejor dulzainero de España y, me gustaría añadir, ante una excelente persona. Gracias, Luis Ángel, por hacernos disfrutar con tu arte, con tu emoción y con tu sentimiento.

 

EL MAESTRO DE LA DULZAINA LIBRADO ROGADO

Hace ya muchos años ( no es menester precisar cuántos) mi padre me llevó a la casa de Jonás Ordóñez, dulzainero de Laguna de Duero, para comprarme una dulzaina. Recuerdo aquella tarde de julio, la casa de Jonás y mi alegría. Era una sencilla dulzaina de tres llaves con la que estuve dando la lata algunos años. Luego, vino la de ocho con la que también destrocé los oídos de muchos sufridos vecinos. Mi abuelo Julio, para poner remedio a mi poca pericia, me dijo que conocía a un señor, que era guarda de FASA, y que trocaba muy bien la dulzaina y, un buen día, se lo llevó a su casa y aquel señor que trabajaba en FASA grabó una cinta entera de temas de dulzaina en aquel viejo cassette PHILIPS que abuelo Julio llevaba siempre encima como San Tarsicio la Sagrada Forma. Aquel hombre tocaba de maravilla, con una expresión, con una musicalidad como jamás había escuchado a ningún dulzainero. En sus manos, la dulzaina era un  instrumento lleno de expresión que te hacía llorar o te llenaba de alegría en las jotas y pasodobles. Aquella cinta la escuché mil veces y nunca me cansaba de escucharla porque yo quería tocar como aquel guarda que conocía mi abuelo Julio de tomar el café juntos. Al poco, supe que aquel sublime dulzainero se llamaba Librado Rogado, que era de Salamanca, que había sido músico militar y que una vida quizás con poca suerte (no conozco los detalles) le había llevado a estar en la FASA. Años más tarde, tuve la fortuna de disfrutar de su arte, cuando Librado ya navegaba por los ochenta, en el grupo folk Abrojo, ese grupo lagunero en el que canta Pedro Fraile Enjuto, primo de los Enjuto que son familia mía por parte de mi mujer. Pero volvamos a lo que interesa porque las cuestiones de familia nos alejan del tema y del dulzainero “divino”. Librado Rogado, - del que ni siquiera sé si vive o ha muerto-, tocaba con un gusto tan exquisito y con un estilo tan especial que se empezó a hablar del “estilo Librado” para intentar definir la máxima expresión en dulzaina. Aquel salmantino  me hizo ver cómo la dulzaina pudo ser en manos de grandes dulzainero un instrumento con el que se tocaban preludios de zarzuelas, pasodobles, boleros y hasta “música culta”, esa expresión que a mí, que tanto me gusta la música sin etiquetas,  tanto me repele pues las obras de mis querido compositores clásicos están llenas de temas populares.  Pero de eso ya no podemos tratar en esta entrada.

Nunca toqué bien, pero ponía empeño y, al final, aquí las tengo en casa, más o menos, como el arpa becqueriana. Alguna vez las sacó de la vieja caja que me hizo mi madre, echo un par de lágrimas por los recuerdos y las vuelvo a guardar. Antes, eso sí, he machacado a los vecinos de Boecillo con mi espantosa versión de algunas jotas. Que Deus me perdoe.



 

lunes, 13 de septiembre de 2021

POETA NOBIS NATUS EST O LA POESÍA DE MARIO OBRERO

 


Mucho había oído hablar de Mario Obrero y me compré su libro para poder ver qué había en ese jovencísimo autor pues el “niño” tan sólo tiene diecisiete años. La verdad es que, si tienes el pelo largo, te declaras ateo y además un poquito de izquierdas, tienes que ser poeta, pero, ¡ojo!, no necesariamente buen poeta y Mario Obrero es un buen poeta. No me gustan los poemas que son prosa porque es una contradictio in terminis, pero le reconozco unas imágenes poéticas de gran belleza y muy surrealistas, esa corriente que cien años después sigue teniendo adeptos. De verdad que me parece que el chico escribe bien y que, dada su asquerosa y repugnante  juventud, tiene un gran futuro. Poeta nobis natus est.

LOS RENGLONES TORCIDOS DE DIOS

 


 Me he leído Los renglones torcidos de Dios de don Torcuato Luca de Tena y me he encontrado con una novela apasionante que tiene su punto de novela negra (eso se lo dejo a la opinión de Jesús Sanz Rioja, el hombre que más sabe de novela negra al sur del Pisuerga) y que recoge el durísimo ambiente de un hospital psiquiátrico. Para conseguir el ambiente de la novela., don Torcuato se internó en Conxo, el psiquiátrico santiagués, durante un tiempo y contó además con el asesoramiento de Vallejo Nájera que, al final, se acabó enfadando con él por entrar en un psiquiátrico como enfermo. Pero don Torcuato quería “empaparse” de lo que viven a diario estos “renglones torcidos” y quería ser un “renglón torcido” más.

         Muy bien escrita, con un castellano que “ya no se lleva”, pero que es precioso, con unos diálogos precisos y bien construidos pues no en balde fue  Luca de Tena escritor de comedias, tiene la novela el lenguaje de la “alta comedia” que tanto se echa de menos en los tiempos que corren en que también a la literatura ha llegado la moda de lo “bajuno” y lo soez. Alice Gould es una señora “bien”, culta y forrada de dinero que se ha casado con Heliodoro, un hombre poco cultivado y un tanto basto.  Con estos y otros muchos personajes, Luca de Tena va llevando al lector por los pasillos de su relato que pende de una premisa: no sabemos si Alicia finge su paranoia o la padece realmente.

         Finalmente, quisiera decir que Don Torcuato rinde un cálido homenaje a los abnegados “batas blancas” de un hospital psiquiátrico que tienen que convivir a diario con casos terribles de demenciados y otros tipo de enfermos psiquiátricos en una labor callada, poco reconocida y de gran valor humano. Son sin duda grandes profesionales que merecen todo los aplausos del mundo desde todos los balcones del mundo.

         Muy buen esta novela que ya llevaba mucho tiempo queriendo leer y que me deja con ganas de atacar otra del mismo autor.

LEER A GALDÓS

 


Ya sabéis que gusto de leer los Episodios Nacionales de Galdós y que, como escribió tantos, siempre tengo alguno por leer que es una promesa de placer lector de primera categoría. Esta vez le ha tocado el turno a La revolución de julio, ése que hace referencia a la “Vicalvarada”. Si antes he dicho que la lectura de Galdós es siempre un placer, tengo que matizar un poco lo dicho pues, al ser un espejo del siglo XIX, el lector se encuentra con “la España eterna” de mangantes en gobiernos absolutamente ineptos que tenían a un pueblo en las más absoluta de las miserias. Así el palacio de María Cristina, santa viuda de Fernando VII, era un nido de intrigas, y comisiones por, vaya un ejemplo, las concesiones de los ferrocarriles. Las turbas queman el palacio, pero no tan española costumbre que, más tarde, ya a finales del siglo XX, se repitió con el AVE. Y, mientras lees, te va entrando una tristeza ácida porque te vas dando cuenta de que nunca cambiaremos, que España ha tenido la desgracia de tener unos gobiernos tan nefastos que es un milagro que siga todavía en pie como país (o lo que queda del país). La “Vicalvarada” fue una revolución de andar por casa, una revolución de amiguetes (otra palabra muy española), una revolución que, atentando contra la etimología de esta palabra tan manoseada, dejó las cosas como estaban. A veces, leer a Galdós produce una honda pena, pero su lectura es absolutamente necesaria para entender España y entendernos nosotros, ese sufrido pueblo al que nos llaman españoles y  de los que dijo don Antonio Cánovas – por cierto, también metido en esta revolución- que éramos aquellos que no nos habían dejado ser otra cosa. Pues si lo dijo don Antonio, amén.