martes, 30 de junio de 2015

LA INSISTENCIA EN LUZBEL DE MANFRED







Llevo este mes ya muchos comentarios y entradas sobre la obra, la gran obra de Lord Byron, y quiero hablaros del último que he leído, de su Manfred. Lo primero, decir que lo tenemos en castellano en una espléndida traducción de Enrique López Castellón, Catedrático jubilado de la Universidad Autónoma de Madrid. El tema de Manfredo, ese noble fáustico que vive con su culpa en su castillo de los Alpes, gustó a Schumann que le dedicó su Manfred, poema con texto en alemán basado en la obra de Byron, y a Tchaikovsky que escribió su sinfonía Manfred. Pero ¿que es lo que tiene Manfred que tanto atrajo a los músicos románticos y postrománticos? Pues su alma romántica. Manfredo es un personaje de Byron que, como el corsario Conrado o como Childe Harold, viven en la soledad heroica. Pero es que además, Manfred, si me permite Francisco Brines robarle un título, revela una insistencia en Luzbel.  Sin dios ni dioses, perseguido por la culpa y sin poder conseguir el olvido purificador, Manfred dice al anciano:

-         No es difícil morir, mi buen anciano.

En fin, Manfred, no sé yo…

JUVENTUD SIN DIOS


 
Compré este libro lleno de expectativas pues tenía muy buenas referencias de él. Lo leí y sentí un cierto vacío, una sensación de que esa crítica a la juventud que acabó en las filas del nazismo no era como yo la había imaginado. Impecable de factura (soberbia, por cierto, la traducción de Berta Vías Mahou) y lleno de muy buenas ideas, sin embargo pensé tras su lectura que lo que el autor dedica al juicio podía haberlo dedicado a haber criticado con más dureza a esa juventud que, sin Dios, buscaban un amo fuerte y lo encontraron en el señor bajito y con bigote. Son cosas que pasan: a veces, una obra de grandísima calidad como es ésta no te acaba de gustar del todo porque, en nuestra soberbia, la hubiéramos escrito de otra manera. Pero para eso, tendríamos que haber sido Ödön von Horvarth y, como es público y notorio, no lo somos.

lunes, 29 de junio de 2015

UN POETA ALCARREÑO




A José Luis Estruch y a un servidor nos hacía gracia el título de un libro de  este poeta del que quiero hablaros: Diario de un trabajador. Y nos hacía gracia porque éramos jóvenes y acusábamos a un profesor de la Facultad, sin fundamento alguno, de ser muy vago y, entonces, ese título, decíamos, le venía que ni pintado para nuestro profesor. Pero como éramos jóvenes, muy jóvenes, no tuvimos tiempo de leerlo. Pasando el tiempo y ya con la carrera acabada, acudí a unas oposiciones a Guadalajara, al Instituto que hasta no hacía mucho se había denominado Brianda de Mendoza, pero que ahora había retomado su nombre originario: Liceo Caracense. En el bellísimo patio de este Instituto, aparecía y creo que seguirá una placa en la que hacía mención al poeta del que os quiero hablar. Y, por fin, en este mes de junio, cuando han pasado veinticinco años que sí que son algo, pese a lo que diga Gardel para los veinte, he leído una antología del poeta alcarreño en esas selecciones que hacía Austral. Su poesía es una poesía de alto voltaje que aleja cualquier payasada de las habituales entre los ganadores profesionales de concursos. Habla s de Dios y no se le cae nada; habla del hombre que sufre porque vive y vive pensando para los otros y tampoco se le cae nada; habla del campo con palabras que huelen a la Alcarria y tampoco pierde ningún atributo. También cuida la métrica del poema y trabaja con endecasílabos que se encabalgan porque lo que nos quiere contar este buen poeta no le cabe en el verso como antes no le cabía en la lengua. Un gran poeta olvidado, sepultado por el alud de libélulas temblorosas que le ha caído en desgracia a la poesía española.  Se llamó en el siglo Miguel Alonso Calvo, pero se le conoce  por su nombre artístico: Ramón de Garciasol, alcarreño de Humanes de Mohernando, amigo de Buero vallejo, con quien compartió mesas en el Instituto caracense y buen persona. ¿Alguien da más?

Pero a tu sombra, amor

Rompe el tabique, trae a la ceguera
el diálogo, tu música. Me llenas
de otra luz esta carne donde penas,
recuerdos van. Tú sigue, compañera,


cogida de mi mano. Me redime
esa voz tan alzada de romero,
de campo con simienza y caminero
paso. Veo en tu verbo, creo. Dime


por qué este olor -¿es mayo?-, cómo ha sido.
Habla o calla, mujer, pero a mi lado,
pero a tu sombra, amor, pero a tu oído,


pero a tus brazos. Habla o calla, esposa,
pero ahí. ¡No me sienta abandonado
sobre la Tierra inmensa, silenciosa!


 

TAN SÓLO POR LA LUZ LA SOMBRA EXISTE


Como en el caso que hace poco os comentaba de José Luis Parra, nada sabía de este poeta y cantautor madrileño que se llama Antonio Pastor Gaitero. De su libro, me enamoró el título tan rotundo: Tan sólo por la luz la sombra existe, un endecasílabo que decía, además, una verdad como un templo. Luego vinieron sus versos, antiguos, con ese sabor a vino con buena solera, a poesía de calidad. Y me gustó claro y le agradecí a ediciones Lastura ese buen ojo para publicar poetas de verdad ( los otros ya sabemos dónde publican y quiénes los publican). El 11 de junio pasado, en la caseta de Huerga&Fierro, leyó, entre otros, este poema:

Recibo la rutina que me asola

con el escudo que defiende el canto,

con el único escudo que levanto

a la luz y al color de la amapola.

 

La fuerza de tu mar, ola tras ola,

me protege de males con el manto

de tu sonrisa, al ritmo del encanto

que Ofenbach dejó en la Barcarola.

 

Día tras día intento al levantarme

pensando en ti, creer en la sonrisa,

mirando al sol que brilla en alcaceles.

 

Y me quedo en los labios que, al besarme,

me acercan a la sal que el mar precisa,

al cáliz que precisan los claveles.

 

Antonio Pastor Gaitero

 

¡Gracias, Maestro!

 

 

BERLANGA Y LOS MASURES O LA SULEIKEN DE LENZ



Mi amigo Rainer, el hombre más importante de Bonn después de Beethoven, me habló en alguna ocasión de Pomerania como una región “profunda” de Alemania, pero gracias al libro de Lenz ¡Qué bello era Suleiken!, he conocido otra que no le va a la zaga: Masuria, una región del sur de la Prusia Oriental que desde el siglo XII fue poblada por los eslavos mazovios, pero que pasó a ser alemana y, tras la Segunda Guerra Mundial, polaca. Lo cierto es que Siegfried Lenz va pintando cuadros de Masuria llenos de gracia y de buen humor y vemos en estos masures un cierto toque berlanesco que no podemos olvidar. Así, ese viaje del pueblo al completo, porque un vecino no quería ir sólo a una ciudad cercana, tiene todo el sabor de Berlanga en sus mejores tiempos. Un libro que nos hace reír el de este escritor, muy leído en Alemania,y que fue redactor del diario Die Welt.  Cuando pueda me iré para Masuria y bailaré la mazurka que, por si no lo sabíais nació en tan curiosas tierras.

 

BERNARDIN DE SAINT-PIERRE


Creo que es la primera vez que hago una entrada sólo para un autor y no para el autor y su obra, pero es que la vida de Bernardino de Saint-Pierre puede ser de todo menos aburrida. Nació en El Havre un 19 de enero de 1737, hijo de un empleado de las mensajerías de ese gran puerto francés. El muchacho estudió en los jesuitas en donde leyó Robinsón Crusoe que, pese a los que dicen que leer no sirve para nada, cambió su vida. Viajó a la Martinica y en una etapa juvenil fue casi todo: capitán, ingeniero, geógrafo, profesor de matemáticas, utopista convencido que se marcha a Rusia, en principio para fundar una colonia agrícola, pero con tiempo para seducir, según dicen, a Catalina II.  Va comisionado a Finlandia y luego a Polonia en donde ama a la princesa María Miesnik y, desde allí, se va a Dresde para caer en los brazos de una cortesana . Vuelve a París en donde como capitán de ingenieros se dedica, cansado de su vida anterior a escribir. Es entonces cuando escribe Pablo y Virginia y se la lee a mademoiselle de Lespinasse de cuyos salones era asiduo participante.. Esta obra le abre las puertas de la corte y es nombrado preceptor del Delfín, sucediendo a Buffon en el Jardín Botánico. A los cincuenta y cinco años se casa con la hija de su editor ( ¡Olé!), la joven Felicidad Didot, pero a los siete años enviuda. Lejos de quedarse como viudo ejemplar y sentido, Bernardino se vuelve a casar con Desiderata Pelleport con la que alcanza la felicidad y en cuyos brazos muere en Eragny, el 21 de enero de 1814.  El hombre que en su novela más conocida había opuesto el mundo “podrido” de la Europa del Antiguo Régimen al mundo idílico de la Isla de Francia resulta que no es precisamente un monje de clausura. Claro, es que, como decía mi abuelo Julio, el Alubiero, una cosa es predicar y otra muy diferente, dar trigo.

         ¿Quién ha dicho que los antiguos se aburrían y que hemos descubierto nosotros, pobres ilusos, la diversión y la fiesta?

        

 

PABLO Y VIRGINIA







Ya llevaba mucho tiempo, quizás años, queriendo leer la novelita de Bernardino de Saint- Pierre, Pablo y Virginia. La historia, al comienzo, me pareció una especie de Dafnis y Cloe ambientada en la Isla de Francia, la que conocemos ahora como Isla Mauricio, esa paradisiaca isla en las aguas del Índico ,  por el alejamiento de la muchacha  por culpa de ese viaje a Francia motivado por la malvada tía europea, pero , - y no quiero revelar el final-, la ausencia de anagnórisis, es decir, de encuentro final y reconocimiento de ambos protagonistas la aparta de la novela griega alejandrina o helenística. Sin embargo, no nos podemos quedar en que es tan sólo una simple de novelita de amor entre jóvenes que sufren su enamoramiento pues la novela va algo más allá. En primer lugar y tomando como punto de análisis los mundos, encontramos dos ámbitos opuestos: el mundo arcádico de la isla en donde reina una igualdad social y una bondad casi paradisiaca y el mundo Europeo que, podrido por el mal, estaba pidiendo una Revolución que no tardaría en venir. Si miramos la novela desde la perspectiva de la Religión,  encontramos la idea ilustrada de que el hombre ha sido hecho para su disfrute y que la Providencia vela por él.

En tercer lugar, vista desde un punto sociológico, la novela defiende la abolición de la esclavitud. Se me podrá refutar que en la novela hay esclavos, pero éstos son casi de la familia y los personajes “libres” tienen con ellos un trato exquisito.

En cuarto y último lugar, la novela refleja muy bien las ideas de Rousseau de que el hombre es bueno por naturaleza y que es la sociedad la que lo corrompe y así encontramos a “buenos salvajes” frente a la maldad de los civilizados europeos.

         Quiero además, ya para terminar,  tratar de esa consolatio, que en el más depurado estilo clásico ( Cf. el estudio sobre las Consolationes latinae de mi buen amigo Fernando Lillo Redonet) aparece ya hacia el final de la obra. Basta leerla con atención para comprobar que estamos ante una consolatio tipo con la consideración de la muerte como un bien y el aporte de ejemplos por los que es  preferible la muerte de Virginia que el que hubiera seguido con vida. (Sin querer os he revelado el final, lo siento).

         Por tanto, una novela interesante que recoge, con un tema aparentemente banal,  la ideas ilustradas que llevarían  en 1789 a la Revolución Francesa.

         Del autor, tengo tanto que contaros que lo hago en entrada aparte.

DOS CASUALIDADES



Un niño donostiarra recibe un día, como regalo, un arpa que su padre le había comprado en un anticuario. El arpa era un arpa pequeña, infantil, y el niño va poco a poco acariciando sus cuerdas y sacando sonidos. Luego vendrán años de estudio en San Sebastián, en Madrid y en París y, muy pronto, una gran carrera internacional que le encumbra a la fama y al reconocimiento por parte de crítica y público. Rodrigo le arregla para arpa su Concierto para Aranjuez y Ginastera le escribe su Concierto para arpa. Graba a los barrocos como Boieldieu y su prestigio hace que lleve por el mundo a San Sebastián y a España. Se estableció en Puerto Rico, como el gran Pau Casals, y en esta isla caribeña murió, lejos de su playa de La Concha y del monte Urgull. El niño donostiarra se llamaba Nicanor Zabaleta.

Unos niños indios, dos de los treinta hijos de un cacique local, yendo por la selva encuentran una guitarra que han perdido unos blancos. Sin saber qué era ese extraño artilugio que, en principio, hasta podía ser un arma de fuego, se la llevan hasta su tribu. Allí es examinado el extraño objeto por los sabios de la tribu y éstos declaran que no tiene peligro: los niños del cacique pueden jugar tranquilamente con ella. Y así lo hacen. Se ponen a jugar (play se dice en inglés tocar) la guitarra y empiezan por reproducir los toscos cantos de sus vecinos tribales. Un día, pasados unos años, alguien los lleva a tocar a Sao Paulo como una atracción casi de feria y logran un éxito inmenso hasta el punto que deciden aprender a tocar la guitarra “en serio” y, tras estudiar bien el instrumento, componen e interpretan algunas de las canciones que han quedado en la memoria de occidente, como por ejemplo, María Elena o Pájaro Campana.

         Estos hermanos brasileños alcanzaron la fama como los Indios Tabajaras, pues de esa etnia eran.

 
         Ya veis: dos casualidades . Para que luego digan que no hay que creer en la casualidad.

 

martes, 23 de junio de 2015

INFORME A LA SUPERIORIDAD





Confesar que se ha leído a Ángel Palomino puede constituir un delito de lesa lectura aunque aduzca en mi defensa que ha sido un libro pequeñísimo, de menos de treinta páginas y con un cuerpo del 19, es decir, gigantesco. Dicho esto, podemos deducir que el libro se lee en un pispás, pero aunque pequeño, es matón. Palomino nos cuenta las penas de un papa que sufre de ataques de estornudos y que, pese a rezar a su Cristo de alambre diseñado por un arquitecto, no consigue la curación  porque la curación le vendrá cuando descubra… No os lo voy a decir. Tan sólo que Palomino no va contra el Concilio, sino contra las malas interpretaciones que siguieron al Concilio y las consecuencias precipitadas que se sacaron de él. Es cierto lo que dice Palomino pues aún, casi cincuenta años después, quedan por ahí muchos sacerdotes despistados en su oficio que son un peligro para los feligreses. Creo que ya sabéis por donde voy y más ahora que la monja Forcades y la monja Caram ( que lleva una organización para ayuda de las familias desasistidas lo que demuestra que nadie es blanco o negro sino un mezcla de los dos) están metidas en los medios. Conviene leer este libro valiente y quitarse antes los prejuicios porque no son buenos para nada. Y especialmente para la lectura.

 

JOSÉ LUIS PARRA


Entono un mea culpa sincero porque no conocía, hasta esta lectura de junio, a un poeta de la valía y el empaque de José Luis Parra. La principal característica de su poesía es que es una poesía sentida, viva, santificada por el dolor, la alegría y el amor. Harto ya de una poesía fría que se presenta como plato de gusto en los concursos amañados para que se los lleven los de siempre, su poesía renueva mi lectura y nos ofrece a los lectores momentos de gran calidad. Poeta tardío (mejor es así que escribir sin tener nada que decir) su poesía es la poesía de un hombre maduro; la poesía de un hombre al que la edad le ha ido dando ese poso de fundamento y de solera. Como un buen vino de la Ribera del Duero, Parra ha ido envejeciendo como envejece todo poeta de raza, escribiendo y, de esta escritura, surgen poemas de gran belleza. Todo un hallazgo el de José Luis Parra que os recomiendo.

Acabo de saber que Parra murió en el 2012. Ponedme, por favor, este artículo en pasado.

EXORCISMO PARA ESE DÍA DE DIFUNTOS

Ámame ahora, en este mismo instante
de secreta aflicción; abate mi orgullosa
virilidad erguida y borra
con la salud de la pasión la anticipada
melancolía de ese otoño que abomino.

Ámame ahora, abrasa mis temores
alternando delicadeza y furia, y vayamos
luego al bar, al supermercado, maravilla del ojo,
deleite de elegir para la fiesta
de ser dos en la noche despoblada.

Ámame ahora y pídele a la vida,
mientras te quede fe suficiente para ello,
que cuando llegue el día de difuntos,
cuando la convivencia nos diseque
como el más refinado de los taxidermistas,

puedas poner tus pies sobre los míos
no como los clavos helados de una interminable,
atroz  crucifixión,
sino como las rosas ofrendadas
en memoria de la pasión ya muerta
y pueda redimirnos la ternura.

 

BERTA VÍAS MAHOU




Pues veréis, resulta que mi pediatra familiar se llamaba don Juan José Vías Torres, don José para mi familia. En mi colegio, había un compañero que se llamaba y se llama Manolo Vías Alonso. Como el apellido Vías no es muy corriente, mis padres le preguntaron al médico si había relación entre ellos y don José les dijo que mi amigo Manolo era hijo de su tío Julio. En fin, sirva este preámbulo para tratar de Berta Vías Mahou, eximia traductora que conocí leyendo a mi querido Stefan Zweig y que, después, como suele ser habitual entre grandes traductores, se ha decantado como buena novelista. Lo último que he leído de ella ha sido Juventud sin Dios de Hansvardt y, como siempre, su traducción es magnífica (del libro de este autor austriaco hablaré en su momento). Saber que un libro está traducido por Berta es garantía, primero de que es un buen libro y, segundo, de que nos vamos a encontrar con una gran traducción al castellano. Algo muy parecido me ocurre con Jesús Zulaika, cuya traducción de Mientras agonizo de Faulkner me sigue pareciendo ejemplar. Un servidor que en sus ratos libres se ha dedicado a traducir de varios idiomas sabe de la labor callada e ingrata del traductor que parece que, por fin, está teniendo reconocimiento y el traductor, en letra pequeña, como es lógico, aparece en la portada del libro. Gracias, Berta, por tus traducciones y, si tienes tiempo entre traducción y novela, cuéntame algún día qué relación familiar tienes con aquel amigo de la infancia al que ya no volvía a ver, Manolo Vías.

NON CHE HAI TERRA COMA ELA



De los carteles de mi infancia marinense, recuerdo algunos que siguen ahí tras el paso de los años. Ya os iré hablando de ellos porque reflejan una cultura a la que recuerdo y aprecio mucho. Pues veréis, en un cartel que había en la entrada de Marín pola carretera vella, había un lema que decía: NON CHE HAI TERRA COMA ELA.  Estaba claro lo que decía y para el que no entienda el gallego creo que también: es una alabanza típica a un lugar diciendo que no hay tierra como esa tierra. Es decir, ese amor perdonable a la patria chica aunque los galpones de don Ceferino Nogueira taparan en aquellos años el mar de Marín y, desde la alameda, no se sabía si estabas en Marín, tierra de marineros, o en Lalín, allá en el centro montañoso de la provincia. Ahora, al cabo de los años, me he dado cuenta de que no es tan sencilla la expresión y que merece un comentario que le hubiera gustado a don Antonio Ruiz de Elvira.

         En primer lugar hay que decir que el texto en cuestión pertenece a la Folíada de Marín, del marinense Francisco Landín Pazos, del que, si puedo, en este largo verano que ya empieza a campear, le dedicaré una entrada.

         El segundo lugar, tengo que decir algo de ese CHE que es el pronombre de segunda persona en complemento indirecto o, como decimos los latinos, en dativo singular (tibi).  Y hay que decir algo porque este dativo es un tanto especial, y así, según Lisardo Rubio, es el dativo más puro pues refleja mejor que  ninguno el que recibe el beneficio o el daño de la acción verbal. En Bassols, el dativo que cumple la función del CHE en nuestra copla de foliada, es el dativus ethicus, es decir, ese dativo que, como ya hemos dicho unas líneas más arriba, representa con más propiedad que ninguno la persona que recibe el daño o el provecho de la acción verbal. Lo vemos en una oración muy corriente entre madres y padres:

Mi niño no me come

El me no es el complemento directo de comer porque el niño no se come a los padres, sino que es el dativo ético porque está señalando la persona que recibe el beneficio, pero más la persona que está profundamente interesada en la acción del verbo.

En fin, ya lo dejo. Para que no digáis que no da de sí un cartel na carreteira vella de Marín.

 

EL CORSARIO DE LORD BYRON


Si el otro día os hablaba de Harold, hoy os hablo de Conrado, el corsario de Byron que llegó a esa ocupación  porque la vida lo arrastró a ello pues ya sabemos que la vida llevaba a los románticos a  emprender esas vidas al margen de la sociedad de ahí que los personajes como bandoleros, piratas y bandidos aparezcan con frecuencia en la literatura romántica. Bandoleros aparecen en nuestro Zorrilla; el pirata, en Espronceda y el corsario ( una especie de pirata “legal”) en Byron. También Schiller trató el tema de los bandidos en su obra Die Räuber que, ha poco, comenté en este blog. Nada falta en  esta obra del noble y cojo inglés: el pirata, la chica del pirata, los moros, la mora en su harén, el sultán malvado y, cómo no, la caballerosidad de Conrado que no puede tolerar que su rival muera a manos de una mujer. Estos corsarios eran gentes con su código de honor y todo y nada tenían que ver  con los ladrones actuales, pensemos en Francisco Correa, el Urdangarín o los sindicalistas andaluces y sus mariscadas que huelen a podrido desde Ciudad real. Y es que, como decía mi abuela Patrocinio, hasta para robar hay que tener educación y, lo más importante, estilo.

 

lunes, 22 de junio de 2015

ALICE MUNRO



Que Alice Munro escribe bien es algo que no es necesario que tenga que descubrirlo: como el valor en las cartillas militares tras una acción de guerra, es algo confirmado. Pero os voy a contar una historia desde el principio y despacito.
         Recuerdo que una mañana de junio de hace dos años, en un paseo y visita a  Margen, mi buen amigo, tantas veces citado en este blog, Manolo Cambronero, me hablo de Alice Munro y me la recomendó vivamente. Le hice caso, como siempre, y compré un libro de relatos que lo he tenido durmiendo casi dos años. No lo leía porque se me fueron metiendo  otros libros y porque el hecho de que le concedieran el Nobel también me hacía posponerlo para alejarme de cualquier perturbación que modificara mi lectura. Ahora, cuando con el devenir de las noticias nadie conoce a Alice Munro, he leído el tomito que me recomendó Manolo. Y la verdad, aun no siendo lo que cuenta fruta de mi gusto, reconozco su buen hacer literario. Os recomiendo e último cuento que bucea en la relación en una residencia de ancianos. No tiene desperdicio. Tampoco los otros que están narrados con gran maestría. Y es que los americanos del norte, léase canadienses y  estadounidenses, tienen un escribir bonito. Saben narrar y hacen de la lectura un suave placer, una aventura en la que el lector también participa. Gracias, Manolo.

domingo, 14 de junio de 2015

CHILDE HAROLD


Me acabo de leer La peregrinación de Childe Harold, la muy romántica obra de Lord Byron. Pese a que la traducción era en prosa, (o quizás por eso) he disfrutado mucho con esta lectura en que ese héroe, tan de Byron y tan Byron, recorre Portugal y España, luego cruza el Mediterráneo y se llega hasta Grecia,  se va para Waterloo y acaba en  Italia en el canto cuarto y último. Sobre este último canto se basó Berlioz para componer su Harold en Italia, esa obra para viola que, en principio encargada por el mismísimo Paganini que tenía por casa una viola y la quería usar,  no le gustó al gran músico italiano porque “había pasajes en los que no tocaba”. Sin embargo, estuvo en el estreno y por medio de su hijo le comunicó al músico francés su satisfacción por la obra. Tras esta lectura, es menester deciros que Berlioz no siguió la obra y, como dice en el libreto del CD (sigo oyendo la música en ese soporte y en un equipo de Alta Fidelidad), “deja en la obra una impronta melancólica, tal como el héroe de Byron era”.  Por tanto, no busquéis, con el programa en la mano, encontrar el recorrido de Harold por los Abruzzi, o la fiesta final. Berlioz tomó el espíritu del héroe, ese hombre que “estuvo siempre solo” y que se sentía a sí mismo como un “desterrado de su corazón”. Son bellísimas, en el poema,  las evocaciones del mar en el canto IV, el dedicado a Italia. Y así leemos en la stanza spenseriana CLXXVIII:

CLXXVIII.

 

   There is a pleasure in the pathless woods,

   There is a rapture on the lonely shore,

   There is society where none intrudes,

   By the deep Sea, and music in its roar:

   I love not Man the less, but Nature more,

   From these our interviews, in which I steal

   From all I may be, or have been before,

   To mingle with the Universe, and feel

What I can ne'er express, yet cannot all conceal.

 

         La métrica del poema  está basada en las estancias o stanze spenserianas que consisten en ocho versos que son ocho pentámetros yámbicos cada uno más un verso final que es un alejandrino ( doce yambos), es decir, un hexámetro yámbico. La rima de la stanza es : ABABBCBCC


         Espero que con esto que os he contado disfrutéis de tan exquisita obra de Byron.
¡Ah!, por cierto, el cuadro es de Turner, que también de pintura puedo llegar uno a entender un poco.
 

LA LLUVIA AMARILLA


Creo que se está cometiendo una gran injusticia con ese buen escritor que es Julio Llamazares porque, entre tanta bazofia como se publica hoy en día, Llamazares proclama una literatura del recuerdo, una literatura de la vida y del sentimiento que se agradece. Poeta sobre todo y poeta también en su prosa, los libros de Llamazares me han gustado siempre mucho y han marcado mi manera de escribir. Su viaje portugués me dio el tono para escribir El camino del Duero. Es así y así lo reconozco: suum cuique. Todo esto viene  a cuento porque acabo de releer La lluvia amarilla que les mandé  a mis alumnos y su relectura me ha vuelto a producir  grandes satisfacciones que han sido incluso mayores que las de su  primera lectura quizás porque estoy ahora más “leído” que hace veinte años. Me sigue emocionando la llegada de la muerte, esa lluvia amarilla, a ese pobre Andrés en ese pueblo abandonado en el Pirineo que es Anielle y como la va aceptando serenamente mientras los fantasmas de sus antepasados se sientan en la cocina. Algún crítico baboso dijo que no correspondía el lenguaje a un aldeano pirenaico, es decir, que no había lo que en teatro barroco se llama el decoro, pero este crítico no vio que en Andrés, el aldeano de Anielle, todos estamos metidos porque ante la muerte, como dijo aquel campesino en el réquiem de Sender, todos estamos solos. Pero es que de los críticos tampoco vas a esperar mucho.

 

lunes, 8 de junio de 2015

GOLIJOV O LAS OTRAS PASIONES.






Para celebrar el doscientos cincuenta aniversario de la muerte de Bach,  Helmuth Rilling y la Internationale Bachakademie de Stuttgart encargaron a cuatro compositores una Pasión sobre los cuatro evangelios. Los autores eran Tan Dun, músico chino que compuso para la ocasión Water Passion, basada en el Evangelio de San Mateo; Wolfgang Rihm que compuso Deus Passus;  Sofía Gubaidúlina con su Johannes- Passion y, finalmente, Osvaldo Golijov con su Pasión según San Marcos. En sucesivas entradas, os hablaré de cada una de las “Pasiones”, pero dejadme que, por el momento, os hable de la de Golijov, un músico argentino, hijo de rusos ortodoxos y devotos. Sinceramente, la Pasión de Golijov puede gustar o no gustar, pero no dejar indiferente. Cuando se estrenó en Stuuttgart, el 5 de septiembre de 2000, la obra fue ovacionada durante más de veinte minutos y, algunos meses más tarde, en Boston, el 8 de febrero de 2001, fue igualmente ovacionada, esta vez dirigida por Robert Spano. Sin embargo, vaya por delante algo fundamental: para comprender esta pasión tenemos que cambiar nuestra mentalidad de decadentes católicos europeos y ponernos en la mentalidad de apasionados creyentes hispanoamericanos porque, si no lo hacemos así, no vamos a entender la obra. Hay que partir de una liturgia vivida con pasión que llena las iglesias, las modestísimas iglesias que se elevan en los pueblos de aquellos países.  Me lo decía una amiga peruana hace unos años: “ustedes, con las iglesias tan hermosas que tienen, y siempre están medio vacías”. En  la  liturgia del otro lado del charco, Cristo es liberador, el salvador del oprimido y, como tal, es celebrado. Nosotros, opresores y liberados, no entendemos a ese Cristo. En la obra de Golijov, se alternan ritmos de toda la América hispana y rebosa pasión y entusiasmo. Es otra manera de ver la religión tan lícita como el pietismo de Bach o la profundidad de Arvo Pärt.  Seguro que a los tibios no les gusta, pero ya se sabe por el Apocalipsis que a los tibios los vomitará Dios.