martes, 28 de abril de 2015

ABRIL Y EL AMOR DE JOSEPH ROTH



Joseph Rot, el gran escritor austriaco, lo descubrí gracias a ese gran librero que fue, ¡Dios mío, cómo puede llegar a doler un tiempo verbal!, Senén Pérez. Desde entonces, lo vengo leyendo con entusiasmo. El reflejo de ese mundo austrohúngaro que se pierde queda reflejado maravillosamente en las novelas de Rot. Sin embargo, este relato breve que se llama Abril es algo diferente. Fue lo primero que escribió y es una historia de amor llena de poesía y de una prosa que roza lo poético. Sólo el arranque, por el que decía mi buen amigo Pablo Perera Velamazán, filósofo deleuziano de Pozuelo de Alarcón, se podía conocer un libro, es fabuloso:

         La noche de abril en la que llegué estaba cargada de nubes y preñada de lluvia.

 

         Con esto ya se puede uno ir a cenar tranquilo aunque nada más hayas hecho. 

 

lunes, 27 de abril de 2015

DE TAL PALO, TAL ASTILLA


Me gusta mucho Pereda. Hecha esta declaración de principios, uno ya puede seguir escribiendo lo que le venga en gana porque decir lo que acabo de decir es como salir del armario de la literatura. Ya nadie lee a Pereda porque su modus vivendi y el de sus personajes está demodé, pero yo disfruto enormemente con sus novelas quizás porque este mundo actual no es mi mundo y estoy más en el mundo perediano que en éste. En esta novela, De tal palo, tal astilla, está Pereda en su estado más puro  con ese padre ateo que “crea” un hijo ateo y que se echa una novia de recia formación cristiana. La novela acaba mal, pero está muy bien escrita (una cosa, que yo sepa, no impide la otra)aunque Pereda, como diría Manolo Cambronero, barra para el convento. ¿Acaso no barren otros para sus conventos laicos? Mi querido don José María de Pereda, ¡quién lo hubiera conocido en las playas de nuestro Sardinero para que me hablara de ese mundo suyo que también es el mío!

 

CELSO AMIEVA, EL POETA DE LLANES




Celso Amieva es el poeta de Llanes y, estando en Llanes, leí una pequeña selección de sus poemas. En el salón del hotel Sablón, escribí una reseña llena de cabreo porque, unan vez más, la poesía de un poeta asturiano me parecía de casa regional con olor a sidra y a morcielles. Luego recapacité un poco y pensé en acercarme por ver si tenían los Poemas de Llanes en la Casa de Cultura. Y dicho y hecho. Fui y lo tenían, pero tan sólo estaban los de Turismo y no los de Cultura. Con toda la ilusión del mundo, regresé una tarde a la Casa de Cultura llanisca y la funcionaria, que me atendió en bable, me dijo que el libro no se vendía y que estaba de exposición. Ye lu que hay. Era una edición del extinto Oriente de Asturias, un periódico local de la villa, y ya tenía veinte años. En fin, que me quedé con las ganas y viendo encima en la vitrina  libro de Amieva. Aunque algunos poemas me parecieron un tanto “regionales” en la lectura que había hecho en el Hotel Sablón , había otros que me gustaban y es probable que del libro que siguen teniendo en la vitrina me hubiera acabado gustando bastantes. Pero creo que ya no lo voy a poder saber. O sí porque servidor no da tan fácilmente por perdida una pieza sobre todo su estamos hablando de un poeta que tuvo cuatro patrias como revelaremos en un futur
 
o artículo.

sábado, 18 de abril de 2015

EL HÚSAR


En  La lista de Schindler, cuando el protagonista es llevado a prisión por haber besado a una judía, un oficial nazi que comparte la celda le dice cuando Óskar le confiesa su “pecado”: ¿Ha besado a una judía y no se la ha caído la picha?”. Esto viene a cuento de que he leído a Pérez Reverte y no se me ha caído nada. La lectura de El húsar, novela ambientada en la España de la invasión francesa, me ha resultada grata. Bien documentada salvo en algunos temas equinos (¡Ay, el piafar del que tanto hablaba Marías, su amigo en la Academia¡). La novela nos presenta a un subteniente ansioso de gloria como un Fabrizio del Dongo cualquiera que, poco a poco, y a medida que entra en la guerra se va dando cuenta que la gloria soñada no es más que sangre, barro y mierda. Con diecinueve años, se vino a España a comerse el mundo y el mundo se lo comió a él. Pérez Reverte conoce la guerra de primerísima mano y sabe lo que es. Puede ser en ocasiones algo pedante y creído, pero escribe bien. Es más, tengo la sensación de que aquello que le dijo a Umbral vale perfectamente para él: “Usted ha cambiado el oro de la literatura por la calderilla de la fama”.  No creo que lea este blog, pero, si lo hace, le anuncio que lo próximo suyo que leeré será La tabla de Flandes. Estás avisado, Arturo.

 

EL PERFUME



Mi abuela  Patrocinio se quedaba estupefacta por mi facilidad para reconocer los perfumes. Cuando iba con ella al teatro,  era capaz de saber qué perfume llevaba el caballero que se sentaba en la butaca de delante. Es más, en una presentación literaria a la que he acudido ha poco, noté el caro perfume de Térre de Hèrmes. Todo esto viene a cuento porque he leído la novela de Patrick Süskind, gran éxito editorial hace ya años, y que, dados mis antecedentes como nariz sensible, llevaba un tiempo con  deseo  de leer. El perfume. De este autor voy leyendo poco a poco obras y de ninguna salgo defraudado. Ya hablé hace poco del caso del señor Sommer y su continua huida de la muerte y ahora os hablo de este personaje que, frente a su inodoridad, puede descubrir cualquier perfume. En su búsqueda del perfume perfecto – que huele una tarde en París –el protagonista llegará a matar. El pobre hombre huele perfumes, pero se olvida de que la fuente de ese perfume es una persona. Es, en definitiva, un enfermo que no ha conocido el afecto humano y que tan sólo vive en un mundo de olores, pero en el que no hay seres humanos. La novela me ha parecido buena y me ha hecho pasar un buen rato. ¿Qué más se puede pedir?

 

STEFAN ZWEIG


Hace muchos años que llevo leyendo a Stefan Zweig y nunca me ha defraudado. Cuando vivía en aquella ciudad levítica en la que pasé diez años, le tenía en una fotografía en mi habitación, hasta tal punto era y es mi devoción por él. En este libro último que he leído, don Stefan tampoco me ha defraudado. Jamás puede el lector pensar que el libro acaba como acaba pues el comienzo es de un tranquilo profesor universitario que se retira con un homenaje en forma de libro por parte de sus discípulos, esos que se le han estado subiendo a la chepa para conseguir una plaza en el departamento. Sin embargo, el catedrático de inglés cuenta cómo conoció a su vez a otro profesor que le cambió su vida y cómo ese profesor ocultaba un secreto que hoy no hubiera sido tal, quizás hasta timbre de gloria para algunos, pero que marcó su vida. Zweig se acerca a este secreto con gran maestría y nos descubre la lucha interna de este hombre. Merece la pena llegar hasta el final recorriendo esa corriente eléctrica que es la prosa de Zweig. Merece la pena sufrir con este hombre de dolores. Os lo recomiendo, claro, cómo no.