miércoles, 29 de julio de 2015

ALFONSO CANALES Y AMINADAB


Alfonso Canales, poeta malagueño que nació en 1923 y que se nos fue en el 2010, dedica este libro al diablo, cosa muy extraña en la literatura española. Ve Canales en el diablo esa búsqueda humana del conocimiento y el poder de la palabra que puede, según convenga, gobernar o manipular el pensamiento. Aminadab, ése que no aparecía en el Cántico Espiritual de mi San Juan de la Cruz, es el protagonista de este libro que fue Premio Nacional de Literatura en 1963. Ya hemos dicho que Alfonso Canales nació en la Ciudad del Paraíso, en esa Málaga en la que los poetas naces en sus calles paseadas por la luz. Un bello libro, quizás , como dice su prologuista, Antonio Ruiz Solano, de los mejores del siglo XX que Huerga & Fierro publicaron en esa colección maravillosa que, dirigida por Mercedes Monmany, dio a la luz títulos sublimes de la literatura española.

 

LAS SUMAS Y LOS RESTOS




Ana Pérez Cañamares ganó en el 2012 el premio Blas de Otero de poesía y, por curiosidad, me he acercado hasta su poemario, moderno en la escritura, pero lleno de sentimiento también por los desposeídos, por los que viven en los alfoces del mundo. Me ha gustado sus maneras y prometo leer algo más de esta poetisa canaria que, al parecer, vive en Madrid. No todo está perdido en la poesía cuando aún se pueden leer libros como éste. Gracias, Ana.

 

GENERACIONES

 
Antes de morir, mi madre dijo mamá, ven
mientras me miraba sin verme;
yo dije mamá, quédate
abrazando su cuerpo diminuto
envuelto en pañales y olor a talco;
mi hija dijo mamá, no llores
y me acarició la cabeza consolándome.

 

Cuando mama murió, durante unos segundos
no tuvimos muy claros los lazos  que nos unían
no supimos quién se había ido
y quién se había quedado
ni en qué momento de nuestras vidas
estábamos viviendo

 

o muriendo.

 

 

(De La alambrada de mi boca)

viernes, 24 de julio de 2015

UTRERA, CIUDAD FLAMENCA


En el cante flamenco hay tres triángulos fundamentales:  uno el que tiene sus vértices en Sevilla, Cádiz y Ronda. En este primer triángulo, encontramos ciudades tan flamencas como Utrera o Jerez. Un segundo triángulo del cante tiene por vértices Ronda, Málaga y Granada; y , por último, el tercer triángulo flamenco, tienen por vértices Ronda, que tal y como se ve es el epicentro del cante, Córdoba y Linares. Nosotros nos vamos a ocupar del primer triángulo y vamos a parar en la ciudad sevillana de Utrera. Este municipio sevillano de más de cincuenta mil habitantes, es, además de lugar de referencia en la cría del toro bravo y de las yeguadas que galopan por sus términos, una ciudad eminentemente cantaora. Así, de memoria, se me viene Curro de Utrera, cantaor muy fino que se nos fue hace poco, que, aunque nacido en este lugar sevillano, vivió en Córdoba y sentó cátedra en los fandangos de Lucena. Está también Félix de Utrera, gran guitarrista, que, curiosamente, nación en Canarias de familia utrerana. También tenemos a esos dos monstruos del flamenco que son las hermanas Bernarda y Fernanda de Utrera. Bernarda se nos fue en el 2009 y Fernanda tres años antes, en 2006. Su cante está relacionado con otros gigantes como Mairena, el Hegel del flamenco, Melchos de Marchena, Juan Habichuela, Pinini, Paco del Gastor o, sin ir más lejos, Manuel Morao. Pero, al hablar de Manuel Morao, nos vamos para Jerez y ése es otro lugar flamenco por los cuatro costados del que os hablaré en otra entrada. Por cierto, que nieta de Pinini, el cantaor legendario que había nacido en Lebrija y que murió en Utrera hacia 1930, era también Josefa Loreto Peña, más conocida por Pepa de Utrera, nacida en 1926 y fallecida en 2009. Por si fuera poco y sin entrar en cantaores aficionados, en este real sitio del cante, nació María Fernández Granados, hermana de José Fernández Granados, Perrate de Utrera, a la que se conoció como María la Perrata. Esta buena gitana fue madre, al casarse con Bernardo Peña, de Pedro Peña, gran guitarrista, y de Juan Peña, el Lebrijano, para mí, uno de los mejores cantaores, de firme y hermosa voz, en el siglo XX y en los comienzos del XXI. Supongo que nadie en su sano juicio se atreva a poner en duda lo flamenca que es Utrera en la que, por si fuera poco, se organiza ese festival flamenco que lleva por nombre Potaje gitano de Utrera y que ya va, si no me equivoco, por la sexuagésima nona edición.

BREOGÁN



Hay un libro que se llama Lebor Gabala Érenn (Libro de las Conquistas Irlandesas) en el que se narran las diversas invasiones que ha sufrido Irlanda. Según este libro que es, a su vez, una colección de manuscritos, que algún escritor recopiló en el siglo XI, el rey Breogán construyó  en la ciudad de Brigantia,  que estaba situada en el noroeste peninsular,  una torre tan alta que desde ella podían ver una distante orilla verde. Como también los hijos de Breogán vieron estas tierras verdes, uno de ellos, Ith, se dirigió hasta esas tierras verdes con el consejo de su padre que le dijo que no debería apearse del caballo en toda la travesía. En las Islas Casitérides, algunos amigos se unen a la expedición y llegan finalmente a Eirín en la que se desarrollaba una cruel guerra fratricida que, tras numerosos avatares, llevará a la muerte a Ith. Los amigos lo llevaron hasta Brigantia en donde su padre Breogán prometió venganza y decidió conquistar la dulce Eirín. Según estas leyendas, los celtas que invadieron el territorio de Britania eran de Galicia. Pero del celtismo y de los gallego, tenemos que hablar con mucha calma en otras entradas. Por el momento os dejo el final del poema Os pinos de Eduardo Pondal, letra oficial del Himno de Galicia,  en donde se habla de la “nazón de Breogán” e da sua redenzón.

Os tempos son chegados,
Dos bardos das edades,
Q'as vosas vaguedades,
Cumprido fin terán;
Pois donde quer gigante,
A nosa voz pregóa,
A redenzón da bóa
Nazón de Breogán.

y otra estrofa en donde se habla do fogar de Breogán:

Do teu verdor cinguido
e de benignos astros
confín dos verdes castros
e valeroso chan,
non des a esquecemento
da inxuria o rudo encono;
desperta do teu sono
fogar de Breogán.

Y es que, adelantándome a la futura entrada, Breogán se convirtió en el héroe o padre mitológico del pueblo gallego. Pero, por ese terreno, tenemos que andar muy despacio.

FRANCISCO BASTARRECHE Y DÍEZ DE BULNES


La calle de Francisco Bastarreche principiaba en la carretera de Bueu y llegaba hasta la esquina de General Franco, hoy calle o rúa del Sol, en donde ya pasaba a denominarse Calvo Sotelo. El  la esquina de Bastarreche con doctor Touriño, estaba la pensión Casa Campos, lugar mítico de mi infancia con su comedor con ventanas a la calle y con el señor Campos, sargento de la banda de la Escuela Naval y cocinero, con su camisa blanca y su bonhomía alegrando ese paraíso que era el  Marín en los setenta. Por aquel entonces, no sabíamos que Bastarreche había nacido en Cádiz y que estaba  enterrado en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando. Ahora, en esa revisión tendenciosa de la historia que se está llevando ahora a cabo, su calle parece que quiere ser (o ha sido ya cuando escribo esta entrada) borrada del callejero marinense. Su pasado de colaborador con Franco es innegable, pero también fue un marino que procuró el engrandecimiento de España y de los españoles y, destinado en Cartagena, hizo mucho bien por esta ciudad. Y un Instituto de Enseñanza Secundaria, que lleva su nombre, es prueba de que no fue tan terrible como lo pintan ahora los justicieros que miran sólo con el ojo izquierdo. Digo esto porque una página sobre la memoria histórica en Cartagena lo pinta como un sádico torturador y criminal de guerra. No me compete juzgarlo, pero estos señores olvidan que Bastarreche y Díez de Bulnes trabajó por “reparar” en la Armada la falta de oficiales que habían sido fusilados y, en muchas ocasiones, tirados vivos aún al mar, por los “luchadores de la libertad”. Todos tenemos muertos en el armario. En otro país, sólo por estar en ese Panteón de San Fernando, sería un héroe y, sin embargo aquí, es un criminal. En España pasa algo raro.

 

SALVADOR MORENO FERNÁNDEZ


Salvador Moreno es la calle en donde estaba la pastelería García,  que era donde se hacían las trufas de chocolate que, por la noche, tomábamos mientras que paseábamos por la Alameda perdida de nuestra infancia, aquella que plantó el alcalde Ezequiel Massoni, un marinense que vino de Huelva. Salvador Moreno nació en El Ferrol en 1886 y fue ministro de Marina con el general Franco. Sin embargo, no voy a entrar en esto sino en su actuación en la batalla del cabo de Machichaco.  Al mando del Canarias, Moreno recogió e hizo prisioneros a los veinte supervivientes de bou Nabarra que, unos meses después fueron juzgados y condenados a muerte. Sin embargo, Salvador Moreno intercedió personalmente ante Franco para que los indultara y pusiera en libertad como reconocimiento a su valentía.  Y así fue, los prisioneros fueron indultados y puestos en libertad. Pero es que además, Moreno fue decisivo en la no intervención de España en la Segunda Guerra Mundial pues junto con el santoñés Luis Carrero Blanco, entonces Capitán de Fragata, redactó un informe que fue definitivo para que España no entrara en la guerra. Cierto es que Salvador Moreno se había sublevado el 18 de julio, pero estas dos acciones, una cargada de honor marino y la otra cargada de sentido común,  merecen que les haga una pequeña entrada en este humilde blog. Por cierto, Baltasar Garzón lo acusó de crímenes contra la humanidad. Pero este juez se pirraba por salir en los medios y, al final, ya sabemos por el Salmo que “la senda de los pecadores acaba mal”.

 

domingo, 19 de julio de 2015

JAIME JANER, ILUSTRE MARINO


       
Desde pequeño oí el nombre de Jaime Janer: era la avenida que salía de la alameda del paraíso, allí donde yo paseaba sin soltarme de la mano de mi abuelo, y se convertía, tras salir de Marín, en la carretera de Moaña. Ahora, cuando ya soy un hombre maduro que echa de menos más que nunca la mano de su abuelo, se me han venido a las mientes los nombres de aquellas calles de Marín. La historias de Jaime Janer es muy interesante pues nació en los EEUU, más en concreto, en Georgia y, para ser más exactos, en la ciudad de Savannah en donde su padre era cónsul y en donde se casó con Ana Robinson, hija de emigrantes irlandeses. Mientras el padre seguía con destinos en el extranjero, la familia se fue a Madrid en donde Jaime estudió en el Instituto de San Isidro. Luego , ingresó en la Escuela Naval en 1899. Janer, que dominaba el inglés y el español, fue un marino culto que tradujo obras de ingeniería y que inventó un sistema de dirección eléctrico para el tiro porque hay que tener en cuenta que en los disparos de barco contra barco los objetivos están en movimiento doble (la dirección del barco más el cabeceo de proa a popa) y también sufre este doble movimiento la plataforma de tiro del barco desde donde se dispara. Janer patentó este sistema eléctrico y era tan original y novedoso que, cuando el presidente francés Poincaré vino a España, le otorgaron la Legión de Honor al joven oficial de tan sólo veintisiete años. Sin embargo, la guerra de Marruecos nos arrebató con menos de cuarenta años a tan ilustre marino. Era el 3 de marzo de 1924 y Janer era el tercer comandante del crucero Cataluña. Como tal, estaba presidiendo la paga de la marinería cuando una bala de un buque enemigo lo mató. Dejaba mujer y cuatro hijos. Había publicado once libros y había fundado la Escuela de Tiro en Marín que más tarde se convertiría en la nueva Academia Naval.

         Pues bien, con tan hermosa e ilustre biografía ( de hecho Janer reposa en el panteón de marinos ilustres de San Fernando) los chicos del BNG decidieron quitarle la calle por “franquista” y dársela a mi querida Rosalía de Castro (miña nai, miña santiña, como decía Ramón Cabanillas). Ahora, el nuevo ayuntamiento, viendo que el pobre Janer era, como Peral, un ilustre marino y que el pobre murió doce años antes del alzamiento,  han acordado devolverle la calle. Poincaré le entregó la Legión de Honor y los españoles le arrebatamos su calle porque el mero hecho de ser marino o militar ya infunde sospechas en una izquierda resentida. ¡No tenemos remedio!

PACA MORA


Reconozco que me gusta la copla y, sobre todo, esa teatralidad de la copla, esa capacidad de contar en tres minutos lo que otros cuentan en una novela o en una obra de teatro. Si alguien ha oído alguna vez Tatuaje, sabe  de lo que hablo. Sin embargo, hoy quiero hablaros de Paca Mora, canción de Quintero, León y Quiroga que, cantada por Juanita Reina, fue un éxito en la España de los cincuenta. El argumento de esta “tragedia de amor imposible” tiene todos los ingredientes;: una señorita que sale con su jaca en las “madrugás” del mes de mayo “cuando los trigos peina la brisa”; un mayoral enamorado de Paca que lleva su amor en silencio como también Paca lleva en silencio su amor por el mayoral, pero acallado por su “orgullo y condición”.

No os cuento el final, pero os pongo aquí la letra de tan bonita canción. Ha poco, hablando con ese gran genio vallisoletano que es mi amigo Jesús Sanz, decíamos que en muchas ocasiones, las letras de los “temazos” del rock eran una tontería tal que era mejor no saber sus traducciones. No es éste el caso que nos ocupa en donde la adecuación entre música y letra es perfecta. Y, si no, escuchad con atención cómo la música galopa junto a la jaca de Paca Mora. ¡Y que estas canciones, durante un tiempo, fueran rechazadas por “franquistas” como si la música tuviera carnet de partido!

Madrugá del mes de Mayo
cuando los trigos peina la brisa
Paca Mora va a caballo
entre los toros de su divisa.
De lejos la van siguiendo
los ojos negros del mayoral
que al tiempo la está queriendo
sin que su boca le diga ná.
La niña también lo quiere
y no lo deja entrever
y antes morirse prefiere
que publicar su querer.
Paca Mora, ¡Ay, Paca Mora!
Yo se que te dan llorando
las claritas de la aurora.
¿No estás viendo, compañera
que el secreto de tus labios
lo delatan tus ojeras?
Deja a un lado los blasones
de tu orgullo y condición
y abre puertas y balcones
pá alegrar tu corazón.
Hazme caso, Paca Mora
y que no te den llorando
las claritas de la aurora.

Paca Mora va a caballo
soñando alegre con un "te quiero"
y de pronto, igual que un rayo,
le sale un toro por el sendero.

Corrió el mayoral celoso
a la defensa de su querer
por pronto que quiso el mozo
llegó la muerte primero que él.
La niña ya en la agonía
sonríe al verlo llorar
y en la mañana encendía
corre volando un cantar.
¡Paca Mora, ay Paca Mora!
Por ti se quejan llorando
las campanas de la aurora
y la alondra mañanera
va diciendo a la amapola:
¡Ay que pena compañera!
Que desgracia de este toro
que en la sombra y a traición
me robó la flor de oro
que nació en mi corazón.
¡Qué penita, ay Paca Mora!
Con mi voz irán doblando
las campanas de la aurora.

 

 

 

 

LA IGLESIA "DEMOCRÁTICA" DE COMILLAS


La historia sucede en Comillas. Había  transcurrido más o menos un siglo desde el Pleito de los Nueve Valles y las cosas no estaban tan tranquilas. Recordemos que en ese pleito los vecinos solicitaron que los Nueve Valles de las Asturias de Santillana no estuvieran bajo el dominio del Duque del Infantado, sino que fueran tierras de realengo. Ganaron los vecinos en la Chancillería de Valladolid, pero el señor duque  seguía teniendo sus privilegios, como, por ejemplo, sus asientos en la iglesia de Comillas. Un día de 1640, el administrador del duque se negó a que nadie de la población ocupara los asientos de los duques y el pueblo comillense, harto de tanto privilegio, abandonó el templo y al párroco y se fueron al Corro Campíos, centro social de Comillas y bolera, en donde decidieron hacerse una nueva iglesia en donde estaba la ermita de San Juan. Cada uno aportó su dinero y su trabajo y, aunque se tardó más de un siglo en acabarse, supuso la victoria del “pueblo” frente a los privilegios del duque. Hoy en día,  es la iglesia parroquial de Comillas y en ella está el Santo cristo del Amparo, muy querido por los comillenses. Para los expertos en arte, diré que está erigida en estilo barroco montañés y que sigue el modelo de iglesias del valle de Trasmiera como las de los pueblos de Isla o Ajo. También decir que fue la primera iglesia de estas características que fue alzada en la zona occidental de Cantabria y que su planta y alzado fueron copiados de Terán, Roiz y Cabezón de la Sal. Merece la pena entrar en esta iglesia “democrática” en su sentido etimológico y contemplar su monumentalidad. Para la playa y las mariscadas,  siempre quedará un ratito, digo yo.

 

martes, 14 de julio de 2015

LA TORTA PURRIEGA


Nadie que visite el valle de Polaciones puede perderse los hermosos paisajes que decoran tan impresionante valle, pero tampoco puede ni debe perderse la torta purriega. Esta torta no es como las castellanas que son tortas de harina, manteca y chicharrones, sino que se trata de una torta más al estilo de algunos postres del norte de Europa en los que los ingredientes, chocolate incluido, proporcionan alto valor nutritivo y gran durabilidad.  Una torta purriega lleva, principalmente, harina de trigo, mantequilla, azúcar moreno, un buen cognac añejo, nueces, ciruelas pasas y uvas pasas. Todos ellos, bien macerados y bien curados como los buenos libros de poesía, conforman la torta en sí que luego recibe una cobertura de chocolate. Me ha sorprendido este postre tan contundente en el hermoso valle de los purriegos por donde anduvo don José María de Cossío, vallisoletano de nacimiento, pero cántabro de familia, con su casona en Tudanca, buscando romances. Si alguien se pensaba que iba a hablar de Miguel Ángel Revilla, ha acertado porque purriego es de nacimiento y de devoción pues lleva a su valle por donde va. Su padre, don Ángel, eral el único vecino que tenía radio en los años de la posguerra, tal y como cuenta la rabelista de Polaciones Adela Gómez, una mujer que mucho sabe del folclore y de las tradiciones de este valle singular que fue merindad durante la edad media. Pero eso para otro día.

LA JOTA ASPIRADA EN EL OCCIDENTE DE CANTABRIA


 
Hablando el otro día con una chica que es de Ruiloba, un municipio que formaba parte del Valle del Alfoz de Lloredo, uno de los nueve valles que conformaban los Asturias de Santillana, descubrí algo que, perdonad por mi mal oído filológico, no había notado hasta ahora: la aspiración de la j en el oeste de Cantabria. Mirando algunas cosillas por ahí, veo que este fenómeno afecta a la zona occidental de Cantabria y que consiste en la pronunciación de la jota no como fricativa velar [X], sino como h aspirada suavemente. Así por ejemplo Inmaculada pronuncia [kaha] y no [kaXa]. Comprendo que esta diferenciación afecta muy poco al devenir del mundo, pero yo, como Russel cuando conoció  la procedencia del nombre de los melocotones, me siento más feliz. ¡Ah, y no me meto con nadie! Lo curioso es que esta aspiración yo la creía propia de los extremeños (con su zanahoria). Pero, ya veis, eso de que viajando se aprende va a resultar que es verdad.

JOSÉ LUIS PRADO NOGUEIRA


José Luis Prado Nogueira nació en El Ferrol en 1919 y fue marino, más en concreto del Cuerpo de Intendencia de la Armada. Su vida profesional como marino es como la de todos nosotros: un intento de hacer endecasílabos de esa prosa cotidiana que es nuestra vida. Sin embargo, este hombre de mar también era poeta y, ya destinado en Madrid, tan lejos del mar en donde naciera, empezó a frecuentar una nave cuyos tripulantes eran los escritores del momento en el Madrid de los cincuenta: el Café Gijón. Nadie podía hacer “carrera” literaria si no pisaba la cubierta de tan noble barco. Allí hizo contacto con José García Nieto y comenzó a publicar. He tenido la suerte de leerlo en dos libros: Oratorio del Guadarrama y Réquiem ante la tumba de R.N.

         El primero es un libro en que el poeta habla con su hijo que, enfermo del pulmón, pasó en el Guadarrama - quizás en Cercedilla por lo que cuenta- un verano completo para que su hijo tomara lo que entonces se llamaba la “guadarramina”, un remedio contra el mal del pecho, ese eufemismo para no decir tuberculosis. El padre abre su corazón al hijo en una poesía en apariencia, ojo, sólo en apariencia, sencilla, pero que esconde un delicado trabajo de versos endecasílabos que contienen una emoción que se va introduciendo en la carne del lector.

         El segundo es un impresionante poema en el que un hijo, el poeta, habla ante la tumba de su madre y en el que el dolor se va convirtiendo, lentamente, en un fluido amoroso que inunda el libro.

         Gran poesía la de este marino que demuestra una vez más que nunca la lanza embotó la pluma y que tampoco, como es moda ahora, lo militar es sinónimo de lo zafio y cuartelero. Desde Garcilaso a Prado Nogueira o López Anglada hay pruebas suficientes de ello. Y a las pruebas me remito que diría un leguleyo.

         Os dejo este fragmento de su Oratorio en el que menciona unos picos y paisajes que son parte de mi corazón:

 

Queda la tierra en soledad, abierta
a la inquietud de tus atentos ojos.
Queda un circo de montes con bellísimos
nombres de pila: La Peñota, Siete
Picos, Montón de Trigo, Peñalara
más allá, más allá La Maliciosa.
Mira qué grandes montes se inventaron
para tu pobre pecho. Resplandecen
en la azul cercanía. Hay un enigma
umbilical, una invisible arteria
con latido común entre su bronca
y solemne hermosura y la exquisita
pulcritud de tus hilios pulmonares,
entre su anchura silenciosa, inerte,
y tu complejo aliento, destilado.