miércoles, 22 de abril de 2020

THEODOR KALLIFATIDES Y SU MUSA GRIEGA


El último libro que he leído en esta cuarentena es un libro de un autor griego que vive en Suecia desde hace la ya muy abultada cifra de cincuenta años. En Suecia se ha casado, ha tenido hijos y tiene nietos. Como todo sueco, salvo el que se lo hace y realmente no lo es, tiene don Theodor su piso y su estudio, su casa en una isla y casi seguro que su barco. Pero resulta que un mal día se empieza a dar cuenta de que ya no le fluyen las palabras como le fluían (es un escritor de éxito en sueco) y en su estudio del centro de Estocolmo las Musas no le visitan. Decide abandonar el estudio y quedarse a trabajar en casa, pero allí tienen que compartir su espacio con su santa esposa, cosa a la que el novelista no estaba acostumbrado: compartir la mesa del desayuno, compartir el periódico, compartir el trabajo, eso sí, cada uno a lo suyo. Y poco a poco le viene un recuerdo más vivo de su Grecia, de aquella Grecia que tuvo que abandonar por miseria y por política. Y entonces decide volver con su mujer al pueblo natal en donde le había preparado un homenaje y en donde ya tenía de antes una calle ( en la que, dicho sea de paso, aprovecha para fotografiarse con su santa esposa). Pero lo más importante de todo es que, estando en su pueblo, le visitan las Musas (normal, si estás en la Hélade) y empieza a escribir otra vez, pero no en sueco, sino en su griego natal. Y entonces, cincuenta años después nace su primer libro escrito en griego: Μια ζωή ακόμα, que la traductora Selma Ancira, conocida por sus traducciones de Ritsos, traduce como Otra vida por vivir. Un buen libro con un estilo sencillo, pero lleno de reflexiones sobre la Europa que nos está tocando vivir: ya sabéis, la Europa de los que trabajan y la Europa (según ellos) de los que no trabajamos y nos pasamos el día tomando una cervecita Cruzcampo con su tapita correspondiente. Injusticias que tiene la vida.


PEDRO MEXIA, POETA LISBOETA


Pedro Mexia es un poeta portugués, de Lisboa para ser más exactos, del que tuve la fortuna de comprar un libro en Aveiro, en la nueva sede de la Librería Bertrand que había abandonado su sitio en el centro comercial aveirense para irse a una plaza soñadora y llena de maresia en la que me gustaría pasar alguna tarde de otoño, oliendo ya la leña en los hogares, esperando el amor que pasa y que huye. De este poeta y de su libro Poemas escolhidos os he traducido el que os pongo abajo. Primero en su portugués original y después con mi traducción al castellano. Ahí va.


 


 NÚMERO 5

 

Dei um passo atrás
e vi pela primeira vez
o número da minha porta.
No passeio, olhando
o metal gasto do algarismo
que há vinte e seis anos
sei que existe,
pensei em recuar um pouco mais
para ver todas as coisas que habito
e não compreendo.
Mas três passos depois
do passeio
o trânsito automóvel
impedia a perspectiva
e a sabedoria.

 

NÚMERO 5

Di un paso atrás

y vi por vez primera

el número de mi portal.

En la acera,  al mirar

el metal gastado del número

que hace veintiséis años

sé que existe,

pensé en regresar un poco

para ver todas las cosas que habito

y no comprendo.

Pero tres pasos más allá

de la acera,

el tráfico de automóviles

impedía la perspectiva

y la sabiduría.

 


EL DOMINGO DE PASCUILLA


La Iglesia Católica celebra el domingo segundo de Pascua, desde que lo instituyó San Juan Pablo II, el domingo de la Divina Misericordia, pero , en los pueblos de Castilla, la tradición era celebrar el Domingo de Pascuilla, que , como su nombre indica, era una Pascua “pequeñita”. En este domingo segundo de Pascua, la tradición mandaba que se saliera a merendar al pinar y muchas familias salían al con viandas y bebidas para disfrutar de un día de campo en el que, al estar ya la primavera muy avanzada, solía lucir casi siempre el sol.  En este caso, vemos en la foto a un grupo de boecillanos que están en las bodegas disfrutando de este día alegre y festivo. Hablo de este domingo en mi libro Boecillo con el corazón (Historia de nuestro pueblo) y a él os remito si queréis conocer esta curiosa tradición de nuestra Castilla.


VIAJAR EN TIEMPOS DE CUARENTENA


No debería de confesar esto, pero como casi nadie lee este blog, me puedo permitir ese lujo. Confieso que he viajado durante el confinamiento y confieso que nos sólo una vez, sino que he viajado dos veces. El primer viaje me llevó hasta tierras francesas, pero,  cerca de la frontera,  el amigo que nos acompañaba decidió volverse: no era muy amigo de tierras de la francesada y quiso volver a España; el segundo ha tenido como finalidad traer algo de contrabando desde Salses, una localidad no muy lejana a Perpignan. Pasamos por Portvendres, por Cervera, en donde vimos cómo los gabachos quieren borrar la cultura catalana de estas poblaciones del Rosellón y construyen casas al estilo normando y en el que paramos en Banyuls sur Mer, en donde nos fuimos a ver el magnífico acuario de la Fundació Aragó. Nos tomamos en Portvendres una bullabesa que no era la que habríamos soñado y disputamos con un cocinero que las anchoas de la Escala y de Cadaqués eran mucho mejores que las de la ciudad francesa. Mi amigo Josep, nada más probarlas, descubrió que venían de África  y el cocinero, algo amoscado y herido en su amor propio,  le dijo que de dónde de demonios era. Cuando le dijo que venía de Cadaqués aunque era nacido en Palafrugell – una autoridad por tanto en anchoas-, aquel señor le confesó la verdad y quedó amigo de  Josep. Para que os dé más envidia a los que estáis confinados os diré que los dos viajes los hice en un velero pequeño, aparejado a la mallorquina. Que en los singladuras, Pau y  Baltiri cocinaban un suquet divino y un café superior. Bien es verdad que, al final, no se trajo nada más que un gramófono verde que compró en Banyuls a un moro que había venido en un barco desde Orán. El tipo que nos iba a dar el contrabando en la albufera de Salses no se presentó. La verdad,  hacía muchos años que no recorría aquellas hermosas tierras y este viaje me ha llevado al recuerdo de mi abuelo Luis, el hombre para el que la siesta era sagrada, que decidió dormir- cuando yo era pequeño-, una siesta en Port Bou y se instaló de tal manera que medio cuerpo quedara en España y el otro medio en Francia. Decía que lo hacía porque quería echarse un siesta “internacional” y, a fe, que lo consiguió. Como me da miedo de esos familiares de la non Santa Inquisición que andan denunciando esquiroles de aplausos y estigmatizando a médicos y cajeras, os confesaré que, como buen ciudadano, no he salido de casa y que este viaje maravilloso lo he hecho con mi buen amigo Josep Pla, pero tan sólo en la imaginación, como viajaba el señorito que Jardiel Poncela retrata en Cuatro corazones con freno y marcha atrás. El coronavirus no nos deja salir, pero la “loca de la casa” va allí donde le pete.


lunes, 20 de abril de 2020

LA TIENDA DE FINA EN ARDÁN


En la curva de Ardán, esa curva pronunciada y peligrosa en esa carretera de un tráfico terrible, está la tienda de Josefina (Fina para todos los parroquianos). La tienda de Fina es algo más que una tienda: es un santuario pagano, una ermita laica, un lugar de reunión en el que, al caer la tarde, se acercan los hombres a beber una taza de vino del país mientras hablan de los divino y de lo humano. Detrás del mostrador, Fina, una mujer rubia y metida en carnes como si hubiera nacido en el Flandes de Eduardo Marquina, despacha bacalaos, carne, embutidos, latas de conservas y un  largo etcétera sabroso, delicioso y gallego. De pequeño, cuando entraba, me gustaba ver aquellos tarros grandes de melocotones en almíbar que Fina colocaba en los vasares más altos porque la tentación siempre tiene que estar alejada del pecador. No eran melocotones cortados en dos mitades, sino y fruta enteros, grandes, lujuriosos como diría el gran Pepín Foliott. Fina echaba las cuentas con un lápiz sobre un papel de estraza en le que se veía la sal de los bacalaos que cortaba con la bacaladera. Tenía tabletas de chocolate, pan (de trigo y de maíz), mermeladas y una fruta prohibida recién cortada en los paraísos terrenales de Ardán, de Casás y de Cela y que un ángel puntual le traía cada mañana. El vino, el tabaco, el bacalao formaban un atmósfera espesa y dulce que parecía salida de un sueño limpio y agradable, de un sueño tenido cuando la noche era una amiga que nos abrazaba con su manto de estrellas y que nos traía la alameda de Marín con su aroma a churros, a mar y a la papelera de Estribela. En la tienda de Fina, apenas había lugar para aparcar y el coche de mi padre quedaba siempre pegado a las ventanas verdes y a unos poyos desde donde se veía cómo el sol se ocultaba en el océano. Una calma bucólica, rota, en ocasiones,  por los camiones del reparto y por los numerosos coches que iban y venían de Marín a Cangas, se iba adueñando de aquella curva mágica mientras se oían  las esquilas lejanas de las vacas y el canto de los gallos que no delataban la traición de nadie, que todo lo más anunciaban que la luz del faro de la Isla de Ons se acababa de encender. En la tienda de Fina, el tiempo se detenía para beber un vino grueso que dejaba manchadas as cuncas mientras los parroquianos les iban sacando punta a los políticos, al fútbol o a lo mal que estaba el campo aquel año.
         Al salir de la tienda de Fina, la noche ya se había adueñado de la parroquia de Ardán, pero en nuestro pensamiento ya estaba el día siguiente con su playa y sus olas, con las sardinas en el chiringuito de Loli y José  y con el Pino, el indescriptible bar de Lino, en donde se comía la mejor merluza de la ría de Pontevedra. Todos nos conocíamos en aquel ambiente familiar y entrañable.
         Desconozco si la tienda de Fina sigue abierta. No me atrevo a ir por allí porque me da miedo, como dice con acierto Gesualdo Bufalino, de que yo reconozca aquella tierra, pero aquella tierra no me reconozca a mí. Por eso sigo, desde Castilla,  entrando cada noche en la tienda de Fina para seguir viendo aquellos tarros gigantes de melocotón en almíbar que todavía me están esperando en los vasares más altos.


EL EPITAFIO DEL CARDENAL CISNEROS


El cardenal Cisneros es un personaje que, dentro de la historia de España, es absolutamente irrepetible. No tiene buena prensa entre los españoles, pero los franceses lo ponen por las nubes, por encima incluso del cardenal Richelieu y, si eso creen los franceses que no se distinguen precisamente por el desprecio de los suyo, creo que habrá que tenerlos en cuenta. Me he leído el libro de Pedro Miguel Lamet, jesuita, poeta e historiador, que lleva por título El tercer rey y que es una novela histórica en la que el narrador es Francisco Ruiz, el fraile que fue secretario del cardenal durante muchos años de su vida y que acabó siendo obispo de Ávila y gran impulsador durante su mandato de las obras en la Catedral abulense entre las que destacan las esculturas de Vasco de la Zarza, escultor al que tanto me une pues en el Instituto del mismo nombre me pasé diez años de mi vida dando clases de lenguas muertas ( o al menos eso es lo que dicen los que no saben). En ese libro aparece el epitafio que compuso el humanista Juan de Vergara, discípulo de Erasmo, para el ilustre cardenal, artífice de la Universidad Complutense. Este es el epitafio en el que he hecho un poco de crítica textual y he sustituido, debido a que así aparece en otras lectiones el DUM por un CUM. Veamos el epitafio en latín y después os pongo su traducción al castellano:


CONDIDERAM MUSIS // FRANCISCUS GRANDE LYCEUM

CONDOR IN EXIGUO NUNC// EGO SARCOPHAGO.

PRAETEXTAM IUNXI //SACCO, GALEAMQUE GALERO,

FRATER, DUX, PRAESUL, //CARDINEUSQUE PATER.

QUIN VIRTUTE MEA // IUNCTUM EST DIADEMA CUCULLO

CUM MIHI REGNANTI //PARUIT HESPERIA.

OBIIT  ROAE VI Id. novem . MDXVII

 

YO, FRANCISCO, FUNDÉ UN GRAN COLEGIO A LAS MUSAS

Y AHORA ME ENCIERRA ESTE ESTRECHO SACOFAGO.

UNÍ LA PÚRPURA AL SAYAL, EL CASCO AL CAPELO,

FRAILE, CAUDILLO, MINISTRO Y PADRE CARDENALICIO.

ES MÁS, POR MI VALOR, UNÍ LA CORONA  A LA COGULLA

CUANDO ESPAÑA ME OBEDECIÓ COMO REY.

 

MURIÓ EN ROA, el sexto dúa antes de las calendas de noviembre de 1517

( El 9 de noviembre)

 

         El epitafio está escrito en dísticos elegíacos, una estrofa que está formada por un hexámetro dactílico y un pentámetro. Si queréis probar a leerlo con los ictus en las largas, podréis escuchar cómo suena en latín. Os marco las sílabas en las que recae el acento para que las podáis marcar y os pongo las cesuras para que cortéis (eso significa cesura en latín) la lectura un instante. Además os pongo aquí debajo los esquemas métricos de ambos versos latinos. HEXÁMETRO: -vv/-vv/-vv/-vv/-vv/-v

PNTÁMETRO: -vv-vv - // -vv-vv-

Encontramos las siguientes cesuras:

En los tres hexámetros, cesura pentemímera ( después del quinto medio pie).Los pentámetros, por su parte, tienen todos una cesura medial fija que os marco con dos barras //

         Seguro que os gusta esta experiencia.

 

 


NUESTRA ROSA DE PALLEROLS


Un joven sacerdote aragonés, con el corazón lleno de dudas entre Dios y los amigos que se habían quedado en la zona de la España republicana en aquella Guerra Incivil, llegaba,  junto a un grupo de amigos,  a una ermita en la comarca del río Rialb (el rivus albus de los romanos): La ermita había sido incendiada por un grupo de milicianos que hicieron un pira sacrílega con todo lo que encontraron. No quedaban más que las paredes quemadas y las cenizas. Aquel joven sacerdote aragonés no pudo dormir por el dolor que le causaba saber si estaba haciendo la voluntad de Dios o su propia voluntad; si tenía que pasar a Andorra y, desde allí, ir hasta la frontera de Irún para entrar en la zona de los sublevados o volverse a Madrid con el riesgo que esa decisión implicaba. Pasó la noche en oración y, al amanecer, les dijo a sus compañeros que no iba a oficiar misa. Sin embargo, mientras recogían, el joven sacerdote aragonés regresó de la sacristía a la que había bajado con prisa. Su rostro había cambiado y en la mano llevaba una rosa de madera estofada que se había salvado del incendio. No todo se había perdido: quedaba un punto de luz, sobrenatural en este caso, al final del largo túnel de la guerra. Cuento esto porque, en estos días duros, en estos tiempos recios que nos han tocado vivir, deberíamos pensar que todos llevamos en nuestro corazón una rosa de Pallerols por descubrir; una rosa que nos va a decir que no todo está perdido, que,  al final,  la luz vence a la sombra. Aquel sacerdote aragonés, hoy santo de la Iglesia, se llevó aquella rosa, aquel regalo que le estaba aguardando en aquella ermita de Pallerols; que le estaba esperando en medio de las cenizas de aquella sacristía y de las cenizas ardientes de su alma que no encontraba la paz. Seguro que también nosotros somos capaces de encontrar nuestra rosa de Pallerols.


HAVEMOS DE IR AO FUTURO DE FILIPA LEAL


Me ha gustado mucho este poema de Filipa Leal, poeta portuguesa, y me he tomado el atrevimiento de traducirlo al español. Me recuerda a un poema de Vladimir Holan en donde se dice que, en el día del juicio final, le despertará el olor del café que preparaba su madre en la cocina. El poema de Filipa se llama EL CUADRO DEL FUTURO  y en Oporto, la ciudad de la escritora, han tenido el buen gusto de colgar en los árboles unas pancartas en las que se lee. HAVEMOS DE IR AO FUTURO.  El poema dice así:


 

Havemos de ir ao futuro

Havemos de ir ao futuro

e quando lá chegarmos

hão-de estar no sofá os nossos pais

a cuidar dos sonhos que nos deram

Os nossos avós a encher de luzes a árvore de Natal

Os nossos filos e os filos de eles

atrevidos e espantados como nós

Havemos de ir ao futuro

e quando lá chegarmos

hão- de estar todos juntos numa festa a nossa espera

mesmo os amigos que perdemos no caminho

Hão – de lá estar todos com balões de várias cores, bolo-rei

e ao fundo da sala um cartaz do tamaño da nossa idade

onde se lê: ainda bem que vieram

Havemos  de ir juntos ao futuro

ou se não houver boleia para todos ao mesmo tempo

havemos de nos encontrar lá

Havemos de ir ao futuro e, no futuro,

estará finalmente tudo, como dantes.

 

Filipa Leal

 

Tenemos que ir al futuro

Tenemos que ir al futuro

y cuando lleguemos allí

estarán en el sofá nuestros padres

cuidando de los sueños que nos dieran

Nuestros abuelos llenando de luces el árbol de Navidad

y nuestros hijos , y los hijos de ellos

 asombrados y atrevidos como nosotros

Tenemos que ir al futuro

y cuando lleguemos allí

estarán todos juntos en una fiesta esperándonos

hasta los amigos que perdimos por el camino

Estarán todos con globos multicolores, roscón de Reyes

y al fondo de la sala un cartel del tamaño de nuestra edad

donde se lee: nos alegramos de que estéis aquí

Tenemos que ir al futuro

pero si no hubiera sitio para todos a un tiempo

tenemos que encontrarnos allí

Tenemos que ir al futuro y, en el futuro,

todo estará al final, como antes.

 

 

 

 

 


martes, 14 de abril de 2020

NIETZSCHE HA MUERTO



Debo a mi gran amigo y erudito profesor Jesús Sanz Rioja el descubrimiento de Ibáñez Langlois como poeta. Conocía a este sacerdote chileno como escritor de libros religiosos, pero no conocía su faceta poética. Me he leído sus Poemas dogmáticos y me ha hecho mucha gracia este poema, casi una humorada, que aparece en la página 87 de dicho libro:

 

Dios ha muerto

                   Nietzsche

 

NIETZSCHE HA MUERTO

                   Gott

 

         Pues eso.

LA SIESTA DE GOETHE


Ante la imposibilidad de viajar, me he leído El viaje a Italia de Goethe y ha sido un placer acompañarlo desde Karlsbad a Roma y desde Roma a Nápoles y Sicilia y luego otra vez a Nápoles y Roma. También pasó por Venecia y,  en todas las ciudades,  Goethe va desplegando su enorme curiosidad que abarca desde la pintura o la escultura a la poesía, la botánica o la zoología. Gran erudito, Goethe tomaba nota de todo porque tenía una enorme curiosidad, esa curiosidad que hizo que el hombre saliera de las cavernas. Sin embargo, hay algo anecdótico que quiero contaros. Goethe va a la Capilla Sixtina y campa a sus anchas por ella hasta el punto de que se echa una siesta en el sillón del Papa. Lo cuenta con gracia el autor alemán y la verdad, me parece de una auténtica ὕβρις prometeica esta acción tan campechana y tan sagrada porque, como decía mi abuelo Luis, la siesta es sagrada. Goethe se lo toma al pie de la letra y,  en aquella Capilla Sixtina en la que no había turistas japoneses sacando fotos, se pega una siesta ni más ni menos que en el sillón del Santo Padre. Citando de nuevo a mi abuelo Luis, recuerdo que, siendo yo pequeño y en un viaje a Toledo, se echó la siesta – que ya he dicho que para él era sagrada-, en un banco de la Catedral, justo a los pies del enorme San Cristóbal pintado en unos de los laterales del templo. En fin, ya sé que no es lo mismo esta acción de mi abuelo que la de Goethe, pero tenía que intentar poner el pabellón familiar, en el tema de las siestas,  lo más alto posible.

EL AMOR INTRANSITIVO DE RILKE


Seguro que recordáis lo que es un verbo transitivo y lo que es un verbo intransitivo. ¿No? Pues os lo explico: en el verbo transitivo la acción “pasa” (transit, en latín, significa eso mismo, pasa) del sujeto al complemento directo. Por ejemplo: Juan come manzanas. Seguro que recordáis que la acción del verbo (comer) pasa de Juan a las manzanas que reciben la acción del verbo y por eso son el complemento directo y pasan a la boca y al estómago de Juan. Sin embargo, si el verbo es intransitivo (in-transit, en latin, “no pasa”) la acción se queda en Juan. Por ejemplo: Juan corre. Aquí vemos cómo la acción se queda en Juan y  no pasa a otra persona ni a otro objeto. En fin, toda esta explicación de primero de gramática viene al caso porque ese gran poeta que fue Rilke habla del amor intransitivo, es decir, un amor que no pasa del sujeto protagonista de ese amor. Hablando de este amor intransitivo, Federico Bermúdez – Cañete, traductor, seleccionador y prologuista de la Poesía amorosa de Rilke en Hiperión,  dice que es “una especie de disponibilidad pura, de entrega sin concreción, de rechazo de toda posesividad”. Parece ser pues que el amor intransitivo rilkeano es un amor que ama, pero sin intentar la posesión del amado. Se puede ver, más menos bien, en el poema Die Liebende, La amada.

Por qué será que estoy

bajo esta infinitud,

perfumada cual prado,

movida acá y allá,

 

llamando, y temerosa al mismo tiempo,

de que alguien oiga mi llamada,

y sea destinada a perecer en otro.

 

(traducción de Bermúdez – Cañete)

 

         El concepto es complejo y, como se puede ver en este poema, la amante tiene miedo, aunque al mismo tiempo desea  que alguien escuche su llamada y tenga que ir a él como si prefiriera un amor idealizado, pero que, al mismo tiempo,   tenga como fin una persona  real. Pero ¿se puede amar de manera intransitiva? ¿No es, acaso, el amor la entrega de un yo en un tú y viceversa? ¿No es el amor lo que nos abre las puertas del corazón que, como decía Kierkegaard, siempre se abren hacia afuera? Os lo dejo para que lo penséis.


sábado, 11 de abril de 2020

LAS CUATRO PASIONES: RIHM, GUBAIDULINA, GOLIJOV Y TAN DUN



Hace ya veinte años - ¡cómo pasa el tiempo!-, con ocasión de los 250 años de la muerte de Bach, se llevó adelante el proyecto PASIÓN 2000, que fue un encargo de la Academia Internacional Bach de Stuttgart cuya dirección estaba en las manos de Helmuth Rilling. Se pensó en cuatro músicos contemporáneos que compusieron sus respectivas pasiones como homenaje al maestro alemán. El primero fue Wolfgang Rihm con su Deus passus, es decir, Dios sufriente, que es la obra en cuya audición he pasado los tres primeros días de la Semana Santa y que se basa en los textos de San Lucas; La Pasión según San Juan de la compositora rusa pero afincada desde hace muchos años en Alemania, Sofia Gubaidulina; La Pasión según Marcos del argentino Olsvaldo Golijov, una obra atrevida en la que se mezclan ritmos hispanoamericanos y judíos, y el chino Tan Dun que compuso su Water Passion after St. Matthew, una obra atrevida y moderna hasta el extremo. Unos años antes, pocos, Penderecki había compuesto su Credo y su Réquiem de la reconciliación.  Merece la pena que dediquéis un poco de vuestro tiempo, que sé que es escaso, a escuchar estas cuatro pasiones porque son cuatro maneras distintas de enfocar el misterio de la Pasión de Cristo. Podéis empezar por la de Golijov,  con esos ritmos cubanos y también sacados de las melodías hebraicas,  e ir poco a poco con el resto. Las más “duras”, las de Tan Dun y la de Gubaidulina, con esa tristeza que se corta. Os lo dejo a vuestra elección.

SAN AGUSTÍN Y LA LECTURA SILENCIOSA DE SU MAESTRO SAN AMBROSIO


Hace muchos años que Pablo Perera, el gran filósofo de Chamberí y de Saucelle, me habló de la lectura silenciosa y de cómo no era la práctica habitual en el mundo hasta hace, relativamente, pocos siglos. Es decir, que Cicerón, César o Tácito, pese a su nombre, leían en voz alta. Cierto es que no lo podemos asegurar, pero sí que tenemos una prueba en San Agustín en este precioso texto de sus Confesiones, III, 6 que os he traducido en esta mañana radiante de abril. Se refiere el santo de Hipona a su maestro San Ambrosio y de cómo se lo encontraba en el retiro de su celda dedicado y entregado a la lectura.

         Pero cuando leía, llevaba los ojos por las páginas y lo iba comprendiendo; sin embargo, su voz y su lengua reposaban. Con frecuencia,  al llegarme a su lado- pues no impedía a nadie acercarse ni había costumbre de anunciarle quién llegaba-, le veía leyendo en silencio y nunca de otra manera y, tras estar sentado y callado durante un buen rato, - pues quién se atrevía a molestar a una persona tan abstraída-, me marchaba y conjeturaba que él, en aquel escaso tiempo que se tomaba, alejado del ruido de asuntos ajenos, para reparar su espíritu, no quería que le distrajeran con otras cosas. Y que quizás hasta evitaba, ante un oyente suspenso y atento, si el autor que leía trajese algún pasaje oscuro, verse en la necesidad de tener que explicárselo o desarrollar algunas cuestiones más difíciles y, gastando el tiempo en esto, leyera menos de lo que quisiera. Aunque la causa de leer en silencio pudiera ser el conservar su voz que  con mucha facilidad se le enronquecía. En fin, con cualquiera intención que lo hiciera, con buena intención lo hacía.

        



MARIO MONREAL Y LAS LILAS


Quizás porque abril ya ha pintado las lilas del jardín, quiero volveros a hablar de Mario Monreal, el gran pianista valenciano del que os hablé hace ya más de dos años. Monreal, seguidor de la estela de grandes pianistas y músicos valencianos entre los que destaca José Iturbi, muy buen pianista al que no se le perdona la gran fama que obtuvo en Hollywood y se le intenta obviar tan pronto como surge su nombre, Monreal nos regaló a los fieles de la Fundación March la integral de Chopin, autor del que era consumado especialista. En este mes de abril, al reescuchar un disco de Askhenazy interpretando una selección de obras del músico polaco, he vuelto a recordar, una vez más, aquellas mañana de lilas y jardines del barrio de Salamanca. Luego, para volver a casa, había que pasar por la iglesia de los Oblatos, bajar Diego de Léon, cruzar Velázquez con la cafetería Chikito, tan vasca y tan madrileña, y pasar por la panadería de los Somoza, aquellos que trajeron el pan de Porriño hasta los madriles. Y al sonar la Fantasía – Impromptu, me he vuelto a ver sentado en el suelo del pasillo del salón de actos de la Fundación y he visto a don Mario al piano y César y Vicente hablando conmigo mientras nos tomábamos unas cañitas en un bar cercano. Éramos asquerosamente jóvenes y la vida era un enigma sin resolver. Pero, siempre, siempre , nos quedará la música de don Federico y las manos, tan valencianas,  de don Mario Monreal.


miércoles, 8 de abril de 2020

CRUX FIDELIS INTER OMNES Y EL REY DE PORTUGAL


Y seguimos con escuchas atentas de diferentes músicas en estos días previos a la Semana Santa. El día de Viernes Santo se canta un bellísimo himno que comienza como el Pange lingua, es decir, Pange lingua gloriosi, pero que en lugar de seguir con  corporis mysterium, sigue con proelium certaminis. El himno latino da para mucho y, si puedo, le voy a dedicar una entrada de blog en la que analizaremos su texto y su métrica. El asunto es que una parte de este himno es la que dice Cruz fidelis inter omnes //arbor una nobilis que ha dado lugar a bellísimas melodías tanto gregorianas como polifónicas. Bien, pues lo curioso es que una de estas melodías lleva la firma del rey de Portugal Juan IV que, además de ser el rey que devolvió, aunque a regañadientes la independencia a Portugal que hasta ese momento estaba en manos de los Austrias, más en concreto con nuestro Felipe IV, también le echaba algún ratillo a la música con muy buen oído por cierto. Algunos musicólogos no creen que el hermoso motete sea del rey de Portugal, pero ya se sabe que los musicólogos tienen que estar siempre fastidiando y más cuando se trata de un rey. Si lo queréis oír, tenéis una muy buena versión de los King’s Singer y ya sabéis que los ingleses, aunque tengan de presidente al tal Boris Johnson, bordan la polifonía. Estáis avisados.


TENEBRAE DE PAUL CELAN


Pues resulta que estaba escuchando el Deus passus del compositor alemán Wolfgang Rihm y al final de la obra me encuentro con el bellísimo poema de Paul Celan Tenebrae. Como no tenía nada mejor que hacer pues me he puesto a traducirlo a mi manera que espero que también sea la vuestra. Ahí va:

 



Cerca estamos, Señor,
cercanos, al alcance de tu mano.

Atados, Señor,

unidos el uno con el otro como si fuera el cuerpo de cada uno de nosotros tu cuerpo, Señor.

 

Ruega, Señor,

ruega por nosotros,

estamos cerca.

 

Inclinados por el viento hemos llegado hasta allí, para arrodillarnos, después de hondonadas y marjales.

Para beber hemos venido, Señor.

 

 

Era sangre, lo era,

lo que derramaste, Señor,

y brillaba.

 

Nos arrojaba tu imagen a los ojos, Señor.

Ojos y boca se quedan tan abiertos uy vacíos,

Señor.

Hemos bebido, Señor,

La sangre y la imagen

que había en tu sangre, Señor.

Ruega, Señor.

Estamos cerca.




Espero que, como decía Plauto, sepáis perdonar las muchas faltas de esta traducción.


EL SURCO DEL TIEMPO


La lectura del filósofo sevillano Emilio Lledó en su libro El surco del tiempo me ha sido de enorme provecho. Lledó coge el pasaje del Fedro de Platón en el que Theuth y Thamus (Fedro 279 b-c) hablan sobre la escritura, esa medicina para el recuerdo a la que, por habitual, ya casi no le damos importancia. Frente al carácter aristocrático del conocimiento oral, la escritura permitió que llegara al pueblo, al δήμος. Así, ante un acontecimiento, hay uno que es el primero que lo ve porque estuvo allí (ἵστωρ) y hay una ακοή, es decir, una escucha primitiva e inicial. Luego, ya todo lo que viene después es δόξα, opinión. Como es obvio, si conociéramos la verdad como la conoce el que la ha visto, no necesitaríamos para nada la δόξα. Acordaos que Herodoto, al comienzo de su libro, se llama “historiador”, es decir, aquel que ha visto lo que cuenta o lo conoce de primera mano. Sigue Lledó con más análisis de tan importante texto filosófico y llega a una conclusión que me gustaría tratar con algo de detalle ( no con mucho porque no doy más de sí): cómo la memoria, que es posibilidad de pervivencia, es palabra y “hasta las posibles imágenes que anidan en el sustrato van acompañadas siempre de una sintaxis verbal que la anuda y la sostiene”.  El valor de la escritura es fundamental porque con ella se permite que todo individuo de una colectividad empiece a constituirse como tal individuo, a ser sujeto individual y miembro de un estamento más amplio. Cada individuo es miembro de un δήμος que a su vez le hace ser individuo de una πόλις.

          Si reparamos además en que la vida humana es dual porque el ser humano es y, al tiempo es consciente de ser, vemos que ese ser es memoria y que la memoria es lenguaje porque pensamos con el lenguaje. Yo le recuerdo a don José Antonio Ibáñez González que nos decía esto cuando el que esto escribe estudiaba tercero de BUP , desde entonces, surgió esta devoción que tengo por la lengua y por eso me hice filólogo, porque me gusta el λόγος, la palabra.

         Deberían reflexionar los políticos que se encargan de las reformas educativas en estas sencillas palabras que estoy refiriendo aquí y no intentar suprimir de los curricula asignaturas “del lenguaje” como la Filosofía, el Griego o el Latín. Somos lenguaje y nuestro ser es el lenguaje que poseemos. Si empobrecemos el lenguaje, empobrecemos al individuo y lo hacemos, como ya nos decía don José Antonio Ibáñez, más manipulable; en definitiva, en el lenguaje, reside también nuestra libertad y nuestra dignidad de seres humanos.

         Antes he dicho que los políticos deberían leer y reflexionar este pasaje del Fedro y este libro de Emilio Lledó, pero ¿de verdad os imagináis a algún político leyendo a Platón, a Lledó o a Foucault, ahora que las pandemias nos acechan? Quizás don Ángel Gabilondo o el ministro Illa que son filósofos de profesión, pero el resto… En fin, prefiero no seguir.


martes, 7 de abril de 2020

JOSÉ RÉGIO, EL GRAN POETA DE VILA DO CONDE


José Régio es el seudónimo de  José Maria dos Reis Pereira, poeta portugués nacido en Vila do Conde en 1901, ciudad portuguesa al sur de Oporto, y fallecido en ese mismo lugar en 1969.  A este gran poeta luso lo he descubierto gracias a Pedro de Lorenzo, el gran escritor extremeño, que – contaba él-, desde su mesa de trabajo en España, veía la luz de José Régio y así, de manera tan simple, no existía “la raya” entre Portugal y España. Ya dije en su lugar que de Lorenzo era un hombre culto, con mala fama de retórico (en la actualidad, en que todos somos tan zafios, el más mínimo cuidado en el habla ya es pedante y tenemos que hablar para no pasar por ello, con el habla del Rufián dichoso o de la Rosalía) y que era de derechas. En la actualidad, los primero y lo segundo se le podría perdonar, pero lo tercero nunca. Sigamos que me voy del tema. Os iba diciendo que Régio es un autor que tiene como temas los temas de la poesía desde que algún vate se puso a la tarea de hacer versos. Yo ya me he cortado la coleta de traducir porque en España el único que lo hace bien es Jaime Siles que es un tío que da para mucho y por eso, digo, he dejado de traducir. No me gustan los malos fados ni los malos tragos.  Hablando de fados, Régio es el autor de la letra de Fado português, el bellísimo fado que cantaba Amália Rodrigues, ese que empieza: O fado naceu dia…No obstante quiero traduciros un fragmento de Régio en un romance que dedica a su villa natal. A mí me recuerda mucho a Celso Emilio Ferreriro y con la presencia del viento en su poesía, en especial en ese libro magistral que es Onde o mundo chámase Celanova. Ahí os va y que Siles reparta suerte:
 
¡Viento norte, ay, viento norte,
viento de orilla mar,
viento de Vila do Conde,
que es mi tierra natal!
Ningún remedio me vale
si no me vienes a buscar,
viento norte, viento norte,
que en sueños siento soplar…
 
(…) abría por las mañanas,
mis ventanas de par en par.
Entraba el mar en mi cuarto
sólo con el viento del mar. (…)
Hasta la Senhora da Guia,
poco a poco, me iba a pasear,
hasta la Senhora da Guia
que se mete dentro del mar,
cual  paloma que las olas
no se quisieran llevar;
quizás como una gaviota
cogida en un vendaval…
o una rosa blanca traída
quién sabe de qué lugar,
que retenida en las piedras
quédase allí sin marchitar,
el pie metido en el río,
la flor ya en el agua del mar.
 
Muero en pecado mortal
sin quererme confesar…,
si no me llevan deprisa,
¡Deprisa! ¡No me hagáis esperar!
a tomar el aire,  a mi aire respirar
de mi tierra natal.
 
Vila do Conde ,  que te extiendes
 por  pinares, río y mar …