sábado, 24 de diciembre de 2016

SOBERANO ESPOSO MÍO


Nada puedo decir a esta maravilla de poema. Leedlo y, si podéis, escuchadlo cantado por Amancio Prada.


 









SOBERANO ESPOSO MÍO

 

Soberano Esposo mío,

ya voy, dejadme llegar;

no me deis, Señor, desvío,

para que entre en vuestro mar

este pequeñuelo río.

 

Socorredme, dulce Esposo,

y dad la debida palma

a mi cuidado amoroso

para que descanse el alma

en los brazos de su Esposo.

 

Vuestros brazos me daréis

que, si a pediros me atrevo,

es porque no miraréis

a lo mucho que ya os debo

lo poco que me debéis.

 

Cumplid, Esposo, los conciertos,

quitando al alma los lazos,

serán mis abrazos ciertos

pues por darnos abrazos

tenéis los brazos abiertos.

 

Si vos los brazos me dais,

yo os doy el alma en despojos,

y, pues ya me la sacáis,

volved, mi Cristo, los ojos

a quien el alma lleváis.

 

Pues el corazón os di,

denme esas llagas consuelo;

entre el alma por ahí,

pues son las puertas del cielo,

que se abrieron para mí.

 

Huéspedes tenéis y tales

que no sé si he de caber

pero, ya en vuestros umbrales,

quepa esta pobre mujer

entre tantos cardenales.

 

Mi alma vive de manera

guardando de amor la ley

que en vos su remedio espera

pues tiene tal Agnus Dei

colgado a su cabecera.

 

Por vuestra me recibid,

no miréis más mi pobreza;

si voy segura, decid,

mas, si bajáis la cabeza,

diciéndome estáis que sí.

 

Ahora es tiempo que veamos

a dónde llega el querer,

si es verdad que nos amamos,

yo ya me vengo a esconder

entre ese árbol y sus ramos.

Siendo así, Esposo sagrado,

en aquestas ansias bravas,

válgame vuestro cuidado

pues me asgo a las aldabas

porque me valga el sagrado.

 

De esta postrer despedida

yo no temo el dolor fuerte,

si con vos, mi Cristo, asida

a la hora de la muerte

tenga en mis manos la vida.

 

Si en las manos tengo a vos

con regalos soberanos,

ya estamos juntos los dos,

pues que Dios está en mis manos,

y yo en las manos de Dios.


LA CIUDAD NO ES PARA MÍ


La ciudad no es para mí es toda una película de culto para el que estas líneas escribe. Sé que los pedantones al paño se mesarán sus barbas y se rasgarán sus túnicas de diseño con esta declaración que me sale del corazón. (Un pareado) Y de esta película tan denostada señalo tres momentos:

El primero es cuando, el padre, don Agustín, labrador de Calacierva, pueblo aragonés  baja a Madrid porque allí vive su hijo, ilustre médico. Su nuera lleva una vida de relaciones sociales en las que el pobre maño no tiene cabida. Lo recluye en la cocina porque se avergüenza de él. Sin embargo, cuando Luchi se líe con un medico ayudante de su marido, (que interpreta un joven Sancho Gracia),  el abuelo salvará su matrimonio.

El segundo es cuando le pide dinero a su hijo y éste abre su cartera y le da unos cuantos billetes.  Pronuncia entonces don Agustín unas palabras preciosas y llenas de verdad: ¡Pensar que en la cartera de un hombre cabe la felicidad de tantas personas!

El tercero es otro momento bellísimo: el padre, que había viajado hasta Madrid con el retrato de su difunta esposa, quita un carísimo cuadro de Picasso y coloca el cuadro en el salón del comedor;  su hijo, asombrado, le dice: ¡Pero padre ¿cómo ha quitado el Picasso?! ¡Vale un millón! Y don Agustín le dice a Agustinico: y un cuadro de tu madre ¿no vale más de un millón?

Finalmente, el cuarto momento,  uno más de los muchos maravillosos que tiene la película es cuando don Agustín relata cómo se acuesta en Calacierva:

“Cuando me acuesto, echo una pata a Francia y otra a Italia y me duermo como un bendito” ¿Cuántos podemos decir lo mismo?

No os dejéis engañar por los progres y,  si podéis, durante estas Navidades, ved esta película maravillosa en la que un simple aldeano de Calacierva les lleva a sus hijos ricos la honradez, la sinceridad y el amor. ¡Casi nada!


EN ALBACETE, LEE UN POEMA Y NO TE VAYAS (O LOS POETAS DE ALBACETE)



Mi conocimiento de Albacete era, hasta hace unos días, muy pobre. Se limitaba a la industria de cuchillos y navajas; a la base de Los Llanos y a la Sierra de Alcaraz, en donde mataron al Pernales y al niño del Arahal. También tengo un recuerdo de Albacete, el único de toda mi vida pues jamás volví a poner los pies en tan curiosa tierra, de una calle con un frío polar y unos adolescentes que me pareció que iban en manga corta o al menos con menos ropa que un servidor al que su santa madre llevaba cubierto con gorro de verdugo y bufanda anudada para que no me entrara el frío en mi muy delicada garganta. Aquel chaval con un polo blanco, que debía de ser el amo de la pandilla y que lo quería demostrar yendo en manga corta, es lo único que recuerdo de Albacete. Por supuesto, conozco los dichos célebres, pero mi cortesía y mi respeto por aquella tierra me hacen callar: no hablaré por tanto de ningún proceso defecatorio y tampoco de viejos ni de viejas, pero sí que os hablaré de un grupito de poetas que están publicando y ganando premios. Pero  hoy os quiero hablar tan sólo de que la poesía ya existía antes de estos poetas jóvenes por los que yo he conocido este Albacete literario y así me entero de que existe, desde hace unos años,  un grupo llamado Alcandora que organiza jueves literarios y que en 2001, se publicó un libro que lleva por título Las 70 mejores poesías de autores de Albacete de Andrés Gómez Flores. En fin que “el Nueva York de la Mancha” como lo llamaba Azorín no es un yermo en el que los madrileños de vuelta de Levante se paran a hacer sus necesidades, sino que hay toda una vida literaria que estos madrileños, siempre apresurados,  se pierden por motivos escatológicos. ¡Que pena!

PEQUEÑECES, PERO NO MEMECES



Desde muy pequeño había oído hablar de Pequeñeces y pensaba que era un libro al estilo de Mujercitas, es decir, la vida de unos escolares en algún colegio jesuítico como, por ejemplo, el del Recuerdo en mi Chamartín. Siguiendo aquella sabia conseja de Vicente Cristóbal López, profesor mío en la Facultad, cuando nos decía que la mejor manera de conocer un libro era leerlo,  me puse a su lectura para saber cómo era el libro y me llevé una sorpresa porque el libro que arranca efectivamente en el Recuerdo, sigue por un camino muy distinto, pues lo que hace el Padre  Coloma es relatar con un estilo realista lo podrido de la alta “suciedad” madrileña. Currita, marquesa de Albornoz, vive en Saraos, tiene un pobre marido retrasado o más bien cortico de luces y deja a sus hijos “abandonados” en los colegios de la Compañía. Una cita de Shakespeare abre el libro: Something is rotten on the kingdom of Denmark. Pereda, ese señorito de Córdoba que escribía como los ángeles, decía que para la homilía no hacía falta un libro. Puede ser, pero sí que es verdad que el libro está muy bien escrito y que tiene momentos de muy buena literatura. Sin embargo, adolece de un defecto que es común a los libros escritos por entregas: alargan demasiado la acción para publicar durante el tiempo pactado por el periódico. Pero los personajes de la Restauración están tan bien retratados que uno no se sorprende de que en España estemos como estamos porque de aquellos polvos vienen  estos lodos y de aquellas mimbres tenemos estos cuévanos. Amén.

CECIL Y MANUCHO




Manuel Mujica Láinez no deja de sorprenderme con su maravillosa literatura. Llevo todo este año con sus libros y cada libro me gusta más y me parece de un escritor fastuoso, tan encantador ( en el sentido etimológico del término) como “mi” Cunqueiro. En este mes, le ha tocado a Cecil en el que el autor bonaerense nos cuenta una parte de su vida. Pero digo mal, no es Mujica el que cuenta su vida sino que es su perro, Cecil, el que cuenta la vida del escritor. Y, vista la vida de Manucho por su querido perro, ésta se nos revela como algo mágico, extraño, maravilloso porque el perro, desde su mundo, analiza el mundo férico de Mujica y consigue unos resultados en los que, con ese humor tan propio de las personas inteligentes como el argentino, no dejan de sorprendernos. Gran libro que, fijaos que cosas, me ha llevado a un fantástico disco de arias renacentista de la gran Victoria de los Ángeles. Más se aprende leyendo a mi Manucho del alma que viendo Telecinco.

HERMENEGILDO MARTÍN BORRO


Un día, yendo en el coche camino de Olmedo con mi compañero Rodrigo, profesor de matemáticas, salió el tema de los abulenses ilustres y, entre ellos, surgió el nombre de Hermenegildo Martín Borro, poeta de Cebreros que da nombre al Instituto de la villa abulense. Hasta ese momento no nada sabía de Martín Borro, pero, como para eso se inventó Iberlibro, navegué por sus procelosas aguas y encontré una Antología en la Fundación Gran Duque de Alba de la que os hablaré en su momento y Enamorada cumbre subtitulado Tierras de Ávila y de Gredos y que fue editado por Alberto Vassallo de Mumbert, un librero y editor muy vinculado a las tierras de Ávila. El libro tiene poemas que son buenos u otros de circunstancia, dedicados a próceres que ya han pasado al olvido. Éstos últimos poemas no me acaban de gustar y me recuerdan a eso poemas en bable que más propios son de una caseta regional que de un libro. Martín Borro es un buen poeta que conoce su oficio y que maneja muy bien los metros clásicos, pero, repito, hay demasiados poemas de circunstancias. Sin embargo, benditas esas circunstancias que hacían que en una inauguración o en un acto público apareciera un poeta que recitaba unos versos alusivos al acto,. Y digo que benditos porque a tal punto de cochambre intelectual hemos descendido que ya ni eso.


sábado, 3 de diciembre de 2016

DONDE LAS MUJERES



Hay cosas que uno no se explica y una de ellas es cómo no había leído antes a Álvaro Pombo al que conocía de tertulias televisivas cuando en la televisión aparecían escritores e intelectuales que tenían algo que decir y no mangutas, manguis y rufianes que nada tienen que decir, pero que llenan las ondas hercianas con sus estupideces. Quizás pensando que era un escritor de best sellers no leí a Álvaro Pombo hasta que un día, hablando con Jesús Sanz Rioja, el profesor más culto de Valladolid que lo mismo te define en dos palabras la novela negra que se te toma un Machaquito o una absenta, me dijo que leyera Donde las mujeres. Y como en todo le hago caso excepto en lo del Machaquito y la absenta, me lo he leído y tan sólo os digo que es una de las mejores novelas que he leído nunca. Pombo penetra en una familia ( no lo dice, pero son de Santander) y con una gran precisión psicológica nos describe ese gineceo en donde los hombres acaban malparados. La novela me ha parecido muy british, en el mejor sentido del término, y alejada de lo garbancero, propio de los escritores de la patria hispana. Es una novela que es muy, pero que muy recomendable y que curiosamente me ha llegado de viejo (ya no se editan cosas buenas como ésta) de un expurgo de la biblioteca de un pueblo  de Toledo cuyo nombre omito porque deja a su bibliotecario a la altura del betún. ¿A que lo ha sustituido por alguno de Ruiz Zafón o por las sombras de Grey? Sin perdón, como Clint Eastwood.