sábado, 31 de julio de 2021

EL QUIOSCO DE JOSE Y LOLI EN LA PLAYA DE LAPAMÁN

 


Acabábamos de llegar a nuestra playa de Lapamán y en ella había, si la memoria no me falla pues han pasado ya unos cuantos años, tres quioscos: uno en la bajada de las escaleras que me han dicho que sigue en funcionamiento;  el bar de Lino (El pino) y el quiosco de Loli, la hija de Fina, la señora de la tienda de la  curva de Ardán. Debía de tener un servidor unos seis o siete años y Loli ya se andaría por los catorce. Era una niña rubia cuyo padre había fallecido no hacía muchos años. Ya no me acuerdo muy bien, pero, un día, Loli se echó novio, un chico rubio y de ojos claros que era de Poio, y se casaron. Es posible que Loli aparentara menos años de los que tenía, pero el matrimonio se marchó para Suiza y tardaron unos años en volver. Pero no nos adelantemos  a los acontecimientos porque, antes de nada, hay que contar que aquel quiosco era la sucursal del paraíso en donde comíamos, tomábamos helados y nuestros padres bebían aquel vino, “rojo como la sangre de un gigante” del que hago mención en mi poemario “A la sombra de Teucro”. Nunca he sido más feliz que en aquellos años en donde Lapamán era nuestra playa y en donde nuestros padres eran tan felices como nos resulta imposible ser a nosotros ahora. No había coronavirus y los obreros, por primera vez en la historia de España, se podían permitir un mes de vacaciones en el mar, algo que tan sólo se permitían, veinte años atrás,  los ricos. Quizás cuando volvieron de Suiza, Loli y Jose abrieron la churrasquería San José en donde se tomaba el mejor pescado a la brasa de la ría y el mejor churrasco de Galicia. Pero, por favor, dejadme que lo cuente en otra entrada.

SEBASTIAN HAFFNER Y SU "HISTORIA DE UN ALEMÁN"

 


Este libro de Sebastián Haffner, Historia de un alemán, nos intenta explicar cómo el pueblo alemán acabó en ese genocidio infame que fueron las matanzas de judíos. Analiza muy bien cómo aquella sociedad alemana, llena de deseos de venganza por el tratado de Versalles, en medio de una crisis económica insostenible, y con una juventud que durante la Gran Guerra eran niños que jugaban a las batallas sobre un tablero fue aceptando con naturalidad el ascenso al   poder de aquel austríaco con bigote, con peinado de proxeneta y que hablaba con el acento de los suburbios de Viena (sic).  Los nazis, como un virus, fueron entrando en la sociedad alemana y  contagiando a los alemanes por medio de la violencia y de la mentira. Recordemos lo que decíamos hace poco sobre cómo el mal es activo y no es tan sólo la ausencia de bien porque no lo debemos olvidar nunca.  Su táctica fue muy sencilla: convertir a los alemanes en masa para que así perdieran su identidad. Haffner estuvo en un campamento de estudiantes y allí pudo comprobar cómo se les iba anulando el yo para poder pasar a ser masa. ¡Ojo porque el del bigotito logró el poder de manera democrática! Andémonos con mucho ojo porque,  cuando dejamos de creer en la democracia, pasamos a confiar en un demagogo que,  en eso, como en tantas cosas, Aristóteles lo dijo y “es cosa “verdader”. O más claro aún ya que hablamos del estagirita, o Atenas con todos sus defectos,  o Esparta con su régimen en donde ni siquiera soñaban con la libertad ni en libertad.

         Un libro muy interesante sobre un tema verdaderamente terrible y además muy bien escrito.

viernes, 30 de julio de 2021

UNA MUJER DE BANDERA O LA INTELIGENCIA DEL CHISTE

 


Mi padre contaba este chiste que a mí siempre me ha parecido maravilloso.

         Va un hombre muy delgadito y enclenque, por la calle y de repente pasa una mujer “de bandera”. El hombre se la queda mirando con un nada obscuro objeto del deseo. Entonces la mujer se acerca.

-         Buenos días, caballero. ¿Quiere usted seguirme a mi casa?

El hombre no se puede creer que haya tenido la suerte de que esa mujer escultural se haya fijado en él y con una alegría que no le cabe en el cuerpo sigue a la mujer que abre el portal, sube las escaleras y le deja franca la puerta del piso en el que vive al emocionado personaje.

-         Caballero, entre en mi habitación y desnúdese que ahora voy yo para allá.

Os podéis imaginar la alegría del hombre que se desnuda a toda prisa y se queda esperando a que la puerta de la habitación se abra y aparezca esa mujer que no ha visto ni en sus mejores sueños.

Pero hete aquí que la señora aparece con tres niños de la mano a los que se dirige en tono cariñoso y maternal:

 

-         Hijos, comed bien si no os queréis quedar como ese señor.

 

Me parece un chiste inteligente con ese final sorprendente cuando ya estábamos “viendo” que aquello iba a terminar con un “gaudeamus igitur”.

 

Ya sabéis: nada es lo que parece.     

PENSAR LA RELIGIÓN DE EUGENIO TRÍAS

 


Pensar la religión, el libro de Eugenio Trías, es un libro para leerlo- como todo lo de Trías-, con muchísima calma porque Trías, que tiene un pensamiento “alemán”, va analizando con sumo cuidado tan difícil “problema”. Lo primero y muy importante es lo que el título nos revela: que la religión se puede pensar y que, por tanto, no es cosa de mermados mentales.  Entrando en una pequeñísima selección de ideas del libro, parte Trías de la tesis de que el hombre es un ser del límite, ese límite que separa lo que podemos expresar mediante el logos y lo que no podemos expresar tal y como vio Wittgenstein.  Otra parte fundamental del libro es en la que Trías nos dice que no puede existir una revelación en y desde el propio ser y cómo Grecia establece el dominio del ente a partir del olvido del ser. Una tercera idea es que el mal no es una potencia negativa (el mal es ausencia de bien nos dice incluso hasta la Iglesia Católica), sino que el mal es una potencia positiva que tiene su origen en el propio carácter dislocado del ser que es un ser necesitado.

         La comunicación entre la parte del logos y la parte del misterium tremedum que Otto definía en su libro Das Heilig ( lo sagrado) es por medio del símbolo, símbolo que la modernidad ha dejado de usar. Vivimos en una época que carece absolutamente de símbolos de ahí que no podamos entender correctamente la “revelación·” que el símbolo conlleva. Por último -y haciendo una imperdonable reducción de las muchas ideas que pueblan su libro-,  el arte tiene como causa final lo sagrado y la deconstrucción artística busca la revelación de la nada del sentido haciendo del medio un fin.

         Un buen libro para este verano en que las clases nos han dejado tranquilo.

UN LARGO SÁBADO CON GEORGE STEINER

 


Conocí a George Steiner gracias a don José Jiménez Lozano que me lo recomendó en una de aquellas visitas que giraba hasta su casa de Alcazarén.  En esta ocasión, me he leído Un largo sábado, un libro de las conversaciones que mantuvo con Laure Adler. Así, de memoria, mientras estoy en mi locus amoenus particular, os digo algunas de las ideas del filósofo francés que me han llamado la atención.

         La primera que Steiner no es sionista. No considera el filósofo parisino que el sionismo sea una solución para su pueblo judío y aboga por otras soluciones para “el problema del espacio judío”. Fundamentalmente, para él, ser judío es “estar con las maletas preparadas” porque ser judío es ser en cualquier lugar y para Steiner le bastan una mesa y un libro para sentirse en su patria.

         La segunda que don George nos dice es que un judío siempre escribe con un lápiz en la mano y subrayando porque quiere mejorar lo que está leyendo, porque es capaz de escribir algo mejor que lo que tiene entre las manos.

         Una tercera, cómo estamos viviendo,  es que Europa no tiene ningún modelo que proponer a los jóvenes. Hemos dejado morir a la civilización cristiana y ahora nada les podemos ofrecer a los que nos siguen en la vida.  Los educadores tendríamos que pensar con detalle estas últimas palabras.

         Podríamos seguir un buen rato, pero no os quiero aburrir. Dice este hombre sabio “que un día sin música es un día triste” y tiene toda la razón. Y también que Hannah  Arendt,  en su famosa Historia de los totalitarismos,  no habla de Stalin porque su santo esposo era un estalininista convencido. Y que Saint John Perse es un poeta sobrevalorado y tantas y tantas cosas como sólo un culto lector puede decir.

         Grande don George que nos explica cómo esta sociedad es una absoluta enemiga de la lectura: porque no hay un espacio físico en las casas para los libros (pero sí para enormes televisiones) y, sobre todo, porque no tenemos el silencio que es necesario para leer.

         Me ha gustado y os lo recomiendo.

jueves, 29 de julio de 2021

RAMÓN Y LOPE: DOS GATOS QUE HABLAN DE "GATOS" Y DE POESÍA


 

Ramón Gómez de la Serna, el gran Ramón, tiene un libro genial sobre Lope de Vega que se titula Lope viviente. En este verano en que estoy dedicando muchas horas a Ramón porque es ese gran desconocido de la literatura española (el otro día escuché a Luis Alberto de Cuenca que Galaxia había empezado a editar sus obras completas, pero que lo había dejado ante sus
escasas o nulas ventas lo que es una prueba más que evidente del mas gusto que impera entre los lectores de este bendito país) del que  se conocen (y mal) sus Greguerías, ese compendio de poesía sin un solo verso. Ramón influyó mucho en Juan Manuel de Prada, un buen escritor (recuerdo el gozo de leer Las máscaras del héroe) al que han conseguido “anular” los progres de izquierdas que ni saben lo que es progresía ni ser de izquierdas. A lo que íbamos, os decía que en ese libro de Gómez de la Serna, aparece un Lope vivo, un Lope que hacía poesía de cada acontecer porque, como Ovidio, todo lo que le salía del corazón le salía en verso. ¡Qué gran poeta Lope del que bebo casi a diario en sus numerosos poemas!

         Pues ya veis: dos madrileños, dos gatos frente a frente, que dan a luz un libro maravilloso y altamente recomendable.

JUAN LÓPEZ DE HOYOS, EL MAESTRO DE CERVANTES

 


Cuando yo era niño-Dios en Madrid, vivía en la calle de López de Hoyos, más en concreto en el número 6 que, para esa calle, era nada pues, durante mucho tiempo, ostentó el título de calle más larga de Madrid, con aquellos seiscientos y pico números que cruzaban el arroyo del Abroñigal y la antigua Avenida de la Paz ( hoy M-30) y se llegaban hasta la calle de la Máquina. Un día, miré en la vieja enciclopedia Salvat quién era este señor que daba nombre a mi calle y creo que también lo miré en Pedro de Répide y sus calle de Madrid y otro día, cuando don Antonio Salces Blesa, nuestro médico de cabecera (no te desatención primaria), me preguntó para poner a prueba mi culturilla de niño sabihondo que quién era el prócer que daba nombre a mi calle, le contesté muy ufano que “era el maestro de Cervantes” con lo que el galeno en cuestión se quedó convencido de que aquel niño flacucho iba a llegar muy lejos ( no fue así, pero bueno…) Lo cierto es que era un gozo enorme que los médicos te hablaran de Lope, de Cervantes o de López de Hoyos porque los médicos de antes eran humanistas ( nada hay más cercano al ser humano y  a los seres en general que el dolor) y no máquinas programadas en las facultades de Medicina para llenar de estadísticas los anales del Ministerio de Sanidad. Don Juan López de Hoyos, humanista del siglo XVI, hijo de un herrero madrileño y hombre culto, fue el maestro de Cervantes en los Estudios madrileños y el maestro recordaba al discípulo con enorme cariño cuando éste aún no era nadie en el mundo de las letras (“nuestro caro y amado discípulo” lo llamó).  Cuando murió “el maestro”, en el año 1592, Cervantes no había publicado más que La Galatea y alguna novela ejemplar y, por tanto,  el generoso humanista no fue testigo de la aparición de El Quijote.

         Si un día vais a Madrid, allí, en la esquina de López de Hoyos con Hermanos Bécquer, me crie y habité muchos años. Esa es mi esquina rota de cuando yo era niño-Dios en Madrid.

LA PIEDRA DE VIGO, EL NEGRO DEL QUESO DE GOUDA Y EL WINSTON DE BATEA

 

Cuando mi padre decía que aquella tarde la íbamos a pasar en Vigo, era casi lo mismo que decir que la íbamos a pasar en La Piedra, aquel mercado que hace ya unos años lo han pasado por el tamiz de lo racional y lo civilizado. Al llegar a la piedra, nada más coger la pequeña cuesta bajo la cual estaba el mercado, a la izquierda, estaba el negro que vendía el queso holandés de Gouda con una etiqueta en la que aparecía un señor de negro con sombrero de copa; un poco más allá, otros negritos vendían el Winston “de batea” y algunas otras sustancias que, por aquellos años, ni conocía ni me interesaban ( la verdad es que me siguen sin interesar). Cuando entrábamos en túnel estrecho con tiendas puestos a la derecha y a la izquierda,  allí había de todo: radio cassettes, walkman ( eso fue ya en los ochenta), más tabaco, relojes, cámaras de fotos, pantalones Lee y Levis, cinturones, carretes de foto, cintas para cassett



e vírgenes y un largo etcétera de productos. Sin embargo, si hay algo que recuerdo de la Piedra, es su olor que era una mezcla de la masa humana que formaba un río de gente que te iba llevando por aquel túnel, del cuero de la marroquinería, de los aparatos electrónicos, de la ropa, del tabaco y de tantas cosas. Ya al final,  había un señor pegado a la pared que vendía oro y relojes. Un día mi abuela le preguntó que si eran de oro alemán y el señor se mosqueó. ¡Anda que si le llega a preguntar que si eran del “oro de Moscú”!

         Por la mañana, las ostreras habían estado abriendo ostras en la calles aledañas y los veraneantes bebiendo vino y comiendo ostras sin parar. Eran los tiempos de la alegría, del todo va a ir a mejor; eran tiempos sin putas pandemias y las ostras, una promesa de virilidad.

         Ahora, desde ya hace unos años, el mercado de La Piedra es un mercado civilizado, demasiado civilizado, que no me dice nada. Os juro que, cando vuelvo por Vigo, sigo buscando a aquel negrito que vendía el queso holandés en cuya etiqueta aparecía un señor con un sombrero de copa y una pipa. En la foto lo podéis ver.

 

martes, 27 de julio de 2021

JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS

 


La poesía de Muñoz Rojas es la poesía de un andaluz del campo, de un hombre que vivía cada atardecer, cada madrugada, cada mediodía en esa tierra irrepetible. A don Dámaso Alonso le gustaba mucho ese libro prodigioso que se titula Las cosas del campo. Muñoz Rojas era de Antequera y vivió cien años que le hicieron ver casi todo el siglo XX plagado de “ismos” y de escuelas. Trabajó en el banco UrquiJo, pero su alma estaba en el campo porque quizás en la ausencia es donde es más viva la presencia. Además de recomendaros la lectura de Las cosas del campo que se publicó en Málaga, en 1951, en una editorial que lleva por hermoso nombre El Arroyo de los Ángeles, os recomiendo la lectura de sus Cantos a Rosa de cuyo contenido os copio un poema:

XVII

Le dije: ven aquí. Te quiero, Rosa.

Mira los tilos, mira las gayombas

volcándose en el aire. Tú no sabes

lo que siente cuando se derrama

un tilo en las espaldas. Quien no tenga

una mano al alcance cuando cae

dulce y lenta la lluvia de los tilos,

perecerá. Entonces ella dijo:

¿Qué sabes tú de muerte, ni dulzura?

 

         Por cierto, como en estos tiempos hay que explicarlo todo, hasta lo evidente, aviso de que las gayombas son unos arbustos emparentados con las retamas (papilionáceas) cuyas flores, tal y como explica a las mil maravillas el nombre latino, tienen forma de mariposas que en latín se dice papilio, -onis.

         Decía esto no vaya a ser que alguno confunda las gayombas con los gayumbos y acabe el poema como el rosario de la aurora con Muñoz Rojas diciéndole a su Rosa del alma que le mire los gayumbos volcándose en el aire.

lunes, 26 de julio de 2021

MANUEL CURROS ENRÍQUEZ, EL GRAN POETA DE CELANOVA

 

Acabo de leer la poesía completa de ese gran poeta de Celanova que fue Manuel Curros Enríquez que, al igual que Rosalía, fue capaz de que sus poemas los cantara el pueblo gallego y que aún los cante. No voy a contaros nada de su biografía porque es conocida y se encuentra en cualquier enciclopedia, pero sí que quiero deciros, cuando aún el libro reposa en mi escritorio, que su poesía está asentada en una métrica impoluta y en un ritmo tan maravilloso que no fue milagro que grandes músicos gallegos musicaran sus versos. Es más, su archifamoso poema Unha noite na eira do trigo no lo comenzó así Curros y fue un poeta popular el que cambió su título original, No xardín unha noite sentada, por el más conocido que hemos reseñado unas líneas más arriba. Curros, masón y anticlerical, se tuvo que exiliar y murió en La Habana, pero sus poemas no iban contra Dios, sino contra los caciques y abades que tenían al pueblo en la miseria.

         Este poema que os dejo y que espero que se vea bien me pone un nudo en la garganta porque yo también levo na frente unha estrela e no bico un cantar y, a veces, pienso que ¡Eu que non teño que rece por min!

 

         Disfrutadlo y, si podéis, escuchad la maravillosa versión que hace María do Ceo (¡Cómo se puede cantar mal con ese nombre, por Dios!)




A ROSALÍA

Do mar pola orela mireina pasar
Na frente unha estrela, no bico un cantar

E vina tan soia na noite sen fin
¡que inda recei pola probe da tola
Eu, que non tenho quen rece por min!

A musa dos pobos que vin pasar eu
Comesta dos lobos, comesta morreu
Os ósos son dela que vades gardar

¡Ai dos que levan na frente unha estrela!
¡Ai dos que levan no bico un cantar!

¡Ai dos que levan na frente unha estrela!
¡Ai dos que levan no bico un cantar!

Do mar pola orela mireina pasar
Na frente unha estrela, no bico un cantar

E vina tan soia na noite sen fin
¡Que inda recei pola probe da tola
Eu, que non tenho quen rece por min!

A musa dos pobos que vin pasar eu
Comesta dos lobos, comesta morreu
Os ósos son dela que vades gardar

¡Ai dos que levan na frente unha estrela!
¡Ai dos que levan no bico un cantar!

 

domingo, 25 de julio de 2021

EL OLIVO DE LA CIUDAD OLÍVICA

 


A Vigo se le conoce como la ciudad olívica y quiero contaros el porqué. Resulta que allá por el siglo XII los monjes de la Orden del Templo de Jerusalén estaban al cargo del monasterio de Santa María ( lo que hoy es la colegiata) y, en la puerta, para simbolizar la vida eterna, plantaron una oliveira (olivo en gallego). Si plantaron un olivo, fue porque es un árbol de hoja perenne y es símbolo, como el ciprés, de la eternidad. También es símbolo de la paz pues con ramas de olivo saludaron a Cristo en su entrada a Jerusalén. Pero no nos vayamos por las ramas (del olivo).

         El primitivo olivo fue derribado al construirse la nueva iglesia. Sin embargo, un vigués de pro, don Manuel Ángel Pereira, que era Administrador de la Aduana viguesa e hijo político del famoso alcalde vigués don Cayetano Parada y Pérez de Limia, recogió una ramita y la plantó en el huerto de su casa ( todo un detalle por su parte, se ve que era un ecologista avant la lettre. El crecimiento de la ciudad, enorme  como se puede comprobar dándose un viajecillo por allí, hizo que el jardín del prócer desapareciera y entonces el olivo fue llevado hasta el Paseo de Alfonso XII que es donde lo podemos ver en la actualidad. Delante del árbol hay una placa que  da fe del amor de los vigueses por su árbol . Eso fue en 1932 y allí sigue el olivo hasta que don Abel Caballero decida cambiarlo de lugar que ya se sabe que de los políticos, como de los purriegos, no es bueno fiar. Por cierto, el olivo aparece en el escudo de Vigo y os recomiendo que le hagáis una visita que no todo van a ser las ostras de La Piedra y el “Winston de batea”. Avisados quedáis.

ANTONIO TOVAR BOBILLO, EL GRAN POETA DE LA LIMIA

 

Durante muchos años asocié, de manera errónea, el apellido Bobillo a don Antonio Tovar, el ilustre filólogo vallisoletano del que ya he hablado en este blog, cuando su segundo apellido era Llorente. ¿Quién era, pues, Antonio Tovar Bobillo que tanto me sonaba en las mientes? Pues el ms excelso poeta gallego que hayan visto los siglos comparable, sin duda, a Rosalía´, a Celso Emilio Ferreiro o a Curros y que un servidor, por misterios de la vida, no había leído hasta este año en que, estando de “tribuno” en el tribunal de latín que tenía su ubicación en el Instituto Antonio Tovar del barrio vallisoletano de Arturo Eyries, volvió a pensar en este Tovar Bobillo.

         Don Antonio Tovar Bobillo, nació en  tierras da Limia, a “terra das patacas”, la tierra de lagunas misteriosas con pueblos sumergidos, la tierra que custodia ese río que los romanos, al mando de Decio Junio Bruto “el Galaico”, pensaron que era el Leteo y no se atrevieron a cruzar por no perder la memoria.  Tovar Bobillo es un gran poeta, tan grande que no entiendo cómo no se le conoce más fuera del ámbito de las letras gallegas y, aun así, también de manera muy restringida.

         Su poesía rimada y ritmada, su gran sentimiento, su profundo conocer del oficio de poeta (ser poeta tiene su oficio y lo recuerdo porque parece que es algo que se ha olvidado dadas las publicaciones de “poesía” que se perpetran últimamente), su ser galaico amigo del viento (también Celso Emilio Ferreiro lo fue) hacen de él un poeta imprescindible.

         Os dejo con un poema suyo para que lo disfrutéis:

 

“O TEMPO”

Fogueirada do tempo, fogueirada
sin flamas, sin presencias polo sangue.
” Han de volver os días máis felices,
todo será de luz como dinantes”.
O tempo vai decíndonos:
“vinde a xogar meniños, máis adiante”,
o tempo vai falándonos
con invisibles fitos e sinales.
“Eiquí será. Eiquí. Vinde outra vez,
eiquí será esa luz pola que orades”.
I o tempo vaise espindo
da poéira de cinzas, do follaxe
que un día figuraban rosas, froitos,
latexos, corazós, pedras durábeles.
Vinde, sigue decindo,
“aixiña, vinde aixiña, camiñantes”.
Os nosos limpos corazós cansados
vanse erguendo no amor pra outros combates.
“Vinde -sigue decindo- vinde, vinde”,
cal se estivese afora un dios brilante.
E vamos e seguimos
na mesma soedá, na mesma cárcere.

 

¡Ahí queda eso, compañeiros!

jueves, 22 de julio de 2021

LEO CALDAS Y EL BAR PUERTO DE VIGO


 

Cuando el viajero baja, desde la Gran Vía viguesa, hacia el puerto de la ciudad olívica, encuentra una sorpresa: el Bar Puerto, el bar de su adorado Leo Caldas, el policía vigués que, gracias al magín de Domingo Villar, le ha alegrado muchas lecturas. El viajero deja el coche cerca del puerto y sube hasta el bar, un bar muy normal, un bar del puerto que guarda en su interior, como una perla, una de las comidas mejores de toda Galicia. Que nadie busque nuevas cocinas; que nadie busque cocina de autor, que nadie busque elaboradísimos platos. Tan sólo una materia prima exquisita elaborada como desde hace siglos consiguen el milagro del pulpo, de la merluza de pincho cocida a la gallega o del bacalao  y consigue elevar un humilde bar a la categoría de prodigio de la gastronomía gallega. Vinos de la tierra para una comida y un marisco del mar. El viajero,  que ha ido a Vigo tan sólo para conocer este bar,  disfruta de lo que le sirve un atento camarero y poco a poco la noche va entrando por la bahía y se llega hasta el puerto para reposar, serena y tranquila, en los jardines en donde unos rapaces practican parcour.

         Al despedirse, el viajero agradece al camarero la maravillosa cena y, cómo no, pregunta por su Leo Caldas del alma. El camarero se echa a reír y le dice zumbón:

-         Estuvo, pero ya marchó.

El viajero, con la sonrisa de la felicidad, le dice:

-         Pues, el próximo día que venga por aquí, no se le olvide a usted decirle que voy a venir a verlo. O, al menos, avise a Rafael Estévez, su ayudante mañico, para que me pueda dar noticias de él.

Cuando el viajero sale del Bar Puerto, ya es noche cerrada y un barco perdido, quizás el de su infancia, entra por la bocana del puerto. El viajero ha cumplido su promesa y un día volverá a Vigo para hablar con Leo Caldas y decirle lo mucho que le aprecia. Eso sí, siempre que el policía no tenga trabajo en comisaría y no pueda acudir a ese pequeño santuario de la gastronomía gallega que es el Bar Puerto de Vigo.

martes, 20 de julio de 2021

JUAN MANUEL RODRÍGUEZ TOBAL

 


Conocía al zamorano Rodríguez Tobal por sus traducciones y por algún poemario que me había gustado, sin embargo, nunca lo había tratado en persona. En este año 2021, he tenido la “fortuna” de formar parte de un tribunal de oposiciones de latín en el que estaba también de vocal Rodríguez Tobal y ha sido un placer hablar con él de Agustín García Calvo y de Claudio Rodríguez, mi gran poeta de Zamora, el del río Duradero. Su poemario Esto era – publicado en Hiperión como todo lo suyo- me ha servido como lenitivo en estos momentos de dolor. Además, el pasear con él camino de nuestro café cotidiano hablando un poco de todo ha echado por tierra aquel ejemplo de oxímoron: Iban dos poetas amigos por la calle…

Os escribo este poema suyo, breve pero denso:

 

No estoy solo.

Tu valor y tu miedo van conmigo.

Claroscuro del alma.

Vértigo. Consuelo.

 

Tu mirada y tu cuerpo

-nunca olvido-

contra esa ración más

de mal

que hoy nos da el mundo.

 

         Gracias, Juan Manuel,  por salvar mi corazón en momentos de intensísimo dolor.

LA HISTORIA DE SANTIAGO APÓSTOL ( I )

 


Esta historia tiene comienzo en Judea cuando Santiago, uno de los apóstoles de Jesús,  es decapitado por orden del rey Herodes Agripa I, entre los años 41 y 44. Dos discípulos suyos, Teodoro y Atanasio,  lo recogieron y, subidos en una balsa de piedra, cruzaron el Mediterráneo, llegaron a las columnas de Hércules, remontaron la costa del actual Portugal y llegaron hasta la Ría de Arosa. Remontaron la ría hasta su final en donde se encontraba y encuentra la aldea de Iria Flavia y amarraron la balsa de piedra a un petronum del que hablaremos en otra entrada. Pero ¿por qué traer el cuerpo de Santiago a Hispania? Nos tenemos que remontar más atrás en el tiempo.

         Según una tradición de fuerte arraigo en la Edad Media, tras Pentecostés, Santiago vino para  Hispania acompañado de los que se conocen como los Siete Varones Apostólicos. Sobre los itinerarios que recorrió el santo hay discrepancias pues,  si algunos como el historiador gaditano fray Gerónimo de la Concepción dicen que empezó su predicación por las Columnas de Hércules y que, desde ahí, recorriendo las costa portuguesa, se llegó hasta Galaecia,  otros   dicen que llegó a Cartago Nova. Parece ser que las fuentes sí se ponen de acuerdo en que Santiago llegó a Zaragoza y, en esta ciudad de la Tarraconensis, recibe la aparición de la Virgen María en carne mortal pues en esa fecha, aproximadamente el año 41, aún vivía y no había ascendido a los cielos por medio de la dormitio, sueño milagroso para que subiera al cielo. Santiago y los Siete Varones Apostólicos edificarían una pequeña capilla que, al cabo de los siglos, se convertiría en la Basílica del Pilar de Zaragoza.

         Por tanto, si Teodoro y Atanasio, trajeron hasta Hispania el cuerpo del apóstol fue, quizás, porque Hispania le había sido un lugar grato en donde había tenido esa aparición de la Virgen que, no lo hemos dicho antes, se asentó en un pilar de jaspe del que tomó su advocación.

         Aquellos dos apóstoles amarraron, tal y como hemos dicho la balsa, a un pedrón y ese pedrón dio nombre a Padrón, la villa gallega en cuya feria es un deleite perderse. Pero eso os lo cuento en la siguiente entrada.

lunes, 12 de julio de 2021

EL QUEVEDO DE "RAMON"

 


En este mes de julio en el que el calor se alterna con días “gallegos”, me he puesto a leer a Ramón Gómez de la Serna, “Ramón” en una de esas maravillosas biografías que tiene. El escritor madrileño, que era un gran poeta sin haber escrito nunca un verso, biografió a Quevedo, a Lope, a don Ramón del Valle Inclán y a Goya. Compré en la Feria del libro antiguo y de ocasión la del estevado don Francisco y su lectura me ha reportado grandes momentos. ¿Quién mejor que un barroco fuera de época para hablar de otro barroco? Apasionante biografía esta de Ramón sobre Quevedo que, Deo volente, completaré leyendo la de Lope cuya “mala vida” la hubiera envidiado el mismísimo Joaquín Sabina. Nihil novum sub sole.

miércoles, 7 de julio de 2021

VICENTE NÚÑEZ, MI POETA DE MARES OSCUROS Y TRISTES NAVÍOS.

 


Que después de tantos años con este blog no le hubiera dedicado una entrada a don Vicente Núñez, el gran poeta de Aguilar de la Frontera es un pecado de muy difícil expiación. Es don Vicente uno de mis poetas favoritos como ya he dicho en varias ocasiones y lo es en paridad con los otros componentes del grupo Cántico. Vicente era un poeta de exquisita sensibilidad andaluza en cuyos endecasílabos iba dejando caer su alma cordobesa. No merece que, con mi prosa de baratillo, os quiera describir lo indescriptible. Que mejor que quedaros con su voz poética:

 

De nuevo aquí me tienes, oscuro mar, de nuevo.

Y es lo mismo esta pena que esos tristes navíos

cuyas velas entonan una amarga balada,

igual que esos esquifes en donde acaso boga

la rama de sus ojos , verdes como las viñas. (…)

 

Adoré el pueblo roto, como a un viejo guerrero

que agonizara lejos de su patria; tu pueblo

húmedo y triste siempre, de iglesias solitarias,

de sórdidos casinos de gas parpadeante,

de parrizas oscuras, de huertos y atalayas

a donde tú subías y estudiabas a veces. (…)

 

Una vez más la tarde me condena al escaño

desde donde la vida sin rozarme transcurre.

Has pasado y te quiero. La plaza del Obispo

llena está de un enjambre de vencejos oscuros. (…)

 

Hay una fuente en medio de la plaza que ciñen

ondulantes cadenas y airosos marmolillos;

y en el amargo atajo del recuerdo parece

que esa garganta es mía, como es mío su lloro. (…)

 

Así mueren las tardes. Y el último pestillo

ruidosamente cierra los últimos adioses.

El palacio obispal se enciende como un himno

sagrado que elevara, palpitante, su hoguera.

 

¿Me amas? Sí; y pasas. Pero el viejo sollozo

de la vida me aguarda hasta el final de la noche,

y temo que al seguirte encontrara mis manos

perdidas en el hondo tesoro de las tuyas.

 

Los días terrestres. VIcente Núñez

 

EL VIENTO DE LA NOCHE

 


Hará como cosa de un mes os hablaba de la gran novela de Joan Sales Incierta gloria y cómo esa novela fabulosa tenía una continuación: El viento de la noche. Pues bien, tras dedicarle el tiempo que se merece, esta segunda novela no me ha gustado tanto. El personaje que la protagoniza con sus memorias es Cruells, amigo de Solerás,  discípulo del padre Lamoneda y enamorado de Trini que es amada por tres hombres: Luis, Julio y Cruells, siendo el primero el que se casa con ella . Dejando de lado esos ataques sin venir a cuento a Eugenio D’Ors,  la bobada del obispo “extranjero”, - vamos, que no hablaba catalán-,  y de la reivindicación de  obispos catalanes para Cataluña, la novela pierde en intensidad, en brío, en emoción. Y es que falta un personaje que enamora: la carlana, la señora del castillo. Aragonesa de esas tierras altas, se marchó a servir a Barcelona en donde conoció al carlán del castillo y con quien tuvo dos hijos. El resto lo cuenta Sales en la novela y no lo voy a repetir aquí, pero sí deciros que “la carlana” es un personaje redondo por su sentido de la supervivencia y por un sentido del honor muy peculiar. Es junto con Julio Solerás, el gran personaje de esta novela que, pese a que “pincha” un poco en su segunda parte (no voy a repetir el tópico) es una novela fantástica, de lo mejor que he leído en mi ya muy larga vida lectora.

OCTAVIO AUGUSTO NUNCA BEBIÓ VINO DE AMANDI

 


Quiero empezar esta entrada de blog dejando las cosas claras aunque me duela sobremanera: Octavio Augusto no bebió nunca el vino de Amandi, ese vino divino (perdón por el mal juego de palabras) de la Ribeira Sacra. Digo esto porque durante muchos años se vendió “la moto” de que el propio Octavio se hacía llevar a Roma ánforas con este vino lucense que, supuestamente, había descubierto cuando vino a Hispania para terminar de conquistarla con las Guerras Cántabras. Pues eso es una mentira “muy gorda” y, con vuestro permiso,  lo argumento:

         Primero: No hay ánforas,  ni en Roma ni en ningún otro lugar de Italia,  que atestigüen ese comercio vinícola.

         Segundo: En autores como Plinio o Estrabón, nada se recoge sobre este vino gallego aunque sí habla Marcial de las ostras gallegas.  

         Tercero: La primera cita, según el profesor de Historia Medieval de la Universidade de Vigo, Víctor Rodríguez, en la que encontramos una alusión al vino de esta zona de Galicia es de 876. En este documento, unos fieles donan al monasterio de Santa Cristina unas viñas en la comarca de Lemos.

         Cuarto: El vino, tal y como cuento en mi libro “Historia de Boecillo”, fue llegando a la Península Ibérica a medida que llegaban los monasterios benedictinos y cistercienses que cultivaban el vino para tener existencias de cara a la consagración.

         Quinto: El vino que bebían los romanos nada tenía que ver con nuestro vino actual pues aquél era una especie de “puré” que necesitaba de que le añadieran agua y que no podía tomarse solo pues, entre otras cosas, sería imbebible y, para remate, esa costumbre de no aguar el vino era propia de los bárbaros.

         En fin, que la historia de que Augusto bebía el vino de Amandi no es cierta y siento refutar a mi señor feudal en literatura don Álvaro Cunqueiro que, no me atrevía a decirlo, fue el que lo dijo. Pero don Álvaro era un gran fabulador y ¿por qué no poner en los labios del “rey de Roma” este gran vino gallego?

         Y ya metidos, os diré que tampoco los césares comieron lampreas del Arbo y que sí que comieron – Marcial lo cuenta tal y como dije unas líneas más arriba-, ostras de las rías. Pero eso es otra historia que os contaré a su debido tiempo.