sábado, 23 de noviembre de 2019

CARLOS DELGADO CALVETE Y LAS PARTITURAS TORCIDAS DE DIOS


Gracias a radio Clásica  y a su programa Post data que presenta Silvia Pérez Arroyo,  tuve conocimiento de este libro que ha escrito el psiquiatra madrileño afincado en Vigo, Carlos Delgado Calvete. El tema es muy atractivo: analizar la vida de veintitantos músicos que presentaron problemas mentales que van desde las depresiones exógenas a trastornos psicóticos. Por ahí desfilan Gesualdo da Venosa, que mató a la mujer y al amante de su santa con el ensañamiento más terrible, Mahler, Bruckner, Falla, gran maniático obsesivo, Rachmaninov, con aquella depresión que le produjo el fracaso de su primera sinfonía dirigida por un Glasunov en “estado de gracia etílica” o hasta el propio Rossini. Destacan en estas vidas Wolf y Rott cuya relación con Brahms les provocó trastornos graves de su mente. Por ahí anda también Tchiakovsky y su homosexualidad, Paganini o Donizetti con su neurosis provocada por una sífilis. En fin, un libro que hace las delicias de los amantes de la música y que nos reafirma en ese dicho de que “ de médico, poeta y loco, todos tenemos un poco.”

MIS MEMORIAS O LAS MEMORIAS DE MIGUEL MIHURA




Miguel Mihura fue un escritor madrileño al que estudiábamos en el bachillerato por ser el autor de Tres sombreros de copa, una obra de teatro que no acabábamos de entender por aquellos años mozos porque su humor, maravilloso y surrealista, nos superaba. También Mihura dirigió La Codorniz, ese semanario mítico de humor, y escribió obras tan buenas como Melocotón en almíbar, Ninette y un señor de Murcia o, por no extenderme en demasía, El caso de la mujer asesinadita. El humor de Mihura es un humor fino, que bordea el surrealismo y que tiene un punto infantil que me ha emocionado mucho siempre. En estos días de noviembre, he leído Mis memorias que contienen historias tan bonitas como la del torero oficinista, el casino de las barbas blancas o el piano. Mihura hace uso de eso de la que el mundo está tan escaso: la ternura. Merece la pena leer estas memorias de Mihura en las que encontramos pasajes como éste en las que habla de las pescadillas:
         “Su mundo era el comedor de una casa de huéspedes y a lo único a lo que podían aspirar es a que se las comiese un empleado de cincuenta duros al mes, de esos que se escarban los dientes con un palillo.
         En los hoteles de lujo de primera categoría no las dejaban entrar y eso es lo que las hacía ser envidiosas y tener los dientes pequeños, sucios y separados. ¡Cómo odiaban a la trucha! ¡Qué asco más feroz!
         Tampoco tiene desperdicio esa descripción de las ovejas que “son como un pedazo de almohada con un perro dentro”  o cómo describe también la necesidad de tener un piano en una casa:
         “¡Y qué se puede esperar de una casa que no tenga piano!¿Cómo es posible que sin piano una familia pueda ser feliz?
         El piano, entonces, parecía una persona de la familia. Era como un viejo pariente que no sale nunca de casa y cuenta por las noches las historias más divertidas y más sentimentales. Por eso la familia que no tenía el calor de un piano era una familia incompleta y desunida a la que le falta el miembro principal.”
         Enorme, don Miguel, enorme.
 


sábado, 16 de noviembre de 2019

LO SIENTO, PERO ROSALÍA NO CANTA FLAMENCO




Lo siento, pero Rosalía no canta flamenco. Flamenco cantaban La Paquera, mi Perla de Cádiz, Fernanda y Bernarda de Utrera, la Niña de los Peines o la tía Anica la Piriñaca; flamenco cantan Carmen Linares, Mayte Martín, Lela Soto, Esmeralda Rancapino o La Tana, pero, repito, Rosalía no canta flamenco. Esta chica catalana utiliza el flamenco, coge una pincelada de él y crea un nuevo estilo, un estilo muy “fusionado” que no tiene nada que ver con lo que canta una cantaora de ley. Me deslumbró esa maravillosa versión de“Si me das a elegir” de los Chunguitos, pero eso no es flamenco; el arreglo de unos tientos “Que no lo pasen por mi puerta” que cantaba don Antonio Chacón y que cantó de manera genial Enrique Morente en su disco dedicado a Chacón que fue uno de los primeros discos flamencos que me compré, es un arreglo sobre un tema flamenco, pero, lo repito por tercera vez, no es flamenco. No voy a entrar en que si se apropia de una cultura que no es la suya porque, en eso, los gitanos no tienen razón: siempre ha habido muy buenos cantaores payos y siempre ha habido cantaores gitanos que se han aprovechado de su etnia para pasar de matute un cante que no se hubiera tolerado a un payo. No voy a entrar sobre si copia el acento andaluz porque ni me va ni me viene. Tan sólo digo, con la experiencia de alguien que lleva escuchando flamenco muchos años que Rosalía no canta flamenco. Y punto.

domingo, 10 de noviembre de 2019

EL VIOLONCHELISTA DE SARAJEVO



Cada día, cuando entro en clase de Cultura Clásica, me siento como este hombre que aparece en la foto. ¿Qué relación guardo con este violonchelista? Muy sencillo: él tocaba en las ruinas de Sarajevo, la ciudad que tuvo una gran biblioteca, una gran universidad, una gran cultura, y un servidor “toca” en las ruinas de lo que fue un gran sistema educativo que, como decíamos unas semanas atrás,  está en un proceso de devaluación continua. Sin embargo, no quiero que penséis que esta es una entrada negativa, sino todo lo contrario: si el violonchelista fue capaz de mantener esa llamita encendida y hoy Sarajevo es una ciudad en la que se vive de nuevo la cultura, creo que mi labor no es estéril. No me quitéis la ilusión.

El violonchelista se llamaba Vedrán Smailovic y Stefen Galloway escribió una novela que no está del todo mal.


IL CASTELLO SANGRIENTI DE LUIS FERNÁNDEZ VALDÉS "LUDI"


Si hace unos meses traía hasta este blog a Joaquín Abati con su romance de El conde Sisebuto, es de justicia que también aparezca el romance en “italiano” de Luis Martínez Valdés, Ludi, que era , según Alfonso Ussía, tio-bisabuelo de Francisco Álvarez Cascos. He dicho romance y he dicho mal pues Il Castelo sangrienti, que así se llama el poema, está escrito en quintillas encadenadas. Ahí va:
Il Castello Sangrienti.

(Trachedia desarrollata
en el ruinoso castello
del barón de Chente Mata.


Si no é cherta e veritata
que me arranquen un capelo.

Tras morisca ventaneta,
con el semblante contenti,
la primorosa Giulieta
intona una canzoneta
que porta en alis del vienti.

Es su voche melodiosa
cual la campana de Huesca;
é chentile, candorosa
e más fresca que una rosa.
quichás demasiado fresca.

Digo fresca y é verdate
perque lichera de rope
e a la finestra asomate
está pelando patate
con un sable de la trope.




A bordo d’ una barqueta
llega un mancebo eleganti,
vestidato di etiqueta,
con gorra de sportman, guanti,
e gabani con faldeta.

Fumando brevas a pasti.
fraguan algún plane siniestri,
perque a la paloma casti
le hace con el ojo diestri
la señal del as de basti.

La joven enamorata
le arroja una escalinata
fabricata con cordeli,
e per ella le donceli
como un felino esquilata.

Il padre, que era un Nerone,
observó la operachione
desde un huerti exuberanti
donde tiene plantachione
de pementone picanti.

Aparte del pimentone,
cultivaba le melone,
le fabi, la remolache,
le chufi, le macarrone
e le turrón de guirlache.

Pronto le gran caballeri
de su honore se ricorda
e trepando per la corda
sube a le piso primeri
portando una estaca gorda.

Le burlato personache
da uno grito de corache
al ver que sua filla vile
está, con furia salvache,
abrazando a un zascandile.

Altamente incomodati
les apunta sin pietati
con una vieja escopeti,
per profanare il respeti
di un lugare tan sacrati.

Suona una detonachione
e una descarga chertera
atraviesa le pulmoni
del galÁn e la pendoni.
¡Fué una morte de primera!

Furiosi, desesperati,
e con el chuichio incompleti,
tritura les esqueleti:
poniendo al uno en tomati
y al otro a la vinagreti.



 
Abre luego le balcone
e se lanza en direchione
vertical sobre un peñasqui,
quedando il pobre barone
como un centollo sin casqui.

Tutis los astros del chelo
se tiñeron d’ escarlata.
desde entonces, no es camelo,
no s’ abrió más il castelo
del barón de Chente Mata.

    Luís Martínez Valdés «Ludi
 

FRANCO Y LAS DOS LÁPIDAS DEL VALLE


Me gustaría poner un poco de orden en lo que se sabe con respecto al enterramiento de Franco en el Valle de los Caídos. En primer lugar sobre si era o no era el deseo de Franco el ser enterrado en el Valle y, en segundo lugar, aclarar el porqué de las dos lápidas y la causa de que en la de Franco hayan aparecido unas inscripciones en las que se nombraba el año 1958. Vayamos por partes y digamos que para este humilde artículo me baso en la información del diario ABC y del diario EL PAÍS.


         Nos dice el diario ABC,  en un artículo de la década de los cincuenta,  que Franco, hablando con el arquitecto del Valle, Diego Méndez González,  le dijo estas palabras que el periódico recoge de boca del arquitecto: «El día que se inauguró la tumba de José Antonio, Franco me llevó paseando hasta el presbiterio y me dijo: “Méndez, y aquí, luego, yo”». Contaba el general por aquellos años una edad cercana a los setenta, pero no volvió a hablar del tema porque, cando quería, Franco era moi galego e non lle gustaba falar das cousas mais personais coma son o pasamento e o enterramento.  Y así lo sigue contando el ABC en un artículo del 24 de noviembre de 1975:

«¿Le indicó él [por Franco] que hiciesen allí su tumba?», preguntó el periodista. «No. Ni nosotros nos atrevíamos a decírselo. Hablé del tema con Carrero Blanco, pero no íbamos a decirle: “Mi general, quiere que le enterremos aquí?”», respondió Méndez, que fue designado por el propio Franco como miembro del Consejo de Arquitectura del Patrimonio Nacional, cargo desde el que proyectó «la cruz, la cripta, la explanada, la arquería y el monasterio» del Valle de los Caídos, como él mismo explicó en la entrevista.” Y continúa el interesantísimo artículo:

Ante un encargo de esta envergadura, Méndez no pudo más que responder con un escueto: «Ya está, mi general». Lo que no sabía Franco era que el arquitecto, precavido, aprovechó en sus diseños originales para dejar preparado un espacio junto al altar de la basílica, para dos tumbas, además de la de José Antonio Primo de Rivera.

«En una ocasión, le dije [al propio Franco]: “He construido la sepultura de José Antonio y tengo proyecto de realizar otras dos, por si fueran necesarias para alguien”. Yo pensaba en él [Franco] y su esposa. Pero no me contestó», admitió Méndez, quien después de unas modificaciones efectuadas sobre sus planos originales, confirmó que sólo quedó espacio para una tumba, la de Franco. «A todo lo largo de la cripta hay una galería subterránea. Levantándola, a uno y otro lado, estaban las dos tumbas. Ahora se modificó en el sentido de poner una sola sepultura en el centro, cambiando el curso de la galería y ya no hay posibilidad de que pueda ser enterrada allí su esposa», lamentó Méndez.

                                                  

No obstante, Franco quedó satisfecho con las obras realizadas por el arquitecto en el Valle de los Caídos y, como evoca Méndez, incluso recibió varios honores por su buen desempeño. «Quedó [por Franco] encantado del resultado. Le dejó plenamente satisfecho. Era lo que esperaba. Y así lo dijo públicamente. Quedó tan contento que, sin yo pedirle nada, al año siguiente llamó al ministro de Asuntos Exteriores para que me concedieran la Gran Cruz al Mérito Civil; lo mismo hizo con el de Educación, para que para que me entregara la de Alfonso X el Sabio», expuso Méndez.” Y hasta aquí la larga cita del diario ABC.

 Pero lo cierto es que, pese a lo que dice Méndez González, Cuando murió, no había dejado nada escrito sobre el lugar de su enterramiento por lo que su propia familia pensaba que el lugar idóneo sería Mingorrubio. Sin embargo, al morir el 20 de noviembre de 1975, el ahora rey emérito y entonces jovencísimo sucesor con tan sólo treinta y siete años, Juan Carlos I, pensó que se le podía llevar a la segunda tumba que existía en el Valle, justo enfrente de la de José Antonio. Lo que sigue ya lo sabemos: prisas, obras aceleradas para llevar el cuerpo del ahora exhumado, y Franco que acaba descansando en la tumba que, según el ABC, le había dicho al arquitecto que sería para él. ¿Y la lápida con las inscripciones? Vamos por ella.

         En el año 1958, un año antes de que se inaugurara el Valle de los Caídos, se pensó en llevar a José Antonio al Valle para que presidiera ese monumento a los caídos en la Guerra Civil. Para cubrir su lápida,  se encargó a un marmolista de Alpedrete, pueblo madrileño no muy lejano al Valle, dos lápidas y en ambas se grabó la fecha en la que se iba a colocar a José Antonio. Si se pidieron dos lápidas, fue por temor a que, en el traslado, la lápida se pudiera partir y que el fundador de la Falange se quedara sin lápida hasta que le hicieran  otra. Así pues, se llevaron las dos lápidas para el hipogeo: una se colocó en la tumba del hijo de Miguel Primo de Rivera y Orbaneja y la otra se dejó en el Valle. Cuando Franco murió y su cuerpo fu trasladado hasta allí, se utilizó, para cubrir su tumba, la lápida de “repuesto” que se había trasladado desde Alpedrete. Y se colocó sobre la tumba y ahora, con la exhumación, se descubrieron esas inscripciones con la fecha de 1958.

         Esta es a grandes rasgos la historia de la presencia de Franco en el Valle y del “misterio de las dos lápidas”. Espero haberos aclarado algo las cosas.


viernes, 1 de noviembre de 2019

FRANCISCO JAVIER MARTÍN ABRIL


Hay poetas que no vienen en los libros de texto, que no aparecen entre los grandes poetas de un país, que no corren de boca en boca entre los intelectuales, pero cuya lectura nos deja un poso de buena poesía. No han ganado grandes premios, no han salido en los suplementos literarios, ni los conocen los prebostes y gerifaltes del rollo cultural, pero su poesía, sencilla y limpia como el pan nuestro de cada día, es un alimento de primera calidad. Este es el caso de Francisco Javier Martín Abril, poeta vallisoletano que nos habla de su familia,  de su casa en la calle López Gómez, de sus penas pequeñitas y de sus alegrías pequeñitas también. No busquéis lo épico porque no lo encontraréis,  mas, sin embargo, encontraréis una épica cotidiana hermosa y pura. Me gusta este poeta vallisoletano que escribió en El norte, ese periódico que mi abuela María traía con los bollos de donde Jani. No lo encontraréis en los libros de literatura, pero vive en nuestro corazón. Con eso basta.


ANDREU NAVARRA Y LA DEVALUACIÓN CONTINUA


Escribe Andreu Navarra un libro urgente pero sereno pues una cosa no quita la otra y en sus páginas se ve la experiencia de un docente que vive al pie del cañón, ese cañón explosivo que son las aulas de secundaria. Me gusta su análisis y su visión de la educación que nunca puede ser una esclava de la calle ni de la sociedad y sí, una rebelde: las aulas no son la calle, ni la casa, ni la peña de amigotes. Ya los griegos, con tanto acierto para tantas cosas, la llamarón scholé, palabra que hunde sus raíces en la idea de separación: la escuela, las escuelas,  tienen que ser un mundo aparte nunca un reflejo de la sociedad porque no se puede mejorar esa sociedad si tomamos como modelo un imagen especular de lo que no queremos ser. No podemos convertir la escuela en una productora de mano de obra barata cuya finalidad única es la explotación por parte de una sociedad en la que reina un capitalismo salvaje y sin freno. La escuela tiene que formar seres humanos críticos que le pongan las peras al cuarto a los que quieren siervos malpagados y explotados. Pero los que la vivimos desde dentro conocemos su caos, su desgracia desde que la LOGSE, con resentimiento político, instauró una educación que destrozó lo poco que quedaba de aquellas de educación de la Segunda República y que el franquismo, curiosamente, había ido conservando. A partir de 1990, llegó el imperio de absurdos como el aprender a aprender,  ese rulo estúpido en el que algunos compañeros, mansos a la mano que les da de comer, siguen metidos y siguen vendiendo como algo novedoso y revolucionario. Vino después el desprestigio de la memoria; arribó la mentira del aprendizaje constructivo; campeó la mentira de los estándares que ya la educación americana, una de las peores del mundo, usó en los cincuenta del pasado siglo con los resultados que se pueden observar en los EEUU: el que paga tiene buena educación y el que tiene buena educación manda. Los pobres a trabajar de sol a sol como nuestros abuelos. Hemos hecho una educación con los restos de las peores del mundo y así están nuestras aulas. Y, si alguien lee este artículo y me dice que politizo el asunto, le diré que para nada; que la educación y la política no se llevan bien y que, antes del pacto escolar, hay que dejar la educación en manos de los profesionales educación. ¿Dejaría alguien la medicina en manos de abogados o la construcción de un puente en manos de un bioquímico? Pues eso. Y ya para acabar, en nuestro vecino Portugal, de quien tanto tendríamos que aprender en política y en otras muchas cosas, poco a poco, - la educación no soporta las prisa ni las chapuzas improvisatorias-, se ha logrado mucho. ¡Nos toca ponernos a trabajar y pronto! El futuro no espera.