domingo, 10 de noviembre de 2019

FRANCO Y LAS DOS LÁPIDAS DEL VALLE


Me gustaría poner un poco de orden en lo que se sabe con respecto al enterramiento de Franco en el Valle de los Caídos. En primer lugar sobre si era o no era el deseo de Franco el ser enterrado en el Valle y, en segundo lugar, aclarar el porqué de las dos lápidas y la causa de que en la de Franco hayan aparecido unas inscripciones en las que se nombraba el año 1958. Vayamos por partes y digamos que para este humilde artículo me baso en la información del diario ABC y del diario EL PAÍS.


         Nos dice el diario ABC,  en un artículo de la década de los cincuenta,  que Franco, hablando con el arquitecto del Valle, Diego Méndez González,  le dijo estas palabras que el periódico recoge de boca del arquitecto: «El día que se inauguró la tumba de José Antonio, Franco me llevó paseando hasta el presbiterio y me dijo: “Méndez, y aquí, luego, yo”». Contaba el general por aquellos años una edad cercana a los setenta, pero no volvió a hablar del tema porque, cando quería, Franco era moi galego e non lle gustaba falar das cousas mais personais coma son o pasamento e o enterramento.  Y así lo sigue contando el ABC en un artículo del 24 de noviembre de 1975:

«¿Le indicó él [por Franco] que hiciesen allí su tumba?», preguntó el periodista. «No. Ni nosotros nos atrevíamos a decírselo. Hablé del tema con Carrero Blanco, pero no íbamos a decirle: “Mi general, quiere que le enterremos aquí?”», respondió Méndez, que fue designado por el propio Franco como miembro del Consejo de Arquitectura del Patrimonio Nacional, cargo desde el que proyectó «la cruz, la cripta, la explanada, la arquería y el monasterio» del Valle de los Caídos, como él mismo explicó en la entrevista.” Y continúa el interesantísimo artículo:

Ante un encargo de esta envergadura, Méndez no pudo más que responder con un escueto: «Ya está, mi general». Lo que no sabía Franco era que el arquitecto, precavido, aprovechó en sus diseños originales para dejar preparado un espacio junto al altar de la basílica, para dos tumbas, además de la de José Antonio Primo de Rivera.

«En una ocasión, le dije [al propio Franco]: “He construido la sepultura de José Antonio y tengo proyecto de realizar otras dos, por si fueran necesarias para alguien”. Yo pensaba en él [Franco] y su esposa. Pero no me contestó», admitió Méndez, quien después de unas modificaciones efectuadas sobre sus planos originales, confirmó que sólo quedó espacio para una tumba, la de Franco. «A todo lo largo de la cripta hay una galería subterránea. Levantándola, a uno y otro lado, estaban las dos tumbas. Ahora se modificó en el sentido de poner una sola sepultura en el centro, cambiando el curso de la galería y ya no hay posibilidad de que pueda ser enterrada allí su esposa», lamentó Méndez.

                                                  

No obstante, Franco quedó satisfecho con las obras realizadas por el arquitecto en el Valle de los Caídos y, como evoca Méndez, incluso recibió varios honores por su buen desempeño. «Quedó [por Franco] encantado del resultado. Le dejó plenamente satisfecho. Era lo que esperaba. Y así lo dijo públicamente. Quedó tan contento que, sin yo pedirle nada, al año siguiente llamó al ministro de Asuntos Exteriores para que me concedieran la Gran Cruz al Mérito Civil; lo mismo hizo con el de Educación, para que para que me entregara la de Alfonso X el Sabio», expuso Méndez.” Y hasta aquí la larga cita del diario ABC.

 Pero lo cierto es que, pese a lo que dice Méndez González, Cuando murió, no había dejado nada escrito sobre el lugar de su enterramiento por lo que su propia familia pensaba que el lugar idóneo sería Mingorrubio. Sin embargo, al morir el 20 de noviembre de 1975, el ahora rey emérito y entonces jovencísimo sucesor con tan sólo treinta y siete años, Juan Carlos I, pensó que se le podía llevar a la segunda tumba que existía en el Valle, justo enfrente de la de José Antonio. Lo que sigue ya lo sabemos: prisas, obras aceleradas para llevar el cuerpo del ahora exhumado, y Franco que acaba descansando en la tumba que, según el ABC, le había dicho al arquitecto que sería para él. ¿Y la lápida con las inscripciones? Vamos por ella.

         En el año 1958, un año antes de que se inaugurara el Valle de los Caídos, se pensó en llevar a José Antonio al Valle para que presidiera ese monumento a los caídos en la Guerra Civil. Para cubrir su lápida,  se encargó a un marmolista de Alpedrete, pueblo madrileño no muy lejano al Valle, dos lápidas y en ambas se grabó la fecha en la que se iba a colocar a José Antonio. Si se pidieron dos lápidas, fue por temor a que, en el traslado, la lápida se pudiera partir y que el fundador de la Falange se quedara sin lápida hasta que le hicieran  otra. Así pues, se llevaron las dos lápidas para el hipogeo: una se colocó en la tumba del hijo de Miguel Primo de Rivera y Orbaneja y la otra se dejó en el Valle. Cuando Franco murió y su cuerpo fu trasladado hasta allí, se utilizó, para cubrir su tumba, la lápida de “repuesto” que se había trasladado desde Alpedrete. Y se colocó sobre la tumba y ahora, con la exhumación, se descubrieron esas inscripciones con la fecha de 1958.

         Esta es a grandes rasgos la historia de la presencia de Franco en el Valle y del “misterio de las dos lápidas”. Espero haberos aclarado algo las cosas.


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