miércoles, 26 de febrero de 2020

LOS CATÁLOGOS MUSICALES



         Me parece de gran interés para los aficionados a la música clásica el que revisemos los diez catálogos principales que recogen la obra de músicos cuya obra es una cima para la historia musical de occidente. Se les suele nombrar por el musicólogo que las reunió y son los que siguen:

 

  1. BWV. Es el Bach Werke Verzeichnis (Catálogo de la obra de Bach) y fue publicado por Wolfgang Schmieder en 1950.
  2. RV. Ryom Vetrzichnis. Es el catálogo de las obras de Vivaldi y fue publicado por el musicólogo neerlandés Peter Ryom en 1973.
  3. KV. Es el Köchel Verzeichnis que trata sobre la obra de Mozart y que publicó el musicólogo alemán Ludwig von Köchel en 1862.
  4. S. Recoge las obras del húngaro Ferenc Liszt y viene la sigla del musicólogo Humprey Searle.
  5. W.W.V. Es el Wagner Werke Verzeichnis o catálogo de las obras de Wagner.
  6. H.V. Es el catálogo de las obras de Haydn y significa Hoboken Verzeichnis. Fue creado por el musicólogo holandés Antony van Hoboken
  7. H.W.V Es el catálogo de Handel que estableció Bernd Baselt. Significa como es lógico Handel Werke Verzeichnis.
  8. Este catálogo, el G.,  es el del musicólogo Ives Gerard sobre Bocherini, el madrileño de Lucca.
  9. K. Es el Kirpatrick, un catálogo que el clavecinista y músico norteamericano Ralf Kirpatrick elaboró sobre la obra de Scarlatti, músico que como el anterior, tiene una gran vinculación con España,
  10. Sz. Es una manera de catalogar la obra de Béla Bartók (la otra es por el número de Opus). La Sz. viene por las siglas del musicólogo húngaro András Szollosy. También se catalogan como BB.

En fin, espero que os sirva para algo.

jueves, 20 de febrero de 2020

LA "MÚSICA DEGENERADA" QUE SEÑALARON LOS MÁS DEGENERADOS



En Múnich, exactamente en 1937, se abrió una exposición que llevaba por título entartete Kunst, Arte degenerado. Un año después, en Düsseldorf, se abría una exposición muy parecida: entartete Musik. El promotor de tan nefastas exposiciones fue Hans Severus Ziegler que era el portavoz de la “cultura” nazi y que había comenzado como director de una revista que también versaba sobre la cultura del partido nacionalsocialista. Además de antijudío, este Ziegler era anti negros y redactó un libelo que llevaba por título Contra la cultura negra y por la herencia alemana. En este infame panfleto, este Hans venía a decir que la música de los negros, tales como el jazz o las bandas, e incluso hasta  mismos  artistas negros eran una bofetada para el arte alemán.  Que sonara esta música era un signo insoportable de decadencia. Los nazis aplicaron al arte y a la música el término degenerado y lo tomaron de Lombroso, el médico y criminólogo italiano del siglo XIX que quería expresar con esta palabra una situación de deterioro. Así pues, los músicos judíos, negros, gitanos o de cualquier raza que no fuera la aria (sin comentarios lo de raza, pero ha poco que una “ministra catalana” ha hablado de la raza catalana). Los judíos se habían infiltrado en el pueblo alemán y lo habían “contaminado”. Por medio de este decreto, bastaba con tener antecedentes judíos o negros para que tu música dejara de sonar y así ocurrió con el pobre Mendelssohn cuya música dejó de oírse en las salas de conciertos. También se dejaron de oír las operetas de Leon Jessels, - un autor al idolatraba Hitler porque pensaba que sus melodías eran “alemanas de pura cepa”-, Kurt Weill, Paul Hindemith, Schönberg o Berg. Todos eran judíos que manchaban la música alemana. Tampoco se podía representar Porgy and Bess de Gershwin porque “era cosa de negros (¡ojo! en el Metropolitan no se estrenó hasta treinta y cinco años después de su estreno oficial)
         No hace falta que os habla del terrible empobrecimiento que esto conllevó para la música alemana y para la cultura en general. ¿Cómo podían juzgar lo que estaba degenerado los más degenerados de los degenerados? Pues, como Stalin se metía a dirigir a los músicos rusos para que no se salieran del realismo soviético. Una manía que tienen los dictadores de meterse donde no los llaman.

         Sin embargo, hay una acción que brilla con luz propia en medio de tanta miseria: Béla Bartók, el gran  músico húngaro, se presentó en un registro del gobierno de Hitler y solicitó, sin ser judío ni negro, que lo incluyeran en la lista de los “degenerados”. Era su manera de protestar contra tan injusta ley. Los hay que los tienen muy bien puestos.


EL CASTILLO DE BARBA AZUL DE BÉLA BARTÓK


Todos guardamos una habitación cerrada con llave en la que escondemos cosas que no queremos que se vean, acciones de las que, por múltiples motivos, nos avergonzamos o ideas que no queremos que salgan a la luz porque podría ser que fueran muy parecidas  a las de esos que tantos criticamos. Cuando se llega  a la última puerta del castillo de Barba Azul, lo que el solitario personaje esconde, es su interior más recóndito, eso que mis amigos los psicólogos llaman el subconsciente. Lacan decía que también el subconsciente estaba estructurado de manera lingüística y reafirmaba, una vez más, la importancia del lenguaje en nuestras vidas. Viene esto a cuento por la audición reposada y siguiendo los comentarios sobre la partitura de El castillo de Barba Azul de Béla Bartók, obra que la tenía un poco postergada y que una conversación con esa maravillosa familia húngara que son los Bodor me ha hecho redescubrir y apreciar en su justo mérito. La versión que tengo es la de mi muy admirado músico Georg Solti, húngaro universal que hacía de la música un gozo inefable. Gran obra la de Bartók que explora por esos territorios ocultos en los que no queremos penetrar no vaya a ser que creyéndonos los más justos de la tierra seamos los más injustos.

 



domingo, 2 de febrero de 2020

SONETO AL BOTIJO


























Aunque, pese a estar en febrero, está poniéndose el tiempo algo veraniego, he pensado que sería agradable este soneto al botijo de Miguel Ramos Carrión, el popular periodista, poeta y libretista zamorano del que, como en el caso del maestro Inocencio Haedo, prometo escribir una entrada de blog.


AL BOTIJO

 Soneto
 
 Desprecio del Japón o de la China
 el grandioso tibor de porcelana,
 el vaso etrusco, el ánfora romana,
 y la tinaja griega y damasquina.
 
Te canto a ti, que el agua cristalina
 sabes frigorizar sin pompa vana,
 expuesto en el balcón o en la ventana,
 a los besos del aura vespertina.
 
 Cuando mi boca en ti, bello cacharro,
 busca ardorosa el abundante chorro
 y con mis manos cálidas te agarro,
 
 siempre encuentro propicio a mi socorro,
 el caudal que refrescas en tu barro
 y que brota sutil por tu pitorro.
 
 


SONETO AL MAESTRO HAEDO


Tal y como prometí en la anterior entrada, iba a escribirle una pequeña semblanza al  maestro Haedo, pero este soneto de Francisco Romero López, magistral que fue de la Catedral de Zamora,  lo describe de manera maravillosa. Así que os dejo el soneto que forma parte de la obra del clérigo zamorano “Retratos a pluma”.
 




Quitadle la fluvial barba nevada,
quitadle la batuta de la mano,
quitadle de su cráneo liso y llano
 la negra boina vasca ladeada.
 
Quitadle la coral con su tonada
de tan recio regusto castellano,
quitadle el ademán de soberano
 al frente de su banda improvisada.
 
Si esto quitáis, le habéis quitado todo:
ya no será el gran hombre que disputa
Zamora a Santander;  será un remedo.
 
Yo no acierto a pintarle de otro modo
 una barba, una boina, una batuta
 La banda, la Coral ¡El Maestro Haedo!
 
 
 
 


THALBERG Y ZAMORA CON EL MAESTRO HAEDO


Hace tan sólo unos días, en ese magnífico programa que se llama Sinfonía de la mañana que conduce con mano  maestra Martí Llade, el donostiarra de pro, se habló de un duelo de titanes: Liszt contra Thalberg o,  lo que es lo mismo, los dos mejores pianistas del mundo de mediados del siglo XIX frente a frente. Según lo que nos contaba Llade, la cosa terminó en “tablas” pues Thalber fue considerado el mejor pianista del mundo y Liszt, el “único pianista del mundo” que es como decirlo todo y no decir nada. Terminaba el cuento diciendo que de Thalberg ya nadie se acordaba y que, sin embargo, Liszt era recordado por encima de bobos duelos para diversión de marquesonas.  Me gustó el programa – como siempre-, y me dio por buscar algo sobre Thalberg y resulta que este músico de Ginebra sí que es recordado en un lugar del mundo que no está lejos de mi casa y que además es un lugar que llevo en mi corazón: Zamora. Y ¿qué tiene que ver Zamora con el músico suizo? Pues lo vamos a ver.
         Resulta que el maestro Haedo, ese cántabro que se afincó en Zamora y que ha recibido el honor de tener un Instituto a su nombre y de ser recordado en esta ciudad con enorme cariño por ser un grandísimo músico dirigiendo la banda de Zamora y la Coral de Zamora con la que paseó el nombre de la ciudad del Duero por toda la geografía nacional tuvo la genial idea de adaptar para banda la Marcha fúnebre para piano de Thalberg y de esa manera hizo que, cada Semana Santa, no sólo en Zamora, sino en otras muchas poblaciones de Castilla y León, se escuche la música de este ginebrino. La pieza es tan conocida que no se entiende la Semana Santa en Zamora sin ella. Otra cosa es que se sepa que el autor es el tal Thalberg y que su arreglista fue el maestro Haedo con el  que, desde este mismo momento,  quedo en deuda para la escritura de una entradilla de blog.