jueves, 31 de enero de 2019

EURÍPIDES, MI GRAN TRÁGICO


He regresado a Eurípides a sus Bacantes y a su Hécuba en este plan de relectura de sus tragedias que me he planteado. ¡Qué gozada volver a sentir las botas de cazador de Penteo! ¡Qué gozada los discursos maravillosos de Hécuba frente a Agamenón! ¡Qué gozada esos coros líricos¡ Necesitaba a Eurípides porque necesito la tragedia griega, ese espejo del hombre. Necesitaba escuchar las voces de esos personajes tan humanos, tan llenos de vida, tan llenos de sentimiento.  Eurípides con sus dos mil años,  sigue siendo actual, tan actual como cuando escribía en aquella Atenas de olivos de luna. Nadie me podrá quitar a mi gran maestro, a mi gran trágico, a mi gran amigo.


FRANCISCO GARCÍA PAVÓN Y SU JARDÍN DE LAS BOINAS


Francisco García Pavón, nacido en Tomelloso como su personaje Plinio, fue un gran escritor. De él me hablaba mucho mi buen amigo José María, el sabio de Ávila, que me recomendaba los casos de Plinio en aquel Tomelloso que tan bien supo retratar don Francisco. Nadie como él ha pintado el paisaje manchego con esa soledad del campo al que abandonaron los muchos emigrantes (migrantes los llaman ahora) que se marcharon a las grandes ciudades. En su Cuentos republicanos, echa el resto como escritor, pero en estos cuestos de El jardín de las boinas, muy elogiado por el ya citado José María, no veo tanto al buen escritor como al narrador de unas anécdotas algo casposas y de humor un tanto grueso. Vamos,  que parecen chistes para señoritos en un casino manchego. Sin embargo, que nadie se alegarme porque don Francisco García Pavón, padre de Plinio, el guardia que llevaba en sus botones las iniciales GMT, es decir, Guardia Municipal de Tomelloso y no Greenwich Mean Time, pese a estos jardines extraños, es de los mejores escritores que movieron su cálamo en el siglo XX español.

ÓSCAR ESPLÁ O LA LUZ DE LA MARINA




En este mes de enero que ya termina, he tenido la fortuna de redescubrir a Óscar Esplá, el gran compositor alicantino amigo de mi admirado Gabriel Miró y del pintor, también alicantino, Emilio Varela. La música de Esplá, discípulo de Max Reger y de Camille Saint – Säens, tiene puntos de semejanza con Debussy, pero siempre surge la luz levantina como en los cuadros de Sorolla. Me gusta imaginar a Miró y a Esplá recorriendo la sierra de Aitana, disfrutando del viento, de la luz, de la Marina alicantina.  De su música sinfónica os destacaría la Sinfonía Aitana, La pájara pinta y Don Quijote velando las armas; de su música para piano, su Sonata española y, de su música vocal, su Psalmo 129, De profundis. Si escucháis esta música que os propongo, no habréis tenido un mal comienzo con Esplá, el amigo de mi gran Miró.

jueves, 17 de enero de 2019

JULIO AUMENTE O MORIRSE ENTRE ARRAYANES



Desde hace muchos años, mi devoción por el grupo Cántico de Córdoba ha sido muy grande y, en mi santoral particular, tengo a poetas como Pablo García Baena, Ricardo Molina, Vicente Núñez ( que es posterior, pero que mantuvo relaciones con el grupo cordobés), Juan Bernier, Mario López y Julio Aumente. Le toca el turno a Aumente, amigo de García Baena y del psiquiatra Carlos Castilla del Pino, el humanista que nos contó su Pretérito Imperfecto. Julio Aumente tiene, según los críticos, dos época bien diferenciadas:

Hasta 1993, en que el poeta, con sus más y sus menos, está dentro de la estética del grupo con alejandrinos y endecasílabos, amores y desamores, un preciosismo barroco muy cordobés y el amor a la belleza junto con el dolor por el paso del tiempo. Sin embargo en 1993, Aumente publica un libro fundamental, El canto de las arpías, al que prologó Luis Antonio de Villena, su gran valedor.

Desde 1993 en adelante, Aumente cambia su poesía y se convierte en un poeta que, en versos descarnados pero que no pierden su lirismo nos introduce en un Madrid lumpen por el que pululan sus amores: Gianni o Rodolfo, el patinador. Lejos de esconder estos nombres en su almohada, Julio Aumente, con una valentía que le honra, no tiene reparos en confesar públicamente su amor. Es una poesía valiente, en ocasiones de dudoso gusto, pero siempre apasionante porque nada hay más apasionante que el amor.

         Cuando se nos fue, un 29 de julio de 2006, Julio Aumente había vuelto a su Córdoba natal en donde su hermana cuidaba un patio lleno de flores y arrayanes. Hasta para morirse tuvo gusto Don Julio.

Os dejo con un poema de su primera época:

Un cuerpo que se entrega no es difícil hallarlo.
Eso eras tú, un hermoso cuerpo divino y vivo.
Una breve cintura, un racimo dorado
en tus ojos brillando entre los ríos de Agosto.

Pero es fácil que un cuerpo fulja como una gema
si como amor se mira, con verdadero amor.
Amor y no esa débil pasión que muere a un tiempo
con el último goce de los cuerpos vencidos.

Para mí la palabra, para ti la caricia;
para mí la sonrisa y el arco de tus cejas,
para mí el fruncimiento de tu labio rosado,
superior, tibio, altivo, carnal, condescendiente.

Pero el amor no muere porque nunca ha nacido
en ti, que languideces al tocar de los dedos.
Tú buscas el secreto, la dulzura, el peligro
del momento robado al filo de las noches.

La amistad para ti, o el amor, eran sólo
nombres a que invocar en las horas perdidas.

DE MAKETOS Y CHARNEGOS



El profesor  Atienza, en la introducción al libro de Aresti que comentábamos en la entrada anterior, nos habla de cómo el proceso nacionalista vasco, con Sabino Arana a la cabeza, surge cuando llegan a las Vascongadas una población emigrante con otras costumbres y con otra lengua. A la pujante burguesía vasca le interesaba que el "maketo" fuera distinto porque le permitía pagarle menos cantidad, menos sueldo que al paisano. Al maketo había que explotarlo y había que diferenciarlo no permitiéndole el acceso al euskera, la lengua de la tribu. Es duro, pero, si lo analizamos en profundidad et sine ira et studio, hay mucho de verdad. En Cataluña, algo parecido ocurrió con la separación, siempre ventajosa para los burgueses, entre los “charnegos” y los catalanes de toda la vida.  Lo curioso es que en este nacionalismo que es claramente burgués en sus comienzos, a partir de los sesenta, se mete la izquierda vasca y se convierte en izquierda abertzale o nacionalista lo que, según hemos visto, es una contradictio in terminis. ¿Qué razones le llevaron a la izquierda a unirse a una revolución burguesa y capitalista que contaba con el apoyo de los sectores más radicales del clero? La respuesta es sencilla: la idea de que, formando una "patria vasca", el marxismo podría triunfar y e instaurar un régimen de tantas libertades como el soviético. Es decir que capitalistas y marxistas se unieron con la única finalidad de hacer un Euskadi libre de los “ocupadores imperialistas”. De ahí que un partido católico y de derechas como el PNV recogiera las nueces que le sacudía la izquierda vasca y, por qué no decirlo, ETA que nunca fue una banda "fascista" sin una banda de extrema izquierda que quería imponer en el País Vasco un régimen de “libertades” al estilo de Stalin. Por eso,  confundir a ETA con la libertad, es uno de los grandes errores de los "patriotas vascos". Si ETA hubiera conseguido ese estado idílico vasco ( al estilo de Stalin, con sus purgas y crímenes) los señoritos de la margen derecha del Nervión no hubieran quedado bien parados, pero los "caballeritos de Guetxo" tuvieron ( y tienen la caradura) de aprovecharse del nogal.  Que gentes como Otegui y como Arzallus marcharan juntos siempre ha sido algo que me ha hecho sospechar.

         Pero ya metido en harina, vemos que algo muy similar ocurrió y ocurre en Cataluña. El nacionalismo catalán es burgués y católico ( de ahí lo desorientados que andan la Iglesia catalana que si es católica no puede ser nacionalista), pero, llegado un momento, la izquierda vio la posibilidad de sacar tajada y esa es la razón que  gentes como Rufián coincidan en los fines con Torra o Puigdemont.

         Pero es que además, la izquierda catalana y vasca sirvieron para atraer a los hijos de los maketos y de los charnegos que, luchando por Euskadi o por Catalunya, se venía integrados en la "patria" que quería tener a sus padres como emigrantes enviados por el Caudillo ( esas chorradas se han llegado a decir, la Mare de Deu) como trabajadores a los que, como hemos dicho antes, podían pagar menos porque " no eran de la misma casta".

         El nacionalismo, salvo el defensivo como fue el gallego cuyo origen ya trataremos, es siempre provinciano, es un fenómeno de jocs florals de poca monta, es el decir que el ocaso en Palamós es mejor que el ocaso de Almería. o que el de Fisterra.

         Los que me conocéis, sabéis que mi amor por el vasco y por el catalán es muy grande, pero es que una cosa es el amor a una lengua y otra que nos tomen por tontos.

GABRIEL ARESTI


Recuerdo mucho a Gabriel Aresti del libro de Literatura de 3º de BUP en el que, junto al poeta de Bilbao, figuraban Celso Emilio Ferreiro, mi gran Celso Emilio, y Salvador Espriú, un gran poeta pese a Josep Pla que decía que era un cuco y que oscurecía lo que escribía. En fin, quiero hablaros de Aresti y cómo desde unos años a esta parte, ya nada se oye de su poesía, tan en boga y con numerosos discos durante la Transición. Yo recordaba de él el celebérrimo "Defenderé la casa de mi padre" o el "Gritando desde el muelle de Zorroza" y, cuando ETA secuestró a una de sus muchas víctimas y la dejó abandonada en el muelle de Zorroza, me acordé del poema de Aresti y recuerdo cómo me sorprendí entonces que los telediarios no hicieron mención a los celebérrimos versos de don Gabriel. Es que todavía no me había dado cuenta de que a la poesía no le hace caso nadie. Pero vamos al cuento que la entrada es breve y lo que tengo que escribir es mucho.  ¿Que cómo he encontrado a Aresti? Pues la verdad, qué queréis que os diga, muy envejecido. Esos poemas que arrastraban masas en los setenta y ochenta me parecen ahora, treinta años después, tan poco poéticos y tan prosaicos, tan llenos de una sencillez tan pedestre que dudo sinceramente de que sean poesía. Maldan behera (Pendiente abajo) es una alegoría que, pese a los muy documentados intentos del Profesor Atienza, no hay cristiano que entienda nada. Harri eta herri (Piedra y pueblo) también está plagada de alegorías que me parecen poco hermosas, farragosas, de poco calado. Tan sólo me ha gustado la parte final del Harri eta herri, esos poemas que Aresti  supone escritos por  el secretario de Astepe. Me parece la de Aresti una poesía fría, hecha con los aceros de la margen izquierda del Nervión. Comparado con Celaya o con Blas de Otero, de los que habla Aresti, uno tiene la sensación que si el bilbaíno se decantó por el euskera, fue, básicamente, ( y a ello alude veladamente Atienza) porque nada tenía que hacer escribiendo en castellano. Es decir, que, si Aresti hubiera escrito en la lengua de Castilla, no se hubiera comido un rosco. Para ser  absolutamente franco, os diré que, al leer lo de “defenderé la casa de mi padre”, he sentido la emoción que siempre me han producido esos versos. Sin embargo,  de "la casa de mi padre" os quiero hablar en otra entrada.


viernes, 11 de enero de 2019

JOSÉ EL PROVEEDOR


En la vida hay historias que llevas oyendo desde pequeño, pero que llega alguien, te las vuelve a contar y te parecen nueva. Algo parecido me ha ocurrido con José y sus hermanos, la gran novela en cuatro tomos de Thomas Mann. La empecé a leer en Palencia y la he terminado de leer en estos primeros días de enero. La razón de tanta demora entre el tomo tercero y el cuarto ha sido que, primero, no se publicaba y, cuando se publicó y Miguel, el librero de Sandoval, me la trajo, yo andaba por otras lecturas y, a lo tonto, puede que se me pasaran dos o tres años. Pero, al leerla ahora, el gozo ha sido fantástico. Te da pena llegar al final y que se acabe el libro y quisieras que Mann te siguiera contando más historias. Vamos,  que hasta le pedirías, si viviera , que reescribiera la Biblia. Y es que don Thomas echó el resto en esta magna obra y la llenó de una prosa tan hermosa que, para mí, supera a su obra más conocida y para mí no de las mejores que escribió, La montaña mágica. José el proveedor comienza con José en la cárcel por culpa de la mujer de Putifar - ya sabéis, la mujer que mediante cartas o de palabra acusa ante su marido al casto sirviente de que la pretende y que en la mitología clásica tiene su pareja en Belerofontes y la Estenebea, la mujer de Preto- y nos va llevando al despacio, con una literatura propia de un maestro de la narración hasta el José mano derecha de faraón, un José en majestad, que, al contrario que Edipo, no tendrá su ruina. Hay momentos maravillosos como el encuentro entre los hermanos, el de José con Jacob o el discurso fúnebre de bendición del ya anciano patriarca. Casi quinientas páginas de una literatura excelsa, que raya en el milagro, que deja el listón muy alto en ese cajón de sastre lleno de inmundicias que es la “novela histórica”. Mann era Mann, era el hombre que hablaba de la música de Wagner, que fue uno de los referentes culturales del siglo XX y cuya luz llegará por siempre para los aficionados a la buena literatura. Para los otros, siempre os quedará el Posteguillo.


miércoles, 2 de enero de 2019

MACKAY, STRAUSS Y LA MAÑANA,


MORGEN

Und morgen wird die Sonne wieder scheinen

Und auf dem Wege, den ich gehen werde,

Wird uns, die Glücklichen, sie wieder einen

Inmitten dieser sonnenatmenden Erde

 

Und zu dem Strand, dem weiten, wogenblauen,

Werden wir still und langsam niedersteigen,

Stumm werden wir uns in die Augen schauen,

Und auf uns sinkt des Glückes stummes Schweigen…

 

             A este bellísimo poema de Mackay (1864 – 1933) le puso música Richard Strauss. Si bonita es la letra, la música del compositor bávaro roza lo sublime. Os he preparado esta torpe traducción:


MAÑANA 


Y mañana brillará el sol de nuevo

 y,  en el camino que recorreré,

otra vez la felicidad de nos envolverá

en el seno de esta tierra embriagada de sol.

 

Y,  hacia la playa extensa de olas azuladas,

descenderemos en un lento silencio,

a los ojos nos miraremos mudos

y sobre nosotros caerá el silencio de la felicidad callada.

 

AMÉN

 

ODYSSEAS ELITIS Y EL ADOLESCENTE FRIKI



Odiseas Elitis es un poeta griego como se puede adivinar con un poco o nada de perspicacia. Allá por los años ochenta del siglo pasado, obtuvo el Premio Nobel y se hizo conocido en todo el mundo.  Elitis es uno más de esa enorme pléyade de poetas griegos que cubren el final del siglo XIX y el XX y cuyos nombres son deslumbrantes: Kavafis, Ritsos, Seferis, Nicéforo Vrettakos o la actual Kiki Dimulá. Recuerdo que,  cuando apareció esta antología de su obra en Akal, yo me subí andando la cuesta de General Oraa y entré en Pérgamo, la librería de mi infancia,  y le dije a Lourdes, la dueña, que quería un libro de ese escritor griego al que le habían dado el Nobel. Cuando me lo dio, le dije: “Bueno no hablará más que de sol, cabras e higos”. Ella me dijo: “Normal en un griego!” Y es que un servidor por aquellos entones era un adolescente al que le gustaba llamar la atención y quedar como poeta y enterado; más claro, era ya un poco friki.

         Pese a la aventurada e injusta opinión de aquel chaval sabihondo, Elitis es algo más que sol, cabras e higos. Ahora que lo he leído a fondo os lo puedo asegurar y sobre todo cuando ya no tengo que impresionar a nadie con mis opiniones.

 
 
Con la primera gota de lluvia murió el verano
Se empaparon las palabras que dieron a luz brillo de estrellas
Todas las palabras que te tenían como único destino
Hacia dónde tenderemos nuestras manos ahora que el tiempo nos ignora
Hacia dónde lanzaremos la mirada ahora que las líneas lejanas naufragaron en
Las nubes
Ahora que tus párpados se cerraron sobre nuestros paisajes
Y estamos -como si la niebla nos hubiera traspasado- solos, completamente solos
Rodeados de tus imágenes muertas.
Con la frente en el cristal velamos el nuevo dolor
No será la muerte quien nos venza puesto que existes tú
Habrá un viento en otro sitio que te haga vivir plena
Que te vista de cerca como te viste de lejos nuestra esperanza
Ya que hay otro sitio
Una pradera de intenso verde más allá de tu risa cercana al sol,
A quien le digo en confianza, que volveremos a vernos
No encontraremos a la muerte, sino una gotita de lluvia otoñal
Un sentimiento empañado
El olor de la tierra del sur en nuestras almas
Que cada vez se alejan más.
Y si tu mano no está en nuestra mano
Y si nuestra sangre no está en las venas de tus sueños
Ni la luz en el cielo nítido
Ni la música invisible en nuestro interior, oh pasajera melancólica,
De cuantos nos retienen aún en el mundo
Es el aire húmedo, la hora del otoño, la separación
La superficie lacerante para el codo en el recuerdo
Que brota cuando la noche intenta separarnos de la luz
Tras la ventana cuadrada que ve hacia el dolor
Que no ve nada
Porque se volvió música, llama invisible, campana del gran reloj de pared
Porque se hizo ya,
Verso de un poema en otro verso de sonido paralelo
Al de la lluvia y las lágrimas y las palabras
Pero no como aquellas palabras, sino como éstas, cuyo destino único eres tú.

 

LA BATALLA DE GAUGAMELA Y LA MACEDONIA DE FRUTAS


Sabido es desde siempre que Alejandro Magno, el hijo de Filipo II de Macedonia, una vez que triunfó en la batalla de Gaugamela sobre Darío II, rey  de los persas, se convirtió en el amo y señor de Asia. Y Asia era – y es-, un mosaico de pueblos que responde cada uno a su vez a una amalgama de razas y lenguas. Cuando en el siglo XVIII la arqueología empezó a ser una ciencia y se empezaron a respetar - al menos en teoría-  , las monumentos del pasado para proceder a su estudio y no para usarlos en la construcción de palacios como se venía haciendo desde muchos siglos tras, los franceses tuvieron el deseo de mirar hacia aquel imperio macedónico, surgido de aquella tierra balcánica, y dieron en llamar a cualquier conjunto heterogéneo con el nombre de Macédoine por semejanza a la heterogeneidad del continente asiático. Y siguiendo este argumento curioso, cuando se pusieron a la tarea de poner nombre a un  postre que se había puesto de moda en ese siglo y que consistía en frutas cortadas en trozos pequeños en un almíbar ligero, pensaron que ese revuelto de frutas, cada una de su padre y de su madre, tenía parecido con el mosaico de pueblos de los que Alejandro de Macedonia había sido emperador. Y así nombraron a este postre macédoine que, traducido al español quedó como macedonia y que, para los portugueses, se nombra como ensalada de frutas. Una curiosidad para empezar el año.