jueves, 20 de febrero de 2020

EL CASTILLO DE BARBA AZUL DE BÉLA BARTÓK


Todos guardamos una habitación cerrada con llave en la que escondemos cosas que no queremos que se vean, acciones de las que, por múltiples motivos, nos avergonzamos o ideas que no queremos que salgan a la luz porque podría ser que fueran muy parecidas  a las de esos que tantos criticamos. Cuando se llega  a la última puerta del castillo de Barba Azul, lo que el solitario personaje esconde, es su interior más recóndito, eso que mis amigos los psicólogos llaman el subconsciente. Lacan decía que también el subconsciente estaba estructurado de manera lingüística y reafirmaba, una vez más, la importancia del lenguaje en nuestras vidas. Viene esto a cuento por la audición reposada y siguiendo los comentarios sobre la partitura de El castillo de Barba Azul de Béla Bartók, obra que la tenía un poco postergada y que una conversación con esa maravillosa familia húngara que son los Bodor me ha hecho redescubrir y apreciar en su justo mérito. La versión que tengo es la de mi muy admirado músico Georg Solti, húngaro universal que hacía de la música un gozo inefable. Gran obra la de Bartók que explora por esos territorios ocultos en los que no queremos penetrar no vaya a ser que creyéndonos los más justos de la tierra seamos los más injustos.

 



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