domingo, 25 de julio de 2021

ANTONIO TOVAR BOBILLO, EL GRAN POETA DE LA LIMIA

 

Durante muchos años asocié, de manera errónea, el apellido Bobillo a don Antonio Tovar, el ilustre filólogo vallisoletano del que ya he hablado en este blog, cuando su segundo apellido era Llorente. ¿Quién era, pues, Antonio Tovar Bobillo que tanto me sonaba en las mientes? Pues el ms excelso poeta gallego que hayan visto los siglos comparable, sin duda, a Rosalía´, a Celso Emilio Ferreiro o a Curros y que un servidor, por misterios de la vida, no había leído hasta este año en que, estando de “tribuno” en el tribunal de latín que tenía su ubicación en el Instituto Antonio Tovar del barrio vallisoletano de Arturo Eyries, volvió a pensar en este Tovar Bobillo.

         Don Antonio Tovar Bobillo, nació en  tierras da Limia, a “terra das patacas”, la tierra de lagunas misteriosas con pueblos sumergidos, la tierra que custodia ese río que los romanos, al mando de Decio Junio Bruto “el Galaico”, pensaron que era el Leteo y no se atrevieron a cruzar por no perder la memoria.  Tovar Bobillo es un gran poeta, tan grande que no entiendo cómo no se le conoce más fuera del ámbito de las letras gallegas y, aun así, también de manera muy restringida.

         Su poesía rimada y ritmada, su gran sentimiento, su profundo conocer del oficio de poeta (ser poeta tiene su oficio y lo recuerdo porque parece que es algo que se ha olvidado dadas las publicaciones de “poesía” que se perpetran últimamente), su ser galaico amigo del viento (también Celso Emilio Ferreiro lo fue) hacen de él un poeta imprescindible.

         Os dejo con un poema suyo para que lo disfrutéis:

 

“O TEMPO”

Fogueirada do tempo, fogueirada
sin flamas, sin presencias polo sangue.
” Han de volver os días máis felices,
todo será de luz como dinantes”.
O tempo vai decíndonos:
“vinde a xogar meniños, máis adiante”,
o tempo vai falándonos
con invisibles fitos e sinales.
“Eiquí será. Eiquí. Vinde outra vez,
eiquí será esa luz pola que orades”.
I o tempo vaise espindo
da poéira de cinzas, do follaxe
que un día figuraban rosas, froitos,
latexos, corazós, pedras durábeles.
Vinde, sigue decindo,
“aixiña, vinde aixiña, camiñantes”.
Os nosos limpos corazós cansados
vanse erguendo no amor pra outros combates.
“Vinde -sigue decindo- vinde, vinde”,
cal se estivese afora un dios brilante.
E vamos e seguimos
na mesma soedá, na mesma cárcere.

 

¡Ahí queda eso, compañeiros!

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