martes, 7 de abril de 2020

LA HEROIDA DÉCIMA DE OVIDIO


Hace muchos años, en aquella enciclopedia que me compraron mis padres cuando estaba por segundo de EGB, descubrí las Heroidas y quizás ese descubrimiento hizo que, muchos años después, sea filólogo clásico. El texto que aparecía en aquella enciclopedia infantil de Argos Vergara era el principio de la carta número diez, la que manda Ariadna a Teseo. Supongo que conocéis la historia: Ariadna había ayudado a Teseo a matar al Minotauro y Teseo se enamoró de la chica. En el viaje de regreso a Atenas, Teseo se enamoró de Fedra, la hermana de Ariadna, que de manera imprudente viajaba también en el barco. Aprovechando una aguada en a la isla de Naxos, Teseo dejó a Ariadna y se fue con Fedra. Lo que sigue es parte de otra leyenda que no podemos continuar aquí. En aquella pequeña suma de saber que alumbró tantas horas de mi infancia, el fragmento elegido era cuando Ariadna despierta y se da cuenta de la ausencia de Teseo. Os voy a poner el texto latino en dísticos elegíacos (un hexámetro dactílico más un pentámetro) y la humilde traducción mía. Otro día os pongo, para que no la comparéis con la mía, la bellísima traducción en tercetos encadenados de Diego Mexía de Fernangil y además os cuento la historia, que él mismo cuenta en el prólogo, de cómo llegó a realizar tan admirable traducción.


 

Que legis ex illo, Theseu, tibi litore mitto,

unde tuam sine me vela tulere ratem,

in quo me somnusque meus male prodidit et tu

per facinus somnis insidiate meis.

Tempus erat, vitrea quo primum terra pruina

spargitur et tectae fronde queruntur aves.

Incertum vigilans, a somno languida, movi

Thesea prensuras semisopita manus;

nullus erat. Referoque manus iterum retempto

perque torum moveo bracchia; nullus erat.

Excussere metus somnium; conterrita surgo,

membraque sunt viduo praecipitata toro.


 

 

Esta aquí que lees te envío, Teseo, desde la playa aquella

desde la que las velas, sin mí, tu barco llevaron;

en la que mi sueño me traicionó y tú

que criminal tendiste a mi sueño una trampa.

Era el tiempo en el que la escarcha cristalina

por la tierra se esparce y las aves, protegidas por la fronda

[se quejan.

Despierta solo a medias, sin fuerzas por el sueño, medio dormida,

las manos moví para abrazar a Teseo: no había nadie.

Retiro las manos  y de nuevo y otra vez tiento

y muevo mis brazos por toda la cama: no había nadie.

Me echaron los miedos del sueño; aterrada me levanto

y mi cuerpo se echa fuera del lecho vacío.


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