lunes, 1 de junio de 2015

ARMENTEIRA, DONDE UN JILGUERO CANTÓ UNA VEZ





Érase una vez, en un lugar llamado Armenteira, un señor muy rico, un erus que se diría en latín, que Tenía su pazo en las inmediaciones. Un día, aburrido del mundo y de sus engaños, don Ero, que así se lamaba este buen señor, le pidió a San Bernardo cuatro monjes cirtercienese para fundar un monasterio y se retiró se retiró con los monjes cistercienses que San Bernardo tuvo bien enviarle para la fundación. Fue esto en el año 1149 y el señor de Armenteira fue elegido abad. El antiguo señor y ahora abad era muy devoto de la Virgen Santa María y, cuando rezaba, le pedía a Nuestra Señora que le mostrase cómo era el Paraíso, cómo era el bien que allí se disfrutaba.  Un día, salió a hacer oración por un bosque que cubría el monte Castrove y en una sombra amena, junto a una fuente murmuradora, se paró a hacer su oración. Cerró los ojos el abad y pidió a la Virgen que le dejara ver el Paraíso antes de marcharse del mundo. Al momento, un jilguero empezó a cantar con un canto tan melodioso y tan hermoso que el monje se olvidó del tiempo y se quedó sentado mucho tiempo... Caía en el monte la noche cuando terminó su oración y don Ero bajó a su monasterio entre lusco e fusco que se dice en gallego.
         Cuando llegó a sus puertas, lo notó cambiado. Llamó algo turbado y aún se trastornó más cuando el hermano que ocupaba la portería no  le reconoció: ¿Quién sois? , le dijo enfadado pensando que era un mendigo  que quería burlarse de él. El abad le respondió: “Hermano, soy don Ero, vuestro abad. ¿Es que no me conocéis?” Fue entonces cuando el  fraile se asustó y llamó a otros de sus hermanos. Llegó el abad del monasterio  y le preguntó su nombre al herido: “Don Ero de Armenteira, señor abad” A lo que el abad le contestó: “¿Acaso os estáis burlando de mí? El abad don Ero murió hace más de trescientos años”. Don Ero lo entendió todo y pidió que lo llevaran a la más humilde las celdas para dar gracias a Dios que había satisfecho su curiosidad y le había dado a conocer el Paraíso en las laderas del monte Castrove. Y, hasta el fin de sus días, vivió con fama de santo, el viejo abad que había fundado el monasterio      trescientos años antes.
         Esta leyenda gallega aparece en las cantigas del rey sabio y trataron de ella don Álvaro  Cunqueiro, mi señor feudal en literatura, y ese gran poeta de Cambados que fue Ramón Cabanillas de quien ya hemos hablado en otra entrada. Si no conocéis el monasterio, os recomiendo que os acerquéis por que tiene algo de paraíso terrenal. Y aún siguen cantando los jilgueros…

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