domingo, 26 de septiembre de 2021

LOS DOS HOTELES DE LA TOJA

 


Desde muy pequeño conozco el balneario de La Toja en donde  a los pobres tan sólo nos dejaban jugar en los jardines, en ese mini golf tan cuco que tienen. Como en un mundo lejano, se aparecía el ensueño del Gran Hotel con sus toldos naranja que protegían del sol a unas habitaciones que nos resultaban tan lejanas e inasequibles como los coches que se paraban a la puerta del Gran Hotel. Para los veraneantes pobres pero felices, Paco Mateos, Chiqui,  Arturo,  Merce y mi familia,  eran las mulleres que vendían collares de conchas, visitar la ermita cuyas paredes también están llenas de conchas (por cierto, en ella se casó Rajoy con Viri)  y hacernos fotos en la hermosa baranda que da al mar. Todo esto viene a cuento porque, el otro día,  viendo unas fotos antiguas de La Toja, me llevé la gran sorpresa de mi vida al contemplar cómo era el Balneario antes y después de la reforma (más que reforma, fue tirar el antiguo y construir el moderno allá por los años cuarenta del pasado siglo). En este hotel, veraneaba don Federico Romero Sarachaga con sus hijas, Socorro y Pilar, y de boca de Socorro, que era mi pediatra, escuché cómo se cayeron una vez al mar y un marinero las rescató. El marinero iría en camiseta como los marineros de Luis Cernuda y le habría servido al sevillano para alguno de sus poemas. Puesto que, como es lógico, no tengo la foto del marinero cernudiano, os pongo el antiguo balneario y el moderno, aquel que construyeron en los años cuarenta del siglo pasado.

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