domingo, 21 de julio de 2019

VAN CLIBURN, CON SU TUPÉ, PUSO UNA PICA EN MOSCÚ


Estamos en 1958 y los soviéticos han creado el premio Tchaikovsky para que quedara claro, en plena Guerra Fría, quién mandaba en el mundo en asuntos musicales. Es entonces cuando va y se presenta al premio un chaval tejano de veintitrés años que toca tan bien que, mal que les pese, los integrantes del jurado quieren premiar con el máximo galardón. Ha tocado con una brillantez  y una musicalidad inigualable y el presidente del jurado coge el teléfono y llama al presidente: “Camarada Presidente, hay aquí un muchacho estadounidense que toca muy bien. Por unanimidad le queremos conceder el premio, pero antes queremos saber su opinión. Quizás, no siendo de nuestro país ni de ningún país satélite, nuestra decisión no le vaya a gustar.” Khrushchev, que no es recordado por su sensibilidad ni por su delicadeza, le dice: “Es el mejor?” “Sí, camarada presidente, es el mejor” – responde el presidente del jurado con un cierto recelo y algo mohíno. “Pues entonces – responde el camarada presidente – no tengan ninguna duda: concédanle el premio”.

         Y así fue como aquel chico que venía de Kilgore, en Texas, pero que había nacido en Luisiana, se alzó con tan importante premio. Los americanos se lo tomaron como haber puesto una pica en la URSS y, al regreso de Van Cliburn, lo pasearon en coche descubierto por las calles neoyorquinas. Luego el chico siguió tocando y fundó, con la ayuda de otros tejanos,  el Premio Van Cliburn.  El joven del estado de la estrella solitaria estuvo grabando y actuando durante los años sesenta y setenta, pero, en 1978, al morir su padre y su manager, se retiró y tan sólo tocó en momentos y fechas muy señaladas como cuando en 1987 el presidente Gorbachov, aquel que tenía y tiene una mancha en la calva, se reunió con Ronald Reagan, el actor que llegó a la Casa Blanca. (En Estados Unidos, al revés que en España, los malos actores se convierten en presidentes y no los presidentes en malos actores). Eso sí, tocó para todos los máximos dirigentes norteamericanos desde Eisenhower. No en vano había puesto en aquel día de 1958, tocando el Concierto nº1 de Tchaikovsky  una pica en Moscú. Y eso, amigos, no es moco de pavo. Se nos fue de este mundo un 27 de febrero del 2013 en Fort Worth, pero siempre quedará en la historia de la música como aquel joven texano que con un tupé como el de Karajan o el de Canetti les había bajado los humos a los soviéticos aunque es verdad que los humos de los rusos en música están más que justificados.


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