lunes, 28 de septiembre de 2015

SANABRIA Y LAS STRIDENTIA PLAUSTRA DE VIRGILIO



Para mí, Sanabria siempre fue esa tierra de nadie antes de entrar en la Galicia llena de castañares y de carballedas; fue esa tierra con sus casas de piedra y sus tejados de pizarra, con Lubián y Astureses que tenían aquellos bares en donde paraban los camioneros a comer, algo que siempre era garantía de una cocina no como la de Ferrán Adriá ( ni falta que hace), pero sí de esa cocina casera que “tumba” nada más abrir la puerta y oler a ese caldo sanabrés que se cuece en sus pucheros. Sanabria es una hermosa tierra que, como Ennio, el poeta latino tiene tria corda, es decir, tres corazones. Digo esto porque en Sanabria se habla leonés, se habla sanabrés y se habla gallego allá por Lubián, Porto y Calabor, lindando éste último pueblo con Portugal y dando nombre a la frontera. Los sanabreses tienen un acento que recuerda mucho al de los gallegos y preparan un pulpo a feira tan exquisito como el de O Carballiño. Además tienen buenos gaiteros, bonitos romances y no faltan tampoco las buenas frutas y la ternera sanabresa con denominación de origen. Sanabria tiene un lago glaciar y en sus orillas Ribadelago, el pueblo mártir, y San Martín de Castañeda, a donde se iba don Miguel de Unamuno a escribir poesía y en donde ubicó su San Manuel Bueno, mártir. Además, y por si fuera poco, el lago alberga una ciudad sumergida, Valverde de Lucerna , con la que han tenido el buen gusto de bautizar al Instituto de Bachillerato y que espero que con la LOMCE no se acabe llamando  Puebla de Sanabria 1 o alguna cosa peor. Y para no resultar pesado, os diré que Puebla alberga un castillo encaramado a una roca que fue de los Pimentel,  que eran condes de Benavente,  y que desde el castillo se ven las tres carreteras por las que yo pasaba, paso y pasaré Deo volente: la vieja, justo debajo del castillo; la nueva que se hizo con los accesos a Galicia a mediados de los setenta y la autovía de las Rías Baixas como poniendo la guinda al pastel de las vías de comunicación de esta tierra de nadie. Cuando yo conocí Sanabria, aún andaban por las carreteras las stridentia plaustra virgilianas y el pan de centeno dejaba su sabor en el paladar como señal de que ya estábamos entrando en otra tierra diferente. Sanabria tiene tantas cosas que yo no sé que estáis haciendo que no os vais preparando la maleta para iros a pasar unos días en tan noble y excelsa tierra.

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