Os
voy a contar una historia verídica sobre el gran músico, poco presente no sé
por qué razón en las salas de concierto, que fue Max Bruch, nacido en Colonia
en el año 1838. Y quiero dejar claro este año porque fue en ese año cuando
Mendelssohn estrenó su maravilloso concierto para violín y el violín será
fundamental en la vida de Bruch. Vayamos por partes.
Corría el año 1860 cuando Bruch estrena
su concierto para violín op. 26. Sí, su Concierto primero, el que compuso
cuando tan sólo tenía veintidós años. El concierto fue un éxito en parte, sin
duda, por su maravillosa sensibilidad y belleza, pero también por los sabios
consejos que le dio Joseph Joachim, celebérrimo violinista de la época y uno de
los mayores virtuosos que en el mundo han sido. Fue tanto el éxito de este
primer concierto que el navarro Sarasate le encargó un segundo concierto, el
Opus 44 que es verdaderamente maravilloso, con un primer movimiento en donde el
pamplonica pudo hacer notar su depurada técnica y su exquisito virtuosismo.
Bueno, pues resulta que, pese al buen hacer de Sarasate y la inspiración de
Bruch, el concierto no llegó al éxito del primero lo cual molestó al músico de
Colonia. También bajo la demanda de Sarasate, Bruch compuso su Op. 46, su
conocida Fantasía escocesa, cuyo movimiento final, un Finale. Allegro guerriero, lleno de virtuosismo y “toques españoles”,
no alcanzó el éxito del primer concierto.
Entonces Bruch recurrió de nuevo a Joachim y se puso con su tercer
concierto para violín, el Opus 58 que, pese a los consejos de Joachim, tampoco
obtuvo el éxito del primero que se seguía tocando con gran éxito en las salas
europeas y americanas. Vamos a hacer una
pequeña digresión para tratar del estado emocional del músico de Colonia.
Bruch tenía éxito (y mucho) con su
música coral y se le conocía por ella y, ¡cómo no! por su Primer concierto para
violín, pero tenía la espina clavada de no haber podido superar su Opus 26 que
parecía estar cargado, a esas alturas, de una cierta maldición. Se dispuso a componer
un cuarto concierto para violín, pero este concierto acabó como su Serenata para Violín y orquesta, Op. 75 que,
para que lo voy a contar, no alcanzó el éxito del primer concierto que ya le
empezaba a molestar bastante al pobre Bruch. (Por respeto a este blog no voy a
precisar hasta dónde estaba Bruch del “conciertito”) Por si fuera poco, muchos
violinistas noveles de Alemania y de
otros países de Centroeuropa se acercaban al maestro para que les oyera tocar
el casi malhadado Op. 26. Y entonces fue cuando Bruch estalló y dijo ( en
alemán, obviamente):
“Ich kann dieses
Konzert ich mehr hören”, es decir,
no quiero escuchar este concierto nunca más”.
Os propongo que lo digáis en alemán y
con una buena dosis de cabreo. Si así lo hacéis así, las palabras de Bruch
retumbarán en vuestros oídos como una bomba del canciller Von Bismarck. Y la
verdad, Bruch tenía sus razones.
Bueno, pues ya veis como un “exitazo”
juvenil puede perjudicar la carrera de un músico como Max Bruch que se quedó
para siempre como el compositor del “Primer concierto para violín, Op. 26”. Échele
tantas horas uno a la composición para esto.
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