jueves, 1 de septiembre de 2016

JOSÉ MIGUEL ARROYO, JOSELITO




He leído un libro de José Miguel Arroyo, Joselito, y confieso, sin que mi intelectualidad sufra menoscabo, que me ha gustado mucho. Su vida de muchacho de la Guindalera, un barrio madrileño cercano a la calle Cartagena, es muy ejemplar para tanto babosillo de tres al cuarto que anda diciendo por ahí que los toreros son asesinos. El futuro delincuente se salvó de la quema porque entró en la Escuela Taurina, ésa que quería quitar la Carmena, y con el “sargento” Martín Arranz su vida cambió. Joselito siempre me gustó toreando y sabía que tenía inquietudes de buen lector porque ser torero no significa ser un palurdo ni ser ecologista significa, per se, ser un tío de gran cultura; al fin y al postre, para moverse con cuatro consignas más viejas que el tabaco tampoco hay que ser muy listo. Os recomiendo el libro que a mí, que no soy torero y que a lo más que llegaría sería a picador por mi cuerpo sandunguero, me ha ayudado a comprender la vida, el mundo y la muerte. Ser torero es una manera de ser ante el mundo. Pero eso hay gente que no lo pueden entender porque andan tan sensibles con los derechos delos animales que luego apoyan a los terroristas de la palabra y del hecho. Una pena.

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