jueves, 18 de julio de 2024

EL ESPÍRITU DEL 18 DE JULIO

 

         Estamos a 18 de julio, una fecha que fue “la fecha” para el régimen de Franco. En la actualidad, se habla más del 17 de julio que fue cuando el ejército de África se levantó en armas, pero para el caso es lo mismo. Stanley G. Payne, el historiador texano que, para algunos historiadores,  se ha vendido a los postulados de Pío Moa, y,  para otros,  sigue siendo un hombre fiable en sus estudios sobre la España del 36, dice lo que sigue en un libro suyo que acabo de leer:

“El plan de Mola era un proyecto para crear una república autoritaria de derechas (unas líneas más arriba, Payne nos da algunas características de esta república  de Mola: separación de la Iglesia y el Estrado; una legislación social  que beneficiaba a los trabajadores; un sistema social más restrictivo que quitaría el derecho de voto a los analfabetos y algunas otras que sería prolijo referir aquí) al estilo del Estado Novo de Oliveira Salazar y que nada tendría que ver con el Tercer Reich hitleriano. Ésta era (mutatis mutandis) – sigue Payne-, la república concebida por Mola, Franco y el resto de líderes militares que, en sus primeras declaraciones al comienzo de la rebelión, declaraban categóricamente “¡Viva la República!”.

         Sin embargo, como muy atinadamente recoge Payne, durante el verano, Franco se “radicalizó” y, ya en septiembre, en la finca de los Pérez Tabernero de Salamanca, surgía el Generalísimo y el Caudillo, ese hombre que se agarró al poder y que ya no lo soltó hasta después de pasados casi cuarenta años. Siempre me han llamado la atención las declaraciones de un compañero de Franco, el general Cabanellas, que, como algunos otros militares sublevados, era masón: “Ustedes no saben lo que han hecho –espetó–, porque no lo conocen como yo, que lo tuve a mis órdenes en el ejército de África, como jefe de una de las unidades de la columna a mi mando... Si ustedes le dan España, va a creerse que es suya, y no dejará que nadie lo sustituya en la guerra o después de ella, hasta su muerte”.

         ¡Qué bien le conocía Cabanellas!

 

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