lunes, 3 de agosto de 2015

PUTÓN LESCAUT



           No os voy a contar Manon Lescaut del Abate Prévost porque ya seguro que circulan numerosos resúmenes por internet de la obra, pero sí que os quiero hablar de ese pobre pelele que es el caballero Des Grieux que desde que conoce a Manon y sufre un coup de foudre empieza a perder su  dignidad. Manon quiere vivir bien  y le gusta el dinero, pero para conseguirlo no repara en la más mínima conciencia moral. Lo de contigo pan y cebolla no iba con esta señorita que iba para monja (?) cuando la conoce Des Grieux y su gusto por el lujo le hace buscarse amantes que decoran profusamente la frente del caballero que, no obstante, ciego de amor, no sólo la perdona, sino que la justifica. En la mitología clásica tenemos el caso de Hércules que se presta a hacer cualquier cosa, hasta se pone a hilar el héroe forzudo, una  especie de Hulk de la mitología, con tal de seguir con su Ónfale. Pero es que, como los griegos en su mitología lo que hicieron fue una galería de tipos universales, no son raros los hombres que lo pierden todo, hasta su dignidad por estar con una mujer y no es rara la mujer que, conocedora de sus armas, puede llevar a un hombre a su ruina económica ( que sería, al fin y al cabo, lo de menos) y moral ( que es lo de más). A medida que se lee el libro, se va teniendo conmiseración por Des Grieux y un cierto rechazo por Manon a la que en ocasiones le hubiera cambiado el nombre por Putón Lescaut. Su triste muerte la redime y, a la obra en su totalidad, la redime esa figura fantástica, contrapunto de Des Grieux, que es Tiberge. Gran novela que ha dado dos óperas, la Manon de Puccini y la Manon Lescaut de Jules Massenet en las que ambos protagonistas siguen haciendo de las suyas. Para acabar, tanto sufrimiento de los amantes me recuerda a las novelas griegas en donde los amantes sufren mucho, pero al final, hay una anagnórisis o reconocimiento final y la novela tiene un happy end. Aquí no hay happy end (¿o sí?), pero los pobres amantes lo pasan fatal. Para este verano de calor, un alivio el que nos proporciona el abate que, pese al calor, no se abate ni le da a la zorra uvas.

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