domingo, 22 de noviembre de 2020

CLARISSA DE STEFAN ZWEIG


 Creo que Clarissa era la única novela de Stefan Szweig que me faltaba por leer y, al terminarla hace unos días, he sentido de nuevo esa plenitud que me ha producido desde que la conocí la literatura del autor austríaco que, es necesario decir, era despreciado por la intelectualidad hasta que los de Acantilado lo publicaron y lo sacaron de los quioscos en donde compartía escaparate con Marcial Lafuente Estefanía o El Coyote. La profundidad en la descripción de esta muchacha, cuyo padre es un militar del Imperio que ya estaba a punto de desaparecer dejando a tanta gente en orfandad y desamparo, es asombrosa como asombrosa es la profundidad en la descripción de la personalidad del padre, del francés del que se enamora Clarissa o de ese pobre soldado austriaco que tiene miedo en el frente.

         Mi amor es tan grande por este autor austríaco que, durante muchos años, tenía una foto suya colgada en mi habitación y mucha gente pensaba que era un abuelo o algún antepasado. Algunos de sus libros los llevo encarnados en lo más profundo de mí y, tal y como dije al principio, su lectura nunca me ha defraudado. Incluso hasta me puse a leer Carta de una desconocida en alemán porque la prosa de Zweig, en su lengua original,  tiene un ritmo y unos recursos literarios que se pierden, en su mayoría, en la traducción aunque ésta sea fruto de grandes traductores (a las mientes


 

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