jueves, 7 de octubre de 2021

UNOS VERSOS OTOÑALES EN EL VALLE DE LA FUENFRÍA

 


Llegar a La Fuenfría en octubre, pasada la soledad y pasados los ardores del verano,  era una fiesta para los sentidos. El haya que asombraba la piscina ya estaba vestida de otoño y aquel viejo manzano que nos veía pasar desde el camino, muy cerca de ese arroyo que bajaba desde el puerto,  también se engalanaba con sus hojas doradas. Era el aire un cristal y en  las cumbres ya se vislumbraba la nieve que,  aún escasa,  nos llenaba de esperanza y que, a la tarde, con su lento crepúsculo,  el sol repujaba con manchas de oro. Era un paraíso La Fuenfría y siempre, por esos otoños, llevaba yo un librito de don Enrique de Mesa y Rosales, poco conocido poeta modernista, uno de cuyos poemas comenzaba con estos versos que, herido de belleza y poesía, leía a los pinos y a las cumbres:

Llegó la nieve temprana

con un otoño de frío.

Hoy alumbró la mañana,

la cresta del monte cana,

más ronca la voz del río.

         Y el humo de las lumbres embalsamaba el aire y aquel muchacho antiguo que yo era se creía un dios en aquel valle al que la muerte perdonaba en su vuelo sin intermitencias. Ya no sé qué ha sido de aquel albergue de la RSEA “Peñalara” y tampoco me interesa porque sigue viviendo en mi recuerdo y cada otoño recito estos versos a las encinas boecillanas mientras quizás, en aquel rincón de mi Arcadia juvenil, un haya se viste de otoño para esperar las nieves primeras en las más altas cumbres. Que los de Telecinco me perdonen por tanta poesía. Amén.

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