sábado, 27 de mayo de 2023

OCASO EN BOECILLO


Mi muy querido Vicente Núñez, el grandísimo poeta cordobés, de Aguilar de la Frontera para más señas, tiene un libro bellísimo que os recomiendo y que se titula Ocaso en Poley, que era como don Vicente nombraba a su pueblo natal tomándose esa atribución que tenemos los poetas de, cual pequeños dioses, ponerle nombre a las cosas. Un servidor, que está claro que no es de Córdoba ni tan buen poeta como don Vicente, ha querido imitarlo y aquí tenéis el poema sobre los ocasos en Boecillo. Me ha dado últimamente por llegarme hasta la fuente de Boecillo convencido de que hasta allí, como dice el maestro Colinas hablando de los atardeceres de Castilla, van a morir las arias de Handel. Cosas de poetas. Voilá le poéme:

 

OCASO EN BOECILLO

 

Al gran poeta Vicente Núñez

que ya es para siempre

Ahora que vanas son las rosas

que la tarde de octubre esconde

en un no sé qué de divina hermosura

y que ya es una mentira lejana aquel muchacho

que desnudo recorría las mieses granadas

y con cuya luz aún los chopos se prenden

en este ocaso que se obstina en lo oscuro

frente a las tardes de gloria y de alberca,

te recuerdo, Vicente, allá en tu Poley del alma,

con tus papeles, tus cartas, tus libros,

mientras que con perfecta caligrafía

vas dejando tu alma en la besana blanca

que aran la pena y la alegría.

Ahora que la penumbra de la tarde

va oscureciendo salones y alcobas,

ahora que todo se apaga y pasa,

pero deja huella en los ojos del niño;

ahora que no es pecado estar triste

porque en la tristeza bebemos

la más perfecta alegría del otoño

y tus ríos me arrastran a los hondones dela vida

donde el corazón de unos brazos

sigue latiendo bajo el cielo

y tiembla en el aire

el abrazo insondable y total de la muerte;

ahora que en el mar hondo navegas

junto a las secretas criaturas

de los hondos abismos,

que la noche se enturbia con el mosto

que pisan en los lagares los corazones heridos

y ahora que sospechamos que, quizás,todo

 ha sido un sueño que el viento

nos contó en el bosque, te llamo, Vicente,

desde el fondo de la casa en cuyas camas

reposaba el sol cálido y anaranjado del ocaso;

desde el fondo de esta vida que lucha

por seguir viva con el vino

sonoro de la esperanza

y espero contigo ese tiempo mudo

cuando nada concluya. ¡Cuando todo sea eterno!

 

Por cierto, la foto que ilustra la entrada es mía.

 

 

 


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