Mi
abuelo Luis, después de comer, se quedaba traspuesto. Mi abuela Patro se metía
con él y le decía que se había quedado dormido, pero él, muy serio y digno, le
decía que se había quedado traspuesto. No oigo a nadie, en estos tiempos
analfabestias, decir que se queda traspuesto, pero me parece fantástica la
palabra para nombrar lo que la RAE define como “quedarse algo dormido”. También
decía mi abuelo “dar una cabezada” que viene a significar , más o menos lo
mismo. La siesta ya es otra cosa y abarca, desde unos pocos minutos (nunca
menos de un cuarto de hora) en el sofá, a la cama que ya es otra dimensión. Después,
los grados van ascendiendo:
-
En la cama con ropa de casa
-
En la cama con pijama
-
En la cama después de un Padrenuestro y
con orinal. (La que echaba Cela que en su gloria de Iria Flavia esté)
Por el momento, me
quedo en el primer grado (siesta en la cama con ropa de casa) y tan sólo, en el
veraneo, practico el segundo grado. El
tercero ya me parece excesivo. Eso sí, para mí, la tarde tiene como centro la
siesta de tal manera que pospongo citas o consultas médicas hasta después de
las seis de la tarde. Aunque no sea español para otras costumbres ibéricas,
para la siesta y para el puro soy abanderado fiel y persistente.
Andan
por ahí los médicos alabando las ventajas de la siesta. Más que andarse con
libros, deberían haber preguntado a los “maestros de la siesta” que, por
desgracia, ya no están con nosotros, pero que tanto sabían de quedarse transpuestos,
de descabezar un sueño o de echar una cabezada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario