miércoles, 29 de mayo de 2024

ELOGIO APASIONADO DE LA SIESTA

 


Mi abuelo Luis, después de comer, se quedaba traspuesto. Mi abuela Patro se metía con él y le decía que se había quedado dormido, pero él, muy serio y digno, le decía que se había quedado traspuesto. No oigo a nadie, en estos tiempos analfabestias, decir que se queda traspuesto, pero me parece fantástica la palabra para nombrar lo que la RAE define como “quedarse algo dormido”. También decía mi abuelo “dar una cabezada” que viene a significar , más o menos lo mismo. La siesta ya es otra cosa y abarca, desde unos pocos minutos (nunca menos de un cuarto de hora) en el sofá,  a la cama que ya es otra dimensión. Después, los grados van ascendiendo:

-         En la cama con ropa de casa

-         En la cama con pijama

-         En la cama después de un Padrenuestro y con orinal. (La que echaba Cela que en su gloria de Iria Flavia esté)

 

Por el momento, me quedo en el primer grado (siesta en la cama con ropa de casa) y tan sólo, en el veraneo,  practico el segundo grado. El tercero ya me parece excesivo. Eso sí, para mí, la tarde tiene como centro la siesta de tal manera que pospongo citas o consultas médicas hasta después de las seis de la tarde. Aunque no sea español para otras costumbres ibéricas, para la siesta y para el puro soy abanderado fiel y persistente.

Andan por ahí los médicos alabando las ventajas de la siesta. Más que andarse con libros, deberían haber preguntado a los “maestros de la siesta” que, por desgracia, ya no están con nosotros, pero que tanto sabían de quedarse transpuestos, de descabezar un sueño o de echar una cabezada.

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