Andamos en el centro
de enseñanza en donde trabajo con un problema pues hemos tenido que cerrar los
servicios “por mal uso”. No voy a entrar en detalles escatológicos sobre la
causa o razón porque todo lector avispado lo puede suponer, pero sí que quiero
hacer una reflexión con vosotros.
Yo, que navego ya por una edad
provecta, recuerdo las gasolineras y sus retretes en los años setenta en esta
España nuestra. Había que tener más valor que el Espartero para entrar en
aquellos retretes desperdigados a lo
largo y ancho de nuestra piel de toro: un “polibán” ( sólo el que lo conoció lo
sabe) en el que, con mucha frecuencia, había una “sorpresa” porque el usuario
anterior no había ”apuntado” bien al infecto agujerillo que era el centro de
tan infame sanitario; una toalla más negra que el pobre Kunta Kinte; un jabón
con mais merda que o pau d’un galiñeiro.
No sigo. Cuando un servidor llegó de viaje a Cataluña (año 1982) y entró en
aquellos servicios de la autopistas catalanas, le pareció que estaba en otro
país ( y no le quiero comer la oreja a Puigdemont). Por fortuna, aquella España
pasó y ahora los servicios están higienizados, perfumados y sin “sorpresas”.
Sin embargo, algo queda de la vieja España. Me explico:
Que en un centro educativo (y no sólo
lo he visto en uno, sino en muchos, ) en
el baño de profesores, para más inri, haya que recordar el uso de la escobilla
me parece vergonzoso. ¿Queda gente entre el profesorado capaz de dejar el retrete
con “palominos de añadidura” como decía Cervantes? Parece ser que sí.
Entonces, si hay que recordar a los
profesores que usen la escobilla, ¿no van a hacer “de las suyas” los alumnos en
los retretes? Hace años, una chica alemana que vino de convivencia, se extrañó
de que en los Institutos españoles no hubiera papel en los servicios. Le tuve
que explicar, con terrible alipori, que, en España, se atascan los retretes con
el papel higiénico o se tira por las ventanas como si un Leandro fuera a
escalar la torre de Hero. Así somos y, por lo que se ve, no tenemos remedio.
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