He
leído Presentes de Paco Cerdá (del que no había leído nada) y me ha parecido
una obra magnífica. Engaña la portada con un niño rubio vestido de falangista,
pero el título que dice Presentes y no, Presente (por José Antonio). El libro
comienza con el traslado de los restos de José Antonio del que se hizo un mito
con muy pocos mimbres pues el líder de la Falange fue apenas votado y sus
seguidores no llegaban a los 50.000. ¿Por qué tanta literatura por parte de los
Sánchez Mazas, de los Ridruejo, de Serrano Suñer para convertir a José Antonio
en el ídolo que casi fue elevado a los
altares? Quizás por su juventus
(tenía la misma edad que Cristo), su aspecto de chico bueno que podría ser el
novio ideal y el hijo que todas las madres quieren; quizás por su muerte trágica
a tan temprana edad (ya sabemos que los preferidos de los dioses mueren
jóvenes) y, sobre todo, porque Franco, que odiaba a José Antonio, necesitaba
alguien con un carisma futuro, un
personaje para construir y darle al régimen una pátina ideológica del que
carecía pues Franco no tenía ideas políticas ni se quería meter en politiqueos.
Me he ido del tema. Junto a José Antonio hay muchos presentes que van desde los
republicanos en los campos franceses a los batallones de trabajo para “redimir”
la culpa; del pobre alcalde fusilado a
la funcionaria valenciana que sufre también represión. El Presente era el
Ausente, una paradoja de esas que tanto gustaban a los vencedores de la guerra
como, sin ir más lejos, el ¡Viva la
muerte! de Millán Astray que es otro ejemplo de juego de palabras. Había que llenar la escena de un régimen que
comenzaba y el Caudillo no daba la talla para llenarla porque Franco era bajito
y no ocupaba casi espacio, pero era de El Ferrol y más gallego de lo que
parecía y, ya que él no la podía llenar solo la Nueva España, se apropió del hijo del dictador y construyó una escenografía de bandera, Cara al
sol y mano derecha señalando al cielo con el Ausente Presente. Franco usó a la
Falange como el que tiene un perro de presa en la finca y, de vez en cuando o
cuando las cosas se ponen feas, desata al perro y se da un paseíto con él para
poner las cosas en su sitio. Años después, los falangistas fueron sustituidos
por los tecnócratas del Opus Dei y los de la camisa azul y las flechas se fueron
quedando enquistados en el Régimen. Al final, acabaron en un búnker porque su
tiempo y su estética ya se había pasado y muchos de aquellos intelectuales de
la Ballena Alegre habían dejado de seguir al Ausente Presente y hasta se habían
vuelto críticos con el régimen siendo Ridruejo el más conspicuo pero no el
único. Habían pasado los años de los hachones y de las tinieblas y un claro
amanecer iluminaba los campos de España. Franco acabó junto al Ausente Presente
y, a día de hoy, ni siquiera eso es así pues el primero descansa en el
cementerio de Mingorrubio y el segundo, en una tumba de un cementerio
madrileño.
Paco Cerdá aborda el comienzo de un
Régimen; mejor aún, describe cómo se creó la estética de un régimen cuyo jefe era un militar sin más estética que
una cama, un flexo, un vaso de leche y
unas lentejas de añadidura.
Por acabar, que Paco Cerdá ha escrito
un libro magnífico que os recomiendo
encarecidamente.

No hay comentarios:
Publicar un comentario