He
terminado ayer de oír esa maravilla que es la obra completa de Schumann interpretada
por Wilhem Kempff, ese pianista y compositor alemán que tocaba a Beethoven,
pero que no se olvidó nunca de Schubert, Schumann o Chopin. Es más, grabó las
obras completas de estos compositores además de obras de Liszt, Brahms o Bach.
Su manera de tocar era “religiosa” y, cuando se escucha su Schumann, se escuchan oraciones al piano. En las
Waldszenen, Kempff te mete en los claros del bosque y en los Kinderszenen juegas
con los niños y sueñas con ellos. Os podría hablar de la Sonata nº 2, de la
Kreisleriana o de las Piezas nocturnas en las que el arte del pianista de
Jüteborg hacía que las partituras se elevaran hasta los cielos de la música. Lo
curioso es que este alemán sabio y culto no tocó en Londres hasta 1951, cuando
ya contaba con cincuenta y seis años; a Nueva York no “llegó” hasta 1964, con
sesenta y nueve años. Estuvo tocando toda su vida y pasó su vejez en Positano a
donde peregrinaban los discípulos para escuchar al maestro. Ya no quedan pianistas
como éstos, pero gracias a los discos podemos seguir disfrutando de estos
pianistas de “otro mundo”.
lunes, 31 de diciembre de 2018
DON LUIS SEGALÁ Y ESTALELLA
En los años
por los que yo estudiaba en Madrid, allá por los años ochenta del siglo pasado,
las traducciones de la Ilíada que teníamos a mano eran dos: la de José Alsina
en los Clásicos Planeta y la de Segalá en Austral. Andaba también la de
Emiliano Aguado en Edaf y creo que poco más porque García Calvo no había
terminado la suya en verso y Emilio Crespo Güemes no había terminado tampoco la
suya. Quedaban estas dos grandes traducciones que nos reservaba el siglo XXI y,
recuerdo ahora, que sí que estaba la de
López Eire que debió de salir por el año
1989, es decir, aun año antes de que acabáramos la carrera la gente de la
promoción 1985-1990. Pues sobre esto quisiera contaros una anécdota.
Resulta
que mi buen amigo Vicente Calvo, profesor en la Rey Juan Carlos en el día de
hoy, le pidió a los reyes una traducción de la Ilíada y los Reyes, que, poco versados, según el parecer de aquellos estudiantes
imberbes que éramos, le trajeron la de Segalá. Recuerdo cómo mi buen amigo se
quejaba de que le habían traído “ la traducción de Segalá” a la que
considerábamos una mala traducción.
Han
pasado los años y la opinión mía sobre
esta traducción- la de Vicente Calvo la desconozco, pero ya le preguntaré- ha
cambiado sustancialmente: la traducción de Segalá es magnífica, ajustada la
texto y con un castellano bellísimo porque no porque se tenga como lengua materna el
catalán hay que desconocer el castellano. García Gual - no hace mucho lo leía, lo alaba sin
remilgos.
Segalá
y Estallella era barcelonés, amigo de Prat de la Riba y profesor en Sevilla y
en Barcelona. Los de Esquerra Republicana seguro que ni lo han leído, pero les
convendría tomar ejemplo.
EL HOMBRE SIN ATRIBUTOS
Han sido
dos meses de ardua lectura en varios lugares y llevando los dos tomos de la
obra cargada en mi mochila. Ha sido dos meses en los que he mezclado otras
lecturas, pero han sido dos meses conviviendo con Robert Musil y sus
personajes. Han sido dos meses habitando en Kakania con generales, con
pintores, con esa pareja de enamorados tan peculiar en la historia de la
literatura pues son hermanos; han sido
dos meses en que el texto se me enfrentaba y he tenido que luchar contra él con
mucha paciencia porque Musil entra en terrenos complicados. Pero puedo decir
con satisfacción que he leído El hombre
sin atributos, esa obra fundamental de la literatura del siglo XX; esa obra
que nos leva a la mejor literatura en lengua alemana, a esa literatura difícil,
pero tan hermosa que te engancha a ella. Mientras la leía pensaba en el ímprobo
trabajo del traductor, en la dificultad que tiene esa obra en su alemán
original tal como se puede ver en la dificultad que, aún en castellano, tiene
para el lector. Una maravilla necesaria como los cuartetos de Shostakovich.
sábado, 29 de diciembre de 2018
EL CORAZÓN SECRETO DE ELÍAS CANETTI
Hay
palabras que te llegan a lo más profundo
del corazón. Elías Canetti, nuestro querido Canetti, dice unas palabras
lapidarias en la página 15 de El corazón
secreto del reloj:
Que
Dios haya muerto o no: es imposible no hablar de él, que ha estado ahí tanto
tiempo.
Y es
verdad, maestro Canetti, que Dios ha estado y está presente en nuestra cultura
occidental y que el arte sería otro sin Él; y, si decimos el arte, también
podemos decir la poesía o la música.
En una línea y media, Canetti
dice más que muchos en un libro entero. Ahí se ve lo que es ser un maestro.
BOECIO EN BOECILLO
Severino
Boecio es un autor romano ya del siglo V después de Cristo cuya importancia es
mucha. Su Consolatio philosophiae,
compuesta en la cárcel al igual que santo Tomás Moro, es una obra clave como
puente de unión entre el saber grecorromano y las escuelas monacales en donde
se impartía el trívium y el quadrivium. De Boecio arrancan los
grandes escolásticos cuya cabeza más conspicua es Santo Tomás de Aquino. Pero
es que además de entregar a los escolásticos la terminología, los conceptos y
el método de trabajo, su Consolación de la filosofía ha sido
durante muchos años, al lado de libros como la Biblia, los de Séneca o los de
Marco Aurelio y el Kempis, el gran libro de meditación de monjes, príncipes y
gente de la literatura. Boecio viene de un verbo griego que significa ayudar y
eso es lo que ha hecho Boecio durante siglos: ayudar a quien necesitaba sus
reflexiones que recoge de la Filosofía, esa señora que se le aparece en la
cárcel. Un libro fundamental en la historia de la Filosofía.
KARMELO C. IRIBARREN, MI GRAN POETA
De locos sería el que yo me
pusiera a tratar aquí de la poesía de
Karmelo C. Iribarren cuando mentes tan preclaras de la literatura como Túa
Blesa ya lo han hecho. ¿Qué podría yo, en mi humildad de lector, aportar a lo
que sesudos catedráticos han dicho ya sobre este poeta donostiarra que tan y
tan merecidamente triunfa? Poca cosa; sin embargo, sí que quiero decir lo que
he sentido al leer Seguro que esta
historia te suena, su poesía desde 1985 al 2015, es decir, treinta años de
palabra poética. Vamos con ello:
En
primer lugar, decir que Iribarren centra su poesía en un paisaje urbano en
donde no faltan las autopistas, los autobuses, los moteles y la ciudad en
general. Esta ciudad suponemos que es Donostia, pero podría ser una ciudad
norteamericana porque se ve a la legua que Carmelo ha leído a los americanos y
los ha leído con aprovechamiento, tal y como nos decían los frailes del sagrado
Corazón. No aparece para nada el paisaje rural guipuzcoano y todo es urbanita
al cien por cien.
En
segundo lugar, Karmelo escribe de manera sencilla (¡Ojo con la sencillez que a
veces es más compleja que la complejidad), con palabras de la calle, (cuenta
que le dijo Celaya que no utilizara palabras que tuviera que buscar en el
diccionario) y con un verso claro por lo que cualquier lector de prosa, no
habituado a la poesía, puede leerlo sin dificultad. Nada de poemas crípticos.
En tercer lugar, Iribarren usa
esa técnica milenaria del epigrama: dejar el final como un latigazo o una picadura
de avispa. Así en Marcial, antes en Catulo y en todos los grandes epigramistas que
en el mundo han sido.
En cuarto lugar, Karmelo se
construye un personaje poético rentable que no sé si es él mismo o disfraza su
yo de tío duro, pero que, a poco que se le hurgue, se le nota un corazón tierno.
Ya lo dijo un santo de Roma que no se debía llevar el corazón ebn la mano.
Deciros
que hay poemas de Iribarren que siento no haber escrito porque son
verdaderamente geniales. Personalmente, los que más me gustan son aquellos en
los que el tipo duro se pone tierno y nos habla de su chapa del KAS, de su
relación con el viento, con la lluvia, de su paraguas roto, de esas estaciones
abandonadas que se parecen a sí mismo, de ese tren al que lo ilumina el amor de
su chica, en fin, tantos poemas que he señalado en el libro porque son
realmente muy buenos.
Por
último, decir que la fama de Karmelo Caballero Iribarren es justa y merecida.
Estamos ante un poeta de valía que escribe en las antípodas de mi manera de
escribir, pero que, o quizás por eso, no
dejo de admirar y disfrutar.
Si
un día regreso a Donostia, ya nos veremos por allí. Le invito a usted, señor
Iribarren, a unos txiquitos en Alkalde, allí donde mi abuelo Luis, en los años
cuarenta, disfrutaba de aquellos bocadillitos de jamón que eran únicos en el
mundo. Por cierto, la última vez que estuve en su ciudad, tuve la desgracia de
comprobar que el Alkalde que conocí con mi abuelo en los ochenta ya no es el
mismo. Ah, se me olvidaba: zorionak eta
urte berri on.
miércoles, 26 de diciembre de 2018
ÁNGELA ÁLVAREZ SÁEZ Y FRIDA KAHLO
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