martes, 13 de noviembre de 2012

¡QUÉ MAL HUELEN LOS POBRES!










LÊDO IVO
         De este poeta brasileño no os digo nada. Leed este poema lleno de ironía que he traducido y ya me comentaréis cosas.
Los pobres en la terminal de autobuses
Los pobres viajan. En la estación de autobuses,
alzan los cuellos como gansos para mirar
los letreros de los autocares. Sus miradas
son las de quien teme perder algo:
la maleta que guarda una radio de pilas y un abrigo
que tiene el color del frío en un día sin sueños,
el sándwich de mortadela en el fondo de la mochila,
y el sol de suburbio y polvo más allá de los viaductos.
Entre el rumor de los altavoces y el jadeo de los autobuses,
temen perder su propio viaje
escondido en la niebla de los horarios.
Los que dormitan en los bancos despiertan asustados,
aunque las pesadillas sean un privilegio
de los que abastecen los oídos y el tedio de los psicoanalistas
en consultorios asépticos como el algodón que tapa los poros de la nariz de los muertos.
En las colas los pobres asumen un aire grave
que une temor, impaciencia y sumisión.
¡Qué ridículos son los pobres! ¡Y qué mal huelen incluso a distancia!
Y no tienen educación cívica ni saben comportarse en público.
Con los dedos sucios de nicotina se  restriegan los ojos irritados
que del sueño retuvieron tan sólo una legaña.
Del seno caído y túrgido un hilito de leche
 escurre hacia la pequeña boca habituada al llanto.
Van y vienen por la sala de espera, saltan y aseguran maletas y paquetes,
hacen preguntas inoportunas en las ventanillas, susurran palabras misteriosas
y contemplan las portadas de las revistas con el aire espantado
de quien no sabe el camino del salón de la vida.
¿Por qué ese ir y venir? ¿Y esas ropas estrafalarias,
esos amarillos chillones que duelen a la vista delicada
del viajero obligado a soportar tantos olores incómodos,
y esos rojos contundentes de feria y de parque de atracciones?
Los pobres no saben viajar ni saben vestirse.
Tampoco saben vivir: no tienen idea de la comodidad
aunque algunos de ellos tengan hasta una television.
En verdad, los pobres no saben ni morirse.
(Tienen casi siempre una muerte fea y poco elegante.)
Y en cualquier lugar del mundo molestan,
viajeros inoportunos que ocupan nuestros sitios
aunque nosotros viajemos sentados y ellos viajen de pie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario