lunes, 1 de julio de 2013

DE ROSAS, MIELES Y VALLES


ROSAMEL  DEL VALLE

         Hace tiempo que, guiado por una conferencia de Juan Carlos Mestre, compré una antología de este poeta chileno. Hasta el momento, por unas razones o por otras, pero por una principal, porque en la lista se habían “colado otros” no lo había leído. En este verano de 2013, he aprovechado para leer esta selección. Pues bien, la impresión ha sido buena. Rosamel del Valle, que se llamó en “el siglo” Moisés Gutiérrez y que tomó su pseudónimo de una amante juvenil que tuvo que se llamaba Rosa Amelia del Valle, me parece un buen poeta en la estela de Huidobro, es decir, dentro del surrealismo. Desde luego que mucho ha influido en la poesía de Mestre de quien siempre recuerdo ese verso magistral:

Llora ángel mío como un caballo joven

que huye de su sombra.

 

El poema que os pongo es de La visión comunicable un poemario de 1956.

Cántico de la visitación

Un día podrás ver que el invierno es un ojo frío.
Se sabe por los granos que forma el viento
Sobre la hierba distraída. La idea de un viaje
Es ese tambor sordo de las hojas. "El agua
Es más filuda este año. Naturalmente, los huesos
Necesitarán otro médico". Y otro sol me hablaba
Cuando empecé a andar por ese jardín inolvidable.
No debo dudar, sino creer. ¿Basta decirlo?
Un día podré contar los eslabones del tiempo y uno
A uno formarán esta imagen del ojo frío.


No, no quiero contar con el tatuaje del cuerpo.
El verano formó el fuego y el invierno la ceniza
En un día sin fin. Ahora pienso en la tranquilidad
De mi muerte ya que yo también formé mi muerte.
Una nube inflada de pronto y el grito de una lámpara
En mí, en ti y en una sala especial para viajeros.
¿Recuerdas el color de un mar invisible?
Con esa idea estarás a mi lado en la hora
De la gloriosa disolución. Sentada ahí
Como al borde de un precipicio, con los ojos
Fijos en mí a través de la tierra. Ninguna duda
Te impedirá verme en mi sombría desnudez.
Y yo sabré hacer el ruido justo, el signo
Revelador de que estás exactamente junto a mí.
Ya ves, mi breve resurrección. Un minuto de un siglo
Abierto de par en par entre tus ojos y mi cuerpo.
Un río lejano deslizándose en puntillas,
Un golpe de llave en la puerta profunda.
Y tu sol risueño paso a paso por las hojas secas
En conversación con el aroma irresistible.
Quizás busques el signo del hueco misterioso
Dejado por la desintegración. Quizás te turbe
Saber que todo sigue donde mismo. No te baste
Creer ni dudar. Si puedes, recuérdalo,
Tu mirada será ahí el día de la creación
Con los pájaros en profunda invención de la música.
Y como tuya será mi muerte, tuya será la mano
Creadora de la nueva noche para que no haga ruido
El tren que te cruce la boca al descubrirme.
Si quieres saber, escucha lo que te diga la tierra.
Ahí seré el profeta de palabras arrugadas. El misterio
Que nos unió seguirá con nosotros en esa sala de espera.
"Todo tiene un sonido de arpa. Con algunas notas
Se teje la putrefacción. Con algunas miradas
Sobreviven los huesos. No hay nada que temer. Se viaja
Como una nube al atardecer".


 

 

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