viernes, 29 de mayo de 2015

PACHÍN GONZÁLEZ Y LA TRAGEDIA DEL CABO MACHICHACO




Reincido continuamente en la lectura de Pereda por lo que creo que voy a irme buscando un buen psicoanalista aunque no sea argentino. La verdad es que no necesito el psicoanalista porque la razón es muy clara: Pereda escribía muy bien aunque fuera carlista y eso, el que escribía bien, lo reconocía su buen amigo Galdós que era de ideología contraria. Ahora le ha tocado el turno a Pachín González, una obra de 1896, cuando Pereda tenía sesenta y tres años.
         En esta novela breve, Pereda nos habla de un mozucu que, una tardezuca, llega desde una aldea de La Montaña  con su madre, para embarcarse en el Catalina, un barco que le llevará a América. Es el día 2 de noviembre de 1893 y poco sabía el chico y la madre lo que pasaría al día siguiente.  A mediodía del día tres, se inició un incendio en el vapor Cabo Machichaco que llevaba harina y material siderúrgico, pero que, sin declarar, llevaba 51 toneladas de dinamita y varios garrafones de ácido sulfúrico. Todo muy “español”.  Los curiosos acudieron y a las cinco de la tarde se produjo una explosión de tal envergadura que un calabrote mató a un hombre en San Juan de Maliaño, a ocho kilómetros del puerto.
         Pereda, haciendo un episodio nacional, nos cuenta la búsqueda por parte de Pachín de su madre y cómo tras el encuentro con ella su deseo de volverse para siempre a la aldeúca de la que salieron.
         Dentro del libro están también  tres cuentos que son muy buenos.
El primero es De Patricio Rigüelta (redivivo) a Gildo”el letrado”, su hijo, en Coteruco. El segundo es Cutres y el tercero El reo de P… Los dos primeros están escritos en el dialecto regional de la Montaña y son la carta de un padre a su hijo (el primero) y las quejas que lleva un rudo carretero a un letrado de Santander. Con respecto al tercero, estamos ante un cuento con miga, como decía mi abuela. El narrador siente pena de un condenado a muerte, pero luego el comportamiento del condenado y del padre, una vez conmutada la pena del hijo, le provocan un hondo malestar y le llevan a reflexionar sobre si merece o no merece la pena esa preocupación por determinadas personas.
         Una vez más el escritor de Polanco me ha hecho pasar unas buenas horas. Para este verano, me reservo Pedro Sánchez y Nubes de estío. Ya os contaré, pero seguro que disfruto como un enano. Por cierto, ¿por qué disfrutaban los enanos? Intentaremos descubrirlo en otra entrada de blog.

No hay comentarios:

Publicar un comentario