domingo, 26 de noviembre de 2017

RAQUEL LANSEROS




La poesía tiene que hacer sangre al primer toque; si la tenemos que analizar, pierde ya ese natural que tienen que tener todo arte. También un cuadro de Rubens tienen que hacer sangre al primer toque; si  luego vendrán las explicaciones artísticas, mitológicas y de cualquier otra índole, maravilloso: el  cuadro, desde la frías salas de un museo, ha tenido que llegar a la vista del espectador y dejarlo marcado.

         Perdonad este proemio para deciros que he leído una antología de Raquel Lanseros que lleva por título A las órdenes del viento y he sentido brotar mi sangre a cada  verso. Sé que hay una escuela poética que considera la emoción en el poema como un desdoro, pero eso poco me importa poemas. No voy a seguir escribiendo y os voy a dejar ya con este poema: 2059.

 


He imaginado siempre el día de mi muerte.
Incluso en la niñez, cuando no existe.

Soñaba un fin heroico de planetas en línea.
Cambiar por Rick mi puesto, quedarme en Casablanca
sumergirme en un lago junto a mi amante enfermo
caer como miliciana en una guerra
cuyo idioma no hablo.
Siempre quise una muerte a la altura de la vida.

Dos mil cincuenta y nueve.
Las flores nacen con la mitad de pétalos
ejércitos de zombis ocupan las aceras.
Los viejos somos muchos
somos tantos
que nuestro peso arquea la palabra futuro.
Cuentan que olemos mal, que somos egoístas
que abrazamos
con la presión exacta de un grillete.

Estoy sola en el cuarto.
Tengo ojos sepultados y movimientos lentos
como una tarde fría de domingo.
Dientes muy blancos adornan a estos hombres.
No sonríen ni amenazan: son estatuas.
Aprisionan mis húmeros quebradizos de anciana.
No va a doler, tranquila.
Igual que un animal acorralado
muerdo el aire, me opongo, forcejeo,
grito mil veces el nombre de mi madre.
Mi resistencia choca contra un silencio higiénico.
Hay excesiva luz y una jeringa llena.

Tenéis suerte, -mi extenuación aúlla-,
si estuviera mi madre
jamás permitiría que me hicierais esto.

 



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