jueves, 30 de noviembre de 2017

ROSKOLNÍKOV, MI VIEJO Y LOCO AMIGO




 Amigo Roskolníkov, otra vez nos encontramos en la vida después de varias relecturas. Recuerdo que, cuando nos conocimos,  yo era un estudiante de BUP y tú un personaje que arrastraba sus neurosis por esa Rusia de Dios.  Te leí en una edición de EDAF quizás no muy buena, pero tu personaje, con esa pulsión de muerte que no me has explicado nunca, me abrió la puerta de la obra de tu creador. Luego vinieron otros “locos egregios” de los que ya he hablado aquí: el Idiota, aquel místico Karamázov y tantos otros. Aún sigo sin entender por qué mataste a la usurera: ¿acaso fue por tu complejo de superioridad que te llevaba a pensar que la moral no era para ti al poner en práctica ese silogismo falso tuyo que era decir “si Napoleón era libre de matar porque era un conquistador, por qué no voy a poder matar yo a esa pobre viaje que no es sino un despojo humano?. Te equivocabas, Roskolníkov, pero ahí llegó Sonia, nuestra Sonia, y nos redimió por amor, porque sólo el amor redime de los pecados al hombre. Y estuvo contigo en Siberia y no sabemos más porque tu autor no escribió sobre tu vida con Sonia, tu redentora. Algún día, amigo Roskolníkov, tendremos que escribir tú y yo sobre nuestra Sonia, sobre nuestra redentora. Te lo aseguro.

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