viernes, 7 de agosto de 2020

LEO CALDAS Y LA PLAYA DE LAPAMÁN


Llevo este verano con más gallardía gracias a las aventuras del inspector vigués Leo Caldas, ese personaje creado por el escritor gallego Domingo Villar. Y la cosa es que en Ollos de augua, tras ir al entierro en Bueu de Luis Reigosa, el saxofonista de jazz asesinado en Toralla, se baja con Rafa Estévez, su ayudante, a la playa de Lapamán a la que iba de pequeño y de la que recuerda las dornas durmiendo en la arena. Querido Leo Caldas, ¿es posible que nunca nos viéramos en Lapamán? ¿Te acuerdas de aquel pescador, nuestro Chanquete particular, que fue Castor “Matalobos”, llamado así porque, en su juventud, cazó un lobo en los montes de Pastoriza? ¿Te acuerdas del chiringuito de José Luis y Loli, en donde se servía un vino que era la sangre de un gigante? Tienes que acordarte, Leo, amigo, de mi playa, de nuestra playa. ¿No te acuerdas de José el portugués, y de aquel señor madrileño que recogía conchas? Estoy seguro que te he tenido que ver tomando unas xoubas en el bar de Lino, esa insula feminarum en la que pululaban por aquella enorme cocina Capitana, Marisol, Mari Carmen, Isabel y Sonia. ¿Te acuerdas do cheiro do café con unhas gotas de caña? ¿Te acuerdas de la tienda de Fina en la curva de Ardán de la que ya hablé en este blog? Yo era un chaval flacucho al que le daba miedo el mar y que miraba de reojo desde los maizales para ver si las olas rompían con mucha o con poca fuerza en la playa. Que sí, Leo, que nos hemos visto porque, además, debemos de tener la misma edad. Hasta seguro que hemos echado un partidillo de fútbol o hemos ido a pescar a los acantilados. En fin, Leo Caldas, inspector en una comisaría de Vigo, espero tus comentarios y, si te parece, quedamos en O muiño vello, el bar que tomó su nombre de la maravillosa playita en la que también las dornas dormían en las tardes de agosto. Aquí me quedo esperando tu llamada.

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