domingo, 23 de enero de 2022

LAS TRES BATALLAS DE OLMEDO

 


Dejadme que os cuente una historia de viejas batallas entre reyes. El rey Juan II de Castilla, padre de Isabel la Católica y de Enrique IV, en unión de su valido don Álvaro de Luna decretaron la confiscación de las rentas que Juan de Navarra obtenía de la muy noble y rica  villa de Medina del Campo. El rey navarro no se lo tomó a bien, sino que se lo tomó, como se decía entonces, “a pechos”  e invadió Castilla con la colaboración de Alfonso V de Aragón que era su hermano. Partió don Juan II con sus mesnadas desde la villa de Medina con la intención de detener a los navarro aragoneses que ya habían cruzado el Guadarrama que, al ser en el mes de mayo, ya tenía sus prados floridos. Por cierto, que a los navarros y aragoneses se unieron también algunos nobles castellanos que apoyaban a los “del Norte”. Ambas tropas se encontraron en Olmedo y vencieron los castellanos. Era el 19 de mayo de 1445.

         Tan sólo veintidós años después vino la segunda batalla de Olmedo. Fue un 20 de agosto de 1467 y en ella tomaron parte Enrique IV, rey de Castilla, y su medio hermano (sólo eran hermanos de padre) Alfonso, el protagonista (o mejor, el utilizado) en la conocida como Farsa de Ávila, esa revuelta de nobles que en la ciudad del Adaja quemaron en efigie a don Enrique IV, ese rey al que mis libros de texto llamaban “ abúlico y degenerado”. En fin, a lo que vamos.

         Con Alfonso, iban las tropas del Arzobispo de Toledo y de Sevilla, los condes de Luna, Plasencia y Ribadeo y las tropas que mandaba el clavero de la Orden de Calatrava.

         Con Enrique, Pedro de Velasco, sus hermanos Luis y Sancho y su primo Juan. El marqués de Santillana, sus hermanos Juan y Pedro (que era obispo de Calahorra esa ciudad en la que mi abuelo Julio, una vez que fue a por plantas de tomate, se tomó en una fonda la sopera hasta el borde y de las que cantaba unas coplas que, por decoro, no voy a reproducir en esta entrada) y don Beltrán de la Cueva con sus mesnadas. A don Juan Pacheco se le esperaba, pero no acudió porque andaba en sus líos para obtener el cargo de maestre de la Orden de Santiago.

 

         El encuentro tuvo lugar en Olmedo y esta batalla se anticipó a las modernas elecciones en España pues, a su final, todos decían que habían ganado y lo celebraron. Sin embargo, la mayor parte de historiadores opina que la victoria fue de don Enrique.

         El que seguro que perdió fue el pobre pueblo castellano que vivía en la miseria más absoluta, en pobres aldeas de adobe y polvo y pagando a estos señorones que se pasaban la vida de guerra en guerra. Así eran las cosas por aquellos tiempos.

         Lo que no faltó nunca en Castilla fue el sentido del humor y como ahora se sacan chistes en las redes sociales, por aquellos años se sacaron las muy afamadas coplas de “ la Panadera” que en una de sus estrofas así decían:

 

Un miércoles que partiera

el príncipe don Enrique

a buscar algún buen pique

para su espalda ropera,

saliera sin otra espera

de Olmedo tan gran compaña,

que con mui fermosa maña

al Puerto se retrujera.

 

         Me queda una tercera batalla, la que libro todos los días en las aulas del Instituto “Alfonso VI”, pero esa batalla la dejamos para otro día.

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