domingo, 14 de agosto de 2022

¿A QUIÉN BENEFICIÓ EL PAZO DE MEIRÁS?

 


¿A quién benefició el pazo de Meirás? Pues vamos a seguir, para dar cumplida respuesta a esta pregunta,  el libro que Pérez y Babio han publicado sobre el muy afamado pazo. Allá por el año 1938, un grupo de coruñeses capitaneados por Pedro Barrié de la Maza, amigo personal de Franco, el único que le trataba de tú, el único que le  decía las cosas como eran y no como las veían los muchos lametraseros que pululaban alrededor del dictador, se puso al frente de la Junta pro Pazo que tenía como finalidad recaudar dinero, comprar el pazo y regalárselo al Caudillo. Todo muy bonito   (en fin…), pero el dinero se conseguía por las buenas o por las malas y fueron mucho los que acabaron pagando este “impuesto revolucionario de Barrié” aun en contra de su voluntad.  Pero vamos por partes como Jack el Destripador. Lo primero de todo, se compró el pazo a los herederos de la Pardo Bazán y , con las mismas, se hicieron las escrituras a nombre del Jefe del Estado (ojo con este término). A principio de los cuarenta,  (un par de años años después) Franco no tenía tan seguro el que siguiera siendo Jefe del Estado pues habían perdido la guerra alemanes e italianos, grandes valedores de su régimen, y Barrié recurrió a una curiosa y golfa maniobra: hizo una compra falsa del pazo (recordemos que ya estaba vendido al Jefe del Estado) , pero esta vez lo escrituró a nombre de Francisco Franco Bahamonde que se convirtió en propietario particular del pazo. Entonces ¿por qué Meirás era atendido, reparado y ampliado por el gobierno de España y no por el peculio de don Francisco? Pues porque, en aquel régimen, la frontera entre Franco y España no existía y España era de Franco y Franco de España. Item más: Meirás funcionaba como granja ( es como había comenzado con los Pardo Bazán) y los ganancias no iban para el Estado español, sino para don Francisco que, según cuentan los autores, era muy aficionado a la agricultura como un Cincinato cualquiera. Guardias civiles, camareros, trabajadores de toda índole se pagaban con dinero público al igual que cualquier tipo de arreglo. Incluso existía una valija entre Meirás y El Pardo que llevaba desde platos hasta el equipo de buceo de Francis Franco, el nietísimo del Generalísimo. Esto que parece muy raro no lo es si nos damos cuenta de una realidad: que, durante muchos años, España fue la granja personal y privada  de los Franco.

         Entonces, si Galicia no recibió nada a cambio por el famoso pazo, ¿quién se llevó la tajada? Pues, el primero, Barrié que, entre otros honores recibió el título de conde de Fenosa y,  junto a él,  toda una corte de “afectos” al régimen que se convertían en alcaldes de La Coruña o en jefes de la Casa Civil de Franco.

         Así pues, la pobre Galicia lo dio todo:   banderitas rojas y gualdas con las que había que decorar a la fuerza los balcones, paisanos para trabajar el pazo, vecinos que se vieron “invitados” a dejar su casa para engrandecer los terrenos del dictador a cambio de nada, pero la promesa paternalista de Franco para su tierra, para sus paisaniños, como cariñosamente les llamó desde el balcón del ayuntamiento de Ferrol, quedó en agua de borrajas y sus gentes siguieron emigrando, cultivando catro ferrados de terra y jugándose la vida en los mares (Miña nai que tes dous mares que cantaba Juan Pardo)

         Y es que los políticos, sean dictadores o no, no suelen cumplir sus promesas una vez que se han hecho con lo que les interesa de verdad: el poder. Sic vita est.

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