domingo, 22 de junio de 2025

LOS MAESTROS DE LA JUVENTUD (I) - JOHANN FRANZ BURGMÜLLER

 


Se le conoció como Johann Friedrich Franz Burgmüller y nació en Ratisbona, un 4 de diciembre de 1806. Creo que no hay nadie que haya estudiado piano que lo desconozca, pero no creo que sea muy conocido entre los melómanos en general. Era hijo y hermano de compositores y a esta ocupación se dedicó Johann. Se mudó a París en 1836 y publicó en la capital del Sena gran cantidad de bailes de salón y, sobre todo, su Opus 100, que consta de 25 estudios fáciles y progresivos. ¿Quién no recuerda temas como La Candeur, Arabesque, Douce Plainte, La Pastoral o la Hirondelle? Volver a Burgmüller, para mí, es volver a aquella academia de música que estaba en la calle de San Andrés en Madrid, subir las escaleras de madera con un banco en cada descansillo, llamar y entrar a aquellas aulas grandes que en invierno se calentaban con un brasero o con radiadores eléctricos pues ninguna casa madrileña del XIX tenía calefacción central. Tocar a Burgmüller es recordar a Nati Freijo, mi querida profesora de piano cuyo padre, ¡qué casualidades tiene la vida!, era de Marín. Nati estaba casada con un puertorriqueño al que había conocido allá por los años cincuenta del pasado siglo cuando un grupo de estudiantes de Puerto Rico llegaron a Madrid. Nati era afable y me corregía la digitación. También me enseñaba Solfeo, lo que ahora llaman Lenguaje Musical, y siempre me ponía buenas notas, no porque las mereciera, sino porque su natural afable la llevaba a no suspender a ningún alumno. Esto que parece una ventaja fue, en realidad, un inconveniente pues nunca llegué a hacer un dictado musical como Dios manda. En fin…

            En las tardes de febrero, desde los balcones, se veía una lechería en la casa de enfrente y, muchas tardes, iba yo con mi padre por la calle Malasaña hasta llegar a San Bernardo.

            Hace ya años , algún osado pianista publicó un CD con sus estudios y eso le puso fatal al que hacía la crítica musical y de discos en el ABC, el periódico de mi abuela Patro y del que era linotipista mi tío abuelo Ángel de Soto. Por amor a su hermano y porque, gracias a la grapa, “no se le caía de las manos”, para mi abuela Patro no había más que su ABC. El crítico dijo que “estaba interpretado como si su ejecutora hubiera sido una señorita de Pontevedra”;  ¡como si las hermosas hijas de la dulce Helenes no estuvieran capacitadas para el piano! Por cierto, que había un chiste muy malo sobre el ABC que decía:

-          ¿Cuál es el ave que vuela más bajo?

-          Pues no lo sé.

-          Muy fácil, hombre, muy fácil: el ABC que se mete por debajo de las puertas.

Que no se me asuste nadie que no voy a decir cuál es el animal que vuela más alto porque hay niños delante.

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