Me
honro de haber leído mucho a don Luis Rosales del que llevo muchos poemas en mi
corazón, pero quiero contaros una historia de un libro porque los libros
también, como las personas, tienen su historia. Érase un Villalar de hace ya
unos cuantos años en el que había una mesa en la que había libros gratuitos que
habían pertenecido a una asociación que se llama Entre líneas (libros libres). Como de lo que no cuesta, se llena la
cesta, me llevé algunos ejemplares que eran de mi interés, entre ellos un libro
de don Luis Rosales que se llama Lírica
española en el que se recogen estudios literarios que el poeta de Granada
había ido publicando y que la Editora Nacional, de la que hablaré en una
entrada porque no sólo publicó libros de Franco, había publicado en su
colección Escalada. Rosales tenía artículos sobre Garcilaso, Cervantes, el
Duque de Rivas, Machado y Panero. El libro estuvo en los anaqueles de mi
humilde biblioteca hasta que este año lo comencé a leer e hice, con su lectura,
un gran descubrimiento: Luis Rosales, además de ser un excelente poeta, fue un
no menor crítico literario y estudioso de nuestra literatura. Otros poetas hubo
(Dámaso Alonso, Pedro Salinas o Gerardo Diego) de los que conocía su doble
condición de poeta – profesor, pero desconocía esta faceta “doctoral” de
Rosales aunque sí que sabía que había estudiado en “mi Facultad” de Filología
de la Complutense y que había tenido por maestro a don Dámaso Alonso. Sin
embargo, este libro me ha descubierto a
otro Rosales: el Rosales filólogo e investigador.
Baste decir que su tesis fue sobre el
duque de Salinas, el hijo de la princesa de Éboli y del “portugués” Ruy Gómez
de Silva, y que sus conocimientos sobre el conde de Villamediana le llevaron a
pronunciar su discurso de ingreso en la Real Academia sobre este grandísimo
poeta barroco y a publicar un enorme estudio sobre él. No voy a entrar en
detalles porque desmerecerían los estudios que este libro recoge, pero en él se
recogen teorías sobre la historia de la poesía española que demuestran la finísima
pluma profesoral de don Luis. Baste con
el maravilloso estudio de la poética de Garcilaso y cómo arranca de él una
línea que llega hasta el culteranismo o su estudio detallado de la poesía de
Leopoldo Panero, su gran amigo, cuya temprana muerte hizo, según contaba don
Luis en la revista de Cercedilla, que se decidiera a comprar Gure Kabi, la casa
que habitaba en los veranos entre los parraos.
Don Luis Rosales fue un gran poeta que,
en estos últimos años de gusto chabacano, se había dejado de leer y tan sólo
unos pocos devotos lo llevábamos donde se lleva la poesía: en el corazón. Sin
embargo, es de destacar como esa injusticia se está enmendando gracias a la
labor de su hijo, Luis Rosales Fouz, que tiene por noble misión mantener el
recuerdo del padre que fue, y lo digo convencido, uno de los mejores poetas
españoles del siglo XX.
¡Qué libro tan maravilloso y cuánto he
aprendido de él! Gracias, don Luis. Un día, cuando vuelva a Navarrulaque, tan
lejano ahora para mí, leeré en su mirador – posada el soneto de El pozo ciego.
Seguro que una golondrina cruza por el cielo.
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