lunes, 31 de octubre de 2022

LA NOCHE DE TODOS LOS SANTOS O HALLOWEEN PARA LOS AMERICANOS DEL NORTE

 


Esta noche es la noche de ánimas, una noche para leer el Don Juan Tenorio de Zorrilla o El Monte de las Ánimas de Gustavo Adolfo Bécquer tal y como vengo haciendo desde hace muchos años; esta noche es la noche para poner una lamparilla a nuestros difuntos y dejar otra preparada para mañana; esta es la noche de tomarse un café con leche con unos huesos de santo o con unos buñuelos de viento; ésta es la noche para rezar por los que ya se han ido y tener por ellos un recuerdo muy especial porque, de manera incognoscible, siguen con nosotros (La muerte no interrumpe nada, decía don Luis Rosales); ésta es la noche de la esperanza de que , al otro lado de la puerta misteriosa de la muerte, no nos espera una nada escalofriante y terrible; ésta es la noche  para la esperanza de que Jesús está en un recodo de ese camino para abrazarnos como ya ha abrazado a los nuestro que se fueron. Ésta es la noche de muchas cosas menos del miedo, de las brujas, de los fantasmas, de los horrores (¿qué hace tanta gente por las calles con puñales clavados en mitad del corazón y hachas en el cráneo?) o de los túneles del terror. Para terror, un Telediario, un Putin, un Biden, un politiquillo de tres al cuarto lleno de presunción y de soberbia. Para terror, el COVID y sus mentiras (¿sabremos alguna vez la verdad?), los miles de personas que se mueren de hambre cada hora, los niños esclavos, los niños soldados, las mujeres vendidas en trata de blancas, las niñas malcasadas a la fuerza. Eso es terror real. Lo demás, terrores de bazar de los chinos, terrores estupefacientes (en su sentido etimológico) que quieren estupidizarnos más de los que ya estamos.  No caigas en la tentación, no te pongas a decorar tu casa con esqueletos, no seas americano. Eso estará muy bien en Iowa cuya tradición respeto, pero no nos sirve en España. ¿Acaso sacan a la Macarena en el Ohio? En resumidas cuentas, que dejes esa estúpida y grasienta crema de cacahuete y que te comas un huesito de santo de los de toda la vida o un buñuelo relleno de santa crema pastelera. Que no te engañen con trucos y tratos.

EL AMARGO CAFÉ DE QUEIPO DE LLANO

 


Andan ahora a vueltas con sacar a Quepo de Llano de la Macarena de Sevilla y, puestos a decir cosas contra el tordesillano, vuelven a sacar a colación esa conversación entre Queipo y el comandante militar de Granada, Valdés Guzmán.  Así lo refiere Ian Gibson, máxima autoridad en estos temas lorquianos:

Granada es sólo una comandancia militar que depende de Sevilla. Granada le consultaría qué hacer con el poeta y él dio su beneplácito. No podían hacerlo sin su permiso. Así que cabe pensar con certeza que Queipo pronunciara aquello de: "Café, darle mucho café". Eso significaba al paredón con él. Aunque no fue en el caso de Lorca un paredón, sino un asesinato a las afueras de Granada sin papel alguno. De los desaparecidos de Víznar no se sabe nada. Hoy día sigue desaparecido, lo cual es un escándalo.

            Lo de café viene de un acrónimo: C.A. F. E = Camarada, arriba Falange Española y era lo que se decía, bien cuando se había fusilado a algún desventurado, bien cuando se daba la orden de fusilarlo.

         Hasta aquí todo muy “bien”: Valdés Guzmán, comandante del Gobierno Militar de Granada, llama a Queipo a la Capitanía de Sevilla y, para quitarse responsabilidades, le pregunta que qué hacen con Lorca. Es entonces cuando Queipo pronuncia la terrible frase: “Café, darle mucho café”.  Esto pudo ser perfectamente posible, pero Gibson – y como él, todos los que han tomado su exhaustiva investigación como referencia-, se “olvidan” de algo fundamental que sí recoge Caballero Pérez en su libro en donde presenta una imagen del diario Ideal de Granada con fecha 19 de agosto de 1936. En esa imagen de la hemeroteca se lee lo siguiente: “Restablecidas las comunicaciones telefónicas con toda Andalucía, excepto con Jaén, Málaga y Almería; se admiten conferencias telefónicas siempre y cuando se realicen desde el locutorio de la Telefónica”. Es decir que las comunicaciones se restablecieron el 19 de agosto y, si Lorca fue detenido el 16 y fusilado en la madrugada del 17, es imposible que Queipo hablara con Valdés Guzmán en la noche del 16 o en la madrugada del 17 por una razón muy simple: no había teléfono entre Granada y Sevilla.

         Me extraña que a Gibson, que desarrolla un estudio exhaustivo, “se le pasara por alto” este “pequeño detalle”. Queipo, sin duda, podrá ser culpable de muchas cosas, pero no dio la orden del asesinato de Lorca ni pudo decir nada del café. Por cierto, que la frase de marras comete un error pues dice “darle” , en infinitivo, por “dadle” en imperativo, un desliz muy común en el habla popular.

         En fin, lo dicho: que ahora que ha vuelto a salir el tema con la exhumación y traslado de los restos de Queipo, creo que es necesario dejar las cosas en su sitio.


domingo, 30 de octubre de 2022

 


Hay poetas que “hacen sangre” al primer toque de florete poético y uno de estos poetas es don Pedro Soto de Rojas, poeta sacerdote o sacerdote poeta que cuidaba un carmen en su Granada del alma. Soto de Rojas, que, como todos los grandes, era muy modesto, llamó a estas maravillas “rudos sonecillos”. No quiero alargarme más y quiero dejaros con este soneto maravilloso, tan maravilloso como toda la obra de este poeta genial y granadino si no es que ambas cosas son lo mismo.

 

Si quiebras, tiempo, los peñascos duros,

si aceros comes, si metales bebes,

si firmes montes con tus fuerzas mueves

y a brazos rindes invencibles muros,

 

si los anfiteatros mal seguros

están al golpe de tus filos breves,

si Troyas das al viento en polvos leves

y Cartagos al suelo en llantos puros,

 

muda aquel pecho que a mi llanto ha sido

duro peñasco, alcanza tú la gloria

de un triunfo a los mortales prohibido,

 

goza la pompa de tan gran victoria;

pues tienes tanta fuerza y tanto olvido,

muda aquel pecho o vence mi memoria.

 

FEDERICO Y SU MUNDO

 


En uno de los días maravillosos que pasamos en Granada, me llegué hasta la Huerta de San Vicente para preguntar los horarios de visita de la que fue finca de los García Lorca. Era temprano y, después de desayunar en Artesanos de Granada, nos fuimos para la casa de los Lorca. Antes, cuando el silencio ocupaba tan hermoso lugar, compré un libro que Francisco García Lorca escribió sobre su hermano: Federico y su mundo. Os he recopilado algunas cosas de Federico que me han llamado la atención.

         Por ejemplo, dice su hermano que “Federico nunca montó en un caballo”. Que de su abuela Isabel Rodríguez, madre de su padre, le vino su gusto por la recitación pues esta señora leía en voz alta, en especial , poemas de Víctor Hugo; que el piano, que aún se puede ver en la casa, fue comprado en Málaga, de la muy afamada marca (entonces) de López y Griffo. En ese piano tocaron Concha y Federico, pero no Francisco ni Isabel; Federico tenía algún problema al andar; estudió en el colegio del sagrado Corazón que, pese a su nombre, era un colegio laico pues a don Federico no le gustaban los colegios de curas. Por cierto, el padre de Lorca tenía un canario que, olvidado en su jaula, murió de hambre y de sed. Este hecho hirió profundamente al poeta en su alma sensible. Don Martín Domínguez Berrutea fue el que despertó el instinto poético en Lorca que, por aquellos años, estaba más entregado a la música. Por cierto, el que dedicara el libro al viejo profesor de música y no a don Martín provocó un distanciamiento entre ellos.

         Federico nunca fue un buen estudiante y su ideología política estaba poco articulada. Aprobó Derecho gracias a las “ayudas” de los profesores que citamos en otra entrada lorquiana, pero no porque destilara “aceite de codos”.

         Para Federico, Granada era pasión y agonía del agua, una ciudad apta para el sueño y el ensueño. Una ciudad que hizo que la poesía de “mi” San Juan de la Cruz se llenara de cedros, de cinamomos y de fuentes. Dictó Federico una conferencia sobre el gran Soto de Rojas con el que coincidía con el poeta divino en su visión de Granada: “Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos”.

         Nos cuenta Francisco que tanto a Federico padre como a Federico hijo les encantaba el jamón de Trévelez  que curan los lugareños en la nieve. No era Federico un hombre dado a la agudeza mental ni a los juegos en los que el ingenio fuera protagonista. Dibujaba muy mal y nunca se vio a sí mismo con humor. Su risa era “especial” por lo franca y alegre. Y para terminar, cuenta esta anécdota:

         Había en Granada un comerciante llamado don Eladio Pericás que tenía una papelería. En aquellos tiempos, para triunfar, había que ir a Madrid, bien con un paraguas rojo como Azorín, bien sin paraguas rojo. Don Eladio,  cuando supo de la vuelta del poeta tras haber estado en la Residencia de Estudiantes, lo paró por la calle y le dijo:

-         Federico, ¿has triunfado en Madrid?

-         Creo que sí, don Eladio.

-         Pero, ¿has triunfado oficialmente?

-         Hombre , don Eladio, ¡tanto como eso!

 

Y es que, en Madrid, o se triunfa oficialmente o no se triunfa.

 


 

MATANDO HIPPIES EN LAS CÍES

 

Vienen sus amigos,
pero me da igual,
son unos hippies,
y los voy a matar.

matando hippies en las cíes- Siniestro Total

 

-         ¿Abuelo, ¿tú has matado hippies en las Cíes?

El abuelo que estaba leyendo El Faro de Vigo, dejó sus gafas encima de la mesa y con gesto asombrado, le preguntó a su nieto:

-         Bras, ¿por qué me preguntas eso?

-         Porque en el colegio nos han hablado de las Cíes Y la profesora nos ha puesto una canción de hace muchos años que se llamaba Matando hippies en las Cíes.

-         ¿Ves a tu abuelo matando a alguien?

-         Pues no, pero no sé lo que hiciste de joven.

-         Pues, Bras, estudiar y, algunos fines de semana, ir a tomar unos vinos al Bar Puerto.

-         ¿Sólo eso?

-         Pues sí, sólo eso.

-         Oye, y de Julio César ¿qué me puedes contar?

-         ¡Hombre, Bras, pues lo que he leído! ¡No soy tan viejo para haberlo tratado, pero algo te puedo contar sacado de los libros. Julio César vino a Hispania por dos motivos: uno, querido Bras, para combatir a los herminios en el norte de la Lusitania, en la tierra de los galaicos. Consiguió sus objetivos pues como cuenta Plutarco “Era éste (Bruto) el que atacando la Lusitania, fue el primero en atravesar con un ejército el Lethes”.  Una vez llegado a Hispania, desplegó rápidamente una intensa actividad; en pocos días logró reunir diez cohortes y las añadió a las veinte que se encontraban allí; marchando contra los galaicos y lusitanos, los derrotó y avanzó hasta el Mar Exterior, sometiendo a los pueblos que aún no prestaban obediencia a los romanos». Pero su objetivo, meu Bras,- siguió el abuelo-,   también era conseguir dinero porque sus primeros pinitos políticos le habían costado un dineral y le debía mucho dinero a Craso, un romano riquísimo con el que, unos años más tarde, acabaría formando el primer triunvirato: César, Pompeyo y Craso.

-         Abuelo, ¿qué es un triunvirato?

-         Un gobierno de tres cónsules en lugar de los dos que eran los habituales en el sistema romano. Para que lo entiendas mejor, un mismo gobierno con tres presidentes.

-         ¿Como si en España gobernaran Pedro Sánchez, nuestro paisano Feijoo y otro más?

-         Mas o menos. Pero te sigo contando. Julio César consiguió con esta campaña fama militar y mucho dinero. ¡Qué más se puede pedir! Si leemos a Suetonio, Apiano y a Dion Casio, César estuvo en la actual Serra da Estrela y los herminios se refugiaron en las islas Berlengas que están frente a la costa portuguesa de Peniche.

-         Entonces, ¿no pisó las Cíes?

-         Pues, si te soy sincero y me atengo a estos historiadores, no puso nunca su pie en ellas. Sin embargo – añadió el abuelo viendo la cara de contrariedad de su nieto- José de Santiago y Gómez, en 1896, cuenta que César, al frente de dos legiones, llegó a Erizana, lo que hoy es Baiona, persiguiendo a los herminios que se habían refugiado en las Cíes una de cuyas islas se llamaba Albiano. Mira, - dijo el abuelo cogiendo un libro de un estante-, te leo lo que dice este historiador:

“Allí existía un templo druídico frecuentado por los que querían llegar a los últimos grados de iniciación religiosa y, por ser lugar sagrado, lo consideraban los herminios como invulnerable y estaban tranquilos en este refugio».

-         Según la narración de esta Historia de Vigo, César intentó desembarcar en la isla del Sur, San Martiño, entonces llamada Lancia. Pero, ante la resistencia de los defensores, que arrojaron una lluvia de flechas y piedras, finalmente pisó Rodas, en la isla de Faro. Y un poco más adelante sigue diciendo este historiador:

“El invencible general no pudo pues vencer a los herminios por as armas; tuvo que rendirlos por el asedio y el hambre, ya que ninguna nave amiga podía ya acercarse a las Cíes. Al final pidieron la paz y Julio César pasó a las islas. Allí descansó una temporada. Y allí no será difícil encontrar vestigios de su paso».

-         Pues vemos aquí, abuelo, que sí que pisó las Cíes.

-         Ya, pero Víctor Alonso Troncoso, catedrático de la Universidade da Coruña, no lo tiene tan claro y cree que no estuvo. Es más, cuando habla de este asunto nos cuenta que llegó desde Gades una flota que,  al mando de Lucio Cornelio Balbo, ilustre gaditano y amigo de César,  al que Cicerón escribió un famoso discurso,  ayudó a Julio César que  llegó incluso hasta el golfo Ártabro y que se apoderó de los castros costeros comenzando por el de Santa Tecla;  pero, si no lo he leído mal,  no dedica ni una palabra a las Islas Cíes.

-         O sea que este profesor coruñés no cree que estuviera en las Cíes.

-         Pues la verdad es que no. Sin embargo, Xosé María Álvarez Blázquez, que fue cronista de la ciudad olívica y que tenía un fino humor gallego, hasta nos da la fecha exacta en que César puso el pie en las Cíes: 24 de agosto del año 60 a. C.

-         Pues yo le creo más a éste que no al coruñés porque ya sabes que los coruñeses dicen en  el fútbol aquello de “vigueses, portugueses” y  creo que lleva la contraria tan sólo para fastidiarnos a los de  Vigo.

-         Bras, meu neto, una cosa es el fútbol y otra la historia. Pero, oye, estamos hablando y no te he preguntado si has estado alguna vez en las Cíes.

-         No, nunca estuve.

-         Pues te voy a llevar.

-         Y ¿veremos hippies?

-         No, Bras, los hippies son ahora consejeros delegados en empresas eléctricas o en multinacionales. Algunos habrá también conselleiros y puede que hasta algún ministro en el gobierno de España.  Lo de “haz el amor y no la guerra” está muy bien cuando se tienen veinte años, pero luego, en fin, vamos a dejarlo.

-         ¿Tú fuiste hippie en las Cíes?

-         Si yo te contara, Bras… Pero venga, acaba los deberes que te tengo que llevar a casa de tus padres.

Bras siguió con los deberes y el abuelo retomó con una sonrisa la lectura de El Faro de Vigo añorando sus veinte años y recordando o viño do país que servían y sirven en el Bar Puerto.

EL SALTADOR (QUE NO NADADOR NI BUZO) DE PAESTUM

 


He leído hace unos días el libro del arqueólogo alemán Tonio Hölscher y me ha embrujado la historia de este misterioso nadador que apareció en una tumba de  Paestum, más en concreto, en la tapa de la tumba. Para los italianos es il tuffatore; para los alemanes, der Taucher,  es decir, el buzo, pero prefiero verlo en el momento del salto y no sumergido. Por eso, para mí, la pintura debería de llamarse El saltador de Paestum. No entiendo por qué los alemanes e italianos lo llaman buzo, pero ellos lo verán de otra manera a como lo veo. Quizás suponen que el muchacho se va a sumergir durante un rato y que su salto no es un salto desde esa torre tan sólo para, creando una curva perfecta y saliendo a la superficie, empezar a nadar.  Yo lo veo así y, por eso, le he dedicado este humilde poema:

¿Quién eres tú, extraño muchacho?

¿A qué mar saltas en perfecta posición,

en perfecta armonía?

¿Saltas en la vida o te proyectas a la muerte

que te espera en el mar que es el morir?

¿Eres la vida que ofreces en un rito de paso

desde la tibia niñez

al inhóspito frío de la vida adulta?

¿Eres, acaso, el barco que de pronto,

en plena travesía, ha sentido su sentina

inundada de lágrimas y ha muerto

sin ya jamás conocer el puerto que lo esperaba?

Mira en lo oscuro la luz que en la tapa

de tu eterna morada resplandece, muchacho que un día

con otros  muchachos al mar te entregaste.

 

sábado, 29 de octubre de 2022

LA CASA DE BERNARDA ALBA

 


LA CASA DE BERNARDA ALBA

         Los Lorca, que ya llevaban viviendo muchos años en Granada, en la Acera del Casino, y que tenían su finca en la Huerta de San Vicente, se marchan para Madrid en los años treinta y se instalan en un piso amplio de la calle de Alcalá, calle, por cierto, nada de izquierdas. Lorca estaba imparable en el teatro y,  en Argentina, con Margarita Xirgu, era un fenómeno de masas. Era la primera vez que Federico tenía dinero propio pues, hasta ese momento, el padre le había pagado todo, pero todo lo que se dice todo. Hace años, escribí para la abulense revista El Cobaya un articulillo sobre ese libro juvenil de Lorca que es Impresiones y paisajes que os recomiendo encarecidamente pues ya está, in nuce, el Federico que vendrá años después. En este libro, Lorca le pide continuamente dinero al padre y el padre, que era rico y generoso y que, sobre todo, era padre, no dudaba en mandárselo para que su Federico disfrutara de este viaje de estudio con sus profesores y compañeros. Si hubiera vivido ahora, don Federico hubiera tenido que transigir en comprar a sus hijos unas Air Force 1 de Nike o una riñonera de Jordans. Mudan los tiempos, pero no el afán petitorio de los hijos. (El que esto escribe recuerda, para que se vea que tampoco está limpio de pecado, que tuvo a su madre una tarde entera buscando para el nene unas Adidas Gym con tres rayas negras. Al día siguiente,  suspendió el examen  diario de matemáticas del hermano Vicente Ugarte Aizpeurrutia, pero no vamos a entrar en detalles.) Estamos en 1936 y Federico se pone a escribir La casa de Bernarda Alba.

Cuando Federico escribe esta maravillosa tragedia, lo hace con un poquitín de mala idea. Pese a los ruegos de su hermano Francisco y de su propia madre, doña Vicenta, no accede a cambiar los nombres de los protagonistas reales que pertenecían a la familia Alba, familia que, como hemos visto ya en repetidas ocasiones, no tragaba a los García Lorca. Es más, modifica a su voluntad el carácter de la matriarca de los Alba convirtiéndola en una harpía cuando, según se sabe, no lo era siendo una mujer serena y pacífica. Otro tanto hace con Pepe el Romano. Como es lógico y esperable, esta obra ofende sobremanera a los Alba que llevaban casi cincuenta años (se dice pronto) enemistados con los García Rodríguez. El poeta la leyó en Madrid antes de partir para Granada y después, nada más llegar a Granada. Mientras Federico leía, los Alba iban afilando los cuchillos y engrasando las pistolas. Estaban esperando la ocasión de vengarse y la tuvieron, ¡vaya si la tuvieron!