domingo, 5 de octubre de 2025

BEGOÑA ABAD, LA PORTERA POETA

 


Begoña Abad es portera o lo fue porque quizás a su edad ya esté jubilada. Fue ama de casa durante cincuenta años, pero a esa edad le crecieron alas y consiguió una portería y una vivienda en el último piso desde donde ve los tejados y los gatos como si fuera un hada buena que protege las cosas pequeñas, esas a las que los poetas estamos obligados a cuidar. Begoña Abad es de Burgos, de un pueblecito que se llama Villanasur Río de Oca, allá en los montes de Oca, en esas tierras de Merindades por las que anduvieron los Ansúrez de donde le viene el  nombre antiguo a la población: Villa – Ansur. Por cierto, que como homenaje a mi buen amigo Eduardo Rodríguez – Monsalve y Pastor, que es de Valladolid de toda la vida,  antiguo alumno del Lourdes (sección atea, por supuesto) y gallego por parte de abuela amén de lector de este blog, quiero contar que su sobrino,  Ernesto Rodríguez- Monsalve, un músico excelente que entra y sale de Salzburgo como el propio Mozart,  compuso la música para una cantata al Conde Ansúrez a la que puso letra el poeta Carlos Aganzo y que lleva por título Ansur. Así se puede leer en una placa que está frente al altar mayor de la Catedral de Valladolid. Cultos que son los Monsalve y culto que es Aganzo al que aprecio desde sus años en el Diario de Ávila y del que también se pueden leer unos versos en la villa romana de Almenara-Puras. Un servidor estuvo de telonero suyo en un acto poético en dicha villa al que acudió toda la pomada provincial con Carnero a la cabeza por entonces presidente de la Diputación y, a día de hoy, alcalde de Pucela y senador del maltrecho Reino de España. Nos sirvieron un merum (vino romano) de exquisito paladar. Como poeta de nada me sirvió pues me siguen leyendo mis cuatro viejas en Potes y las dos de Marín más una pipera de Vinaroz. Pero eso es otra historia. Sigo con lo de Begoña.

         Begoña Abad es poeta desde siempre ( poeta se nace) y escribe maravillosamente bien. He tenido la fortuna de llegar a sus poemas gracias a Luis Rosales Fouz, hijo de don Luis Rosales, que habló de ella en Facebook. Un servidor se quedó con la copla y se puso a leerla con agrado y simpatía.

         En su poesía está la vida y por eso está el amor, el desamor, la cesta de la compra, la política y tantas cosas más que la configuran.

         Siempre creí que una portería era un lugar poético desde donde se ve la vida pasar. No en vano, Umbral decía que a Baroja, de no haber sido médico y panadero, le hubiera venido muy bien una portería en alguna casa antigua matritense con su brasero en una mesa de camilla para calentar el chiscón.

         Begoña Abad escribe bien y, como para muestra vale un botón, ahí os dejo un poema suyo.

Líbranos, Señor,

de los curas oscuros,

de los banqueros guapos,

de los políticos limpios,

de los armarios sin fondo,

en los que cabe todo,

de los sexos pacatos

que no follan, sólo hacen el amor,

de los ambiguos que miran de reojo,

de los sabios ausentes,

de los ricos de puño en alto,

de los que levantan murallas

y dicen que son adosados,

de los dioses de barro,

de los jueces de otros,

de los abogados con tragaderas,

de los cielos sin escalera,

de los que están de vuelta,

de los que no se fían,

de los que siempre piden como si dieran,

de los que oyen sin escuchar,

de los que siempre avanzan,

y de aquellos que no aman

por miedo a ser amados.

Palabras de amor para esta guerra (2013)

 

LA ÉPICA AL PIE DEL CAÑÓN DE ALONSO DE ERCILLA

 


Llevo varios años queriendo escribir esta entrada sobre La Araucana de Alonso de Ercilla, pero no la termino nunca La Araucana, no la entrada). Decía Zunzunegui, un escritor de Bilbao al que nadie recuerda y que, según Umbral, tenía fama de gafe por lo que don Paco, nada adicto a tales historias de gafancias irracionales, frecuentaba con más entusiasmo, que las obras como La Araucana no se las leía nadie. Os confieso que me faltan algunos cantos y que su épica es una épica a pie de obra. Me explico.

         Homero escribe sus obras varios siglos después de ocurridos los hechos; Virgilio, ni os cuento; Estacio, otro tanto y Apolonio de Rodas se centra en los hechos legendarios del viaje de los Argonautas. Todos escriben de lo que no vieron, sino de los que les contaron o leyeron. El más cercano, casi contemporáneo a los hechos, es  mi querido don Luís con sus Lusiadas, del que un servidor tradujo cincuenta sonetos que son cincuenta obras de arte (por él, que no por mí). Sin embargo, Ercilla no; Ercilla va escribiendo su obra a medida que ocurren los acontecimientos. Es una épica (y nunca mejor dicho) al pie del cañón. Me imagino a Ercilla en la batalla y luego, al llegar a un lugar seguro, sentado en alguna mesa desvencijada escribiendo octavas reales y dejando algunas manchas de su propia sangre en el papel.

         Su poesía no es excesivamente brillante, pero tiene algo impagable: la cercanía absoluta a los hechos. Eso le da un charmé absolutamente irrepetible.

         El cuadro de la ilustración es de El Greco por si se sigue apreciando en España a sus buenos pintores.

         Por cierto, por si lo de Zunzunegui y su gafancia fuere cierto, acabo de hacer la higa y  escupir tres veces por la ventana.

ERSTER VERLUST O EL AMOR EN LOS GRANDES POETAS COMO GOETHE


 

Los  grandes poetas tienen ese no sé qué que queda balbuciendo que, precisamente, es lo que les hace grandes. Leed con atención este poema de Goethe y mi humilde traducción al castellano. Y no os digo más salvo que perdonéis sus muchas faltas. El poema se titula Erster Verlust, que, en traducción al español, viene a ser como  “Primer dolor” o “ Primera pérdida”. Schumann tan buen lector como escritor y músico, para su Álbum de la juventud,  compuso un tema precioso, un lied onhe Worte, titulado así: Erster Verlust. Ya me callo y os lo dejo para vuestro gozo y disfrute:


Ach, wer bringt die schönen Tage,          

Jene Tage der ersten Liebe,

Ach, wer bringt nur eine Stunde

Jener holden Zeit zurück?

Einsam nähr' ich meine Wunde,

Und mit stets erneuter Klage

Traur' ich ums verlorne Glück,

Ach, wer bringt die schönen Tage,

Jene holde Zeit zurück!

 

 

¡Ay! ¿Quién me devolverá los días hermosos,

aquellos días de mi primer amor?

¡Ay! ¿Quién me devolverá tan sólo una hora

de aquel tiempo feliz?

Solitario, alimento mi herida

y renuevo sin cesar con mis penas

el dolor por la felicidad perdida.

¡Ay! ¿Quién me devolverá los días hermosos,

de aquel tiempo feliz?

 

 


 

domingo, 28 de septiembre de 2025

UN PRÓLOGO PARA LAS LENGUAS CLÁSICAS

 


Sé que es una prólogo algo largo, pero era necesario decir las “verdades del barquero” y, de una santa vez, proclamar a los cuatro vientos que el rey va desnudo. También sé que hace cosa de un año ya traté este tema en este blog, pero merece que lo volvamos a considerar pues el asunto de la educación no es asunto baladí. Os pido perdón por mi pesadez, pero del viejo, el consejo. Ahí os va el comienzo o prólogo de la programación de este año para las “lenguas muertas” del centro en el que trabajo.

Quisiera empezar la programación de este año con unas reflexiones que, a guisa de prólogo, creo que nos pueden hacer mucho bien a todos.

Nuestra palabra escuela, generalmente en plural, las escuelas, proviene del latín schola que, por diptongación de la o breve tónica  (o >  ue) y añadidura de una vocal protética que necesitamos en castellano, - pero no en otras lenguas: schule, school,-  A su  vez, la palabra latina schola proviene de la griega σχολή que significa “ocio” o “tiempo libre”. Esto es algo que mis alumnos no pueden entender pues consideran que la escuela lo es todo menos un tiempo de ocio. Según la visión del mundo actual,  lo que no es otium es negotium (nec otium), y, vistas así las cosas, puede que tengan razón mis alumnos, pero según la visión de la sociedad que nos ofreció Aristóteles, no; por una sencilla razón: porque este filósofo diferenciaba en la vida griega tres “momentos”:

 

a)    El tiempo de trabajo o ἀσχολία. Si os fijáis bien, es σχολή con una alfa privativa, es decir, el tiempo de trabajo es el tiempo de “negocio”, “del no ocio” en definitiva de lo contrario del ocio o también podríamos definirlo como  el tiempo en el que no hay ocio.

 

b)    El tiempo para el descanso del trabajo (pues no puede existir el descanso sin un previo trabajo o esfuerzo, como no hay placer más intenso que beber cuando se tiene sed o comer cuando se tiene hambre según dijo el maestro de los placeres Epicuro de Samos) y eso es algo que, en esta sociedad de otium perpetuum se nos ha olvidado) o ἀνάπαυσις. Después del trabajo que fatiga el cuerpo tiene que venir otro momento en que descanse al cuerpo.

 

c)     Pero los griegos, - y ese fue su gran hallazgo-, tenían otro momento más, la ya mencionada σχολή que dedicaban, no ya al cuerpo, sino al engrandecimiento del espíritu.

 

Así ahora entendemos por qué llamamos escuela a ese tiempo que ni es trabajo (bueno, algo sí que tiene y mucho de ocupación grave para los jóvenes pues no tienen tiempo de ascholía) ni es descanso,  pero  que es el lugar en donde engrandecemos nuestro espíritu. De ahí la importancia de la escuela que no ha sido siempre como la conocemos (ya trataremos de esto en otra entrada) y la necesidad absoluta de no dejar nunca este tiempo de engrandecimiento espiritual. Debemos seguir buscando en nuestra vidas un momento de “separación”, de “división”, de “practicar una hendidura”, de diferenciar y acotar este tiempo para nuestra alma. Este sentido de separación está muy claro en griego pues σχολή viene de σχίζω, “separar, dividir, cortar” y que de la misma raíz tenemos σχίζα que es el troco o la leña para cortar. Por tanto, el tiempo en la escuela no puede ser el mismo que el tiempo en casa o en la calle. El tiempo de la escuela es un tiempo sagrado, un tiempo que se lleva a cabo en un lugar en el que, antes de entrar, como Moisés cuando hablaba con Yavhé, deberíamos quitarnos las sandalias. De este no saber separar la escuela de la casa o de la calle vienen muchas de las desgracias de nuestra escuela actual pues el alumno se comporta “como si estuviera en su casa” y este estar en su casa es para lo malo casi siempre. Fijaos que los centros de enseñanza, en tiempos pasados, tenían una arquitectura cuidada y que buscaban lo estético, pero, poco a poco, se ha ido derivando en unos centros cortados por el mismo patrón y con más sentido práctico que estético. Como simple comentario, deciros que el autor de estas líneas estuvo destinado  en un centro prefabricado que tardaron en construir poco menos de un mes.

 

     En la escuela, debemos buscar lo que engrandece el espíritu y, en muchas ocasiones, lo que más engrandece el espíritu son las cosas “inútiles” de las que con gran acierto se ocupó Nuccio Ordine en su maravilloso libro La utilidad de lo inútil. Por tanto ese continuo “para qué sirve esto” de nuestros alumnos que no es sino un reflejo del pragmatismo de nuestra sociedad y del pragmatismo cada vez mayor que van tomando las leyes educativas pues nuestras reformas van construyendo una escuela pensada para la empresa y no se ocupan casi nada de la formación y de la instrucción, dos palabras que junto con disciplina (de discere, aprender) han sido desterradas por los modernos pedagogos a la violeta. Obrando así  desvirtuamos el fin último de la escuela al unirla al mundo del trabajo, a la ἀσχολία aristotélica que ya hemos visto que es, justamente, lo opuesto a la σχολή. Una escuela que, por lo menos in nuce, no conserve un sentido de mejora espiritual con materias “inútiles” como la filosofía, la literatura o la historia, no es una escuela, sino un lugar para adiestrar obreros-máquina como en las peores pesadillas futuristas. Tampoco podemos pensar en una Universidad “más empresarial” porque la Universidad tiene como fin último investigar y no servir de agencia de contratación y  “colocación” de los alumnos. Una Universidad para la empresa es otro triunfo más del capitalismo financiero que nos desgobierna aunque sea bajo el disfraz de partidos de izquierda.

     Sin escuela, sin ese tiempo de ocio para enriquecer el espíritu, no hay una persona completa. No lo olvidemos jamás y, sobre todo, que no lo olviden los legisladores que parecen más preocupados de adoctrinar (cada uno en sus ideas, claro) que en formar.

         Es suficiente, pero aún me gustaría decir algo más y ese algo es que el alumno no viera en el Latín o en la Cultura Clásica un algo “válido” que, en ocasiones, los profesores nos esforzamos en “vender”: “vale” para aprender lenguas; “vale” para conocer mejor nuestro propio idioma; “vale” para establecer comparaciones entre cómo vivían los griegos y los romanos y cómo vivimos nosotros y comprobar así si hemos evolucionado algo moralmente hablando de lo que, sinceramente, creo que no. Todo esto está muy bien, pero, ante todo, me gustaría que el alumno, pensando en el ser al que ama, se repitiera para sí estos hermosos versos del gran poeta romano Tibulo:

 

Tu mihi curarum requies, tu nocte vel atra

lumen, et insolis tu mihi turba locis.

 

Tú eres para mí el descanso de mis penas,

tú la luz en la noche oscura,

y eres la multitud en los lugares solitarios.

 

Así habríamos conseguido mucho más que un “saco de conocimientos”: habríamos conseguido un ser humano y, como decía el viejo Walt Whitman, el bardo de barbas floridas, con relación a sus libros, quien lo tocara tocaría un hombre.

 

domingo, 21 de septiembre de 2025

COLEO DE SAMOS, NUESTRO COLÓN

COLEO DE SAMOS


[μετὰ δὲ ταῦτα νηῦς Σαμίη, τῆς ναύκληρος ἦν Κωλαῖος, πλέουσα ἐπ᾽ Αἰγύπτου ἀπηνείχθη ἐς τὴν Πλατέαν ταύτην· πυθόμενοι δὲ οἱ Σάμιοι παρὰ τοῦ Κορωβίου τὸν πάντα λόγον, σιτία οἱ ἐνιαυτοῦ καταλείπουσι. [2] αὐτοὶ δὲ ἀναχθέντες ἐκ τῆς νήσου καὶ γλιχόμενοι Αἰγύπτου ἔπλεον, ἀποφερόμενοι ἀπηλιώτηι ἀνέμωι· καὶ οὐ γὰρ ἀνίει τὸ πνεῦμα, Ἡρακλέας στήλας διεκπερήσαντες ἀπίκοντο ἐς Ταρτησσόν, θείηι πομπῆι χρεώμενοι.

 

Después de esto una nave samia, cuyo capitán era Colaios, navegando con rumbo a Egipto, fue desviada a Platea; enterados los samios por Corobio de toda la historia, le dejaron provisiones para un año; y ellos zarparon de la isla con vivos deseos de llegar a Egipto, pero, desviados por el viento apeliotes, que no cesó durante todo el viaje, fueron llevados más allá de las Columnas de Hércules y por providencia divina, llegaron a Tartessos.

 

HeródotoHistorias, IV, 152.

 

         Así me conocían todos los samios y así me llamaban cuando, habiendo dejado mi barco en el puerto, me llagaba despacio hasta mi casa con pasos trabajosos, como si la parte izquierda del camino y de las calles estuviera hundida y mi pie tuviera que descender hasta esa pequeña declive del terreno. Sí, era cojo de la pierna izquierda, pero ¡que me vieran agarrado a los foques en medio de una tempestad o recorriendo la cubierta en medio de un temporal que Poseidón nos enviaba! Recorrían las olas mi barco de proa a popa y de babor a estribor y jugaban los Dióscuros a encender el palo mayor con su luz funeraria y triste; se llevaba el agua las maromas de recios cabos estrellándolas contra las barandillas y allí estaba el cojo de Samos firme como un cedro del Líbano mientras otros marineros, hombres de perfecto caminar, se escondían como niños detrás de las cubas o se encerraban en las bodegas. Algunas veces, en medio de estas terribles tempestades, me agarraba al mascarón de proa mientras el barco subía y bajaba con las olas como si el padre Poseidón jugara con una cáscara de nuez en una fuente de aguas oscuras. Sí, cojo, pero mis piernas eran más firmes cuando las de ellos temblaban y se tenía  que agarrar al palo mayor como si las Sirenas estuvieran cantando sus canciones engañosas. Pero no era de mi cojera de la que os quería hablar sino de una expedición que jamás podré olvidar. Habíamos salido de Samos con rumbo a Egipto y seguimos, como siempre, la ruta marítima que toca en Rodas y en Chipre. Desde esta isla, navegando hacia el sur, se llega a Egipto en dos jornadas. Sin embargo, en aquel viaje, comenzó a soplar un viento del este tan potente que el barco era un juguete en medio de las olas. No se paraba aquel viento maldito que levantaba caballos de espuma que galopaban por la llanura vinosa del mar y así nos llegamos, sin querer, hasta la isla de Platea, una isla a la que suelen arribar los pescadores de Tera que van a pescar en las costas de Cirene, en la lejana Libia. En esa pequeña isla, encontramos a un pescador cuyo nombre era Corobio y que  nos explicó que había guiado hasta allí a unos marineros de Tera que le habían dejado allí con provisiones para unos cuantos meses y que, a continuación, habían partido de nuevo rumbo a su tierra para hacer saber a los tereos que habían alcanzado la isla. Bendijo Corobio nuestra llegada pues apenas le quedaban provisiones y aún nos bendijo más cuando le dijimos dejamos víveres para más de un año. Sin embargo, de nada nos valdrían sus bendiciones generosas pues, de nuevo, desatándose el viento del este durante tantos días que no soy capaz de precisar, nos fuimos alejando de las costas de Libia y acabamos cruzando las columnas de Hércules. El miedo se apoderó de todos mis hombres y también de mí pues poco se sabía de los que había más allá de las columnas que el héroe tebano puso como fin del mundo conocido y tan sólo rumores de taberna decían que había más allá unas islas que llamaban Casitérides, ricas en minerales de hierro y que había una ruta milenaria que habían recorrido algunos navegantes codiciosos por las riquezas de ese fantasmal archipiélago. Yo les intenté tranquilizar diciéndoles que, si habíamos llegado hasta tan lejos impulsados por ese criminal viento del este, era porque los dioses lo querían y que quizás, al otro lado de las columnas, nos esperaba un nuevo mundo.

         Se calmó el viento de levante al pasar por el estrecho que el héroe tebano había separado y se calmó también el miedo de todos nosotros y, en su lugar, brotó la esperanza de encontrar una tierra desconocida. No había pasado ni un día cuando el vigilante de proa dio el aviso de que había tierra a la vista. A medida que el barco se acercaba, íbamos viendo una playa de arenas blancas como la harina que salía de nuestros molinos y un río ancho, hermoso, en cuyas aguas el sol poniente enjoyaba de oro. Pusimos proa a aquel río y vimos que era navegable bastantes estadios tierra adentro. De pronto, por la orilla, aparecieron unos jinetes con grandes banderas blancas al viento. Fondeamos el barco y descendimos a tierra. Aquellos hombres nos dijeron que aquella tierra era Tartessos y nos hablaron de su reyes mitológicos (Poner aquí los reyes mitológicos de Tartessos) De Gerión que pastoreaba sus rebaños a las orillas de ese río ancho y hermoso que se enjoyaba de oro cada tarde en su desembocadura. Nos contaron que nuestro Hércules se llegó hasta estas tierras para robarle los rebaños a Gerión y que el tebano se los llevó tirando de sus colas para que las huellas quedaran al revés en el suelo; nos hablaron de su hijo nieto Nórax, hijo de Eitea que conquistó el sur de Cerdeña y fundó la ciudad de Nora. Nos hablaron de Gárgoris, que inventó la apicultura y que mantuvo relaciones con su hija de las que nacieron Habis, el pobre muchacho que tuvo que luchar tres veces por su vida, que fue amamantado por una cierva y que su padre lo acabó reconociendo. Se cuentan tantas veces de él, que descubrió la agricultura al atar una yunta de bueyes a un arado y tantas cosas que llenarían un papiro entero.  Nos dieron riquezas y con ellas hicimos un buen negocio pues sacamos cada uno seis talentos de plata y con el diezmo de cada uno mandamos construir un caldero de bronce de los que llamamos argólicos alrededor del cual talló el artesano unos grifos en relieve.

         Ahora, en las tardes de la primavera, me distraigo en echar las hojas nuevas al estanque y a cada una le pongo el nombre de una nave; las dejo que el viento las arrastre hasta los bordes e imagino entonces que están llegando de nuevo a Tartessos, en aquellos años en que fuimos tan felices. Luego, cuando el sol se pone, entro en mi humilde morada y acaricio  el caldero de bronce en el que guardo una caracola que me pongo al oído y me parece escuchar el sonido de aquellas voces que nos recibieron en aquel río, grande y hermoso, que se vestía de oro en su desembocadura para unirse, en nupcias sagradas, con el misterioso océano que guardaba en su alma oscura ciudades que nunca conoceremos, pero que ya habitan en el país misterioso y cálido de los sueños.


 

 



lunes, 15 de septiembre de 2025

LA GINESTA DE MARAGALL

 


Leed este poema de Joan Maragall, uno de mis poetas favoritos, aunque no sepáis catalán. Dejaos llevar por su ritmo mágico, por sus colores, por su olor, por el aire que agita los cabellos mientras veis a lo lejos el mar. Los poetas hablan en el lenguaje de la belleza y también en la Vieja Castilla se entiende la voz de las Españas que no escribe en castellano. Subíos con Maragall por alguna serreta y quedaos un buen rato con el olor de la retama mientras un espejo de plata refulge en la distancia. ¡Sentid a la retama como a una enamorada!

         ¡Qué hermosura de poema con esa musicalidad que sólo los poetas del XIX sabían imprimir a sus obras!

         Cuando venga la primavera, ya sabemos lo que tenemos que hacer.

LA GINESTA

La ginesta altre vegada,

la ginesta amb tanta olor,

és la meva enamorada

que ve al temps de la calor.

Per a fer-li una abraçada

he pujat dalt del serrat:

de la primera besada

m'ha deixat tot perfumat.

Feia un vent que enarborava,

feia un sol molt resplendent:

la ginesta es regirava

furiosa al sol rient.

Jo la prenc per la cintura:

la tisora va en renou

desflorant tanta hermosura

fins que el cor me n'ha dit prou.

Amb un vimet que creixia

innocent a vora seu

he lligat la dolça aimia

ben estreta en un pom breu.

Quan l'he tinguda lligada

m'he girat de cara al mar...

M'he girat al mar de cara,

que brillava com cristall;

he aixecat el pom enlaire

i he arrencat a córrer avall.

 

lunes, 8 de septiembre de 2025

LA JOTA DE VINAROZ

 


 

Ya he hablado, aunque de pasada, de la jota de Vinaroz, pero no en detalle como quiero hacer ahora.

         Paseando por tan hermosa ciudad castellonense me encontré con el grupo folclórico Les Camaraes que, como es lógico cantan y bailan esta jota, buque insignia del folklore de Vinaròs. Sorprende porque la jota es muy aragonesa y este sentimiento aragonés viene porque los arrieros maños cruzaban la comarca de Els Ports y bajaban a Vinaroz para cargar pescado tal y como ya he contado en este blog. También las tropas de Franco (con perdón) cruzaron Els Ports para llegar a Vinaroz, pero no fue para comprar pescado, sino para cortar la España republicana en dos trozos. Pero sigamos con la “jotilla” y dejemos temas tristes.  Resulta que también había por Vinaròs marineros andaluces que le pusieron su mica de sal y así nos quedó la jota. A decir verdad, no acabo de ver en la jota de Vinaròs el toque andaluz, pero si los folkloristas que saben más que un servidor lo dicen, no me queda más que callar.

         Me podéis decir que la jota, ya en forma de jota, ya en forma de fandango o foliada, anda por toda España y es verdad porque es más lo que nos une que lo que nos separa. Vamos, hasta en Cádiz, los maños que se llegaron para combatir al francés se llevaron también con ellos su jota y la jota acabó dando forma a las alegrías que cantan maravillosamente bien “mi “Perla de Cádiz o Pericón.

         Musicalmente, una jota es una obra musical en compás de ¾ o de 6/8 ( la de Vinaroz está en 3/8). Es decir, es básicamente un compás ternario, ya con tres negras (3/4) ya con 6 corcheas o con 3 corcheas como “nuestra jota de Vinaroz” que está en Re mayor con sus dos sostenidos correspondientes, en el fa y en el do en su armadura melódica    Se toca con dulzaina (dolçaina) que en la Comunidad Valenciana no lleva llaves como en Castilla y se acompaña de laúdes y bandurrias. Por supuesto que hay un jotero que canta la letra que unas veces oigo en valenciano y otras en castellano. Tanto monta, monta tanto.

         Y basta de historias. Os dejo la jota de Vinaroz interpretada por La rondalla al carrer y os dejo también  la letra para que la cantéis en casa. ¡A disfrutar!