miércoles, 23 de agosto de 2017

EL OCASO CULTURAL DE BOECILLO O LA TRISTEZA DE UN FRIKI



Cuando yo llegué a Boecillo hace más de veinte años, había una revista que publicaba el Ayuntamiento, un concurso de poesía que sufragaba ese mecenas maltratado que es el bueno de Fernando García de la Cuesta, un grupo de danzas que se había sacado adelante con el esfuerzo de unos cuantos padres de familia. A eso se le fueron sumando otro concurso de cuentos en Navidad – también costeado por el mismo mecenas-;  un grupo de teatro del que nada sé, pero que debe vivir en la indigencia;  un coro que cantaba en la iglesia todos los domingos y que viajaba por diferentes pueblos de la comarca;  viajes y excursiones para los jubilados y manifestaciones culturales  que alimentaban el espíritu  de esta población castellana. ¡Hasta hubo tiempos felices en que Boecillo tenía su encierro por el campo como casi todos los pueblos del entorno! Ha pasado el tiempo y de aquello no queda casi nada. Como Job, decimos aquello de “el Señor me lo dio, el Señor me lo quitó” y seguimos a los nuestro que no sé muy bien qué es.  Fernando García de la Cuesta dejó el mecenazgo porque era como un San Juan Bautista predicando en un desierto de caspa y zafiedad; al coro ya no se le oye y la única música que se oye es la  de las peñas que,  con las hogueras para las parrilladas en las casetas de obra,  más parecen sacadas de una escena de Mad Max, con un mundo ya en decadencia y salvajismo, que las fiestas de un pueblo en el siglo XXI. Un amigo de Laguna, en las pasadas fiestas de San Cristóbal, de lo único que me habló fue del “superbotellón” que se celebraba por detrás de la verbena. Vino el hombre a echar un bailecico con su mujer y se topó con la fiestuki desenfrenada y alcoholizada a la que hemos llevado los mayores a la gente joven con esa especie de glorificación de la fiesta, de la borrachera y del colocón que ha hecho de España líder absoluta en la lista de países fiesteros. ¡En algo teníamos que ser los primeros! ¿De verdad que no hay alternativas para la gente joven? ¿Es que sólo les podemos ofrecer alcohol y drogas a los que van a ser – son ya- el futuro del pueblo y de España? Como educador y padre, me aterra pensar que esto es así. Nada tengo contra la diversión, pero creo que lo cultural se ha ido marginando, abandonando, dejándolo porque tan sólo interesa a cuatro frikis que comemos bocadillos de spaghetti con trucha y se le ha ido dando al pueblo “lo que el pueblo reclama”,  esa gran mentira que, comenzada por Lope de Vega y a fuerza de repetirla, se ha convertido, como decía Goebbels, en una verdad. Siento una profunda envidia de pueblos vecinos en donde la gente se muestra participativa y así sus grupos de teatro ganan premios en la Diputación, atraen a turistas con encuentros de reyes en los que participa todo el pueblo o simplemente miman a sus mecenas y no los relegan al olvido y al desprecio. Siento una pena profunda de la situación cultural del lugar en donde vivo en donde no hay más alimento que el teatro infantil ( al que acuden, sobre todo, gentes de fuera de Boecillo) y las veladas de Folk y Jazz. Y siento vergüenza ajena cada vez que voy al Centro Cívico y son más los que están en el escenario que los que estamos en las butacas. En esa historia que ya he abandonado, hablaba de fiestas que tenían un sentido porque no eran el descanso del duro trabajo y no  una mera repetición de los fiestorros de cada fin de semana, con su autobús nocturno lleno de chicos con bolsas para hacerse el calimocho y ponerse hasta el culo de marihuana (Ya veis, repito esta frase que dije en el pregón y que fue, por desgracia, lo único que quedó de él) Por cierto, tenía escritos cinco folios, pero visto lo visto-  incluyendo mis propios “hermanos” de cofradía que prefirieron ir sin tardanza al refresco a quedarse a escuchar el pregón del  hermano que todavía era el Alcalde- , preferí dejarlo “para mejor ocasión”. ¡Hasta tenía el pregón su partecica en latín en que contaba al estilo de Tito Livio el comienzo de Boecillo en la intrahistoria! Pero, con harto dolor de mi corazón forastero, no lo leí. Sé que no soy nadie en este pueblo y que forastero me marcharé como forastero vine, pero siempre, por amor a mis antepasados, a  mi mujer y a mis hijos, quise dejar mi granito de arena con lo único que sé hacer: escribir. Siento mi amargura, pero quería vaciar mi corazón de friki. Ya sabéis, os invito a un bocadillo de spaghetti con trucha y, si no venís, me lo tomaré en la soledad de mis libros y mis muertos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario