jueves, 2 de mayo de 2019

LA SORIA SUCEDIDA DE GERARDO DIEGO


Como es sabido por todos, don Gerardo Diego estuvo en Soria y Soria se adueñó de su corazón. Llegó el joven cántabro para tomar posesión de su cátedra de Instituto y fue la ciudad “que lame el Duero” la que tomó posesión de su alma. En los poemas de su libro Soria sucedida, don Gerardo deja ver su amor desmedido por Soria que se nota por sus poemas en los que surgen las calles, el río, las campanas, los atardeceres. Volvió don Gerardo a Soria después de dejar su cátedra de Lengua y Literatura Española y siguió teniendo amigos en la capital de la Extremadura castellana que mira hacia Aragón. Recuerda las tardes de casino con el piano en el que Gerardo, que era también un buen pianista, tocaba a Beethoven; recuerda a Mariano Granados, a Tudela o al gran Blas Taracena, el arqueólogo numantino por excelencia. Baste el soneto que dedicó a este sabio para que el amor que sentía el poeta por Soria salte hasta nuestra alma y baste el maravilloso Romance del Duero para que sintamos el paisaje soriano y el Duero, el joven Duero. En su momento escribí que me hubiera gustado haber sido profesor en Soria, haber vivido en sus calles, haber tocado el piano del Casino, haber visto anochecer desde el Mirón y haber recorrido, en laica peregrinación, los “santos lugares” por los que anduvieron Antonio y Leonor. Ya sé que son tópicos, pero también el tópico puede llenar nuestro corazón de barcos. No lo olvidéis.

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