viernes, 1 de julio de 2022

LA LENGUA DE MADERA (LA LANGUE DU BOIS) I

         


Quiero hablaros en esta entrada – y, si así lo considerara necesario, en otra-, de la lengua de madera que es una traducción del término francés langue du bois. Me refiero a ese lenguaje vago e impreciso propio de los políticos para desviar la atención de los asuntos verdaderamente importantes. De esta manera intentan disimular su pensamiento para influir mejor y controlar el de los demás. Dada su definición, pasemos, pues, a su historia.

         Este sintagma aparece por primera vez en un escrito de un político polaco exiliado en París, Czeslaw Milosz que en 1953 escribió sobre un personaje sometido al régimen comunista polaco lo que sigue: “Gritará de desesperación porque sabe que lo que escribe es madera”; Edgar Morin, en 1961, refiriéndose a China, habla de la lengua de madera que usa el Partido Comunista chino y, para no cansar, el sintagma entra en la enciclopedia Larrouse en 1981. Como podéis ver, se aplica al mundo comunista, pero pronto pasaría al mundo occidental. Es más, Orwell, en plena posguerra, ya habla de la newspeak , como una lengua doble que más busca la confusión que la verdad. Es más, si me lo permitís, os diré que esa langue du bois ya aparece en el Comentariolum petitionis, ese “manual del candidato” que Quinto Cicerón le escribe a su hermano Marco Tulio. Os copio:

Quare hoc quidem facile praeceptum est, ut quod facturus sis id significes te studiose ac libenter esse facturum; illud difficilius et magis ad tempus quam ad naturam accommodatum tuam, quod facere non possis, ut id aut iucunde neges aut etiam omnino non neges, quorum alterum est tamen boni viri, alterum boni petiroris.

         Que en mi humilde traducción dice así:

Por lo que es ésta una regla sencilla: lo que vayas a hacer, muestra que lo harás con dedicación y a tu gusto. Hay otra más difícil y más adecuada a esta coyuntura que a tu naturaleza: que lo que no puedas hacer, lo rehúses con amabilidad o no lo rehúses de manera ninguna; lo primero es propio de un hombre de bien, pero lo segundo, de un buen candidato.

         Ya veis cómo se las gastaban hace dos mil años en Roma y como nihil novum sub sole est. Quinto separa muy bien al “hombre de bien” del “candidato”. Vamos, dicho claramente, que si te dedicas a la política como un vir bonus, no te comes ni un rosco electoral.

         Hemos hablado antes del comunismo y cómo los filólogos comenzaron a hablar de este tipo de lengua que dice pero no dice refiriéndose a los regímenes del otro lado del telón de acero, pero Victor Kemplerer en su obra sobre la LTI (Lingua Tertii Imperi) ya nos habla en 1947 de esa lengua que usaban los nazis que iba dirigida a los sentimientos y no a la razón: no hay que transmitir ideas, sino emociones.

         Pero ¿también, si hasta ahora la hemos visto referida a regímenes faltos de libertad, se da en  los países democráticos? Pues sí, también la encontramos. Fue el mismo Orwell el que en un artículo aparecido en 1946 nos concreta esa perversión del lenguaje. (Por cierto, Amando de Miguel publicó hace ya unos años un libro muy interesante que se llamaba así, La perversión del lenguaje). En este artículo de Orwell se recogen sus principales características que vamos a verlas:

a)    Metáforas muertas (dying metaphors): Son frases hechas que evitan la expresión personal. Verbi gratia, los afamados “brotes verdes” que brotaban y brotaban, pero nunca se los veía.

b)    Hinchazón expresiva (operator, or verbal false limbs). Todos tenemos en la cabeza esa frases ampulosas de los políticos que dicen cosas,  pero que analizadas no dicen nada o muy poco. Se me viene a las mientes esa frase del gran Adolfo Suárez cuando decía aquello de “vamos a elevar a categoría de normal lo que ya es normal a nivel de calle” o su característico “puedo prometer y prometo”.

c)     Dicción pretenciosa. El político evita el lenguaje natural y se decanta por una expresión de aspecto imparcial o científico que suele estar plagado de palabras que el pueblo entiende con dificultad. En tiempos, los políticos recurrían al latín o al griego, pero ahora prefieren usar palabras en inglés.

d)   Palabras sin sentido (meanningless words) que van además insertadas en párrafos largos y complejos que no dicen nada. Un ejemplo, de entre miles, podría ser esta frase de José María Aznar que, aun no siendo larga, dice y no dice:

 

El ministro francés tiene sus ideas políticas y yo tengo mis ideas políticas, pero, claro, él es francés y yo soy español”.

Os recomiendo la muy extensa y documentada tesis doctoral de Emilio Alejandro Núñez Cabezas Aproximación al léxico del lenguaje político español publicada   en la Universidad de Málaga, que la podéis encontrar en Internet:

https://riuma.uma.es/xmlui/bitstream/handle/10630/2734/1627684x.pdf

         Si os parece, lo dejamos aquí y continuaos en una próxima entrega.



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